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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Ambón

De Enciclopedia Católica

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Palabra de origen griego que significa montaña o elevación; al menos así lo entendió Inocencio III, dado que en su trabajo sobre la Misa (III, XXXIII) luego de hablar del faro que significaba el Evangelio, cito la siguiente expresión de Isaías (XL, 9): “Sobre la gente llegó una gran luz, toda sobre Sión, y levantó su voz con fuerza”. Y con sobre el mismo tema alude a Nuestro Señor Jesucristo predicando sobre una montaña: “Viendo la multitud, subió al monte y abriendo su boca les enseñaba” (Mateo 5:1,2).

Un ambón es un púlpito, una elevación que se tenía en las iglesias antiguas, y desde el cual se hacían las lecturas de los Evangelios, las Epístolas y la homilía; en muchas ocasiones el Obispo predicaba desde allí, tal como fue el caso de San Juan Crisóstomo; Sócrates indicaba que era costumbre subir al ambo para hablar a la gente, y ser de esta manera más directamente escuchado (Eccl. Hist., VI, v).

Originalmente se colocaba únicamente un ambón en la iglesia, en la nave central, con dos hileras de escalones para subir; uno del este, el lado hacia el altar; y otro desde el occidente. Desde los escalones del este, el subdiácono con el rostro hacia el altar, leía las Epístolas, desde el occidental, viendo hacia la congregación, leía los Evangelios.

La inconveniencia de sólo tener un ambón se puso pronto de manifiesto, y como consecuencia de ello, se establecieron dos ambones; generalmente colocados a ambos lados del coro, el que estaba separado de la nave y aislado por un largo muro. Un ejemplo de esta composición se puede observar en la iglesia de San Clemente en Roma. Frecuentemente, el ambón que se dedicaba al evangelio tenía un candelabro; estaba ajustado al ambo, con una columna en espiral, de mármol, ricamente decorado con mosaicos y terminaba a unos 4 metros del suelo.

Se considera que los ambones tuvieron sus orígenes en las plataformas altas o elevadas desde las cuales los rabinos judíos leían las escrituras a las personas, y se introdujeron a las iglesias en el Siglo IV, se llegaron a tener como de uso universal en el Siglo IX, y alcanzaron su máximo desarrollo artístico y belleza en el Siglo XII. Fueron gradualmente entrando en desuso hasta el Siglo XIV, cuando fueron normalmente substituidos por los púlpitos. En el rito ambrosiano (Milán) el Evangelio aún se lee desde el ambo.

Usualmente los ambos eran construidos de mármol blanco, enriquecido a la vista mediante grabados, e incluyendo mármol coloreado y mosaicos de cristal. El ambo más famoso fue uno, erigido por el Emperador Justiniano en la Iglesia de Santa Sofía en Constantinopla, el cual es completamente descrito por el poeta Paulus Silentiarius en su trabajo peri ktismaton. El cuerpo del ambo está hecho de varios metales preciosos, junto con marfil, y capas superpuestas de plata, que luego se enriquecieron con oro y bronce.

Se desconocen los hechos y procesos relacionados con la desaparición de este magnífico ejemplo del arte cristiano. Probablemente estaba intacto hasta el tiempo de la toma de Constantinopla por los Cruzados en 1203, cuando era muestra de gran belleza y riqueza. En San Marcos, en Venecia, existe aún un ambón particular el cual tiene dos niveles, desde el más bajo se leen las Epístolas, y desde el más alto los Evangelios.

Esta forma fue una vez generalizada y se conoció como el púlpito de dos tarimas. Varios ejemplos interesantes al respecto se pueden observar en las basílicas italianas; en Ravena, hay uno que data del Siglo VI, uno del VII en Torcello; pero los más hermosos se encuentran en las iglesias de San Clemente, Santa María en Cosmedin, San Lorenzo y el de Ara Cli.

Escrito por Caryl Coleman. Transcripción de W. S. French, Jr. Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes Dedicado al Reverendo Kenneth Geyer, O.S.B. (Choirmaster, Belmont Abbey, Belmont, N.C., EEUU).

The Catholic Encyclopedia, Volume I. Published 1907. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. +John Cardinal Farley, Archbishop of New York

DE FLEURY, La Messe (Paris, 1883), III; Revue de l'art chrétien (Lille, 1887, 1894); REUSENS, Larchéologie chrétienne (Louvain, 1885); Architectural Record (New York); THIERS, Dissertation sur les jubés (Paris, 1688); KRAUS, Geschichte der christlichen Kunst (Freiburg, 1894), I, 233; LECLERCQ in Dict. darchéologie chrétienne (Paris, 1904), I, 1330-47.