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Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se han producido gran números de iconos de muy distintos géneros. | Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se han producido gran números de iconos de muy distintos géneros. | ||
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Última revisión de 06:24 21 ene 2013
Los iconos son la representación de la Virgen, Jesucristo y los santos que veneran y reverencian en la iglesia ortodoxa, de los países del Este de Europa, esencialmente Grecia y Rusia.Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se han producido gran números de iconos de muy distintos géneros.
De todos modos, el elemento tal vez más importante de la iglesia ortodoxa es la iconostasia que en ella figuran. La iconostasia es la separación entre la nave de un templo, accesible libremente a la comunidad, y el espacio que rodea el altar abierto, con salas a uno y otro lado, donde solamente puede entrar la clerecía. Como imagen, el icono se halla situado ente lo que se puede divisar con la vista y lo trascendente.
La pintura del icono desconoce el espacio tridimensional que fue como una ilusión óptica en Occidente después del Renacimiento mediante la perspectiva central. En cambio, en general, hay un espacio de imagen que se abre hacia atrás y se extiende poco en profundidad donde los personajes representados sin relieve alguno están engrandecidos o empequeñecidos en función de su rango honorífico y de su significado interno.
Los iconos son, en realidad, meras alegorías, dueñas de un lenguaje especial, como lengua de la imagen y en agua del símbolo. Los iconos datan de los mismos orígenes del cristianismo. Sus inicios se remontan a las imágenes conmemorativas del final de la antigüedad, o sea del siglo I al IV después de Cristo.
Los iconos más antiguos, entre los que se conservan, son de los siglos VI y VII, y casi todos ellos se guardan en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí.
Los iconos rusos
Durante largo tiempo, los historiadores y los expertos en religión ignoraron los iconos de la escuela de Moscú, seguramente porque cuando se inició el estudio de tales iconos y de este arte ortodoxo, solamente algunos habían sido autentificados.
Para comprender esto preciso es saber que en 1204, Constantinopla fue conquistada por los ejércitos de la IV Cruzada, que la convirtieron en capital del Imperio Latino, y los pintores de iconos apenas consiguieron seguir con su auge, por cuya razón se ve en esa fecha de 1204 el final de la época bizantina media. En 1453, los turcos adepto al Islam invadieron el Reino Bizantino y la caída de ese Imperio, antaño tan potente, así como la de todas las obras maestras que en él vieron la luz, estaba ya sellada.
Sin embargo, la pintura de los iconos sobrevivió a este sucedo trascendental, puesto que Bizancio había propagado su influencia a grandes regiones de Oriente.
Por consiguiente, el hijo más importante del arte bizantino era Rusia, pero en ese país, lentamente, os artistas fueron halando su camino propio. Especialmente respecto al colorido y a la manera de dibujar, aunque variando poco en cuanto a los temas, los tipos de personajes, composiciones y demás. Por su parte, fue Novgord el centro más importante de la iconografía rusa, ya desde el siglo XII, con rasgos artísticos propios, caracterizándose en efecto más que nada por el colorido claro, casi radiante. En realidad, el auge iconográfico se logró en Rusia con la llegada de Andrei Rublev y Teófanes el Griego.
La pintura de iconos rusos obtuvo un nuevo impulso durante los siglos XVII y XVIII gracias a las composiciones de la Escuela Stroganov. Son unos iconos en cuyo dorso se indica que fueron pintados por los miembros de la famosa familia de comerciantes Stroganov, más adelante cercanos al trono ruso.
Hasta el siglo XVII, la pintura de iconos en Rusia rechazó tercamente toda influencia de Occidente. Pero esta actitud negativa cambio gracias a los esfuerzos renovados de un gran maestro llamado Simón Uchakov (1626-1686). Éste trabajó primero en un taller de orfebrería, de lo que en aquella época se llamaba "taller de culatas y cámaras de armas de fuego", por estar situados dentro del arsenal militar.
La Revolución de 1917 arrinconó en Rusia el arte de los iconos. Esto fue así porque la fe y los credos ortodoxos no se armonizaban con la ideología comunista, para la que la religiónera tan sólo el "opio del pueblo". Y el arte decorativo sustituyó al de los iconos
Contenido
Bizancio, cuna del icono
Sobre los cimientos de una antigua colonia griega, el 11 de mayo del 330 d.C se funda la Nueva Roma o Constantinopla, recordando a Constantino el Grande (305-337), su ilustre fundador, una ciudad llamada a ser uno de los imperios más originales de la historia y cuyo influjo se hizo sentir notablemente sobre las tres civilizaciones del Mediterráneo: la Cristiana Ortodoxa -la heredera directa de Bizancio-, la Cristiana Occidental, y la Islámica.
