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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Orden Carmelita»

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Una de las órdenes mendicantes.


ORIGEN

La fecha de fundación de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo ha sido objeto de discusión desde el S.XIV hasta hoy, la Orden reivindica como sus fundadores a los profetas Elías y Elíseo, sin embargo los modernos historiadores, empezando Baronius, niegan su existencia antes de la segunda mitad del XII. Durante la época del Profeta Samuel existía en Tierra Santa una organización conocida como los Hijos de los Profetas, que en muchos aspectos se asemejaba a un instituto religioso de tiempos posteriores. Vivían en comunidad y aunque no pertenecían a la tribu de Leví, se dedicaban al servicio de Dios; profesaban especial obediencia a los superiores, los más famosos de los cuales fueron Elías y su sucesor Elíseo, ambos relacionados con el Monte Carmelo, el primero con sus disputas con los sacerdotes de Baal, el segundo por su prolongada residencia en la montaña santa. Con la caída del Reino de Israel, los Hijos de los Profetas desaparecieron de la historia. En el siglo III o IV de la Era Cristiana el Carmelo era un lugar de peregrinación, como lo demuestran numerosas inscripciones en Griego en los muros de la Escuela de los Profetas: “Recuerda a Juliano, “recuerda a Germánico”, etc., Algunos de los Padres, especialmente Juan Crisóstomo, Basilio, Gregorio Nacianceno y Jerónimo, siguieron a Elías y Elíseo como modelos de perfección religiosa y patronos de eremitas y monjes. Estos innegables hechos han abiertos camino a las suposiciones. Como San Juan Bautista estuvo casi toda su vida en el desierto, en donde reunió en torno a él numerosos discípulos y como Cristo había afirmado de él que estaba poseído del espíritu y poder de Elías, algunos autores afirman que reavivó la institución de los Hijos de los Profetas.

Las entusiastas descripciones dejadas por Plinio, Josefo y Filón del tipo de vida de los Esenios y Terapeutas, convencieron a otros que esas sectas pertenecían a la misma corporación, desgraciadamente sus opiniones presentan serias dudas. Tácito menciona un santuario en el Carmelo, consistente no en un templo, ni ídolo, sino simplemente un altar para el culto divino; tal pudo ser su origen, con seguridad en tiempo de Vespasiano estaba en manos de un sacerdote pagano, Basilides Pythagaras (500 B.C.) es presentado por Jambilicus dedicando mucho tiempo a la plegaria silenciosa en un santuario similar al Carmelo, un testimonio de mayor fuerza para el tiempo de Jámblico más que para el de Pitágoras. Nicéforo Calixto (A.D.1300) refiere que la emperatriz Helena mandó construir una iglesia en honor de San Elías en las laderas de cierta montaña. Esta evidencia es inadmisible, ya que Eusebio es testigo del hecho de que ella sólo mandó edificar dos iglesias en Tierra Santa, en Belén y en Jerusalén, no veinte como Nicéforo afirma; además las palabras de este autor muestran claramente que había visto el monasterio griego de Mar Elías, sobresaliendo sobre el valle del Jordán y no el Carmelo como algunos autores piensan; Mar Elías, sin embargo, data del S.VI. Estos y otros malentendidos presupuestos no han invalido sino que han fortalecido la tradición de la Orden, que tiene su punto de partida en los días de los grandes profetas, sino ininterrumpidamente, sí en la referencia ultima moral de los eremitas del Carmelo, primeramente bajo el Antiguo Testamento, después con la divulgación del Cristianismo, hasta el tiempo de las Cruzadas, estos eremitas llegaron a organizarse según el modelo de las órdenes de Occidente. Esta tradición está recogida especialmente en las Constituciones de la Orden, es mencionados en bulas papales, así como en la liturgia de la Iglesia y es aún seguida por muchos miembros de la Orden. El silencio de los peregrinos de Palestina, anterior al año del Señor 1150, de los cronistas, de los más recientes documentos, en una palabra la negativa evidencia de la historia ha inducido a los modernos historiadores a omitir la reclamación de la Orden y fechan su fundación en 1155, cuando por primera vez se habla en documentos de autenticidad incuestionable. Incluso la evidencia de la Orden sobre sí mismo no ha sido siempre muy clara. Una noticia escrita entre 1247 y 1274 (Mon.Hist. Carmelit., 1, 20, 267) declara de forma general que “desde los días de Elías y Elíseo los santos padres del Antiguo y Nuevo Testamento moraron en el Monte Carmelo y sus sucesores después de la Encarnación del Verbo edificaron allí una capilla en honor de Nuestra Señora, por la cual razón fueron llamados en la bula papal “Hermanos de Santa María del Monte Carmelo”. El Capítulo General de 1287 (inédito) habla de la Orden como de una nueva implantación.(plantatio novella). Más definitivos son algunos escritos de la misma época. Una carta” Sobre esta orden” atribuida a San Cirilo de Constantinopla, pero escrita en latín (probablemente en Francia) por un autor de 1230, y el libro “Sobre la Institución de los primeros monjes” conecta la Orden con los Profetas de la Antigua Ley. Este último trabajo, mencionado por primera vez en 1342, fue publicado en 1370 y llegó a ser conocido en Inglaterra medio siglo más tarde. Supuestamente está escrito Por Juan, Obispo de Jerusalén (A.D.400). Sin embargo, como Gennadius y otros antiguos escritores no hacen mención de ella entre los escritos de Juan, y como el autor era claramente latino, puesto que sus argumentos están basados sobre ciertos textos de la Vulgata, difiriendo extensamente de los correspondientes de la de los Setenta y como en muchos momentos manifiesta entera ignorancia de la lengua griega y especialmente aluda a escritores del S. XII no puede haber vivido antes de la mitad del S.XIII. Un tercer autor es a veces mencionado, José, un diácono de Antioquia, a quien Possevin sitúa alrededor del A.D. 130. Su trabajo se perdió pero su título “Speculum perfectae militiae ecclesiae” muestra que no perteneció a los Padres Apostólicos, además es totalmente desconocido en la literatura patrística. Su nombre no es mencionado antes del S.XIV y con toda probabilidad no vivió mucho antes.

La tradición de la Orden aunque fue admitida por muchos Escolásticos medievales, fue contestada por no pocos autores. De aquí que los historiadores Carmelitas descuidasen casi completamente la historia de su misma época, gastando todas su energías en controversias escritas, como es evidente en los trabajos de John Baconthorpe, John de Hildesheim, Bernard Olerius y muchos otros. En 1374 una disputación mantenida en la universidad de Cambridge entre el dominico John Stokes y el carmelita John de Norney; el último, cuyos argumentos principalmente estaban tomados del derecho canónico, no de la historia, fue declarado victorioso y los miembros de la universidad prohibieron la cuestión de la antigüedad de la Orden Carmelitana. Al final del S.XV ésta era de nueva hábilmente defendida por Trithemius (o alguien que escribía con este nombre), Bostius, Palaeonydorus y muchos otros quienes con gran exposición de erudición refuerzan su tesis, profundizando en los huecos de la historia de la historia de la Orden y proclamando sus numerosos santos antiguos. Santos Eliseo y Cirilo de Alejandría (1399), Basil (1411), Hilarión (1490) y Elías ( en algunos lugares desde 1480), en toda la Orden desde 1511 se había puesto en el Calendario Carmelita, el capítulo de 1562 añadió algunos de los cuales fueron eliminados 20 años después con motivo de la revisión litúrgica. Sin embargo volvieron a ser introducidos en 1609 cuando el Cardenal Belarmino actuó como revisor de las tradiciones Carmelitas. También aprobó con ciertas reservas la tradición de la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, 16 de julio, que había sido instituida entre 1376 y 1386 en conmemoración de la aprobación de la Regla por Honorio III; en 1609 llegó la fiesta del Escapulario, declarada la principal fiesta de la Orden, que se extendió a toda la Iglesia en 1726. La tendencia por reclamar los santos de la Orden y otras renombradas personas del Cristianismo e incluso su antigüedad clásica llegaron a su punto culminante en el “Paradisus Carmelitici Decoris” escrito por M.A. Alegre de Casanate, publicado en 1639, condenado por la Sorbona en 1642 y colocado en el Index Romano en 1649. Tampoco se puede encontrar mucho sentido en los anales de la Orden de J.B. de Lezana (1645-56) y en “Decor Carmeli” de Felipe de la Santísima Trinidad (1665). En la publicación, en 1668, del tercer volumen de marzo de los Bolandistas, en el cual Daniel Papebroch afirmaba que lo Orden del Carmen fue fundada en 1155 por San Bertoldo, planteó una guerra literaria, que duró 30 años y de inusitada violencia. La Santa Sede, citó a ambas partes, rechazó situar a los bolandistas en el Index Romano, pero se impuso el silencio a ambas partes (1698). Se permitió levantar una estatua a San Elías en la basílica de El Vaticano, entre los fundadores de órdenes religiosas (1725), su coste aproximado fue $3942 cada sección de la Orden contribuyó con una cuarta parta. En la actualidad las cuestión sobre la antigüedad de la Orden Carmelitana sólo tiene interés académico.

Fundación en Palestina

El monje griego John Pocas, que visitó Tierra Santa en 1185 relata que encontró en el Carmelo, un Calabrian ( es decir un occidental) monje quien en un momento con la fuerza de una aparición del Profeta Elías, había congregado en torno a él a 10 eremitas con los que había iniciado vida religiosa en un pequeño monasterio cerca de la gruta del profeta. Rabí Benjamín de Tudela ya en 1163 escribía que los cristianos habían construido una capilla en honor del profeta Elías. Jacques de Vitry y otros escritores del final del S.XII y principios del XIII dan noticias de semejantes acontecimientos. La fecha exacta de la fundación de una ermita puede ser deducida de la vida de Aymeric, Patriarca de Antioquia, un pariente del “Calabrian” el monje, Bertoldo, con ocasión de una viaje a Jerusalén en 1154 o el año siguiente parece haber visitado al segundo y asistirlo en la fundación de una pequeña comunidad; Más aún cuenta que en su vuelta a Antioquia (1160) trajo consigo algunos eremitas, fundó un convento en aquella ciudad y otro junto a una montaña próxima: ambos fueron destruidos en (1268). Bajo el sucesor de Bertoldo, Brocardo, surgen algunas dudas serias sobre el género de vida de los eremitas Carmelitas. El Patriarca de Jerusalén, Alberto de Vercelli, entonces residente en Tiro, se decidió con dificultad escribir una pequeña regla, parte de la cual está tomada de la de San Agustín (1210). Los eremitas elegían superior a quien prometían obediencia, vivían en celdas separadas, recitaban el Oficio Divino según le rito de la Iglesia del Santa Sepulcro, si no eran capaces de leer, otras plegarias, dedicaban el tiempo a meditaciones pías, combinadas con el trabajo manual. Cada mañana debía reunirse en la capilla para la Santa Misa y los Domingos también para el capítulo. No tendrían propiedades, las comidas serían servidas en sus celdas; se abstendrían de carne, excepto en casos de necesidad o enfermedad, desde septiembre hasta el verano. El silencio no se quebrantaría desde las Vísperas hasta la hora Tercia del día siguiente, desde Tercia hasta Vísperas deberían abstenerse de conversaciones inútiles; el superior sería ejemplo de humildad y los hermanos debían honrarlo como a representante de Cristo.

Emigración a Europa

Como se puede deducir de este breve resumen no hubo ninguna disposición para organizar después la comunidad del Carmelo, de lo que se puede deducir que hasta 1210 no se había fundado ninguna comunidad excepto una cerca de Antioquia, que estaba sujeta al patriarca de la ciudad. Después de este dato nuevas comunidades aparecieron en San Juan de Arce, Tiro, Trípoli, Jerusalén, en el Quarantena, en algún lugar de Galilea (monasterium Valini) y en otras localidades que son desconocidas, en total hasta 15. Algunas fueron destruidas tan pronto como fueron levantadas y algunos hermanos fueron asesinados por los sarracenos. Algunas veces los eremitas fueron sacados del Carmelo, pero siempre volvían; incluso edificaron un nuevo monasterio en 1263, en conformidad con la regla revisada y una aceptable gran iglesia, aún visible hacía el final del S.XV. Sin embargo la situación de los cristianos había llegado a ser tan precaria que la emigración se hizo obligatoria. Así, colonias de ermitaños se asentaron en Chipre, Sicilis, Marsella y Valenciennes (1238). Algunos hermanos de nacionalidad inglesa acompañaron al Baron de Vescy y Grey en su viaje de retorno de la expedición de Ricardo, Eral de Cornwall (1241) y fundaron en Hulne cerca de Alnwick en Northumberland, Bradmer (Norfolk), Aylesford y Newenden (Kent). San Luis, Rey de Francia, visitó el Monte Carmelo en 1254 y trajo seis eremitas franceses a Chareenton cerca de París en donde les dio un convento. El Monte Carmelo fue tomado por los sarracenos en 1291, los hermanos, mientras cantaban la Salve Regina fueron degollados y el convento quemado.

CARISMA Y NOMBRE

Con la llegada de los Carmelitas a Europa, comienza un nuevo período en la historia de la Orden. Poco más que los simples nombres de los superiores del primer período han llegado a nosotros. San Bertoldo, San Brocardo, San Cirilo, Bertoldo (o Bartolomeo) y Alan (1155-1247) En el primer capítulo celebrado en Aylesfrod fue elegido general San Simón Stock (1247-65). Como la noticia biográfica que le concierne data de 1430 y no es muy fiable, debemos juzgar al hombre por sus obras. Se encontró en situación comprometida. Aunque la regla había sido redactada en 1210, había recibido la aprobación papal en 1226, muchos prelados rehusaron reconocer la Orden, creyeron que estaba fundada en contradicción con los decretos del concilio de Letrán (1215), que prohibía la fundación de nuevas órdenes religiosas. De hecho la Orden Carmelitana tal como estaba solamente fue aprobada en el II concilio de Lyón (1274), pero San Simón obtuvo de Inocencio IV la aprobación provisional con ciertas modificaciones de la regla (1247). De ahora en adelante no se fundaría en desiertos, sino que se haría en ciudades o en suburbios de las ciudades; la vida solitaria cedería su lugar a la comunitaria; la comida se celebraría en comunidad; la abstinencia aunque no se dispensase, sería restringida; el silencio estaba restringido al tiempo entre Completas y Prima del día siguiente; asnos y mulos podrían ser utilizados para viajar y transportar los productos y aves de corral para las necesidades de la cocina. Así la orden dejó de ser ermitaña y llegó a ser una de las órdenes mendicantes. Su primer nombre , Fratres eremitae de Monte Carmeli y después de edificar una capilla en el Carmelo en honor de Nuestra Señora (1220), se pasó de Eremitas de Santa Maria del Monte Carmelo a Fratres Ordinis Beatissimae Virginis Mariae de Monte Carmeli . Por odenanza de la Apostólica

Chancillería de 1477 fue aún más ampliado, Fratres Ordinis Betatissimae Dei Genitricis semperque Virginis Mariae de Monte Carmeli, el cual título fue declarado obligatorio por el Capítulo General de 1680.

Obtenida la mitigación de la Regla, San Simón Stock que era totalmente partidario de la vida activa, abrió casas en Cambridge (1249) Oxford (1253) Londres ( por el mismo tiempo) York (1255) París (1259) Bolonia (1260), Nápoles ( fecha incierta). Se esforzó especialmente por implantar la Orden entre los universitarios, parte para asegurar a los religiosos una alta educación, parte para incrementar el número de vocaciones entre los posgraduados. Aun que ya había pasado el momento de esplendor de las órdenes mendicantes, triunfó en ambas direcciones. El rápido incremento de los conventos y noviciados se manifestó peligroso, la regla que era más estricta que la de San Francisco y Santo Domingo desalentó y sembró el descontento entre bastantes hermanos, mientras los obispos y el clero parroquial continuaban ofreciendo resistencia al desarrollo de la Orden. Murió centenario, antes de que fuera restablecida en paz. Con la elección de Nicolás Gallicus (1265-71) comienza una reacción, el nuevo general siendo totalmente opuesto al ejercicio del sagrado ministerio, favoreció exclusivamente la vida contemplativa. Con este fin escribió un extensa carta titulada “Ignea sagitta” (inédita) en la que condenaba con dureza lo que llamaba las peligrosas ocupaciones de la predicación y confesión. Sus palabras permanecieron sin ser tenidas en cuenta, renunció al cargo, lo mismo hizo su sucesor, Rudolfo Alemannus (1271-74) quien pertenecía a la misma escuela de pensamiento.

EL HÁBITO

La aprobación de la Orden en el segundo concilio de Lyón aseguró su permanencia entre las órdenes mendicantes; sancionó el ejercicio de la vida activa y apartado todos los obstáculos para su desarrollo, desde entonces se produjo con avances y retrocesos. Bajo el mando de Peter Millaud (1279-94) se produce un cambio en el hábito. Hasta entonces consistía en una túnica, cinturón, escapulario y capa, ambos negros, marrón o gris (el color fue cambiando de acuerdo a las correspondientes subdivisiones y reformas de la Orden) y de un manto de cuatro franjas blancas verticales y tres negras, por lo los frailes fueron popularmente llamados fratres barrati , o virgulati o de pica (urracas). En 1287 su variada capa fue cambiada por una de puro color blanco que motivó que se les llamara los frailes blancos.

El siglo trece. Bajo los generales ya mencionados, el siglo XIII ofreció dos santos a la Orden, Ángel y Alberto de Sicilia. Muy poco se conoce del primero, su biografía se pretendió escrita por su hermano, Enoch, Patriarca de Jerusalén, es un trabajo del S.XV; en aquellas partes que se pueden verificar con el rigor contemporáneo aparecen sin fundamento, por ejemplo, cuando se establece toda la jerarquía griega de Jerusalén, durante el período de las Cruzadas; o cuando dio los autos de un apócrifo Concilio de Alejandría, junto con los nombres de 17 obispos que supuestamente habrían tomado parte en él, éstos y otros particulares más concretos son ahistóricos es difícil precisar cuánta credibilidad merece en otras materias para las cuales no hay evidencia independiente. Es, no obstante, digno de crédito lo de las lecturas del Breviario de 1458, cuando aparece por primera vez la fiesta de San Ángel, hasta 1579 se le presenta simplemente como un siciliano por su nacimiento y nada se dice de su descendencia judía, su nacimiento y su conversión en Jerusalén, etc.. No existe evidencia posterior del tiempo que vivió o del año y causa de su martirio. Según algunas fuentes fue asesinado por herejes (probablemente maniqueos) pero según otros autores más tardíos por un hombre a quien había públicamente reprendido por un grave escándalo. Además, las más antiguas leyendas de San Francisco y Santo Domingo nada dicen del encuentro de los tres en Roma o de sus mutuas profecías relacionadas con los estigmas, el rosario o el martirio. La vida de San Alberto, así mismo, fue escrita bastante después de su muerte por alguien que no tuvo recuerdo personal de él y más preocupado por edificar al lector, contando numerosos milagros (frecuentemente con exageración) que establecer hechos sobrios. Todo lo que con certeza se puede afirmar es que San Alberto nació en Sicilia, ingresó en la orden siendo muy joven, debido a una promesa de sus padres; fue durante algún tiempo provincial y murió en olor de santidad el 7 de agosto de 1306. Aunque no fue formalmente canonizado, su fiesta fue introducida en 1411

Fundación en las Islas Británicas

La provincia Inglesa, a la que pertenece la de Irlanda y Escocia desde 1305, hizo rápidos progresos hasta la mitad del siglo XIV, después los datos de fundaciones comienzan a ser menos numerosos, mientras de vez en cuando se fundan pequeñas casas. Los Carmelitas gozan del favor de la Corona, que contribuye generosamente en varias fundaciones, especialmente la de Oxford, en donde la residencia real había colocado la Orden. El lugar está ocupado ahora por el Hotel Beaufort, aún se puede ver el Camino del Fraile y una pequeña iglesia de Santa maría Magdalena la cual durante tiempo fue guardada por los Carmelitas. Otras fundaciones reales fueron Hitchin, Marlborough, etc.. John de Gaunt fue un gran benefactor de la Orden y eligió sus confesores entre sus miembros; la Casa de Lancaster eligió casi siempre a los carmelitas como confesores reales, un puesto que se correspondía al de ministro real de culto público. Estos confesores era como norma promovidos a pequeños obispados en Irlanda o Gales. La Orden comenzó a ser muy popular entre el pueblo. La vida era de pobreza muy intensa, como se prueba por varios inventarios de bienes y otros documentos existentes. Durante las turbulencias Wyclifitas la Orden tomó el liderazgo del Partido Católico, el principal opositor de Wyclif fue el provincial de los Carmelitas, John Cunnigham. Thomas Walden, fue elegido por Enrique V para llevar a término importantes misiones y acompañó a Enrique VI a Francia. Durante la guerra con Francia muchos conventos franceses fueron incorporados a la provincia inglesa, así el número de carmelitas ingleses alcanzó los 500. Sin embargo allí posteriormente sólo permaneció la casa en Calais, la cual fue suprimida por Enrique VIII. A finales del S.XV la provincia había disminuido cerca de 600 religiosos. Ninguna de las diferentes reformas parece haberse introducido en Inglaterra, aunque Eugenio IV y el general Soreth lo intentaron. Las peculiares constituciones en vigor en Inglaterra y la excelente organización de la provincia impidieron la menor extensión de abusos que se propagaron en otras partes. Desde el principio de la Reforma un número de religiosos jóvenes, afectados por las nuevas doctrinas abandonaron la Orden y los que permanecieron fueron obligados a admitir el Acta del supremo, lo que ellos aceptaron sin aparente vacilación, un hecho que no puede sorprender, si se tiene en cuenta que el Cardenal Wosley había obtenido poder de la Santa Sede para visitar y reformar conventos Carmelitas, lo que suponía la sumisión real o la supresión. Separados del resto de la Orden, los carmelitas estuvieron durante algún tiempo sometidos a la regla George Brown, general de todos los mendicantes, pero gozaron de relativa independencia bajo John Byrd, primer provincial y después general de la sección inglesa de la Orden. Al tiempo de la supresión final existían 39 casas, incluida la de Calais. Los documentos de supresión distan mucho de ser completos, manifestando sólo los nombres de 140 religiosos y el inventario sólo da noticia de 12 casas. Eran totalmente pobres. En Oxford los frailes habían sido obligados a vender los bancos de la iglesia y los árboles del camino y los comisionados determinaron que también deberían vender las tejas para comprar una pocas hogazas de pan. Todavía más, uno de los novicios, Antoni Foxton, nada desalentado por esta dificultad, huyó a Northallerton para continuar su noviciado y de aquí fue expulsado por segunda vez. La propiedad de la orden fue dilapidada con la misma imprudencia que los otros bienes eclesiásticos. La biblioteca de la casa de Londres, considerada una de las más excelentes, refinada y estupenda de Inglaterra, cayó en posesión del Dr. UVT. Los otros edificios fueron parcelados. Sólo de dos carmelitas se sabe que padecieron la muerte, Laurence Cook y Reginaldo Pecock; Otros parecen haber ingresado en prisión. Pero prácticamente no se sabe nada de la suerte de un gran número de conventos, especialmente los del Norte, es más que probable que durante los diferentes persecuciones algunos fueron incendiados y sus moradores muertos. Entre los pocos conventos carmelitas que permanecen en Inglaterra deben ser mencionados las dos primeras fundaciones, Hulne, ahora en ruinas y Alesford, en aparente buen estado, y también el hermoso claustro en el cual se encuentra ahora un asilo para pobres enfermos de Coventry. Un intento para revivir la provincia de Inglaterra durante el reinado de la Reina Mary no tuvo éxito.

La historia de las provincias de Irlanda y Gales nunca ha sido estudiada de forma exhaustiva, debido a la pérdida de muchos documentos. El total de conventos irlandeses varía entre 25 y 28, pero con toda la probabilidad algunos de ellos tuvieron breve existencia. El hecho de que los capítulos generales consideran a Inglaterra como provincia de Irlanda, parece indicar que la provincia estaba frecuentemente perturbada por la desunión y las contiendas. En época reciente la casa de Dublín fue designada como studium generale, pero como nunca fue mencionado como tal en las listas oficiales esto sirvió solamente para los estudiantes irlandeses, las provincias extrajeras no fueron requeridas para enviar a sus estudiantes. Para la búsqueda de estudiantes superiores se dieron especiales facultades a Irlanda, Escocia y Londres en las universidades inglesas. Los conventos de Irlanda sufrieron bajo la mano de hierro de Enrique VIII.

La provincia de Escocia estuvo compuesta a lo sumo de 12 conventos, de los cuales algunos como el de South Queensferry al pie de de For Bridge aún existe. Aquí una vez más nos tenemos que conformar con noticias perdidas, de las cuales, sin embargo, se deduce que la Orden gozaba del favor de la Corona. Algunos carmelitas escoceses tuvieron un papel importante en la universidad de París, mientras que otros fueron los promotores de la reforma de Albi. Cuando se suprimieron en Inglaterra los conventos, muchos religiosos apostaron por Escocia en donde los conventos fueron permitidos mejor de lo que ellos pensaban hasta 1564.

Constituciones

Las más antiguas constituciones que han llegado hasta nosotros datan de 1324, pero existe una evidencia de una primera colección comenzada cerca de 1256 para completar la regla que exponía solamente principios fundamentales. En 1324 la Orden estaba dividida en 15 provincias, correspondientes a los países en los que estaba establecida. A la cabeza de la Orden estaba el General, elegido por escrutinio (ballot) por el capítulo general, en cada capítulo debía rendir cuenta de su administración y si no se alegaban serios reparos era confirmado en su cargo hasta que fuera removido a un obispado, muriera o renunciara por decisión propia. Elegía su propia residencia, que desde 1472 era habitualmente Roma. Se le daban dos compañeros, generalmente de su propia elección que lo acompañaban en sus viajes y le asistían con sus consejos. Toda la Orden contribuía anualmente con una renta fija al mantenimiento del general y los costes de la administración. En teoría, por último, el poder del general era casi ilimitado, pero en la práctica no podía permitirse pasar por alto los deseos de las provincias y de los provinciales. El capítulo general se reunía regularmente cada tres años desde 1247 hasta le final del Siglo XIV; pero desde el fin de ese período en adelante los intervalos llegaron a ser más largos, seis, diez o incluso 16 años. Los capítulos habían llegado a ser una carga dura, no solamente para la Orden, sino también para las ciudades que decidían acogerlos. Cada provincia, sus miembros aumentaban continuamente, era representadas por el provincial y dos compañeros. A esto hay que sumar una reunión de maestros sagrados y estudiantes profesos que mantenían disputas teológicas, mientras los definidores analizaban la problemática de la Orden; como la Santa Sede garantizaba indulgencias con ocasión de los capítulos, los púlpitos de las catedrales y de las parroquias y las iglesias comunes eran ocupados con frecuencia por elocuentes predicadores. Viajaban a caballo, cada provincia enviaba un número de hermanos legos, para cuidado de los caballos. De esta manera los capítulos generales ocupaban un gran número de frailes desde 50 a 100 o más. Para sufragar los gastos cada provincial se veía obligado a pedir a su soberano un subsidio; la Corona Inglesa, como norma, contribuía con 10 libras, mientras la mesa y el alojamiento para los miembros del capítulo era provisto por otras casas religiosas o por los ciudadanos. Como devolución la Orden acostumbraba a conceder a la ciudad cartas de fraternidad y colocar a su santo patrón en el Calendario Carmelitano. Para la elección de General todos los provinciales y sus acompañantes se reunían, pero los asuntos importantes eran confiados a los definidores, uno por cada provincia; éstos eran elegidos en el capítulo provincial, no podían actuar en dos capítulos sucesivos. Las obligaciones de los definidores eran recibir información sobre la administración de las provincias; confirmar o destituir a los provinciales y elegir la recaudación anual; nombrar a los que enseñarían Sagradas Escrituras y Sentencias en las universidades, especialmente en París; Conceder autorización para la recepción de honores académicos en representación de la orden; Revisar e interpretar las leyes existentes y añadir otras nuevas y finalmente conceder privilegios a los miembros destacados, castigar a los culpables de serias ofensas, imponiendo las penas adecuadas o si fuera necesario mostrar indulgencia, disminuyendo o condonando las sentencias previas. Hecho esto, todo el capítulo era de nuevo reunido, las decisiones de los definidores eran publicadas y enviadas por escrita a cada provincial. De los registros de los primeros capítulos, solamente se han encontrado fragmentos, pero desde 1318 las actas están completas y han sido impresas parcialmente.

Los capítulos provinciales se celebraban como norma una vez al año, pero algunos provinciales reclamaban que solamente cada dos o tres años. Cada convento estaba representado por el prior o vicario y por un compañero elegido por el capítulo conventual para llevar las quejas contra el prior. Contemplaba el número de capitulares cuatro definidores que eran elegidos junto con el provincial.(.......) Entre otras competencias tenían plena autoridad para deponer a los priores y elegir a otros nuevos; también seleccionaban a los que eran enviados a los diversos srtudia generalia y particularia y a las universidades, y procuraban la adecuada provisión para sus gastos. Decidían,. Asunto que dependía del general y de la Santa Sede, sobre las de nuevos conventos. Trataba con los delincuentes. Se hicieron intentos con frecuencia para limitar la duración del cargo de provincial, pero durante mucho tiempo la legislación general de la Iglesia permitió una indefinida permanencia en el oficio, estos esfuerzos fueron prácticamente inútiles. El superior del convento era el prior o en su ausencia y durante una vacante el vicario. El prior era controlado en su administración por tres guardianes, quienes guardaban las llaves del arca común y certificaban las facturas y los contratos. Las quejas contra el superior eran enviadas al provincial o el capítulo provincial. No había límites en la permanencia del cargo, podía ser confirmado año tras año durante 20 años o más. En el caso de los conventos en ciudades universitarias, especialmente París y la Curia de Roma (Aviñón, después de Roma) la nominación pertenecía al general o al capítulo general y por ley no escrita que Cambrigde, Lovaina, y otras ciudades universitarias, debería ser elegido para superior a un bachiller que en el plazo de un año adquiriría el grado de Maestro en Ciencias Divinas. Desde aproximadamente la mitas del S. XIV llegó a ser costumbre elegir los oficios de general y provincial exclusivamente entre aquellos que hubieran que hubiesen obtenidos grados. La única excepción sistemática a esta regla ha sido encontrada en la provincia de la Baja Alemania.

