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Martes, 19 de noviembre de 2024

Labán

De Enciclopedia Católica

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Hijo de Betuel, el sirio (Gén. 28,5; cf. 25,20); nieto de Najor, hermano de Abraham (22,20.23); cf. 29,5, donde él es llamado “hijo de Najor”; hermano de Rebeca (24,29.55; 25,20; 27,43; 28,5); tío de Jacob (28,2; 29,10) y también su suegro (29,25; 30,25; 31,20; cf. 29,12.15; 13,8, donde es llamado su “hermano”); padre de Lía y Raquel (29,16) y de varios hijos (30,35; 31,1). El hogar de Labán estaba en Harán (27,43; 29,4), la ciudad de Najor (24,10), en Mesopotamia de Siria (28,2.5) donde se quedó su abuelo Najor cuando Abraham y Lot emigraron a Canaán (11,31; 12,4). De ahí que Labán es llamado también “el sirio” o “arameo” (25,20; 26,20.24; Heb.) Fue aquí en Mesopotamia que Labán conoció al sirviente de Abraham y consintió en la partida de Rebeca para convertirse en esposa de Isaac (24,29ss) (vea Abraham). La historia posterior de Labán está íntimamente relacionada con la de Jacob, el hijo de su hermana (Gén. 29,10 – 31,55) (vea Jacob).

Al llegar Jacob a Harán se encontró con Raquel, quien notificó a su padre Labán sobre la llegada de su hermano. Labán va a conocer a Jacob y le ofrece la hospitalidad de su casa (29,10-14). Después de un mes Labán invita a su sobrino a quedarse permanentemente con él, incluso permitiéndole fijar su propio salario. Jacob concuerda en trabajar siete años para su tío, y su salario será la mano de Raquel, la hija menor de Labán. (29-14-18). Estos términos le parecieron bien a Labán, quien al final de los siete años preparó la fiesta para el matrimonio, pero en vez de darle a su hija menor Raquel, le dio la hija mayor, Lía, a quien, sin embargo, Jacob no pudo reconocer hasta después del matrimonio (29,18-24). Caundo Jacob le recriminó a su tío, éste acordó darle la hija menor con la única condición de otros siete años de trabajo. Jacob estuvo de acuerdo y al final de los siete años Labán le dio su hija menor a Jacob. (29,24-29).

Habiendo recibido la esposa que él quería, Jacob resolvió regresar a su propio hogar, pero Labán deseaba retenerlo por los servicios lucrativos que le prestaba, y una vez más convenció a Jacob de quedarse con él (30,25-28). Los términos estipulados por Jacob esta vez parecían muy ventajosos para Labán, pero él y sus hijos pronto descubrieron que Jacob los había engañado en este último acuerdo, el cual le procuraba a Jacob un gran aumento en sus rebaños (30,29-43). Labán y sus hijos comenzaron a despreciar a Jacob, quien, al notar el cambio de actitud hacia él, e insatisfecho con el tratamiento recibido de parte de su tío, quien le había cambiado el salario diez veces, secretamente se marchó junto con sus esposas y posesiones (31,1-20). Tres días después, Labán fue informado de la huída de Jacob, y notando la falta de sus ídolos, los cuales se había llevado Raquel, va en persecución de los fugitivos. Después de siete días Labán lo alcanzó cerca del monte de Galaad, pero en un sueño se le advirtió que no le hiciera ningún daño a Jacob (31,21-25). Al siguiente día Labán encuentra a Jacob y lo recrimina por su acción tonta y desagradecida, acusándolo al mismo tiempo de llevarse sus ídolos (31,25-31). Jacob invita a Labán a que busque sus ídolos, y al no encontrarlos, gracias a la astucia de Raquel, y Jacob le reprocha vigorosamente (31,31-42). Luego ambos llegan a un acuerdo en el cual Jacob no maltratará a las hijas de Labán, y ninguno de los dos traspasará con intenciones hostiles los límites fijados por una estela de piedras llamada “el majano testigo”. Al día siguiente Labán se despidió de sus hijos e hijas y regresó a su hogar, y nunca más se supo de él en la historia (31,42-55).


Fuente: Albert, Francis X.E. "Laban." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910. 23 Jan. 2009 <http://www.newadvent.org/cathen/08717b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina