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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Don sobrenatural»

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Un don [[orden sobrenatural|sobrenatural]] puede ser definido como algo conferido a la [[naturaleza]] por encima de todos los poderes (''vires'') de la naturaleza [[creación|creada]].  Cuando [[Dios]] creó al [[hombre]], no estuvo satisfecho con concederle los talentos esenciales requeridos por la naturaleza humana, sino que lo elevó a un estado superior al añadirle ciertos dones a los cuales su naturaleza no tenía ningún [[derecho]].  Estos consisten de cualidades y perfecciones, fuerzas y energías, dignidades y [[derecho]]s, el destino a objetivos finales, de los cuales la constitución esencial del hombre no es el principio; los cuales no son requeridos para el logro de la [[perfección cristiana|perfección]] final del orden natural del hombre; y los que sólo pueden ser comunicados por el libre funcionamiento de la [[bien|bondad]] y poder de Dios.  Algunos de estos son absolutamente sobrenaturales, es decir, más allá del alcance de toda naturaleza creada (incluso de los [[ángeles]]), y elevan la criatura a una dignidad y perfección naturales sólo a Dios; otros son sólo relativamente sobrenaturales (preternaturales), es decir, sólo sobre la naturaleza humana y elevan la naturaleza humana a ese estado de perfección superior que es natural a los ángeles.  El estado original del hombre los incluía a ambos, y cuando cayó, los perdió ambos. [[Jesucristo|Cristo]] ha restaurado en nosotros los dones absolutamente sobrenaturales, pero no nos restauró los dones preternaturales. 
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#REDIRECCIÓN [[Don Sobrenatural]]
 