Fuentes de Reclutamiento

Cuando San Simón Stock estableció conventos en las ciudades universitarias, obviamente tenía en cuenta que los graduados podrían ser reclutados para la Orden, no se había engañado en sus expectativas. En verdad, el tiempo había pasado cuando un día seis o más estudiantes con sus profesores acudieron al convento dominico de París para recibir el hábito de manos del beato Jordan. Pero había aún estudiantes, a pesar de las severas leyes de las universidades que regulaban la recepción de estudiantes en las órdenes mendicantes. Esto se daba quizá principalmente entre los pobres escolares quienes ingresaban en aquellas órdenes para asegurarse la vida así como medio de recibir una educación. No solamente en tiempos de San Simón, sino también después muchos de los problemas era causados por estos jóvenes que habían cambiado por la libertad y la vida fácil de estudiantes la disciplina del coro. En muchos conventos se encontraban ejemplos de las familias de los fundadores y benefactores que llegaron a ser conventuales; en algunos casos las relaciones tío sobrino pueden seguirse durante siglos; las prebendas de catedrales y colegiatas eran a menudo el regalo del fundador y de su familia y fueron transmitidos de generación en generación; la celdas de los conventos del Carmen permanecían frecuentemente en posesión de uno o algunos de la misma familia, que consideraban un derecho irrenunciable siempre representado por el último miembro de la familia. Otras veces sucedía que un padre deseoso de establecer a su hijo en la vida compraba o dotaba una celda para él en el convento. Esto podía deberse a la ardiente piedad de los primeros tiempos y la cuidadosa prevención de las sociedades peligrosas de modo que si se daba una posible llamada pudiera madurar en una sólida vocación. Los lugares en donde los Carmelitas tenían públicas o semipúblicas escuelas encontraban pequeña dificultades para elegir muchachos adecuados. Pero había conventos en pequeños lugares en donde el reclutamiento era evidentemente no tan fácil y donde con un número decreciente de internos una peligrosa relajación de la observancia religiosa fue acentuando la disminución. Durante la Edad Media un fraile pertenecía al convento en el cual había tomado hábito, aunque debido a la fuerza de las circunstancias se podía ausentar durante gran parte de su vida. De aquí que el capítulo general repetidamente recomendara a los priores recibir cada año a uno o dos postulantes aunque no trajeran donación, con lo que gradualmente aumentaría el número de religiosos. En otros casos en donde las provincias eran bastantes numerosas, pero carecían de medios de subsistencia los novicios podrían ser parados durante años.

Prueba y formación de los Miembros

La toma de hábito de los novicios era precedida de ciertas investigaciones de sus antecedentes y de la respetabilidad de sus familias. El año de prueba se completaba en le convento en el que ingresaban, el “convento nativo” como era llamado; un padre era designado para ocuparse del cuidado personal del novicio, enseñándole las costumbres de la Orden y las ceremonias del coro. De acuerdo con las más antiguas constituciones cada novicio podía tener un maestro especial, pero en la práctica un único maestro, asistido, si era necesario, por un sustituto, nombrado para todos. No se permitía a los novicios mezclarse con la comunidad o con los muchachos del convento escuela, ninguna ocupación podía interferir en su principal deber, a saber, aprender el Oficio Divino. Además el prior no permitía a nadie reprender a losa novicios o imputarles faltas a excepción del maestro de novicios, cuya misión era enseñarlos, corregirlos, guiarlos y animarlos. AL final del noviciado el que estaba aprueba era votado, si la votación era positiva se le permitía emitir los votos, lo contrario si era rechazado. Una de las condiciones para la profesión era que el novicio fuera capaz de leer con fluidez y escribir correctamente. Para aquellos que tuvieran en poco estas exigencias hay que decirles que la lectura y escritura implicaba una completo manejo de la gramática latina y un conocimiento práctico del sistema de abreviaturas y contracciones, un conocimiento de la paleografía que en la actualidad no se requiere a ningún estudiante o escolar avanzados. Después de la profesión, le provincial decidía lo que debía hacer el joven religioso. Podía ser destinado a perfeccionarse en la gramática y retórica o podía comenzar el estudio de la física y de la lógica, si su propio convento no podía facilitar estas actividades, que era raro el caso, podía ser enviado a otro. Una vez a la semana o cada quince días el maestro podía mantener una repetición con sus escolares en presencia de la comunidad, con lo que podía conocerse quien estudiaba y quien era negligente. Conventos especiales eran designados para el estudio de la Filosofía y de la Teología; en Inglaterra, la primera se enseñaba en Winchster, la segunda en Coventry. Los estudios superiores se continuaban en los studia generalia de los cuales en 1324 había ocho: Paris, Toulouse, Bolonia, Florencia, Montpellier, Colonia y Aviñón. Su número fue gradualmente creciendo hasta poseer uno cada provincia, pero posteriormente cada provincia se vio obligada a enviar ciertos número de estudiantes a cada uno de estos estudia y proveer para su manutención nunca eran libres para enviar un número mayor de que podían prescribir, pero tenían que pagar por el número completo aunque enviasen menos. Además a los estudiantes se les envía a los estudia por cuenta de la provincia, otros podían ser enviados a cuenta de sus parientes y amigos, partiendo de que los superiores habían dado su consentimiento. El número de estudiantes Carmelitas reunidos en París, promediaba en unos 300, en Londres alrededor de 100. La mayoría de los estudiantes era enviados de forma sencilla justamente para completar dos cursos, después retornaban a sus provincias, solamente los más prometedores seguían estudios para graduarse, esto suponía una prolongada residencia en las universidades, 10, 12 o más años y su correspondiente gasto ( Para los estudios universitarios y sus diferentes etapas para obtener el grado de Maestro en Teología ver UNIVERSIDADES) Los capítulos provinciales y generales regulaban la sucesión de los lectores en las Sagradas Escrituras y Sentencias, especialmente en París, la más famosa universidad, la provisión de plazas era a menudo hecho por diez años consecutivos, así se aseguraba de forma estable la suplencia de lectores capaces y se distribuían mejor los posibles honores entre todas las provincias. En las universidades sólo se permitía un fraile por cada orden mendicante tomar grados durante un año y cada orden estaba naturalmente ansiosa por colocar a los sujetos más capaces en el primer plano. No era por lo tanto exagerado alardear, cuando a veces se decía o escribía que uno de los Carmelitas era el mejor lector de su tiempo en París. Como París era la más famosa universidad, los doctores de París tenían preeminencia sobre los de otras universidades. Durante el Cisma París tomó partido por Clemente que se apoyaba en su poder. Los partidarios de Urbano transfirieron las prerrogativas de París a Bolonia (provisión inútil) Existe allí una completa lista de los maestros de París, pero de las otras universidades una fragmentaria información. Desgraciadamente el registro de la provincia inglesa fue destruido durante la Reforma, mientras que la mayor parte de los archivos de Oxford y Cambridge se perdieron durante la Guerra Civil, así las impagables noticias reunidas por John Bale, son la fuente principal para nuestro conocimiento de la actividad carmelitana en las universidades inglesas

Penas establecidas por la Regla

Las constituciones tratan detalladamente de las faltas cometidas por los religiosos y su castigo. En pocas palabras, no está fuera de lugar tratar los más serios incumplimientos de la disciplina, especialmente violación de los votos. Las faltas contra la castidad eran castigadas con seis meses, si era notoria con diez años de cárcel y la pérdida de voz y lugar en los capítulos durante de tres a cinco años. Si especiales circunstancias lo requerían el castigo se aumentaba y en casos de un grave escándalo el culpable era enviado a galeras a duros trabajos durante un número de años o incluso permanecer de por vida, Si existían serias sospechas contra alguien que eran imposibles de probar o desaprobar, al acusado se le permitía el beneficio de una purificación canónica, por ejemplo hacerle negar el cargo bajo juramento, se presentaba ante seis religiosos de buen nombre y allí determinaban bajo juramento que consideraban el cargo infundado y al acusado inocente. Si no era capaz de encontrar testigos, era castigado tan pronto como había sido convicto. Otras faltas que solían darse era la abierto desobediencia y rebelión contra las órdenes de los superiores, el ejercicio indebido de la propiedad, el robo, la apostasía ( por la cual se entendía cualquier ausencia del convento sin permiso, aunque no hubiera intención de abandonar la Orden permanentemente) Así si un religioso siendo enviado a un lugar a otro se desviaba del camino sin causa y salía de su camino sin necesidad, era castigado como apóstata, además si un lector de universidad abanaba la ciudad antes de finalizar el curso era juzgado reo de la misma falta. Su acción perjudicaba el honor de la orden. En todas estas materias se debe admitir que el sistema de penas medieval era más riguroso que el actual y muchas faltas se atribuían a la perversión de la voluntad, cuando nosotros las atribuimos a la debilidad de carácter o a al trastorno mental. Las faltas más graves eran juzgadas y castigadas por los capítulos provinciales y generales a quien también se les reservaba la absolución de los culpables y su reinserción. El Capítulo General, frecuentemente concedía el perdón a todos los prisioneros, excepto a los recientemente condenados y fueron ocasionales las quejas porque algunos de los superiores mostraban indebida indulgencia; el material nos manifiesta que la disciplina se mantenía; con un promedio de 2000 frailes o más durante el S.XV, la “crónica escandalosa” carece de importancia, lo que habla a favor de la Orden, el porcentaje más alto de este número eran estudiantes expuestos a muchas tentaciones.

Revisión de las Constituciones

Estas constituciones sufrieron numerosos cambios. Casi a cada capítulo se la añadieron cambios que eran frecuentemente cancelados o modificados por subsiguientes capítulos. John Balistario (1358-74) publicó una edición revisada en 1369 (inédita) y la mitigación de la regla por Eugenio IV necesitó una posterior revisión bajo John Soreth (1462, editada en 1499) Sin embargo, se debe admitir que la legislación de la Orden cambió muy despacio y muchas medidas fueron eliminadas casi tan pronto como se tomaban. Además leyes que podían ser excelentes para Noruega o Inglaterra, apenas eran aplicables en Sicilia o en Sevilla. Estos simples hechos explican muchas quejas sobre la relajación o la necesidad de disciplina.

Desde la aprobación de la Orden por el concilio de Lyón hasta el estallido del Gran Cisma de Occidente (1274-78) hubo un crecimiento firme de provincias y conventos, interrumpido sólo temporalmente por la Peste Negra. Durante la época del Cisma, este afectó tanto a provincias como a individuos, que tomaban partido según las políticas del país al que pertenecían. Un censo elaborado en 1390 muestra las siguientes provincias por parte de los Urbanistas: Chipre ( con un número de conventos no contabilizados); Sicilia con 18 conventos; Inglaterra con 35, Roma con 5: Baja Alemania con 12; Lombardía con 12 o 13; Toscana con 7; Bolinia con 8; Gasconia con 6. Los clementistas con Escocia, Francia, España y la mayor parte de las casas de Alemania eran bastantes más poderosos. El General, Bernadrdo Olerius, (1375-83) siendo nativo de Calatonia se adhirió a Clemente VII y fue sucedidio primero por Raymond Vaquerius y después por John Grossi (1389-1430), uno de los generales más activos, quien durante el cisma fundó numerosos conventos y mantuvo excelente disciplina entre los religiosos pertenecientes a su partido, de esta forma en la unión de 1411 fue elegido por unanimidad general de toda la Orden. Los urbanistas tuvieron pero fortuna. Migue de Anguaris, quien sucedió a Olerio (1379-86) habiendo caído bajo sospecha, fue desposeído después de un largo proceso; la administración financiera dejó mucho que desear; la pérdida de París después del reestablecimiento de la unión llegó a ser necesario un cambio radical de la regla. Este, como hemos visto, fue originalmente llevado a cabo por un puñado de eremitas que vivían en un singular apacible clima. A pesar, de los pocos cambios llevados a cabo por Inocencio IV, la regla era vista como demasiado severa por aquellos que ocupaban la mitas de su vida en el trabajo intelectual intenso de la universidad y la otra mitad en el ejercicio del sagrado ministerio en el convento. En consecuencia Eugenio IV concedió en 1432 un mitigación permitiendo el consumo de carne en tres o cuatro días a la semana y en la dispensa de la obligación del silencio y del retiro. Pero aún así los principales abusos que se habían extendido durante el S. XIV no hubo forma de eliminarlos.

Abusos e irregularidades

Es indispensable tener una idea clara de aquellos abusos para comprender las reformas de vida que los contrarrestaban:

-La permanencia de superiores. Incluso un excelente superior es capaz de perder su primera energía después de numerosos años, mientras un indiferente superior rara vez mejora. Este es un de los problemas más difíciles en la historia del monacato, pero la experiencia de 500 años ha inclinado la balanza a favor de una limitada permanencia en el cargo.

-El derecho a la propiedad privada. A pesar del voto de pobreza, muchos religiosos fueron autorizados a usar de ciertas ingresos de propiedad hereditaria, o disponer de dinero adquirido por su trabajo, enseñando, predicando, por copias de libros, etc.. Todo esta plenamente regulado por las constituciones, requería especial autorización de los superiores. Era, entonces, totalmente reconciliable con una buena conciencia, pero inevitablemente causaba desigualdades entre frailes ricos y pobres.

-La aceptación de puestos de honor fuera de la Orden. Desde mediados del S.XIV los papas se mostraron más generosos en la concesión de privilegios de capellanías papales, etc., a aquellos que pagaban pequeños honorarios a la Chancillería Apostólica. Estos privilegios prácticamente alejaban a los religiosos de los mandatos de sus superiores. Después de la Peste negra (1348) cientos de beneficios quedaron vacantes, los cuales eran muy parcos para llenar la vida a un titular (9 después por religiosos, entre otros los carmelitas, que por un insignificante servicio, como era la ocasional celebración de la Misa, obtenía un pequeño pero aceptable ingreso. La papal dispensa de compatibilidades (ab compatibilibus) y el necesario permiso de los superiores se obtenía con facilidad. Otros además fueron autorizados a servir a altos eclesiásticos o gente de ley “ en todas las ocupaciones que pertenecen a un religioso” o actuar como capellanes en embarcaciones o desempeñar le puesto de organista en parroquias e iglesias. Tales excepciones, de las cuales muchos ejemplos podían ser citados, tendían a hacer perder losa obligaciones de la observancia religiosa, algunos ejercieron llenos de orgullo lo que habían conseguido y con mucho envidia de los menos afortunados.