Sin el cristianismos es imposible comprender el espíritu bizantino. La religión se vivía entonces con una intensidad y un misticismo prácticamente incomprensibles actualmente, lo que explica muchos rasgos de la civilización bizantina que parecen chocantes hoy en día a una humanidad que ha confinado a un rincón marginal de su existencia la experiencia de lo sagrado.
Bizancio, y esto constituye su genio, según Dionisios Zakythinós, supo llevar a cabo una síntesis entre lo helenístico, lo romano y lo cristiano; ello, por ejemplo, moderó las formas despóticas y absolutistas propias del oriente. Este helenismo cristianizado se tornará cada vez más "bizantino". Lo cristiano estará siempre presente, y una de sus más aplaudidas manifestaciones estará en el arte de bizancio, concretamente en los iconos
Teología del Icono
Ante todo, es necesario subrayar la complementariedad entre la palabra revelación y la imagen sagrada. Lo que la palabra lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos y lo muestra haciéndolo accesible a la naturaleza humana. Es una idea del gran defensor de los iconos, San Juan Damasceno, el cual defendía el carácter popular de la iconografía con estas palabras:
"Lo que es la Biblia para las personas instruidas, lo es el icono para los analfabetos, y lo que es la palabra para el oído, lo es el icono para la vista".
La imagen es un sacramental de la iglesia; la Iglesia bendice la imagen para que tenga una fuerza expresiva en la gracia y la presencia que comunica. Si la imagen es auténtica, tiene que ser bella, expresiva y teológicamente exacta para que pueda representar el misterio o la imagen de una persona.
La imagen es recuerdo/memorial, lugar de encuentro de miradas y presencias, es posibilidad de contemplación, es estímulo para la imitación. Hay una relación entre palabra e imagen. Pero hay también dentro de la liturgia una relación entre Eucaristía e imagen. La imagen de cada fiesta representa lo que la Eucaristía nos ofrece. Así la imagen nos ayuda a mantener viva la gracia de la comunión eucarística que nos presenta el misterio.
El icono visibiliza el don que nos hace la Eucaristía. Porque la Eucaristía es la máxima presencia de Cristo y la expresión más alta de la comunión de los Santos. En este sentido las imágenes del templo revelan la plenitud de lo que en él se realiza por la celebración del misterio eucarístico.
Todo icono, para que pueda ser venerado por los fieles, tiene que tener tres cualidades de las que sólo la iglesia puede dar garantía:
•Verdadera, en cuanto sus rasgos tienen que corresponder exactamente a la palabra que la ilumina y que la imagen misma visibiliza.
•Milagrosa, en cuanto hace ver las maravillas de Dios, aunque a veces se trata también de una imagen que tiene la cualidad carismática de ser una fuente de gracias sobrenaturales y de manifestaciones milagrosas.
•A-cherópita, en cuanto que no tiene que responder a una obra simplemente humana, hecha por manos de hombres, sino "no hecha por mano de hombre", inspirada por Dios a través de la mediación de su palabra y la tradición de la Iglesia.
Fases de la fabricación de un icono
Las distintas fases de fabricación de un icono variaban de una a otra región, por lo que esbozaremos solamente los rasgos más sobresalientes de tal fabricación.
La mayoría del tiempo se usaban como soporte unas planchitas de madera pobre en resina, por lo general de gran formato para los iconos destinados a la veneración particular, pero mayores si se trataba de paneles para iglesias y monasterios.
Una vez totalmente seca, la madera se tensaba por medio de tablitas largas y muy delgadas fijadas al dorso de la planchita para evitar el abombamiento que hubiera podido provocar unas resquebraduras. En los iconos rusos, a menudo se ahuecaba un poco el campo de la imagen para dar la impresión de un marco.
Tras suprimir las asperezas de la madera, se cubría con cola la planchita y encima se extendía un pedazo de tela de lino. Ahora, era preciso oponer la capa de imprimacion sobre el campo de la imagen y fijar una hoja de oro laminado.