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Los dones absolutamente sobrenaturales, que solos son los propiamente dichos sobrenaturales, se resumen en la [[adopción sobrenatural|adopción]] divina del hombre para ser el hijo y heredero de Dios.  Esta expresión, y las explicaciones que le dan los escritores sagrados, hacen evidente que la filiación es mucho más que una relación fundada en la ausencia de [[pecado]]; es de [[carácter]] totalmente íntimo, que eleva a la criatura de su [[humildad|humilde]] estado natural y la hace objeto de una benevolencia y complacencia peculiares de parte de Dios, admitiéndola al [[amor]] filial, y que le permite convertirse en heredera de Dios, es decir, partícipe de la propia [[las ocho bienaventuranzas|beatitud]] divina.  “Dios envió a su [[Hijo de Dios|Hijo]]... para rescatar a los que se hallaban bajo la [[Legislación de Moisés|Ley]] y para que recibiéramos la filiación adoptiva (''ten ouiothesian'').  La [[prueba]] de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el [[Espíritu Santo|Espíritu]] de su Hijo que clama: ¡[[Abbá]], Padre!  De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.”  ([[Epístola a los Gálatas|Gál.]] 4-4-7).  “…que nos ha bendecido con toda clase de [[bendición|bendiciones]] espirituales, en los [[cielo]]s, en Cristo;… [[elegidos|eligiéndonos]] de antemano para ser sus hijos adoptivos (''ouiothesian'') por medio de Jesucristo” ([[Epístola a los Efesios|Ef.]]  1,3-5).  "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (1 [[Epístolas de San Juan|Juan]] 3,1).  Además, este estado exaltado es descrito como una comunicación o [[sociedad]] con el Hijo unigénito de Dios, una participación en los [[privilegio]]s que le son propios a él en oposición a las simples criaturas.  "…para que todos sean uno.  Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros... yo les he dado la [[gloria]] que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno” ([[Evangelio según San Juan|Juan]] 17,21-23).  También se le llama ''comunión'' (''koinonia'') “con el Padre, y con su Hijo” (1 Jn. 1,3), y “la comunión (''he koinonia'') del [[Espíritu Santo]]” (2 [[Epístolas a los Corintios|Cor.]] 13,13). 
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La [[adopción sobrenatural|adopción]] divina es un nuevo nacimiento del [[alma]] (Juan 1,12-13 y 3,5; 1 Jn. 3,9; 5,1; 1 [[Epístolas de San Pedro|Pedro]] 1,3 y 1,23; [[Epístola de Santiago|Stgo.]] 1,18; [[Epístolas a Tito y Timoteo|Tito]] 3,5; Ef. 2,5).  Esta [[regeneración]] implica la fundación de un estado superior de ser y de vida, resultante de una influencia divina especial, y que nos admite a la dignidad de hijos de Dios.  “Pues a los que de antemano conoció, también los [[predestinación|predestinó]] a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el [[primogénito]] entre muchos hermanos” ([[Epístola a los Romanos|Rom.]] 8,29; cf. también 2 Cor. 3,18; Gál. 3,26-27; 4,19; Rom. 13,14).  Como consecuencia de esta adopción y nuevo nacimiento somos hechos “partícipes de la naturaleza divina) (''theias koinonoi physeos'', 2 Ped. 1,4).  El contexto total de este pasaje y de los pasajes ya citados muestran que esta expresión debe tomarse tan literalmente como sea posible; no, ciertamente, como una generación de la [[substancia]] de Dios, sino como una comunicación de vida divina por el poder de Dios, y una morada más íntima de su substancia en la criatura.
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Por lo tanto, también la herencia no se circunscribe a los bienes naturales.  Comprende la posesión y disfrute del [[bien]] que es la herencia natural del [[Hijo de Dios]], por ejemplo, la [[visión beatífica]]. “Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.  [[conocimiento|Sabemos]] que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.”  (1 Juan 3,2).  “Ahora vemos en un espejo, en enigma.  Entonces [en la visión beatífica] veremos cara a cara.” (1 Cor. 13,12).  Los [[Padres de la Iglesia|Padres]] no han vacilado en llamar unión sobrenatural de la criatura con Dios a la [[apoteosis|deificación]] de la criatura.  Esta es una expresión favorita de [[San Ireneo]]  ("Adv. Haer.", III, XVII, XIX; IV, XX, etc.), y es usada frecuentemente por [[San Atanasio]] (vea [[John Henry Newman|Newman]], San Atanasio, II, 88).  Vea también a [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]] (Serm. CXCI, "In Nat. Dom."), citado por [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]] (III:1:3).
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Con el fin de ser merecedores de nuestra dignidad divina y de lograr nuestro fin divino, tenemos [[necesidad]] de una ayuda sobrenatural.  Esta ayuda sobrenatural para un fin sobrenatural es llamada [[gracia]].  Para nuestro propósito presente bastará notar que la gracia es [[gracia santificante|habitual]] (es decir, santificante, la que nos hace agradables a Dios) o [[gracia actual|actual]] (es decir, que nos capacita para producir obras que merezcan la [[salvación]]).  A veces recibimos otras ayudas más para el beneficio de otros que para el nuestro, las cuales se llaman ''gratiae gratis datae'' ([[carismas]]).  Ellos no nos ayudan directa e inmediatamente al logro de nuestro fin, pero nos ayudan desde afuera.  Las [[virtud]]es [[teología dogmática|teologales]] y las virtudes [[moral]]es son gracias propiamente dichas.  Así, también, son los dones del Espíritu Santo (vea [[Espíritu Santo]]). 
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Estará bien aquí decir unas pocas palabras sobre los dones preternaturales (relativamente sobrenaturales) concedidos a nuestros primeros padres, que a veces son confundidos con los dones sobrenaturales propiamente dichos.  Al principio Dios libró al hombre de la debilidad inherente a su naturaleza, es decir, las enfermedades de la carne y las consecuentes enfermedades del [[espíritu]].  Creó al hombre [[inmortalidad|inmortal]], impasible, libre de la [[concupiscencia]] y la [[ignorancia]], libre de pecado y amo de la tierra.  Estos privilegios están más allá de la naturaleza humana, pero no más allá de alguna criatura superior (por ejemplo, los ángeles); por lo tanto son preternaturales (''praeter naturam'').  Los Padres los consideran como una glorificación de la naturaleza, y le aplican las palabras del [[Salmos|Salmo]] 8,5-9.  De hecho, estos dones no fueron conferidos aparte de los dones sobrenaturales; un estado preternatural es, sin embargo, concebible, y la capacidad de separar de los dos conjuntos de dones es clara a partir de nuestra posesión actual de los dones sobrenaturales sin los preternaturales.  “Aunque distintos y separables, se unen en un todo armonioso y orgánico.  Los Padres consideran esta unión en el estado original del hombre como una anticipación de su estado de bienaventuranza final en la [[visión beatífica|visión de Dios]], de modo que la gracia tiene con la integridad la misma relación que la gloria futura del [[alma]] con la gloria futura del cuerpo.  Cuando se combinan la integridad y la gracia, elevan al hombre a la más perfecta semejanza con Dios obtenible en esta vida; ellas lo disponen y lo preparan para la aún más completa semejanza de la vida [[eternidad|eterna]]”. 
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'''Fuente''':  Scannell, Thomas. "Supernatural Gift." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. 
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<http://www.newadvent.org/cathen/06553a.htm>.
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Traducido por Luz María Hernández Medina
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Última revisión de 22:17 10 sep 2020

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