-Otra fuente de desórdenes se encontró en pequeños conventos con muy pocos religiosos, de los cuales, naturalmente, no se podía esperar una observancia plena y a veces apenas se guardaba alguna.

Reformas

Estos y otros abusos no fueron exclusivos de los Carmelitas se dieron, a decir verdad, por igual grado en todas las órdenes mendicantes y despertaron en todas las partes voces que clamaban por la reforma. De hecho mucho antes del final del Cisma de Occidente casi todas las órdenes habían iniciado largos procesos parciales y locales de reformas que constituyen uno de las más alentadores de la historia del S.XV (...........) Esto no estaba en poder de reformadores individuales, aunque santos, sino que requería la acción concertada de toda la Iglesia. Lo que motivo que el Concilio de Trento levantara la total concepción de la vida religiosa a más alto nivel. El primer intento de Reforma en la Orden Carmelitana data de 1413 cuando tres conventos, Le Selve cerca de Florencia, Gerona y Mantua, acordaron adoptar ciertos principios entre los que estaba la limitación del desempeño de cargo a dos años, con una forzada vacación de cuatro años cada dos al finalizar el cargo; la abolición de la propiedad privada y la abolición de todos los permisos que requirieran la residencia de los religiosos fuera del convento. Después de extraordinarias dificultades la congregación de Mantua, así llamada, obtuvo en 1442 una gestión quasi-autónoma bajo el vicario general. Gradualmente se pusieron bajo la autoridad algunos otros conventos de Italia, pero fue después de la muerte del general Soreth, él mismo un ardiente reformador, pero enemigo de todas las tendencias separatistas, que habían comenzado a extenderse con rapidez. En 1602 contaba 52 casas. El más conocido miembro de la reforma fue Bautista Mantuana (español), quien desempeñó el puesto de vicario general seis veces y llegó a ser general de toda la Orden. Los estatutos de esta congregación fueron editados en 1540 y por segunda vez en 1602. Después de la Revolución Francesa fue uniéndose con las restantes del viejo tronco de la Orden en Italia.

El Beato Juan Soreth (1451-71) llevó a cabo durante su generalato una reforma similar, pero sobre las bases de las Constituciones.. Su propia vida y obra son una prueba de que bajo ciertas circunstancias un prolongado desempeño del oficio puede ser beneficioso. Mientras oficialmente visitaba numerosas provincias, estableció en da una de ellas algunas casas reformadas. Para éstas obtuvo numerosos privilegios: ningún superior podía denegar el permiso a alguien deseoso de ingresar en tales conventos; el simple hecho de ingresar en una casa reformada dispensaba a un religioso de las penas en que previamente había incurrido, las cuales, sin embargo revivían si él retornaba al convento no reformado. Ningún superior podía retirar a un religioso de una comunidad reformada, excepto con el fin de reformar otras casas como su integrante. Si Soreth, en general, tuvo éxito en su empresa, también encontró cierta oposición sistemática en parte de los graduados que no deseaban perder sus privilegios de no asistir al coro, comer privadamente y tener hermanos legos y ayudantes ( jóvenes hermanos) para realizar trabajos serviles para su personal cuidado y quienes preferían retirarse a conventos lejanos antes de someterse a las reglas del general. Los últimos obtuvieron licencias de la Santa Sede para conseguir el título de doctor no estando capacitados por los estudios universitarios, un muy peligroso proceder que antes había dado lugar a serios abusos. Con frecuencia se ha afirmada que Soreth murió envenenada pero no hay fundamento para semejante calumnia. Incluso después de su muerte el movimiento que felizmente había iniciado no había perdido su vigor, pero ninguno de sus inmediatos sucesores comprendió el arte de apelar a los más altos de sus ideales, por los que Soreth había conseguido su maravillosa influencia. Christofer Martignon (1472-81) fue considerado un intruso, su elección se debió a la presión ejercida por Sixto IV, su amigo personal, y Pontius Raymond (1482-1502) tuvo reputación de ser mártir. Peter Terasse (1503-16) visitó muchas provincias y ha dejado en su diario (inédito) un vivo cuadro del estado de la Orden inmediatamente antes de la Reforma. Muchos conventos fueron reformados, mientras otros fueron levantados a mayor perfección. El mismo, sin embargo, era muy generoso en otorgar licencias y permisos, y aunque estricto en los castigos, contribuyó no poco ha intentar abolir los abusos. Su sucesor, el Beato Bautista Mantuano (1513-16) era demasiado anciano y se desgastó para ejercer influencia duradera. Obtuvo el reconocimiento de la congregación de Albi.

Esta congregación había sido fundada en 1499 por el obispo Louis de Amboise, quien consiguió del Mantuano dos religiosos uno de los cuales murió viajando, el sobreviviente encontró en el Colegio Montaigu de París unos veinte estudiantes dispuestos a abrazar la vida religiosa. Fueron ubicados en el convento de Albi, mientras los residentes legítimos fueron desalojados. Pronto otros conventos Meaux, Rouen, Toulouse, se unieron al movimiento, a cuya frente estaba Louis de Lyra. Se cuenta, aunque apenas es creíble, que el general murió de dolor cuando tuvo noticia de esta nueva división de la Orden. El Capítulo General de 1503 excomulgó a Louis de Lyra, teniendo en cuenta que el derecho a la reforma pertenecía al general y no a los que a sí mismos se constituían en reformadores. Pero la congregación estaba bastante fuerte para oponer resistencia y había encontrado aceptación en los más importantes conventos de la Orden en Paris. El siguiente año Terasse permaneció cinco meses allí intentado la vuelta de los disidentes. Por último, por un extraño error de juicio ordenó a los lectores abandonar París a la conclusión del curso y a los estudiantes volver a sus conventos de origen en el plazo de tres días. El resultado natural fue que muchos de ellos se unieron a la congregación de Albi que ahora conseguía el completo dominio de París. Se llegó a un compromiso por el que las vacantes fueron alternativamente cubiertas parte por la Orden parte por la Congregación. Bautista Mantuano obtuvo por último la aprobación papal y una extensión de los privilegios para su congregación. A pesar de esta victoria la nueva congregación fue presa de la desunión y fue incapaz de progresar. Los males traídos por la Reforma y las guerras civiles y religiosas pesaron mucho sobre ella hasta que en 1584 fue disuelta por la Santa Sede.

Una reforma muy diferente era la del convento de Monte Olivete, cerca de Génova, 1514, basada en una vuelta a la más pura vida contemplativa y en la antigüedad de la Orden. El general Bautista Rubeo ha dejado constancia, durante su visita en 1568, que duró sólo tres días, se abstuvo de comida de carne Este reforma continuó hasta el S.XVI. Una última reforma que sirvió del modelo de Santa Teresa fue inaugurada en Rennes 1604 por Felipe Thibault (1572-1638) y nueve de sus compañeros. Con la asistencia de los Carmelitas Descalzos había sido capaz de darle sólida base de tal forma antes de que pasase un tiempo fue abrazada por la provincia de Touraine. A diferencia de otras reformas permaneció en orgánica unión con la Orden y gozó del favor de la Corte Francesa. Entre sus grandes figuras estaba Leo de San Juan uno de sus primeros superiores y el hermano ciego, Juan de San Samson, autor de varios trabajos sobre la vida contemplativa.

Afiliaciones, Hermanas Carmelitas

Hacia la mitad del S.Xv varias comunidades de Bejines en Gueldre, Dinant, etc., se aproximaron a John Soreth con el requerimiento de ser afiliadas a la Orden (1452). Les dio la regla y constituciones de los frailes, a las que añadió especiales regulaciones que desgraciadamente no se guardaron. El prestigio de las Hermanas Carmelitas creció rápidamente cuando la Duquesa de Bretaña, Beata Francisca de Amboise (1427-85) unió uno de los conventos que ella misma había fundado. Antes del final de siglo había conventos en Francia, Italia, (Beata Juana Scopelli, 1491) en España. Especialmente en este país el género de vida de las hermanas era generalmente admirado y muchos conventos llegaron a estar tan completos que los escasos medios económicos apenas eran suficientes para su manutención.

Santa Teresa y S. Juan de la Cruz. El convento de la Encarnación de Ávila estaba destinado a moldear el más brillante ornamento de la Orden del Carmen, Sta. Teresa de Jesús. Nacida en 1515, ingresó en el convento en 1535 y prometió los votos al año siguiente. Poco después enfermó, incapaz de cumplir las obligaciones de una religiosa, se entregó a la práctica de la oración mental; asustada por los directores espirituales que la creían víctima de ilusiones diabólicas, pasó por un período de pruebas interiores que despertaron en ella un deseo de mayor perfección de vida. Aprendiendo que la Regla primitiva orientaba a la vida contemplativa y prescribía algunas austeridades que se habían mitigado decidió fundar un convento para trece hermanas en su ciudad natal, después de muchas dificultades pudo consagrarse el 24 de agosto de 1562. El General, Rubeo (1564-78), quien por esta época visitaba España, aprobó lo que Sta. Teresa había hecho, y la alentó para seguir fundando. En un carta escrita en Barcelona (inédita) se extiende en las bondades de la vida contemplativa y concede autorización para la fundación de dos conventos reformados de frailes dentro de la provincia de Castilla. Pero prevenido por lo que había acontecido en el caso de la congregación de Albi decretó algunas regulaciones rigurosas para erradicar desde el principio cualquier tendencia separatista. Durante 15 años Sta. Teresa fundó dieciséis conventos de monjas, con frecuencia superando las más duras obstinaciones.

Entre los frailes encontró dos entusiastas colaboradores, el prior Antonio de Heredia que había desarrollado importantes cargos en la Orden, por ejemplo, el de auditor de causas civiles en el Capítulo General de 1564, y san Juan de la Cruz, que acaba de completar sus estudios. Se entregaron con sobrenatural coraje a una vida de indecible dureza y se les juntaron no sólo algunos postulantes, sino también algunos de sus antiguos hermanos en religión. La provincia de Castilla era numéricamente escasa, lo que motivó que el provincial se opusiera a la marcha de algunos de sus miembros, especialmente los mejores y más prometedores. El nuncio papal, Hormaneto, mostraba disponibilidad favorable hacia la reforma. Como visitador apostólico de las órdenes religiosas tenía poderes papales y se consideró autorizado para anular las limitaciones impuestas por el General. Concedió autorización para la fundación de otros conventos de frailes, además de las dos estipulados por el general, además la extensión de la reforma a la provincia de Andalucía. Por un incomprensible error de juicio nombró visitador de los Carmelitas Calzados de esta provincia a Jerónimo de la Madre de Dios (Jerónimo Gracián, 1545-1615), que acababa de profesar en la Reforma del Carmen Descalzo, y que, aun cuando era celoso y prudente, no podía demostrar mucha experiencia de vida religiosa. Los Carmelitas Calzados apelaron a Roma y el resultado fue que el General mostró desagrado hacia la nueva reforma. Él mismo era un reformador y había favorecido la fundación de un convento de monjas reformadas por María de Jesús en Alcalá de Henares (1563) y, un convento reformado de frailes en Onde de Aragón por James Montanes (1565), en sus visitas frecuentemente recurría a medidas drásticas para superar los impedimentos, además era estricto en la disciplina, castigando las faltas con severidad para nosotros inconcebible. Cuando encontró que el peligro que trata de evitar, por ejemplo la repetición de los desórdenes causados por la congregación de Albi, volvía a repetirse atacó de raíz la nueva reforma. El Capítulo General de 1575 decidió abolir la Reforma Descalza, amenazó enviar a Mariano del Terdo, un antiguo ermitaño y a Baldassare Nieto, un ex.Mínimo, a sus primeros domicilios, ordenó que los tres conventos andaluces de Granada, Sevilla y la Peñuela, fuesen cerrados y los frailes volviesen a sus primeros conventos, como máximo en tres días. Las actas del capítulo (inéditas) son silenciadas entre las monjas, pero son conocidas por la de Santa Teresa quien recibió órdenes de elegir un de los conventos en el que permanecer y abstenerse de nuevas fundaciones.

Los frailes descalzos, sin embargo, apoyándose en los poderes que habían recibido del Nuncio, rechazaron aquellas órdenes y hasta llegaron a celebrar un capítulo provincial en Almodóvar (1576). El general envió un visitador con plenos poderes. Girolamo Tostado, quien había sido su oficial acompañante y estaba familiarizado con sus intenciones. En esta coyuntura murió el nuncio y fue sustituido por Sega, quien en un primer momento permaneció imparcial, pero pronto comenzó a proceder con vigor contra la reforma. Un segundo capítulo se había celebrado en el mismo lugar (1578), el nuncio, excomulgó a los capitulares, san Juan de la Cruz fue detenido en el convento de la Encarnación en Ávila de donde era confesor, trasladado a Toledo, fue arrojado a una mazmorra y cruelmente tratado, otros fueron encarcelados en otras partes. La persecución duró un año hasta que por fin intervino Felipe II. La Reforma de esta manera había sido probada fuertemente. Se decidió darle estatuto legal para establecer una provincia especial de frailes descalzos y monjas, pero bajo la obediencia del general (1580). El primer provincial fue Jerónimo Gracián, quien había sido el principal valedor de Sta. Teresa. A ella le fue dado ver el triunfo de la reforma, pero moría el 4 de octubre de 1582, herida por la desunión de los frailes por la reforma que había iniciado

No solamente estaba ansiosa por volver a introducir la vida contemplativa, sino que conociendo como tantas almas se perdían diariamente por la herejía y la incredulidad deseaba que sus monjas rezaran y ofrecieran mortificación por la conversión de los infieles y herejes, mientras que los frailes se comprometían en la vida activa. Gozaba cuando san Juan de la Cruz y sus hermanos iban de aldea en aldea instruyendo a los ignorantes en la Doctrina Cristiana y, no pudo reprimir su alegría cuando en 1582 misioneros de la orden fueron enviados al Congo. Esta primera expedición, así como la segunda tuvieron un final repentino cuando naufragaron, pero la tercera fue un éxito, por lo menos hasta que recibió apoyo desde casa.

Jerónimo Gracián, el provincial, ponía el corazón y el alma en sus obligaciones. Cuando concluyó su permanencia en el cargo, fue remplazado por un hombre de muy diferente temperamento, Nicolás Doria, conocido en religión como Nicolás de Jesús (1539-1594), era genovés, quien había llegado a España como representante de un gran banco; con su habilidad había sido capaz de rendir importantes servicios al rey. Deseando una vida más perfecta, distribuyó su inmensa fortuna entre los pobres, recibió órdenes sagradas y se unió a los frailes reformados en Sevilla (1577). Rápidamente ascendió de dignidad en dignidad y mientras se encontraba fundando en su ciudad natal, fue elegido provincial de los Carmelitas Descalzos. Dotado de un carácter férreo e indomable energía, desde el primer momento moldeó a sus subordinados conforme a sus ideales. Habiendo conocido el primitivo espíritu de la Orden durante las primeras dificultades anteriores a la separación de su provincia, no deseó que se uniese de ninguna forma. Amplío aún más la brecha entre ambos lados, sustituyó contra la voluntad de los frailes la venerable liturgia carmelitana por los nuevos libros del oficio Romano, solicitando privilegios de Roma; retiró a los misioneros del Congo; renunció totalmente a extender la orden fuera de España; restringió el trabajo apostólico al mínimo; incrementó la austeridad y sin consultar al capítulo introdujo una nueva forma de gobierno, de la que se dijo alguna vez, que era más propia para gobernar una república italiana rebelde que para la dirección de una congregación religiosa. Marginó a San Juan de la Cruz a un convento lejano y con pretextos ridículos expulsó de la orden a Jerónimo Gracián. Finalmente durante el Capítulo General de 1593 propuso “ para salvaguarda de la paz y la tranquilidad y por otras muchas razones”, la total separación de los Carmelitas Descalzos del resto de la Orden, lo cual fue garantizado por una Bula del 20 de Diciembre, del mismo año. Doria llegó a ser el primer General de los Carmelitas Descalzos. Murió pocos meses después. Sería injusto minimizar sus méritos y sus talentos, pero debe reconocerse que en bastantes aspectos su espíritu era diametralmente opuesto a los altos ideales de Sta. Teresa y a las generosas disposiciones de San Juan de la Cruz mientras que la injustificada expulsión de Jerónimo Gracián es una mancha en su reputación. Fue, había dicho en lecho de la muerte, la única cosa que turbaba su espíritu. Los Carmelitas Españoles prácticamente habían renunciado a todo apostolado, la historia de este parte de la orden queda reducida a las noticias sobre la fundación de conventos y a la verdaderamente edificante vida de los frailes y de las monjas. A finales del S.XVIII España poseía 8 provincias, con aproximadamente 180 conventos de frailes y 39 de monjas. Gran número de conventos fueron suprimidos en 1836, pero muchos fueron restaurados desde 1875, cuando la vieja congregación española estaba unida a la italiana. Ellas constituyen la orden de los Carmelitas Descalzos, sin subdivisión. La Provincia Portuguesa fue separada de la Congregación Española en 1773 por razones políticas, poseía 21 conventos de frailes y nueve de monjas, recientemente todos fueron secularizados en 1834.

Apostolado misionero

Como se ha dicho, las dos primeras expediciones misioneras tuvieron un final prematuro; la primera naufragó, la segunda fue capturada por corsarios, cuando fueron liberados los misioneros intentaron continuar su viaje hacia las costas occidentales de África, avanzaron hasta Méjico, en donde fundaron una provincia que en el transcurso del tiempo llegó a abarcar 20 conventos de frailes y 10 de monjas, que fueron finalmente suprimidos por el Gobierno. Tan pronto como Rubeo en 1563 lo permitió el fraile calzado, Francisco Ruiz, fundó en Perú, Florida y además fue nombrado al mismo tiempo vicario general. En 1573 había conventos en Santa Fe ( Nuevo Méjico) Nueva Granada y en otros lugares, incluso había previstas nuevas fundaciones. El Capítulo de 1666 tomó al asunto seriamente y después de ciertas reformas se habían fundado las provincias de Bahía, Pernambuco y Río de Janeiro que fueron erigidas en 1720.. Había también fundaciones en Guadalupe y Santo Domingo y existen evidencias que se intentaron fundaciones, no llevadas a acabo, en las Islas Filipinas hacia 1705. Las monjas Carmelitas Descalzas de la congregación de España fundaron su género de vida en Sudamérica, desde principios del S.XVI, algunos perviven en la actualidad y otros han sido fundados más tardíamente en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.

La congregación de Carmelitas Descalzos de San Elías, también conocida como la Congregación Italiana, fue erigida a instancias de Clemente VIII. Por extrañas ironías del destino Nicolás Doria, quien siempre se opuso a extender la orden más allá de la Península y de las colonias españolas, había sido comisionado en 1584 para fundar en Génova. A esta había seguido otra en Roma, Santa María de la Escala destinada a ser la semilla de una nueva congregación y ejemplo vivo de perfecta observancia, otra (se fundó) en Nápoles. Algunos de los miembros más sobresalientes de la Congregación Española habían sido enviados a aquellas fundaciones, entre ellos el Venerable Pedro de la Madre de Dios (1565-1608) y Fernando de Santa María (1538-1631) quien llegó a ser el primer superior; el Venerable Juan de Jesús maría (1564-1615) cuyas instrucciones para los novicios habían llegado a ser una autoridad y cuyo cuerpo incorrupto se conserva aún el convento de San Silvestre, cerca de Monte Compartí; Ven. Domingo de Jesús Maria (1559-1630) la mayor maravilla de su tiempo y Tomás de Jesús (1568-1627) a cuyo genio organizativo no sólo sino la Orden tanto deben. Con varones como estos a su frente la congregación aumentó rápidamente, no sólo en Italia sino también a lo largo y ancho de Europa y atrajeron a varones de la más alta posición social. El Archiduque Alberto de Austria y su esposa, la infante Isabel Clara Eugenia de España, había pedido a Roma una fundación de Carmelitas Descalzos, el Papa designó a Tomás de Jesús fundador de la provincia de Bélgica. En el curso de 12 años fundo sucesivamente 10 conventos de Frailes y seis de monjas. El establecimiento en Francia fue más dificultoso; la sistemática oposición de diversos círculos presentó seria resistencia a las fundaciones, pero desde 1611 hasta el final del siglo se fundaron dos conventos por años. Alemania, Austria, Polonia, incluso la distante Lituania se abrieron a los discípulos de Sta. Teresa. La extensión de la Congregación se ilustra mejor con las estadísticas. En 1632 La Reforma contaba con 763 sacerdotes, 5471 clérigos y novicios y 289 hermanos legos, total 1523. En 1674 había 1814 sacerdotes, 593 clérigos y 747 hermanos legos, total 3154. En 1731 el total de miembros era 4193. No hay estadísticas posteriores disponibles, pero se puede aceptar el incremento durante 20 años, hasta que el espíritu de Voltaire se hizo sentir. Comparativamente se ha publicado poco acerca de las fundaciones, los anales de la Orden se extienden como mucho hasta 1612 y mucho material manuscrito se ha perdido, pero es mucho que lo que está esperando la mano del cronista.

Aunque el ejercicio de la vida contemplativa ha tenido preeminencia constante en la congregación italiana, la vida activa ha recibido una visión más amplia que en la parte española de la Orden. Casi desde el principio se había decidido sobre la principal y plena armonía con las intenciones de Sta. Teresa, por las que los compromisos misioneros eran completamente reconciliables con el espíritu de la Congregación. El mismo Papa recomendó Persia como el principal campo de trabajo misionero para los misioneros carmelitas. Tal fue el celo de los frailes reunidos en capítulo que cada uno prometió estar dispuesto a abandonar sus cargos y partir para la conversión de los infieles tan pronto como sus superiores les dieran permiso para ponerlo en práctica. Esta promesa se emite en le presente por cada miembro de la orden. Esto no se lleva a cabo hasta 1604 cuando la primera expedición guiada por Pablo Simón de Jesús María fue enviada a Persia. Tres padres, un hermano lego y un terciario, procedentes de Alemania, Polonia y Rusia, siguiendo el curso del Volga, navegando a través del Mar Caspio, después de tres años de gran dureza llegaron a Ispahán, el 2 de diciembre de 1607. Se encontraron con sorprendentes sucesos y recuperándose rápidamente fueron capaces pronto de extender su actividad a Bagdad, Basora y otras ciudades, penetrando en la India donde fundaron florecientes las florecientes misiones de Bombay, Goa, Quilón, Verapoly y en otras partes, incluso en Peking. Algunas de estas misiones están regentadas por la Orden, aunque los acontecimientos políticos de los siglos XVIII y XIX fueron fatales para otros. Otro campo de apostolado era el de Oriente Medio, Constantinopla y Turquía, Armenia y Siria. A las que hay que añadir en 1720 “una nueva misión en América, en el distrito llamado Misipi (Missisipi) o Lusitania, que había sido ofrecido por el Capitán Poyer en nombre de Francia, bajo ciertas condiciones, si bien esta misión fue aceptada no parece haber progresado. Uno de los felices acontecimientos fue la fundación de misiones en el Levante fue la recuperación del Monte Carmelo, que se había perdido en 1291. Próspero del Espíritu Santo en sus viajes a la India había visitado repetidas veces la Santa Montaña y se había convencido que con prudencia y tacto podría recuperarlo. Durante algún tiempo los superiores no estaban favorablemente dispuestos para el proyecto, pero finalmente le dieron los poderes necesarios y un contrato que fue sellado en Caifa, 29 de noviembre de 1631. Onofre de Santiago, un belga, y dos compañeros fueron comisionados para reestablecer la vida religiosa en el lugar en donde la Orden Carmelitana había tenido su principio. Llegaron a Alejandría el 5 de noviembre de 1633 y desde el principio, en el siguiente años, tomaron posesión del Monte Carmelo. Como celdas, oratorio, refectorio y cocina utilizaron cavernas abiertas en rocas vivas. La vida por su soledad y austera era parecida a la de los profetas, que habían habitado en el Carmelo. Enseguida fue necesario construir un convento, en el que se instalaron el 14 de diciembre de 1720, saqueado por los turcos a los pocos días, ataron a los hermanos de pies y manos. Este convento sirvió de hospital durante la campaña de Napoleón; los religiosos fueron expulsados y en su retorno 1821 (..........). Un lego italiano, Juan Bautista del Santísimo Sacramento /1777-1849) habiendo recibido órdenes de reedificarlo y habiendo recolectado limosnas en Francia, colocó la primera piedra del nuevo edificio en 1837. Pero fue necesario construir uno mayor que el primero, que fue completado por su sucesor, Hermano Carlos, en 1853. Forma un bloque grande, bastante fuerte para ofrecer protección contra los ataques hostiles; la iglesia están en el centro con una entrada no directa desde fuera; está erigida sobre una cripta consagrada al Profeta Elías, elevada por el Papa al rango de basílica menor. Los Carmelitas no escatimaron los peligros a los que está expuestos la vida misionera. Juan de Jesús Crucificado, uno de los primeros expulsados de Persia se encontró con un recibimiento hostil en el vecindario de Moscú; fue arrojado a una mazmorra en donde permaneció tres años. Por último fue liberado y nada desalentado, continuó su viaje a Ispahán. Otro hermano lego, Charisius de Santa María, sufrió martirio en 1621 en la isla de Ormuz, fue colgado de un árbol y se cayó vivo. San Dionisio de la Natividad (Pierre Bertholet) y Redento de la Cruz, un hermano lego portugués, sufrieron por la Fe en Sumatra 28 de Noviembre de 1638. El primero había sido piloto y cartógrafo del virrey Portugués, pero abandonó su profesión y entró en le noviciado de Goa. Después de su profesión el virrey una vez más demandó sus servicios para una expedición a Sumatra. Dionisio fue ordenado sacerdote, con lo que pudo al mismo tiempo actuar como capellán y piloto, le fue dado como compañero a Redento En seguida tomaron el barco que anclaba en Achin, el embajador y su compañía fue pérfidamente capturado, Dionisio y Redento y otros fueron entregados a la muerte con extremada crueldad. Los dos carmelitas fueron beatificados en 1900. Otros miembros de la Orden sufrieron martirio en Patras de Acacia en 1716. Para asegurar la regular provisión de misioneros la Orden estableció algunos colegios misioneros. La idea original había sido fundar una especial congregación bajo el patrocino de San Pablo, que debería entregarse fielmente al trabajo misionero. La Santa Sede concedió el permiso y puso la iglesia de san Pablo en Roma (hoy Santa María de la Victoria) a disposición de la congregación, pero en una segunda consideración el proyecto fue abandonado y la carrera misionera se abrió a todos los miembros de la congregación de Italia. Aquellos que mostraban talento, después de completar sus estudios ordinarios eran enviados al colegio de San Pancorbo en Roma (1662) o al de San Alberto en Lovaina (1612) para estudiar dialéctica, teología pastoral, lenguas y ciencias naturales. Después de un año se le permitía emitir el voto misionero y retornaban dos años después a sus provincias hasta que una vacante en una de las misiones necesitara la dedicación de apóstol, así la orden estaba preparada para enviar misioneros preparados con la suficiente antelación. El seminario de misiones extranjeras de París fue fundado por un carmelita, Bernardo de San José, Obispo de Babilonia (1597.1663) Un intento en esta misma dirección se quiso llevar a cabo poco después del concilio de Trento, pero no había tenido continuidad. El Papa, admirador del celo misionero de los carmelitas, dotó a Tomás de Jesús con los mejores medios para llevar a cabo la conversión de los infieles. Este religioso en su trabajo “ Stimulus missionum” ( Roma 1610) y especialmente en “De procurandi salute omnium gentium”(........) organizó la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe; otros padres, particularmente el Venerable Domingo de Jesús María, contribuyeron al éxito con la recaudación de fondos; la bula de institución rinde una particular tributo al celo misionero de los carmelitas. Al establecer las misiones la orden tenía como objetivos no sólo la conversión de los infieles, sino también la de los Protestantes. Sta. Teresa misma sentía una gran pena por la extensión del Luteranismo, de aquí las fundaciones en Alemania, Inglaterra e Irlanda. La historia de la primera de éstas es solamente conocida en parte; de las tres aquella fue la menos acosada por las dificultades y a pesar de los obstáculos nunca se retrasó, no pasó por los peligros que fueron una cuestión que ocurría casi diariamente en Inglaterra e Irlanda.Los más eminentes miembros fueron Pedro de la Madre de Dios ( Bertius, muerto en 1683) y su hermano César de San Buenaventura (muerto en 1662) los hijos de Pedro Bercio, rector de la Universidad de Leyden, un famoso convertido a la Fe Católica.

Misiones en las Islas Británicas

El establecimiento de una misión en Inglaterra data del año 1615. Thomas Dougthy de Plomby, Lincolnshire (1574-1652), probablemente un converso, ingresó en el noviciado Carmelita de la Escala en 1610, después había permanecido algunos años en el Colegio Inglés, en donde había recibido órdenes sagradas. Pocos meses después por motivos de salud debió regresar a Inglaterra, mantuvo su relación con la Orden y envió a algunos postulantes a Bélgica. Finalmente reasumió la vida religiosa y después de profesar continuó en Londres en donde había realizado importantes negociaciones. Habiendo entablada amistas con el embajador español y habiendo asegurado una capellanía para sí y sus sucesores, se introdujo en la Corte y ganó la confianza de la reina Ana de Dinamarca. Sin embargo, nunca estuvo muy seguro de capacidad sacerdotal y tuvo muchas dudas. Habiéndosele juntado otras misioneros, se retiró a un lugar del país, cerca de Canterbury en donde murió después de larga enfermedad. Intervino en bastantes polémicas y escribió libros espirituales muy apreciados en su tiempo. Durante años luchó por el establecimiento de un noviciado inglés en el Continente, para lo que recaudó los fondos necesarios, pero desgraciadamente no vieron la forma de llevar a cabo aquella idea y cuando se decidieron llevarla a cabo ya era tarde.

