San José: Su actualidad
De Enciclopedia Católica
La figura de San José es siempre estimulante y querida para un católico, discípulo de Nuestro Señor Jesucristo. La grande maestra de vida espiritual y Doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Avila, escribe en el Libro de la Vida: «Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servicios, que no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan» (V 6, 7). Ser devotos de san José es la propuesta de la Santa Madre y Doctora. Y en este sentido es bueno precisar qué significa ser devotos de José. Y se puede explicar esto análogamente a lo que el Concilio Vaticano II enseña sobre el ser verdadero devoto de La Virgen María, esto es: conocer, imitar, amar, invocar.
La recta devoción a san José lleva ante todo a conocer a san José, conocerle como es presentado en los evangelios que, si bien parece que dicen poco sobre él, dicen lo suficiente para aprehender la grandeza de este glorioso patriarca. Y lo esencial que encontramos en los evangelios acerca de él es su fe. José, varón justo, es un creyente, alguien abierto para conocer y aceptar los designios de Dios sobre él. Esto lo vemos especialmente en dos episodios. el primero es su aceptación de la voluntad divina acerca de la paternidad legal de Jesús que al patriarca se le pide (Mt 1, 18-25).
Cuando José ha tomado la decisión de abandonar a la Virgen María, no por desconfianza en su esposa sino para no estorbar un proyecto divino en el que él no sabe bien cómo participar, viene la voz de Dios a través de un ángel que en sueños le dice que no tema tomar a María por mujer pues la criatura que ella espera viene del Espíritu Santo. La escena concluye expresando que cuando José despertó del sueño hizo lo que le había dicho el ángel. Hacer lo que pide Dios, seguir sus indicaciones, creer el mensaje divino aunque no se vea todo con claridad es la actitud fundamental de san José y de todo creyente. ¡Eso es creer!
Los hombres tenemos cierta tendencia a elaborar nuestros planes, a ser dueños de las situaciones. José nos enseña a confiar en Dios y designios. Como expresaría en alguna ocasión otra devota de san José, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), no estaba en mis planes pero sí en los de Dios, acepto. Es esa la primera lección de fe que san José nos ofrece. En esa misma línea es preciso leer el episodio de la huida a Egipto. Nos cuenta entonces el evangelista San Mateo que el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise; porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2, 13). Otra vez José actuará según el mensaje recibido (Mt 2, 14-15). No es fácil ser migrante, ser forastero es aceptar ser pobre (así lo concebía el pueblo de Israel), José, sin embargo, no actúa llevado por criterios humanos. Si por defender la vida de su hijo adoptivo es necesario afrontar dificultades, allí está él, aceptando un designio comprometedor y difícil. José no busca la comodidad, el bienestar fácil, sino lo que conviene, teniendo claro que lo que conviene no es siempre lo que uno ha proyectado sino lo que Dios ha planteado. Y en los versículos 20-21 del capítulo mateano aludido nuevamente se ve cómo José actúa una vez más según las indicaciones divinas. La primera virtud que conocemos de José de Nazaret es su fe verdadera, recta, radical. Y por eso es modelo a imitar. Esa fe coherente le hace «justo»,(ver Justicia) bueno, recto, como se le nombra en el Evangelio Según San Mateo en 1, 19.
Esa fe le llevó a ser próvido cooperador de la obra de la redención siendo custodio fiel de Jesús, Hijo de Dios y su Madre Santa María. La oración colecta de la Misa de hoy reza: «Dios todopoderoso que confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José». El glorioso Patriarca es eminente colaborador en la obra de la salvación de los hombres custodiando, cuidando, nutriendo, educando al Hijo de Dios hecho hombre y acompañando a Santa María, la Madre del Redentor. Cuidar los intereses de Dios es otra actitud virtuosa de San José que todos los discípulos de Cristo hemos de imitar, sobre todo en tiempos de nueva evangelización.
Cuidar los intereses de Dios significa ahora buscar vivir bien nuestro ser eclesial, asumir las responsabilidades propias de alguien que ama a Cristo y su obra de salvación, cooperar en la obra salvífica con un esfuerzo serio de santidad que se hace testimonio evangelizador y comprometerse en la obra evangelizadora teniendo presente que ésto no significa sólo predicar, anunciar, sino testimoniar la vida cristiana, vivirla, pues como señalaba el gran papa Pablo VI el mundo cree más a los testigos que a los maestros.
San José era conocido como «el carpintero». Y por eso Jesús fue llamado el «hijo del carpintero». Este modo de hablar de José muestra que era un hombre de trabajo, la laboriosidad es otra de sus virtudes. Su ser padre legal del Mesías no le llevó a buscar prebendas y comodidades sino a trabajar con sus manos para mantener a la familia. ¡Qué importante es la laboriosidad! Vivimos en un mundo que busca eficiencia y si es posible, sin esfuerzo. La laboriosidad supone esfuerzo serio, exigencia personal. Otra virtud que podemos imitar de José.
Todo lo indicado habla de sencillez, de vida sencilla, poco complicada, no exigiendo milagros sino respondiendo a los propios deberes. Y todo eso supuso sin duda para san José un espíritu orante, no puede caber duda que fue un contemplativo (ver contemplación en la acción, alguien que en el contacto cotidiano con su hijo adoptivo que es su Señor, aprendió a contemplar al Redentor (ver Redención, a escuchar a quien es la Palabra de Dios encarnada (ver Logos), aún cuando podía expresar palabras difíciles de oír como en Lc 2, 49: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?». Palabras de Jesús Niño que pudieron en un primer momento ser algo difíciles para José pero que el glorioso patriarca aprendió a meditar y a aceptar.
Podría decirse mucho más de san José. Pero lo importante es hacer amistad con él, conocerle, descubrirle en el evangelio para amarle más, para imitarle, para invocarle con la confianza a la que invita santa Teresa de Jesús en las palabras que hemos citado y muchas otras. Hoy podemos invocar a san José por nuestra fidelidad cristiana, por nuestro crecimiento en la Fe. Al protector de la Iglesia universal podemos pedirle por la Iglesia.
Pablo VI decía: «La Iglesia lo invoca como protector con un profundo y actualísimo deseo de hacer florecer su terrena existencia con genuinas virtudes evangélicas, como resplandecen en san José». Que así le invoquemos hoy y cada día, con el vivo deseo de que en nosotros florezcan las virtudes evangélicas que él vivió en modo eximio.
Dr. Pedro Hidalgo Pbro.
Rector de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima