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Martes, 19 de marzo de 2024

Supresión de Monasterios en Inglaterra bajo Enrique VIII

De Enciclopedia Católica

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Desde cualquier punto de vista, la destrucción de los monasterios ingleses por Enrique VIII debe ser recordado como uno de los acontecimientos más relevantes del siglo dieciséis. Estos eran vistos en Inglaterra, en el tiempo de la ruptura de Enrique con Roma, como uno de los mayores baluartes del sistema papal. Los monjes habían sido llamados "el gran ejército permanente de Roma". Uno de los primeros resultados prácticos de la asunción de los más altos poderes espirituales por el rey, fue la supervisión por decreto real de las visitas oficiales episcopales, y el nombramiento de un laico - Tomás Cromwell - como el vicario general del rey en asuntos espirituales, con autoridad especial para visitar los monasterios, y de llamarlos al orden con respecto a las nuevas modalidades de las cosas. Esto fue en 1534; y, algún tiempo antes de diciembre de aquel año, fueron hechos los arreglos para un régimen sistemático de visitas. Un documento, fechado el 21 de enero de 1535 permitía a Cromwell liderar las visitas a través de "comisarios" - en lugar de personalmente - dado que el ministro decía estar en dicho tiempo demasiado ocupado con "los asuntos del reino entero". Actualmente está prácticamente admitido que, más aún que la cuestión de estas comisiones de visitas, el proyecto de suprimir algunos, si no fuera posible todos, de los establecimientos monásticos del país, no sólo había sido abordado, sino que se convirtió en parte de las políticas prácticas de Enrique. Es bueno recordar esto, dado que arroja una interesante y en cierta medida inesperada luz sobre las primeras disoluciones: los monasterios estaban condenados con anterioridad a estas visitas, y no como consecuencia de éstas, como estamos acostumbrados a creer de acuerdo con la historia tradicional. El Parlamento había de reunirse temprano en el próximo año, 1536, y, con el doble objeto de revitalizar un agotado Tesoro Público y de anticipar oposiciones de parte de los religiosos debido a los cambios eclesiásticos propuestos, de acuerdo con designios reales, los Comunes fueron movidos a reconocer a Enrique la posesión de al menos los monasterios más pequeños. Sin embargo, esto debió haber sido percibido por el astuto Cromwell, a quien es atribuida la primera concepción del proyecto, que para lograr el éxito, un proyecto de este tipo debía estar sustentando por poderosas aunque simples razones calculadas para atraer a la opinión pública. Algún pretexto decente debía ser encontrado para presentar la medida propuesta de la supresión y confiscación para la nación; difícilmente pueda ser objeto de duda que el recurso de difamar las personalidades de los monjes y monjas fue deliberadamente infundado.

Las visitas comenzaron aparentemente en el verano de 1535, a pesar de que las facultades de visitación de los obispos no fueron suspendidas sino hasta el 18 de septiembre siguiente. Los predicadores fueron asimismo comisionados a recorrer el país en los principios del otoño, a fin de que, por medio de sus invectivas, fuesen educando a la opinión pública en contra de los monjes. Estos oradores fueron de tres clases:

"difamadores", quienes declamaban contra los religiosos como "hipócritas, hechiceros y frívolos, etc.", "predicadores", quienes decían que los monjes "hicieron a la tierra improductiva", y aquellos que decían a la gente que , "si las abadías desaparecen, el rey nunca más querrá cobrar ningún impuesto" Este último fue un argumento favorito de Cranmer, en sus sermones en La Cruz de San Pablo. Los hombres empleados por Cromwell - los agentes encargados de las tareas de recolectar la evidencia requerida - eran principalmente cuatro, Layton, Leigh, Aprice, y London. Ellos estaban bien capacitados para su trabajo, y los cargos que se imputaron contra el buen nombre de por lo menos algunos de los monasterios, por estos emisarios elegidos por Cromwell, son, debe ser confesado, suficientemente atroces, a pesar de que aún sus reportes no confirman la moderna noción de corrupción masiva.

Las visitas parecen haber sido llevadas adelante sistemáticamente, y haber atravesado tres etapas claramente definidas. Durante el verano las casas del Este de Inglaterra fueron objeto de examen, y esta fracción del trabajo llegó a su término para Septiembre, cuando Layton y Leigh llegaron a Oxford y Cambridge respectivamente. En Octubre y Noviembre los visitadores cambiaron el rumbo de sus tareas hacia los distritos del Este y Sudeste, y en Diciembre encontramos a Layton avanzando a través de los condados centrales hacia Lichfield, donde se topó con Leigh, quien había terminado su trabajo en las casas religiosas de Huntingdon y Lincolnshire.. De allí en más ellos prosiguieron juntos hacia el Norte, y llegaron a la ciudad de York el 11 de enero de 1536. Pero con toda prisa, urgidos para ello por Cromwell, ellos no fueron muy lejos en sus trabajos de inspección en el norte antes de la reunión del Parlamento.

De tanto en tanto, mientras desarrollaban sus tareas de visitación, los visitadores, principalmente London y Leigh, enviaron breves reportes a sus empleadores. Prácticamente todas las acusaciones hechas en contra del buen nombre de los monjes y monjas están contenidas en las cartas enviadas en este contexto por los visitadores, y en el documento, o documentos, conocidos como la "Comperta Monastica", los cuales fueron preparados en dicho momento por los mismos visitadores y reenviados a su jefe, Cromwell. No hay disponible ninguna otra evidencia acerca del estado de los monasterios en dicho momento, y la investigación de la verdad de las acusaciones está fundada, en el fondo, sobre el valor de estas palabras de los visitadores. Es fácil, por supuesto, descartar testigos inconvenientes como carentes de mérito, pero en este caso, un más profundo estudio de estas cartas y documentos es más que suficiente para sembrar la duda sobre estos testimonios como completamente carentes de credibilidad.

Es, por supuesto, imposible penetrar en los detalles de las visitaciones. Debemos, entonces, pasar al segundo escalón de esta disolución. El Parlamento se reunió el 4 de febrero de 1536, y el principal asunto que fue mencionado para tratar fue la consideración y sanción de la ley de supresión de las más pequeñas casas religiosas. Puede resultar bueno puntualizar exactamente qué es conocido acerca de este tema. Sabemos, por cierto, que el propósito del rey de suprimir las pequeñas casas religiosas dio origen a un extenso debate en la Cámara Baja, y que el Parlamento dio paso a la medida con gran renuencia. Es más que destacable, por otra parte, que en el preámbulo de la misma Acta, el Parlamento es cuidadoso en deslindar la entera responsabilidad de la medida en el rey, y en declarar, si las palabras significan algo, que tomaban la verdad de los cargos en contra del buen nombre de los religiosos, exclusivamente sobre la "declaración" del rey, quien debía conocer la veracidad de los cargos. Además debe ser recordado que un simple hecho prueba que las actuales acusaciones o "comperta" -- tanto en los formularios de los visitadores, o en el mítico "Libro Negro"-- nunca habían sido presentadas ante el Parlamento para su consideración en detalle, menos aún para su examen crítico y juicio.. Tenemos los documentos "Comperta" - los hallazgos de los visitadores, cualquiera sea su valor, mientras hacían sus rondas, entre los papeles estatales - y puede verse fácilmente que no se hace ninguna distinción en ellos entre las casas grandes y las pequeñas. Todas están, para usar una expresión familiar, "cortadas por la misma tijera", esto significa, que todas están igualmente manchadas por las groseras afirmaciones de Layton y Leigh, de London y Aprice. "La idea de que los pequeños monasterios en mayor medida que los grandes estaban particularmente plagados de vicio", escribe el Dr. Gairdner, el editor de los diarios del Estado de este período, "no surge a partir de la 'Comperta'." Más aún, el preámbulo de la misma Acta, que suprimió los pequeños monasterios debido a las viciadas condiciones de vida, declara positivamente que "en los grandes y solemnes Monasterios del reino", la religión era bien observada y Dios era bien servido. ¿Puede ser imaginado por un momento que esta afirmación puede haber encontrado su camino dentro del Acta del Parlamento, han sido los reportes, "o Comperta", de los visitadores puestos sobre la mesa de la Casa de los Comunes para la inspección de sus miembros? Estamos, en consecuencia, conminados por este hecho a aceptar como histórica la consideración dada en el preámbulo de la primer Acta de Disolución: que la medida fue tomada por la presión de la "declaración" del rey acerca de que los cargos contra las casas pequeñas eran verdaderos, y eso es todo solamente.

En su forma final la primer medida de supresión simplemente promulgaba que todas las casas religiosas que no poseyesen un ingreso de más de 200 libras al año debían ser cedidas a la Corona. Los superiores de tales casas habrían de recibir pensiones, y los religiosos, a pesar de que se alegaba que varios de ellos eran depravados, habrían de ser admitidos en los monasterios mayores y más observantes, o si no habrían de ser licenciados para actuar como sacerdotes seculares. La infame medida fijada por el Acta fue , de este modo, una medida pecuniaria. Todos los establecimientos monásticos que cayesen por debajo del promedio de "buena vida" de ingresos de 200 libras al año habrían de ser dados al rey para ser dispuestos según su "agrado, por el honor de Dios y la riqueza del reino".