El siguiente misionero, Elíseo de San Miguel ( William Pendryck, 1583-1650), un escocés y convertido, quien había recibido su formación religiosa en París y Génova, llegó a Londres con patentes que lo proclamaban vicario provincial y superior de la misión. Llevaba durante la mayor parte del tiempo una vida retirada, sin embargo no escapó a la persecución, hacia el final de su actividad se vio envuelto en innumerables disputas como la de la exención del poder papal; obligado a explicar su postura ante el nuncio en Bélgica, volvió a Inglaterra lleno de pesar.

Entre los misioneros eminentes hay que señalar: Beda de San Simón Stock (Walter Joseph Travers (1619-96) y su medio hermano, Lucian de Santa Teresa (Georges Travers, 1642-91). El Hijo de un clérigo de Devonshire, WaltreTravers, ejercía como notario en Londres. Un hermano mayor se había convertido al Catolicismo y un Jesuita, Walter, deseoso de retirarse de un destino fácil (¿?), comenzó a estudiar obras apologéticas con resultado de que llegó a convencerse de la verdad de la Iglesia Católica la cual fue a abrazar a Roma. Llegó a ser estudiante en el Colegio Inglés y después entró en la Orden Carmelitana en la que desempeñó varias responsabilidades. Trabajo activamente en Londres duarente el periodo de la Restauración y ha dejado huellas de su múltiple experiencia. Al estar la guerra de Oates´Plot se vio obligado a retornar a Italia, pero después de algunos años reanudó su apostolado en Londres hasta la vejez y el dolor por la muerte de su hermano le obligaron a retirarse a París en donde murió en olor de santidad. Tuvo el consuelo de la solemne inauguración de una capilla en Bucklersbury in London, así como en Heresford y Worcester, pero la revolución de Orange acabó con el trabajo iniciado por él. George Travers, después de una vida disoluta, accidentamente se encontró con su hermano en Londres, ganado por él, fue instruido, y recibido en la seno de la Iglesia. Cursó estudios dirigido por José de Santa María e ingresó en el noviciado de Namur. Al estallar la conspiración fue enviado a Londres en donde pasó aventuras emocionantes. Algún tiempo después de la Revolución de Orange fue traicionado por un falso hermano y encarcelado, su acusador, le siguió por diferente cargo. Este hombre sufría una contagiosa enfermedad, que Lucian contrajo mientras lo cuidaba y a causa de la cual murió, 26 de Junio de 1691.

Mucho menos son conocidos los misioneros del XVIII que los del S.XVII. Sus vidas, aunque expuestas a peligros, fueron como norma silenciosas, además el arte de la memoria escrita parece haberse perdido bajo la casa de Orange. Uno de los más eminentes misioneros de este período fue Thomas Blyth (q.v). En 1773 la misión inglesa adquirió de la Compañía de Jesús, recientemente suprimido, en Tongres, en donde un número de misioneros se preparaban para su trabajo; después de la Revolución Francesa se trasladó a Bélgica. La desaparición de este soplo de vida supuso la muerte de la misión Carmelita de Inglaterra. Unos pocos misioneros permanecieron en varios lugares, pero no recibían la ayuda necesaria ni el más pequeño apoyo; las propiedades de la misión asó como la librería y los archivos se perdieron por las inicuas que intentaban como último deseo la ilegalidad católica. Con ocasión de la Emancipación Católica, Francis Willougby Brewster fue obligado a firmar un documento parlamentario que decía: “ni superior, ni inferior, únicamente hombre”. Murió en Market Rasen en Lincolnchire 11 deEnero, 1849. El Cardinal Wisemann, deseo de introducir los Carmelitas Descalzos en su archidiócesis, obtuvo en 1862 una autorización para seleccionar a algunas personas adecuadas. Su elección recayó sobre Hermann Cohen ( Agustín María del Santísimo Sacramento 1820-71) un judío convertido de Hamburgo, originariamente un músico brillante, cuya conversión e ingreso en una Orden tan austera causó considerable impacto en Francia. Inauguró una pequeña capilla en Kensington Square, Londres, 6 de Agosto, 1862, en donde la nueva comunidad luchó contra muchas dificultades, la menor de las cuales no fue su extraordinaria pobreza. Poco antes se había encontrado un lugar conveniente para una espaciosa iglesia diseñado por Pugin e inaugurada por el Cardenal Manning en 1855 y un convento Acabado En 1888. Una segunda casa fue fundada en un remoto distrito en Somerset, la semi-provincia inglesa fue canónicamente erigida en 1885. El P. Hermann no pudo ver finalizada su obra; habiendo sido llamado a Spandau para atender espiritualmente a los prisioneros franceses dela guerra, murió de viruela y fue enterrado en Berlín. Poco después de la misión inglesa, un compromiso similar fue comenzado en Irlanda por Eduardo de los Reyes (Sherlock, 1579-1629) y Pablo de San Ubaldo, ambos habían ingresado en el noviciado juntos en Bélgica y con toda probabilidad estudiaron en el colegio misionero de Lovaina. Aunque la persecución irlandesa, fue si cabe, más brutal que la de Inglaterra, los misioneros católicos fueron el soporte de las clases menos favorecidas, quienes se apoyaron tenazmente en su, y donde fueron reclutados. Al lado de un convento de Dublín fundaron residencias sobre antiguas ruinas de abadías carmelitas ( como eran llamadas) en Athboy, Dfroghda, Ardee, Kilkenny, Laughrea, Youghal y otros lugares. Algunas de éstas tuvieron existencia efímera. Por el mismo tiempo los Carmelitas calzados retornaron a Irlanda y allí surgieron disputas sobre la propiedad de cuatro antiguas conventos que habían pertenecido a los hermanos calzados. La Santa Sede decidió en 1640 que los primeros retendrían la posesión de los cuatro conventos antiguos que entonces habitaban, aún allí permanecen 28 casas para ser restablecidas por los Calzados. Poco después de esto llegó a la Irlanda la persecución de Cronwell que paralizó el aumento de las comunidades y la obligatoria disolución de las que se habían fundado. Algunos religiosos ganaron la corona del martirio, por ejemplo, Tomás de Aquino de Santa Teresa, quien sufrió muerte en Ardee en 1642; Ángel de San José, clérigo (George Halley) un inglés que fue fusilado el 15 de Agosto de 1642; Pedro de la Madre de Dios, hermano lego, quien fue ahorcado en Dublín, 25 de Mayo, de 1643. Hay razón para creer que otros tuvieron similar destino, pero no se conservan datos; muchos, sin embargo, sufrieron prisión. Tales sucesos dicen sobre la vida de la provincia canónicamente erigida en 1638, disuelta en 1653, pero reestablecida duarente el tiempo relativamente tranquilo de la Restauración. En 1758 una capilla y un convento fueron edificados cerca de las ruinas de la abadía de Loughrea, fundada en 1300 y desde 1640 en manos de religiosos teresianos, quienes, sin embargo, fueron varios obligados a abandonarla. Más aún, se llevaron a cabo operaciones para edificar en 1829 y de nuevo hacia le final de siglo. El año 1793 fue testigo de la colocación de la primera piedra de la iglesia de Santa Teresa en Clarrendon Street, Dublín. Esta iglesia, que también sufrió frecuentes cambios y ampliaciones, sirvió como lugar de encuentro durante la campaña de Daniel O´Connell´s, que finalizó con el acta de la Emancipación Católica. Se constató en esta ocasión que los intereses de la Iglesia Católica, eran idénticos a los del país. Un tercer convento fue edificado en Donnybrook cerca de Dublín en 1844.

Los Carmelitas Calzados parece haber intentado una misión en Inglaterra al principio del S.XVII, cuando George Rainer fue ejecutado (1613) No hay datos conocidos sobre su vida y sus proyectos misioneros que parece murieron con él. En Irlanda, sin embargo, llevaron a cabo una floreciente misión desde principios del siglo XIX y estuvieron presentes en seis conventos y un colegio muy bien atendido. Su iglesia en Whitfriars Stret, Dublín, es muy conocida, tiene una arquitectura interesante.

Se propagan en 1635 al fundar en América y una petición presentada al Papa para la aprobación de una fundación, por alguna razón no tuvo éxito. La provincia Alemana, sin embargo, fundó casas en Leavenworth (1864) y Scipio, Anderson Co., Kansas (1865); Englewood, Bergen Co., New Jersey (1869); New Baltimore, Somerset Co., Pennsylvania (1870); Niagara Falls, Canada (1875); y St. Ciril´s College, Illinois (1899); mientras los Carmelitas Calzados irlandeses se establecieron en 1888 en New York City y en Tarrytown, New York, y los Carmelitas Descaolzos de Baviera en Holy Hill y Fond du Lac, Wisconsin (1906)

Vida diaria

La vida de un carmelita es algo diferente según la rama de la orden a la cual se pertenece, y la casa en la que se vive. La vida en un noviciado, por ejemplo, es diferente siempre de la de aquellos que han emitido los votos, de la de un colegio o de la de un convento, que tiene como misión el trabajo pastoral. Es más rigurosa entre los Carmelitas Descalzos, quienes guardan perpetua abstinencia (excepto en los casos de debilidad o de enfermedad) y quienes se levantan por la noche a recitar el Oficio Divino. El Carmen Calzado ha adaptado la regla a las necesidades de los tiempos. Primitivamente el Oficio Divino era cantado todos los días, pero cuando en el S.XVI el ejercicio de la oración mental llegó a ser universal, particularmente debido a la influencia de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, el canto se fue abandonando por la recitación unísona, excepto en ciertas fiestas. Los Carmelitas Calzados aún siguen la Liturgia del Santo Sepulcro de Jerusalén en rito Galo-Romano, prácticamente idéntico al de París de la mitad del S.XII. Experimentó ciertos cambios durante la Edad Media y se completó y se revisó satisfactoriamente en 1584. Los Carmelitas Descalzos, por razones ya explicadas, adoptaron la nueva Liturgia Romana en 1586. En todos los conventos, cierto tiempo se destina a la oración mental tanto por la mañana como por la tarde. Se practica generalmente en común, en el coro o en el oratorio y se pretende llenar el alma de la presencia de Dios y de las verdades eternas. Otros ejercicios religiosos y devociones privadas completan la mencionadas. La ley del ayuno es menos severa entre los Carmelitas Calzados, se conserva aún, aunque la Iglesia ha mitigado su legislación en esta materia. Los Carmelitas Descalzos (Teresianos) van generalmente descalzos; por lo demás la única distinción en el hábito de las dos ramas se basa en la forma de varias prendas. El hábito de los hermanos legos es como el de los religiosos de coro, excepto entre los Carmelitas Descalzos, que visten un manto marrón y no-capucha; pero en la congregación española usan capucha y desde 1744 una capa blanca. El color del hábito ha sido con frecuencia objeto de alguna discusión entre las ramas diferentes de la Orden.

Conventos en el desierto

Una peculiar institución es la de los “desiertos”. El recogimiento del Monte Carmelo y la pureza de la vida contemplativa, según manda la regla, que prescribe que los hermanos deberán permanecer en sus celdas o cerca de ellas, meditando día y noche en la Ley del Señor, excepto cuando otra necesaria ocupación les obligue, había provocado en muchos un deseo de una vida exclusivamente espiritual. Hay noticias de que algunos de los primeros generales renunciaron a sus cargos para dedicarse el resto de su vida a ka contemplación, y en las constituciones y otros documentos se hacen excepciones favoreciendo “conventos” situados en los bosques, lejos de las ciudades. Entre estos conventos sólo se mencionan dos, Hulne en Inglaterra y Liedekerke en Holanda. Uno de los primeros carmelitas descalzos de España, Tomás de Jesús, que ya ha sido mencionado en relación con las misiones, concibió la idea de fundar un “desierto”, en donde el religioso encontraría la oportunidad para consagrar todo su tiempo y energía al cultivo del espíritu de contemplación. Con la excepción de cuatro o cinco que permanecerían allí habitualmente, cada fraile debía estar durante un año en el “desierto” y después volvería al convento de donde había venido, así pues toda comunidad estaría compuesta de frailes estaría compuesta de fuertes y sanos miembros no habría relajación sino la mínima necesaria. Después de alguna duda la superiores aceptaron la idea y en una sitio adecuado que había sido encontrado, fue inaugurado el primer desierto el 28 de junio de 1592, en Bolarque a orillas del Tagus en Castilla la Nueva. El resultado fue tan alentador que se decidió fundar una casa en cada provincia, así que llegó a haber 22 “desiertos” muchos de los cuales fueron arrasados en periodos de agitación política. Posteriormente fueron construidos según el modelo de la cartuja, pero en menor escala. Un número de celdas, cada una semejante a una pequeña casa de cuatro habitaciones con jardín unido, fueron edificadas en forma cuadrangular, a un lado estaba la capilla, sacristía, biblioteca etc... En los más antiguos desiertos la capilla estaba situad en el centro del cuadrado. El refectorio, la cocina y otras dependencias conectadas por el claustro principal; todas las construcciones eran planas de acuerdo más con la austeridad que con el carácter ornamental. El tipo de vida, también semejaba a de las Cartujas (NOTA :UNIR LA PALABRA CON EL PROPIO ARTÍCULO ORDEN CARTUJANA), pero más severo. El Canto del Oficio Orden es más solemne que en los conventos de la Orden; se dedica más tiempo a la oración mental; la comida es muy parca, el silencio total sin interrupción; solamente una vez durante la noche los ermitaños comentan las costumbres de la santiguas autoridades, semejaba una conferencia de tema espiritual, se conservan mucho volúmenes y algunos se han editado. Un intercambio de una hora seguía a la conferencia. En el tiempo que no se dedicaban a la lectura y a la oración cultivaban sus jardines. El estudio como tal no se permitía por que se temía una ocupación muy intensa de la mente.

Cada desierto poseía una extensión de terrenos en la que se plantaron bosques con sus riachuelos y estanques. A una distancia igual del convento y de cada celda había pequeñas ermitas en las que los frailes se retiraban en ciertos tiempos del año, como en Adviento y Cuaresma, para vivir en soledad más profunda que la del convento. Allí seguían todo los ejercicios de la comunidad, recitando sus oficios al mismo tiempo y con la misma solemnidad que los hermanos en el coro y tañendo su campana como respuesta a la campana de la iglesia. Por la mañana temprano dos vecinos ermitaños ayudaban a loa otros en la Misa. Los domingos y los días festivos iban al convento, para la Misa, el capítulo y las Vísperas y retornaban por la tarde a sus ermitas con provisiones para la semana siguiente.