Después de ejecutar estos preparativos onerosos, empezaba el verdadero trabajo de composición. Se trazaban los contornos de los personajes y los objetos, a menudo con ayuda de patronos. Luego, se recubrían estos con varias capas sucesivas de colores.
Se trataba de colores al temple, a base de pigmentos naturales extraídos de minerales, plantas o diferentes clases de tierra, mientras las yemas de huevo servían de ligazón.
El PIntor de los iconos
En el alternarse de sus estaciones, el arte del Oriente cristiano afirma su vocación originaria. Es rechazada la perspectiva empírica; el mundo de las apariencias no es el mundo "verdadero".
Retomando la formulación de Vladimir Soloviev "todo aquello que vemos no es más que el reflejo, la sombra de lo que resulta invisible a nuestros ojos".
La imagen es llamada a penetrar lo invisible. A través de las vías de la ascética y de la oración el pintor es penetrado por "el ayuno de los ojos". La vista santificada deviene en visión.La tradición icónica se cristaliza en tipologías definidas pero elaboradas de diversa forma en las numerosas escuelas iconográficas. La libertad y la creatividad obedecen a criterios monásticos. Aún conservando la unicidad de su Tradición, el icono conoce contínuas innovaciones: en esto consisten su enigma, su fuerza y su inagotable riqueza.
En la época de los macedonios, el arte, aliado con la iglesia, elabora su propio estilo académico. En tiempos de los Comnenos perfila un "humanismo" mesurado, que alcanza su asombroso apogeo bajo los paleólogos. Visible e invisible se entrelazan y se compenetran.
El espacio se reviste de oro, el color de la luz increada del Tabor. Hierático, lujoso y abstracto, el clasicismo bizantino canta la trascendencia de lo divino. Libre de pasiones, lo humano, impasible, se adorna de la gloria divina. En el siglo XII lo sensible y lo natural se afirman, lo inmanete se hace uno con lo trascendente; el arte es de naturaleza divino-humana.Con la caída del Imperio, la iconografía va a conocer dos corrientes principales. En el espacio griego-balcánico el icono sigue celebrando el "humanismo" bizantino. Convertida en "Tercera Roma", Rusia dirige su arte hacia la quietud del hesicasmo.
Lo abstracto marca el paso sobre lo concreto; cada dramatización es absorbiada. Los hombres son "ángeles terrestres". Todo es luz, calma, júbilo, paz y amor. "Un mundo nuevo y homogéneo" reemplaza al mundo decaído. La imagen desvela "el tabernáculo de Dios entre los hombres" (Act 21, 3): "Asamblea de dioses alrededor de Dios, criaturas bellas que forman una corona alrededor de la Belleza suprema" (Nicolás Cabasilas)."¿A quién, pues, compararéis a Dios y a qué imagen haréis que se le asemeje?" pregunta el libro de Isaías (40, 18). Durante siglos la Iglesia Ortodoxa ha cantado una belleza litúrgica y sacramental. En esta creación Dios sigue siendo el primer Creador, Padre y Maestro.
Es el primer artista: "Oh hombre -escribe san Ireneo de Lyon- no eres tú quien hace a Dios sino Dios que te hace a ti. Si eres entonces obra de Dios, espera la mano de tu artífice, que hace todas las cosas en el tiempo adecuado. Preséntale tu corazón suave y maleable, conserva la forma que te ha dado el Artista, habiendo en ti el Agua que viene de Él para no rechazar.
Volviéndote duro, la huella de sus dedos. Conservando esta conformación, subirás a la perfección, porque la arcilla que hay en ti será ocultada por el arte de Dios. Su mano que ha creado tu sustancia te revestirá por dentro y por fuera de oro puro y de plata y te adornará tan bien que el Rey mismo se prendará de tu belleza".Al servicio del Artista, los artistas son "tesaurofilacos", guardianes inspirados del tesoro divino. Pintores de frescos, iconógrafos o miniaturistas, todos ellos celebran la Belleza de un mundo en Cristo.
Más allá de los cambios históricos y de las oposiciones geográficas, la imagen multiplica sus rostros epifánicos. "Belleza divina", "canal de gracia", "ventana a la eternidad", el icono deja una luz: imagen de una tierra inferior, de un Reino a tener siempre en el corazón.
Fuente Aci Prensa.
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