Este límite de dinero prestó de inmediato lo necesario, como un primer paso en la dirección de la disolución, para averiguar cuales casas estaban al alcance de la acción del Acta.. Tan pronto como en abril de 1536 (menos de un mes desde la vigencia de la medida), podemos encontrar comisiones mixtas de oficiales y caballeros de la ciudad congregados en consecuencia para realizar inspecciones en las casas religiosas, e instrucciones emitidas para su orientación. Los resultados obtenidos por estos comisionados son de la mayor importancia en la determinación del estado moral de las casas religiosas en el momento de su disolución. Actualmente está bajo disputa que las acusaciones de los visitadores de Cromwell fueron hechas con antelación a, y no después (como la mayoría de los escritores han supuesto erróneamente), la constitución de estas comisiones mixtas de nobles y oficiales. El principal propósito por el cual los comisionados fueron nominados fue, por supuesto, para encontrar cuáles casas poseían ingresos menores a 200 libras por año, y apoderarse de ellas en nombre del rey, como legalmente pertenecientes a Su Majestad, en virtud del Acta. Los nobles y los oficiales fueron instruidos, sin embargo, para investigar y reportar sobre el estilo de vida de los religiosos, o en otras palabras estaban dirigidos especialmente a examinar sobre el estado moral de las casas visitadas. Desafortunadamente, actualmente se conoce de la existencia de comparativamente pocos de estos reportes de las comisiones mixtas, a pesar de que algunos habían sido descubiertos, los cuales eran desconocidos para el Dr. Gairdner cuando realizó su "Calendario" de los documentos de 1536. Sin embargo, afortunadamente, los reportes existentes trataban expresamente de algunas de las mismísimas casas contra las cuales Layton y Leigh habían hecho sus pestilenciales insinuaciones. Una vez que la supresión fue resuelta y hecha legal, no les importó a Enrique o Cromwell que los residentes pudieran ser descriptos como "riñones del mal"; y entonces los nuevos comisionados rehabilitaron a los religiosos de las mismas casas como reales observantes de "un virtuoso estilo de vida", y esto, no sólo en el caso de una casa o distrito, sino, como Gairdner dice, "la reputación de los residentes es casi uniformemente buena"

Para prepararse para la recepción del esperado botín, fue establecida la que se conoció con el nombre de Oficina de Aumentos, y el señor Tomás Pope fue nombrado como su primer tesorero, el 24 de abril de 1536. En ese mismo día algunas instrucciones fueron emitidas para la guía de las comisiones mixtas en el trabajo de disolver los monasterios. De acuerdo con dichas directivas, los comisionados, habiendo entrevistado al superior y mostrándole el "Acta de Disolución", debían lograr que todos los oficiales de la casa jurasen contestar con la verdad a cualquier pregunta que se les hiciera. . Ellos debían luego examinar tanto el estado moral y financiero de los establecimientos, y reportar acerca de ellos, así también como acerca del número de religiosos y "el estilo de vida que llevaban". Después de eso, se debía tomar un inventario de todos los bienes, muebles y platería, y un "aprendiz" u homólogo de lo mismo debía ser dejado con el superior, fechando a partir del 1 de marzo de 1536, porque a partir de tal fecha todo había pasado a posesión del rey.. De allí en adelante, el superior habría de ser considerado responsables por la custodia de la propiedad del rey. Al mismo tiempo, los comisionados emitirían sus órdenes hacia las cabezas de las casas tendientes a no recibir ninguna renta en nombre del convento, ni a gastar más dinero, excepto para las expensas más necesarias, hasta que la voluntad del rey fuese conocida. Ellos quedaban, sin embargo, estrictamente ligados a continuar el cuidado de las tierras, y "sembrar y cultivar" como antes, hasta tanto algún granjero del rey fuera citado y los relevaran en dicha tarea. En cuanto a los monjes, al oficial le fue dicho "que mandase a aquellos que permanecerían en el estado religioso a otras casas con cartas a los gobernadores, y a aquellos quienes deseasen volver al mundo al Lord de Canterbury y al Lord canciller" a fin de que recibiesen algunos beneficios o viáticos que pudiesen ser encontrados para ellos.