Los Carmelitas Calzados intentaron introducir una institución similar, pero no tuvo éxito. André Blanchard obtuvo en 1614 la aprobación papal para la fundación de un convento en La Graville cerca Bernos, en Francia, según la regla original de San Alberto, sería guardada sin las mitigaciones de Inocencio IV y la vida sería copia de los ermitaños del Monte Carmelo, todo marcho bien hasta la llegada en 1649 de un falso místico, Jean Labadie, antiguo jesuita, quien en un tiempo increíble tuvo gran influencia en la mayoría de los religiosos, lo que obligó al obispo a intervenir y disolver la comunidad.. Otro “desierto” fue fundado por los Carmelitas Calzados en 1741 en Neti cerca de Siracusa en honor de la Señora de la Escala. Un sugerencia hecha a los Carmelitas Descalzos de la Congregación Italiana durante el S.XVII para introducir la oración mental perpetua como se había intentado introducir en algunos conventos el perpetuo canto del Oficio Divino o la perpetua Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento practicadas por turnos, se rechazó por el capítulo por ser ambas inviables.

Ocupaciones exteriores

Además de la pura vida contemplativa llevada en los “desiertos” y los específicos ejercicios religiosos practicados en todos los conventos (aunque en diferentes medidas) la principal ocupación de la Orden consiste ahora en la cura de almas y el apostolado misionero. Durante mucho tiempo los Carmelitas han ocupado un bien definida posición en las universidades y han tomado parte en el trabajo académico, un número considerable se ha ocupado casi exclusivamente de los estudios superiores. Durante la Edad Media los temas escritos por los Carmelitas eran casi invariables, incluyendo el comentario de ciertos escritos bíblicos, lecturas sobre varios libros de Aristóteles, las Sentencias y leyes canónicas, así como sermones De tempore y De Sanctis. En la lrga lista de escritores carmelitas conservada por Trihemius, Bale y otros, estos temas aparecen una y otra vez.. Algunos frailes son conocidos por haber cultivado el estudio de la astronomía, como John Belini (1370) y Nicolás de Linne (1386), otros relacionados con las ciencias ocultas, por ejemplo, William Sedacinensis, cuya gran obra sobre alquimia estuvo muy en boga durante la Edad Media; Oliver Golos fue expulsado de la Orden por sus grandes conocimientos sobre astrología (1500). Hubo también poetas, dentro de la Orden, pero mientras muchos fueron justamente elogiados por su purismo y elegancia de estilo, como Lawrence Burelli (c. 1480), solamente ha sido reconocido por la posteridad Bautista Mantuano. Los otras bellas artes fueron cultivadas, la pintura principalmente por Philippo Lippi, cuya vida, desgraciadamente le causó ser expulsado con deshonor. Aunque algunos frailes cultivaron la música, ningún nombre eminentemente puede ser mencionado. En los siglos XV y XVI se hace alusión frecuente a organistas Carmelitas que sirvieron a varias iglesias de fuera de la orden mientras algunos obtuvieron permiso del general para reparar órganos mientras sus servicios fueran requeridos.

En la Universidad

Cuando los primeros Carmelitas llegaron a las universidades, las dos grandes escuelas de los Dominicos y Franciscanos estaban ya formadas y no había lugar para una tercera. Algunos intentaron elevar las enseñanzas de John Bacanthorpe al rango de escuela teológica no consiguiéndolo. La mayoría de los profesores y escritores abrazaron el Tomismo, especialmente después de la gran controversia sobre la gracia que habían empujado a varias órdenes a tomar postura. Esta lucha llegó a ser tanto intensa que los Carmelitas Salmanticenses prometían seguir las enseñanzas del Doctor Angélico en sus más mínimos detalles. La controversia fue iniciada por Guy de Perpigan, general desde 1318-20, autor de “Summa de haeresibus”; el tema había surgido de nuevo en los tiempos del conflicto Wycliffita y posteriormente reavivado por los importantes trabajos de Thomas Netter de Walden, el “Doctrinal” y “De Sacramentis y Sacramentalibus” que aportaron una mina de oro para las contreversias de los siglos siguientes. No se había hecho un trabajo tan trascendental en el tiempo de la Reforma; la Orden perdió todo su norte y la mayor parte de sus provincias alemanas. Aunque pocos carmelitas controversistas se han encontrado en la parte católica ( el más conocido es Evrard Billick) fueron muy pocos los miembros eminentes que perdieron la fe.

Teología mística

Aunque la filosofía Escolástica y la teología, así como la teología moral habían encontrado algunos de sus principales exponentes entre los Carmelitas ( por ejemplo los

Salmanticenses), otras ramas de las ciencias fueron asiduamente cultivadas, el campo en el cual de forma absoluta fueron asiduos cultivadores fue el de la teología mística.. Durante la Edad Media este tema sólo había sido requerido como un curso ordinario de estudios y los frailes que escribieron sobre eso fueron escasos y no ejercieron ninguna influencia. Todo esto cambió con la Reforma Teresiana. Como se ha ducho Santa Teresa, era conducida, desconociéndolo ella misma a las más altas cumbres de la vida mística. Con su maravilloso talento de introspección y análisis y su constante temor de extraviarse aunque fuera un poco, de la enseñanza de la Iglesia, sometió su experiencia a un severa análisis y siempre pidió el consejo y dirección de entendidos sacerdotes, principalmente de la Orden Dominicana. Cuando san Juan de la Cruz se unió a la Reforma, recién salido de la universidad de Salamanca y formado en la filosofía y teología de Santo Tomás, fue capaz de darle luz sobre los fenómenos de la Psicología y de la Gracia Divina. Ambos santos han dejado escritos sobre Teología Mística; Teresa escribiendo y explicando con simples pero eficaces palabras sus propias experiencias, Juan tratando la materia con más profundidad conceptual; incluso algunos escritos, particularmente la “Subida al Monte Carmelo” podría ser considerado como un comentario sobre la vida y el “Castillo Interior” de Sta. Teresa. No hay evidencia de que su conocimiento derivase del estudio; desconocía las obras de San Bernardo, Hugo de San Víctor, Gerson y los místicos germanos y desconocía la escuela mística de los dominicos alemanes; parece que conocía a San Agustín y a otros Padres solamente por el breviario y por los textos teológicos que contenían resúmenes de sus escritos. No estaba, por lo tanto influido por los puntos de vista de los místicos más tempranos y no encontraba dificultad en mantenerse distante de la senda trillada, pero desarrolló su sistema desde su propia experiencia personal y de la de Santa Teresa vista a la luz de la teología Escolástica, y con constante referencia a las palabras de la Sagrada Escritura. Mediante analogías y alegorías

Una Orden que da tal preeminencia a la vida contemplativa no podría abandonar el tema y el estudio de los mismos bajo todos sus aspectos. La parte experimental que por supuesto no depende del deseo individual, pero es acompañada por ciertas predisposiciones y preparación, se puede dar en todas las partes y no sólo en los desiertos y conventos de los hermanos carmelitas, sino en otros sitios, en casa también; los anales de la Orden están llenos de biografías de profundos místicos. Teniendo en cuenta el peligro del auto-engaño y la diabólica ilusión que necesariamente acecha el sentimiento de la experiencia mística es sorprendente como la Orden Carmelitana permaneció libre de tales peligros. Son raros los casos registrados de frailes o monjas que dejaron le seguro terreno para seguir los caminos del falso misticismo. Esta preservación del error puede ser debida a la labor de los directores espirituales, quienes fueron capaces de discernir lo que era peligroso. Los síntomas de la influencia del buen o mal espíritu habían sido analizados con claridad por Sta. Teresa y San Juan de la Cruz y una prudente reserva en todo lo que no tendía directamente al avance de la virtud había sido tan urgentemente aconsejado, que el error sólo podía introducirse cuando hay una necesidad de apertura y simplicidad por parte del sujeto. Desde ahora entre un gran numero de místicos...... Muchos grandes teólogos se esforzaron en reducir la teología mística a una ciencia. Entre éstos debe ser reconocido Jerónimo Gracián, el confesor y fiel compañero de Sta. Teresa; Tomás de Jesús, que sintetizó las dos corrientes de la vida carmelitana, la activa como organizador de misiones de la Iglesia Universal, así como las de su Orden y la contemplativa como fundador de “desiertos”. Su gran trabajo sobre Teología Mística fue reunido y editado por orden de Urbano VIII; Felipe de la Santísima Trinidad (1603-71), cuya “Summa theologiae mysticae” puede reconocida como autoridad absoluta de la Orden en este tema; Antonio del Espíritu Santo, Obispo de Angula (muerto en 1677) autor de un manual para uso de directores de alma, titulado “Directorium mysticum”; Antonio de la Anunciación (muerto en 1711). Todos éstos y otros muchos se adhirieron estrictamente a los principios de Sta. Teresa y de San Juan de la Cruz y a las enseñanzas de Sto. Tomás de Aquino. La parte ascética no fue menos cultivada. Por la elevación de los principios y la lucidez de la exposición podría ser difícil superar al Ven. Juan de Jesús María. La dificultad del arte de obedecer y la mayor dificultad de mandar han sido tratadas maravillosamente por Modesto de San Amabili (muerto en 1684). Los Carmelitas Calzados, también, han dejado excelentes obras sobre las diferentes ramas de la teología mística.

Fundaciones femeninas

Las monjas carmelitas fundadas por Santa Teresa aumentaron con maravillosa rapidez. Era tal la veneración de la que gozaba en España la Fundadora en vida que recibía más propuestas de fundación de las que podía atender. Aunque sumamente cuidadosa en la selección de las superiores para los nuevos conventos, no siempre disponía de las personas más capaces y se quejaba en varias ocasiones de la carencia de prudencia o de la falta de espíritu de algunas superioras. Incluso llegó a fundar alguna vez superando lo dispuesto por las Constituciones. Tal incidentes pueden ser inevitables durante la primera etapa de una nueva Orden. Pero se esforzó Teresa por contrarrestarlos con detalladas instrucciones en las visitas canónicas a sus conventos. Deseaba que una de sus personas más favorita, Ven. Ana de Jesús (Lobera) nacida en 1515 , fallecida el 4 de marzo de 1621, priora de Granada, le sucediera en el cargo de “fundadora” de la Orden, Ana de Jesús sometió las constituciones de Sta. Teresa (ya revisadas por el Capítulo General de 1581 a la aprobación de la Santa Sede. Ciertas modificaciones fueron por sucesivos papas, Doria rehusó tratar lo relacionado con las monjas. Sus sucesores, sin embargo, las restituyeron, pero manteniendo la prohibición en vigor para los frailes de fundar fuera de España y de las Colonias españolas. Un convento, sin embargo, ya había sido fundado en Génova y otra de estaba tratando en Roma, en donde algunas señoras instruidas por los escritos de Santa Teresa, formaron una comunidad en Pician Hill, bajo la direcciones de los Oratorianos, una de sus miembros fue una sobrina del cardenal Baronio. Con la llegada de los frailes Descalzos a la Ciudad Santa... Otros conventos se sucedieron rápidamente en diversas partes de Italia. La Beatificación y Canonización de Santa Teresa (1614-1618) actuó como estímulo. No todos los conventos estaban bajo el gobierno de la Orden, muchos desde el principio se habían sometido a la jurisdicción del obispo local; desde la Revolución Francesa esta disposición llegó a prevalecer. En 1662 2l número de monjas bajo el gobierno de los Padres de la Congregación de Italia era de 840; en 1665 había subido a 906, pero estas cifras, las únicas disponibles, abarcan solamente a una pequeña porción de la Orden. Al comienzo del S.XVII Mme. Acarie ( Beta María de la Encarnación (1565-1618) era ordenada en una visión de Sta. Teresa a fundar en Francia. Varios intentos se hicieron para conseguir algunas monjas preparadas por la misma Santa Fundadora, pero los sup0eriores españoles se declararon insolventes para enviar personas más allá de los Pirineos. M. De Berulle ( después cardenal) actuando en nombre de Mme. Acarie y de sus amigas, recibió un breve de Roma autorizándole para que procediera a una fundación; pero como contenía algunas cláusulas no agradables para él, como por ejemplo, que las nuevas fundaciones estuvieran bajo el gobierno de los frailes, tan pronto como se establecieran en Francia, y como no contenía otras que le hubieran gustado, por mediación del embajador en Francia obtuvo un mandato del Rey para solicitar al general enviara algunas monjas a París. Entre éstas estaba Ana de Jesús y la Ven. Ana de San Bartolomé (1549 a Junio de 1626), además una hermana lega que había acompañado a Sta. Teresa durante el último año de su vida. Todas las siete hermanas salieron de España para París, a donde llegaron en Julio de 1604, siendo recibidas por la princesa de Longueville y otras señoras de la Corte. Pronto fue manifiesto que M. Berulle tenía sus propias ideas de cómo gobernar la Orden, estaba deseoso de asociarla al Oratorio Francés, fundado por él mismo y dependiente del establecimiento de una nueva “Orden de Jesús y María”. Seis de las fundadoras abandonaron Francia en el plazo de dos años, mientras la séptima permaneció bajo protesta. Las monjas carmelitas francesas fueron puestas, salvo pocas excepciones, bajo el gobierno de los Oratorianos, Jesuitas y Sacerdotes seculares, sin ninguna unión oficial con la Congregación de Carmelitas Descalzos de España o Italia, formando una congregación aparte del resto de la Orden. Se extendieron muy rápidamente, siendo apoyadas por el alto estamento del Episcopado, la Corte y el pueblo. Desgraciadamente la casa madre de París (Couvent de l´Incarnation, Rue d´Enfer) llegó a ser algunos años después uno de los centros del Jansenismo, pero las Carmelitas Francesas han dado mucha gloria a la Iglesia. Entre las más célebres carmelitas francesas se puede citar a Luisa de la Misericordia (1644-1710) quien como duquesa de la Valliére, tuvo una parte desgraciada en los escándalos de la Corte en tiempos de Luis XIV, los cuales expió durante años con humilde penitencia; la Ven. Teresa de San Agustín ( Mme. Luisa de Francia (1737-87) hermana de Luis XV, no obstante su alta cuna, eligió para sí misma uno de los más pobres conventos, Saint-Denis, cerca de París, en donde se distinguió por el ejercicio heroico de la virtud. Durante la Revolución todas las comunidades fueron suprimidas; una de ellas la de Compiegne se esforzó por mantener tanto como las circunstancias lo permitían las observancias prescriptas por la Regla, 16 monjas fueron detenidas, enviadas a prisión, trasladadas a París, juzgadas, condenadas a muerte y guillotinadas, el 17 de Julio de 1794, fueron beatificadas en 1906. Otra monja carmelita, la Madre Camila del Niño Jesús (Mme. De Sayecourt) sufrió con su comunidad largo encarcelamiento, pero siendo liberada llegó a ser el instrumento para restablecer no sólo su convento, sino otros. Cuando a principios del S. XX la ley de asociaciones religiosas pasó había casi cien carmelitas en Cochin China. Como consecuencia de la legislación francesa muchas comunidades tuvieron que refugiarse en otros países, pero algunas están aún en sus viejos conventos.

La vida de las monjas

La vida de una monja Carmelita es algo diferente de la de un fraile, como hay una diferencia esencial entre la vocación de un sacerdote y de una persona seglar. El apostolado tal como el cuidado de los enfermos y la enseñanza, están fuera de lugar en un convento de clausura. La hermana Carmelita lleva una vida contemplativa, una parte considerable de su tiempo está consagrado al devoto servicio Divino, la meditación y otros píos ejercicios, el resto del tiempo a las labores del convento y otras ocupaciones. La vida es necesariamente estricta, el ayuna austero y hay muchas oportunidades para ejercitarse en la virtud.

Diferentes instituciones Carmelitas

Muchas instituciones religiosas han surgido en torno al Carmelo. En la Edad Media encontramos unidos muchos conventos e iglesias anchorages, esto es ermitas para recluidos, quienes por su propio requisito fueron cerrados por el obispo y que ejercían gran influencia sobre la población por su ejemplo, su austeridad y sus consejos.. Entre los más célebres carmelitas recluidos puede ser mencionado Thomas Scrope de Bradley, en Norwich, después obispo titular de Bromore, Irlanda, y Delegado Apostólico en Rodas; la Beta Juana de Toulouse ( a comienzos del S.XV) cuyo culto fue aprobado por León XIII.

Probablemente desde el comienzo de los frailes en Europa, fundadores y benefactores fueron admitidos en la Orden bajo el título de cofrades, a quienes se les dio un derecho para participar en las oraciones y buenas obras de una parte de toda la Orden y de los sufragios después de la muerte. Ninguna de tales cofrades, ni siquiera en los textos de las cartas, contenían mención alguna de las obligaciones que les incumbían. Las cartas eran al principio una garantía de madura consideración, pero desde el final del Siglo XV eran menos difícil de conseguir, en muchos casos el general entregaba numerosos modelos en blanco a los provinciales y a los superiores para ser distribuidos a propia discreción. Fuera de esta confraternidad que no suplía la orgánica conexión con la Orden, surgió en el S.XVI, según toda la probabilidad, la confraternidad del Escapulario. Otra confraternidad fue un gremio establecido en 1280 en Bolonia y quizá en otra parte, que mantenía sus reuniones en la iglesia Carmelita y de tiempo en tiempo hacia una ofrenda en cierto altar, pero por otra parte era independiente de la Orden. Como se ha visto algunas comunidades de Bejines, en Holanda, solicitaron en 1452 la afiliación a la Orden y esto dio origen al primer convento de monjas carmelitas. En época posterior Herman de San Norberto (muerto en 1686), predicando en 1663 en Termonde, decidió que cinco Bejines, entre ellas Ana Puttemans ( muerta 1674) vendiera sus propiedades y fundara la congregación de Maricoles o Maroles, que fue agregada a la Orden el 26 de Marzo de 1672; se ocupaban de la educación de muchachas pobres y del cuidado de los enfermos en sus propias casas, aún tienen conventos en la diócesis de Mechlin, Ghent y especialmente en Bruges. Una comunidad de 37 eremitas, viviendo en varios hermitages en Baviera y en el Tirol solicitaron su agregación, el Capítulo General de los Carmelitas Descalzos de 1689 concedió su deseo bajo ciertas condiciones, entre otras que no más de 4 o 5 vivirían en da ermita, pero el decreto fue anulado en 1692, por lo que no es conocido y toda conexión entre los eremitas y la Orden fue rota.

Carmelitas terciarios

Los Terciarios o miembros de la Tercera u Orden seglar pueden dividirse en dos clases, los que vivían en sus propias casas y los que vivían en comunidad. La primera clase es la que se encuentra en la primera mitad del S.XV, cuando la Santa Sede autorizó a los Carmelitas para instituir una Orden Tercera de seglares, después el modelo de esta institución se permitió a las otras órdenes mendicantes. Los más antiguos Misales y Breviarios contienen el rito de admisión de tales personas; éstas eran conocidas con el nombre de (bizzche) que desde entonces ha adquirido cierto significado despectivo. Recitaban ciertas plegarias ( en la Reforma Teresiana también la meditación) y a guardar ciertos ayunos y abstinencias, privarse de pasatiempos mundanos, vivir bajo obediencia de los superiores de la Orden, podían vestir un hábito distintivo parecido al de los frailes o al de las monjas. Había dos comunidades de Terciarios en Irlanda, una en Clondalkin, en donde se había establecido un internado antes de 1813, y otra, a cargo de un asilo para ciegos en Drumcondra cerca de Dublín. También hay hermanos Terciarios (nativos) en la Archidiócesis de Varapoly en la India, establecidos en 1855, que sirven a las misiones.

Las hermanas Terciarias tienen un convento en Roma fundado por Livia Vipereschi para la educación de las muchachas; fueron aprobadas por Clemente IX en 1668. La Congregación Austriaca tenía, desde 1836, diez casas parte para fines educativos, parte para el cuidado de sirvientas. En la India, también, hay hermanas Terciarias nativas en Varapoly y Quilon con trece casas, dedicadas a escuelas y orfanatos. Un convento Terciario fue fundado en Luxemburgo en 1886. Finalmente, se debe hacer mención de las Carmelitas Terciarios del Sagrado Corazón últimamente establecidas en Berlín, con orfanatos y jardines de infancia en varios lugares de Alemania, Holanda, Inglaterra, Bohemia e Italia.

Estadísticas

En la actualidad (1908) hay cerca de 80 conventos de frailes Carmelitas Calzados, con cerca de 800 miembros y 20 conventos de monjas; 130 conventos de Carmelitas Descalzos, con cerca de 1900 miembros; el número de conventos de monjas, incluyendo los que han pasado a la Asociación, era 360

Una considerable parte de este artículo está basada sobre material no publicado, los datos son necesariamente incompletos, y una cantidad considerable anticuados.

GENERAL SOURCES: MIGNE, Dict. des ordres religieux, I, 635 sqq.; Bullarium Carmelitanum, vols. I and II, ed. MONSIGNANUS (Rome, 1715, 1718), vols. III and IV (Rome, 1768), ed. XIMENES (Rome, 1768); RIBOTI, Speculum Carmelitarium, ed. CATHANEIS (Venice, 1507), ed. DANIEL A VIRGINE MARIA (2 vols. in fol., Antwerp, 1680), containing the Corpus of medieval Carmelite historians together with numerous dissertations and polemical writings, and practically superseding such authors as: FALCONE, Chronicon Carmelitarium (Placenza, 1545); BRUSSELA, Compendio historico Carmelitano (Florence, 1595); BOLARQUEZ, Chronicas dell' Orden del Monte Carmelo melitano (Palermo, 1600); AUBERTUS MIRæUS, Carmelit. Ordinis origo (Antwerp, 1610); J. DE CARTHAGENA, De antiquitate Ordin. B. M. V. de Monte Carm. (Antwerp, 1620). DOMINICUS A JESU, Spicilegium episcoporum, Ordin. Carmel. (Paris, 1638); DANIEL A VIRG. MARIA, Vinea Carmeli (Antwerp, 1662), with a synchronological table embracing the events during the lifetime of St. Simon Stock (1165-1265) by SEGHERUS PAULI, which the student will do well to handle critically. The first three vols. of LEZANA, Annales sacri prophetici et Eliani Ord. (4 vols., Rome, 1645, 1650, 1653, and 1656), contain the life of the Prophet Elias, the history of the order during the Old Law, at the coming of Christ, and during the Middle Ages as far as 1140; the fourth vol., which might have permanent value as it embraces the period from 1140 till 1515, is in many respects unsatisfactory and superficial. PHILIPPUS A SS. TRINITATE, Compendium historiæ Carmelitarum (Lyons, 1656); IDEM, Theologia Carmelitana (Rome, 1665); IDEM, Decor Carmeli (Lyons, 1665); HAITZE D' ACHE wrote against this work Les moines empruntés, to which JEAN DE VAUX replied by Réponse pour les Religiuex Carmes au livre intitulé: Les moines empr. (Cologne, 1697). LOUIS DE STE THÉRÉSE, La succession du S. prophète Elie (Paris, 1662); JOHANNES-NEPOMUCENUS A S. FAMILIA, vere PETRUS RENERUS, Histoire de l'Ordre de N.D. du Mont Carmel sous ses neuf premiers généraux (Maastricht, 1798), published anonymously; this author frankly adopts the thesis of the Bollandists. ALEXIS-LOUIS DE S. JOSEPH, Histoire sommaire de l'Odre de N.D. du Mont Carmel (Carcassonne, 1855); FERDINAND DE STE THÉRÉSE, Ménologe du Carmel (3 vols., Lille, 1879), not always reliable; CAILLAUD, Origine de l'Ordre du Carmel (Limoges, 1894); ZIMMERMAN, Monumenta historica Carmelitana (Lérins, 1907), so far only one vol., containing the oldest constitutions, acts of general chapters, biographical and critical notes on the first generals, lists of the Masters of Paris, and various collections of letters. No critical history, however compendious, has as yet been attempted, although there is no lack of material in public archives as well as in those of the various branches of the order

ORIGINS: The bibliography of the controversy about the antiquity of the order is extremely lengthy, but of no general interest; the principal works are: (1) in favour of the traditional view: DANIEL A VIRGINE MARIA, op. cit.; SEBASTIANUS A S. PAULO, Exhibitio errorum (Cologne, 1693); (2) against the tradition: Acta SS., April, I, 764-99, May, II, Commentar. apologet., 709-846; PAPEBROCH, Responsio ad Exhib. error. (3 vols., Antwerp, 1696); IDEM, Elucidtio.; REUSCH, Der Index der verbotenen Bücher (Bonn, 1885), II, 267 sqq.

GENERAL HISTORY OF THE ORDER: GULIELMUS DE SANVICO (1291), TRITHEMIUS, De ortu et progressu; de viris illustribus; PALæONYDORUS, Fasciculus trimerestus (Mainz, 1497; Venice, 1570), reprinted in DANIEL A VIRGINE MARIA, op. cit.; LUCIUS, Bibliotheca Carmel. (Florence, 1593); COSME DE VILLIERS DE S. ETIENNE, Bibliotheca Carmelitana (2 vols., Orléans, 1752), which whould be compared with the MSS. corrections and additions of NORBERTUS A S. JULIANA in the Royal Library at Brussels. DE SMEDT, Introductio general. ad histor. eccles. (Ghent, 1876); HURTER, Nomenclator (Innsbruck, 1893); CHEVALIER, Rép. topo-bibliogr., s. v.; KOCH, Die Karmelitenklöster der niederdeutschen Provinz (Freiburg im Br., 1889); ZIMMERMAN, Die heil. Einsiedeleien im Karmeliten-Orden, in Stimmen v. Berge Karmel (Graz, 1898-1900); IDEM, Die englischen Karmelitenklöster (Graz, 1901-1903).

REFORMS: Reform of Mantua: PENSA, Teatro degli uomini illustri della famiglia di Mantova (Mantua, 1618); FELLINI, Sacrum musæum s. Congreg. Mantuanæ (Bologna, 1691); VAGHI, Commentarium fratrum et sororum Ordin. B. V. M. de Monte Carm. Congreg. Mantuan. (Parma, 1725). On the reform of Touraine (Rennes), LEO A S. JOHANNE, L'esprit de la réforme des Carmes en France (Bordeaux, 1666); SERNIN-MARIE DE S. ANDRÉ, Vie du Ven. Fr. Jean de S. Samson (Paris, 1881). Reform of St. Teresa, (1) Spain: Besides her own writings, FRANCISCUS A S. MARIA and others: Reforma de los Descalços (6 vols., Madrid, 1644); part of this work, which is partisan, in favour of Doria and against St. John of the Cross and Jerome Gratian, has been translated into Italian (Genoa, 1654) and French (Paris, 1665; Lérins, 1896); GRÉGOIRE DE S. JOSEPH, Le Pére Gratien et ses juges (Rome, 1904), also tr. It. and Sp.; IDEM., Peregrinación de Anastasio (Burgos, 1905), published anonymously. (2) Portugal: MELCHIOR A S. ANNA and others, Chronica de Carmelitas Descalços (3 vols., Lisbon, 1657). (3) Italy and other countries: ISIDOR A S. JOSEPH. and PETRUS A S. ANDREA, Historia generalis fratrum discalceator. (2 vols., Rome, 1668, 1671); EUSEBIUS AB OMNIBUS SANCTIS, Enchiridion chronologicum Carmel. Discalceat. (Rome, 1737); LOUIS DE STE THÉRÉSE, Annales des Carmes déchaussés de France (Paris, 1666; Laval, 1891); HENRICUS-MARIA A SS. SACRAMENTO, Collectio scriptorum Ord. Carmel. Excalceat. (2 vols., Savona, 1884), superficial. On the missions: JOH. A JESU-MARIA, Liber seu historia missionum (1730); PAULINUS A S. BARTHOLOMæO, Opera (Rome, 1790); BERTHOLDE-IGNACE DE S. ANNE, Hist. de l'éstablissement de la mission de Perse (Brussels, 1886); ALBERT-MARIE DU S. SAUVEUR, Le sanctuaire du Mont Carmel (Tournai, 1897), the original edition published without acknowledgment, by JULIEN DE STE THÉRÉSE (Marseilles, 1876); HENRICUS A S. FAMILIA, Leven der gelukzaligen Dionysius en Redemptus (Ypres, 1900); RUSHE, Carmel in Ireland (Dublin, 1897; supplement, 1903); ZIMMERMAN, Carmel in England (London, 1899).

CARMELITE NUNS: HOUSSAYE, M. de Bérulle et les Carmélites de France (Paris, 1872); GRAMIDON, Notices historiques sur les origines (Paris, 1873); HOUSSAYE, Les Carmélites de France et les constitutions (Brussels, 1873); ALBERT-MARIE DU S. SAUVEUR, Les Carmes déchaussés de France (3 vols., Paris, 1886) with a supplement on the Jansenist troubles in the convent of the Incarnation at Paris; Mémoire sur la fondation, le gouvernement et l'observance des Carmélites déchaussées (2 vols., Reims, 1894), anonymous, by the Carmelite nuns of the Rue d'Enfer, Paris, with a valuable bibliography; Chroniques de l'ordre des Carmélites (9 vols., partly at Troyes, 1846; partly at Poitiers, 1887); BERTHOLD-IGNACE DE STE ANNE, Vie de la Mère Anne de Jésus (2 vols., Mechlin, 1876, 1882); La vie et les instructions de la Vén. anne de S. Barthélémy (anonymous, by a solitary of the "Desert" of Marlaigne), (new ed., Paris, 1895); SYLVAIN, View du P. Hermann (Paris, 1881), tr. Germ. and It.; Carmel in India (anonymous) (London, 1895); IGNACE DE S. JEAN L'VANGÉLISTE, Vie et vertus héroiques de la Mère Thérèse de Jésus (Marchocka) (Lillie, 1906); Vie de la R. Mère Camille de l'Enfant Jésus née de Soyecourt (anonymous), ed. D'HULST (Paris, 1898); BEDINGFIELD, Life of Margaret Mostyn (London, 1884); HUNTER, An English Carmelite: Life of Catherine Burton (London, 1876); CURRIER, Carmel in America (Baltimore, 1890).

BENEDICT ZIMMERMAN Dedicado a Santa Teresa de Jesús Traducido por Fidel García Martínez En agradecimiento a la Orden del Carmen