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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Tres Capítulos

De Enciclopedia Católica

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Los Tres Capítulos (trîa kephálaia) eran proposiciones anatematizando (1) a la persona y escritos de Teodoro de Mompsuestia; (2) ciertos escritos de Teodoreto de Ciro; (3) la carta de Ibas a Maris. Al principio de la controversia los escritos en cuestión vinieron a llamarse “Tres Capítulos” y se llamaba defensores de los Tres capítulos a los que rehusaban condenarlos. La obra más importante del obispo de Hermine, Facundo, "Defensio trium capitulorum", era un ataque contra la condena de los escritos de Teodoro etc.

La historia de la controversia puede dividirse en tres períodos: el primero termina con la llegada de Virgilio a Constantinopla; el segundo con su ratificación del Segundo Concilio de Constantinopla en el que se condenaron los Tres Capítulos y el tercero con la extinción de los cismas en el occidente al ratificar el papa el citado concilio. Trataremos muy superficialmente el segundo y tercer períodos refiriendo al lector para más detalles a la lectura de los artículos sobre el Concilio, Pelagio I, Pelagio y Virgilio.

A finales de 543 o principios de 544 se publicó un edicto en nombre del emperador Justiniano en el que los Tres Capítulos eran anatematizados. El propósito de Justiniano era facilitar al retorno a la iglesia de los Monofisitas. Estos herejes acusaban a la iglesia de Nestorianismo y cuando aseguraba que Nestorio era mirado como hereje, señalaba a los escritos de su maestro Teodoro de Mopsuestia, que eran muy incorrectos y sin embargo nunca habían sido condenados. Añadían que Teodoreto, amigo y defensor de Nestorio había sido repuesto en su sede por el concilio de Calcedonia y que la epístola de Ibas había sido tratada como no dañosa por el concilio.

Justiniano esperaba sinceramente que cuando las razones de las quejas contra el concilio se hubieran evitado, los Monofisitas fueran convencidos de acepta las decisiones del concilio y la cartas de S. León, que ahora insistía en malinterpretar en un sentido nestoriano. Como gobernador temporal deseaba curar las divisiones religiosas que amenazaban la seguridad del imperio y como buen teólogo amateur estaba probablemente contento consigo mismo por ser capaz de poner sus manos sobre lo que le parecía una importante omisión por parte del concilio de Calcedonia. Pero, aunque tenía razón, estaba siendo utilizado por los origenistas que querían escapar de su atención (para ver la campaña de Justiniano contra los origenistas, ver XI, 311).

Evagrius (Hist. eccl., IV, xxviii) nos dice que Theodorus Ascidas, el líder de los origenistas se presentó ante el emperador, que entonces estaba viendo qué otras medidas se iban a tomar contra los origenistas, planteó la cuestión de los Tres Capítulos para distraer la atención del emperador. Según Liberatus (Breviarium, c. 24) Ascidas quería vengarse en la memoria de Teodoro de Mopsuestia, que había escrito mucho contra Orígenes y al ver al emperador ocupado en un tratado que iba a convertir a la secta de los Monofisitas conocidos como los Acéfalos, sugirió un plan más expedito. Si los escritos de Teodoro y la epístola de Ibas eran anatematizadas, el Concilio de Calcedonia revisado y expurgado así (Synodus … retractata et expurgata) no seria en adelante una espada de Damocles sobre la cabeza de los Monofisitas. La admisión, citada por Facundo (Def., I, 2; IV, 4), hecha por Domiciano, obispo de Ancyra, a Virgilio, cuenta la misma historia de la intriga origenista.

Los principales obispos orientales coaccionados, tras una corta resistencia, lo suscribieron. Mennas, Patriarca de Constantinopla protestó al principio que firmar aquello era condenar el concilio de Calcedonia y después cedió en el claro entendimiento, como le dijo Esteban, el apocrisario romano en Constantinopla, que esta firma le sería devuelta si la Sede Apostólica la desaprobaba. Esteban y Dacio, obispo de Milán, que estaba entonces en Constantinopla, rompió la comunión con él. Mennas tenía ahora que coaccionar a sus sufragáneos que también cedieron pero dejaron testimonio de protestas con estaban, que debían trasmitirse al papa, en la que declaraban que actuaban bajo compulsión. Efraim, patriarca de Alejandría se resistió, después cedió y envió un mensaje a Virgilio, que estaba en Sicilia, afirmando que había firmado a la fuerza. Zoilo, patriarca de Antioquía y Pedro, obispo de Jerusalén hicieron una resistencia inicial similar y después también cedieron (Facundus, "Def.", IV, 4). De los otros obispos, aquello que firmaron fueron premiados y los que rehusaron fueron depuestos o tuvieron que “ocultarse a si mismos” (Liberatus, "Brev.", 24; Facundus, "Def.", II, 3 and "Cont. Moc.", in Gallandi, XI, 813).

Mientras la resistencia de los obispos de habla griega se venía abajo, los latinos, hasta aquellos como Dacio, obispo de Milán y Facundo, que estaban entonces en Constantinopla, se mantuvieron firmes. Su actitud general está representada en las cartas que han llegado hasta nosotros. La primera es de un obispo africano llamado Ponciano, en la que pide al emperador que se retire de los Tres Capítulos porque fueron condenados en Calcedonia. La otra es del diácono cartaginés Ferrandus; los diáconos romanos Anatolio y Pelagio (después papa, y que entonces era un fuerte defensor de los Tres Capítulos) le pide su opinión como canonista ilustre. El se asegura con la epístola de Ibas - si fue recibida en Calcedonia - para anatematizarlo, ahora había de condenar el concilio. Facundo aun hizo mayor uso de la benevolencia del concilio hacia esta epístola en una de las conferencias mantenidas por Virgilio antes de emitir su “Judicatum”. El quería proteger la memoria de Teodoro de Mompsuestia porque Ibas había hablado de él en términos elogiosos (Cont. Moc., loc. cit.). Cuando en enero de 547 Virgilio llegó a Constantinopla, mientras que Italia, África Cerdeña, Sicilia y los países del Ilírico y Grecia por los que había viajado se levantaban en armas contra los Tres Capítulos, estaba claro que lo obispos de lengua griega como grupo no estaban preparado para oponerse al emperador.

Respecto al mérito de la controversia, en el caso de Teodoro, se encontraron errores teológicos muy serios en los escritos incriminatorios (Teodoro era prácticamente un nestoriano antes de Nestorio); los errores de Teodoreto e Ibas se debían principalmente, aunque no totalmente, a que no entendían el leguaje de S. Cirilo. Y estos errores hasta cunado eran admitidos no era fácil condenarlos. No había buenos precedentes para tratar de forma tan dura con la memoria de hombres que habían muerto en la paz de la iglesia: S. Cipriano, como argüía Facundo ("Cont. Moc.", in Gallandi, X, 815), se había equivocado sobre rebautizar a los herejes, pero a nadie se le ocurriría anatematizarle. La condena no se pedía para eliminar la herejía, sino para reconciliar herejes que eran implacables enemigos del concilio de Calcedonia. Ibas y Teodoreto habían sido privados de sus obispados por herejes y habían sido repuestos por la Santa sede y el concilio de Calcedonia al anatematizar a Nestorio. Pero el concilio tenía sus escritos ante sí y en el caso de la epístola de Ibas se dijeron cosas que se podían entender fácilmente como una aprobación. Todo esto hacía que la condena pareciese como un golpe indirecto contra S. León en Calcedonia.

El asunto se complicó aun más por el hecho de que casi todos los latinos, Virgilio entre ellos, ignoraban el griego y epístola a Elías, probablemente preparada pro S. Gregorio el Grande, atribuye todos los problemas a la ignorancia. Todo lo que tenían que hacer era revisar la actitud general de los padres en Calcedonia. Estos hechos hay que tenerlos en cuenta al juzgar la conducta de Virgilio que llegó a Constantinopla con una postura mental resuelta y su primer acto fue excomulgar a Mennas. Pero debió advertir que le estaban segando la hierba bajo los pies cuando le proporcionaron traducciones de algunos de los peores pasajes de los escritos de Teodoro. En 548 emitió su “Judicatum” en el que los Tres Capítulos eran condenados y después retiró la condena temporalmente cuando se levantó un revuelo que mostraba lo mal preparados que estaban los latinos. Inmediatamente, Justiniano y él se pusieron de acuerdo en convocar un concilio general en el que Virgilio se comprometiera a hacer condenar los Tres Capítulos, entendiéndose que el emperador no tomaría más medidas hasta que se solucionara el concilio. El emperador rompió su compromiso emitiendo un edicto nuevo de condena de los Tres Capítulos. Virgilio tuvo que buscar santuario (refugio) dos veces, primero en la basílica de S. Pedro y después en la iglesia de Sta. Eufemia de Calcedonia, desde la que escribió una encíclica a toda la iglesia describiendo el tratamiento que había recibido. Después se arregló un acuerdo por el que Virgilio aceptaba un concilio general, aunque después retiró su consentimiento. Sin embargo el concilio se celebró y, después de negarse a aceptar el "Constitutum" de Vigilio (ver VIRGILIO, papa), condenó los Tres Capítulos. Finalmente Virgilio cedió, confirmó el concilio y fue liberado, pero murió antes de llegar a Italia, dejando a su sucesor, Pelagio, la tarea de tratar con los cismas en occidente. Los que más duraron fueron los de Aquileia y Milán; éste terminó cuando Fronto, el obispo cismático, murió, alrededor de 581.


BIBLIOGRAFÍA

FUENTES ORIGINALES: Los escritos de FACUNDUS in P. L., LXVII, 527-878, GALLANDI, XI, 661-821; FULGENTIUS FEBRANDUS, Epist. VI in P. L., LXVII, GALLANDI, XI; LIBERATUS, Breviarium in P. L., LXVIII, MANSI, IX (Florence, 1759), 659-700), GALLANDI, XII; PONTIANUS, Epist. in P. L., LXVI, 985; HARDOUIN, Concilia, III. El Cronicón de VICTOR TUNUNENSIS está en P. L., LXVIII, 957 ss., y GALLANDI, XII; este es especialmente valioso para la historia de la supresión del cisma en África. Para el cisma en Italia los documentos más importantes son ciertas cartas de Plagio I, Pelagio II y S. Gregorio el Grande. Para las ediciones ver PPELÑAGIO I PAPA, GREGORIO I (EL GRANDE), PAPA

LITERATURA GENERAL: DUCHESNE, Vigile et Pélage in Rev. des quest. hist. (October, 1884); HEFELE, Hist. of the Church Councils, tr. CLARK, IV (Edinburgh, 1895), 229 ss. Donde también abundan referencias a literatura anterior; CHAPMAN, The first Eight General Councils (London), 48-59; DUDDEN, Gregory the Great; MANN, Lives of the Popes in the early Middle Ages, I, pt. i (London, 1902); HODGKINS, Italy and her Invaders, IV, V, VI; GRISAR, Hist. of Rome and the Popes in the Middle Ages, I (London, 1911).


F.J. BACCHUS.


Transcrito por WGKofron , en memoria de Fr. John Hilkert, Akron, Ohio Fidelis servus et prudens, quem constituit Dominus super familiam suam .



Traducido por Pedro Roro


The Catholic Encyclopedia, Volume XIV. Published 1912. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, July 1, 1912. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. +John Cardinal Farley, Archbishop of New York Copyright © 2007 by Kevin Knight. All rights reserved.