Un hecho curioso acerca de la disolución de los monasterios más pequeños merece una especial atención. Ni bien el rey hubo obtenido la posesión de estas casas al valor de 200 libras por año, luego comenzó a refundar algunos "a perpetuidad" bajo un nuevo estatuto. En este sentido no menos de cincuenta y dos casas religiosas en varias partes de Inglaterra ganaron un respiro temporario con respecto a la extinción, El costo, sin embargo, era considerable, no sólo para los religiosos, sino también para sus amigos. La propiedad fue nuevamente confiscada y los religiosos fueron finalmente erradicados, antes de que hubieran sido capaces de devolver las sumas prestadas con vistas a adquirir este muy estrecho favor de manos del poder legal y real. Hablando en plata, el tesorero de la Oficina de Aumentos admite haber recibido, como simple "parte de pago de las cuantiosas sumas de dinero debidas al rey por multas o componendas por la tolerancia y continuidad" de parte de sólo treinta y uno de esos monasterios refundados, alrededor de 5948 libras 6s. 8d. o algo menos, probablemente, que 60.000 equivalentes en moneda de 1910. Sir Tomás Pope, el mismo tesorero de la Oficina de Aumentos, ingeniosamente agregó que él no había tenido en cuenta los atrasos adeudados a la oficina bajo su mandato, "ya que todos y cada uno de los citados monasterios, antes del cierre de las cuentas, han ingresado en las manos del rey por rendición, o por la autoridad del Parlamento han sido agregadas al aumento de los ingresos reales." "Por esta razón", agrega él, "el rey ha remitido todas las sumas de dinero aún adeudadas a él, como el residuo (residue) de las multas originadas por su protección real". Las sumas pagadas por las nuevas fundaciones "en perpetuidad", las cuales en realidad, tal como mostraron los hechos, significaron sólo una tregua de un puñado de años aproximadamente, variaron considerablemente. A modo de regla estas representaban acerca de tres veces los ingresos anuales de la casa, pero en ocasiones, como en el caso de Santa María, Winchester, la cual fue multada con 333 libras 6s. 8d., para dejarla continuar, ella fue reestablecida con la pérdida de algunas de sus más valiosas posesiones.

Es en cierta manera difícil de estimar correctamente el número de casas religiosas que pasaron a posesión del rey en virtud del Acta del Parlamento de 1536. La estimación de Stowe es en general apreciada como suficientemente cerca de la cifra, y él afirma: "el número de casa suprimidas entonces fue de 376". Con respecto al valor de las propiedades, la estimación de Stowe también resultaría ser sustancialmente correcta cuando indica unas 30.000 libras, o algo así como 300.000 libras equivalentes en moneda de 1910, como el ingreso anual derivado de las confiscaciones de tierra. No puede ser dudado, empero, que subsecuentemente las promesas de altos ingresos anuales de parte de los viejos estados religiosos resultaron ilusorios, y con todo esto, a pesar de las míseras rentas de las granjas de la Corona, las parcelas produjeron menos dinero para la cartera real que lo que previamente lo habían hecho bajo la frugal administración y supervisión personal de sus dueños anteriores.

Para la valuación de los tesoros provenientes de las arruinadas y desmanteladas casas, donde el derroche era en todas partes tan grande, es naturalmente difícil de estimar la valuación de la platería, y joyas que fueron enviadas en especies hasta la tesorería del reino, y los beneficios derivados de la venta de plomo, campanas, existencias, mueblería, y hasta los edificios conventuales. Es, sin embargo, razonablemente cierto que Lord Herbert, siguiendo a Stowe, haya situado la cantidad realmente recibida en una cifra muy superior. No, por supuesto, que tales bienes no hayan valido bastante más que alrededor de 100.000 libras, tal como él las estimó, pero nada similar a dicha suma fue realmente recibida o reconocida por Sir Tomás Pope, como tesorero de la Oficina de Aumentos. La corrupción, sin lugar a dudas, existía en todas partes, desde el menor de los vigilantes de las comisiones de visitantes hasta el más alto oficial de la Corte. Pero de acuerdo con las innumerables maneras en las cuales las posesiones de los monasterios pudieron ser saqueadas en el proceso de transferencia hacia su nuevo poseedor, no puede estar muy por debajo de la cifra, para valuar esas "Pequeñas migajas de Robin Hood", tal como Stowe los llama, de alrededor de 1.000.000 de libras en moneda de 1910.

Algo debe necesariamente ser dicho acerca del corriente proceso que fue seguido por los agentes de la Corona en la disolución de estos monasterios menores. Fue más de lo mismo en todos los casos, y fue de algún modo un prolongado proceso, dado que el trabajo no fue todo realizado en un día. Las actas, enviadas a la Oficina de Aumentos por los comisionados, mostró que era frecuentemente cuestión de esperar seis o siete semanas antes que cualquiera de las casas fuera finalmente desmantelada y sus ocupantes hubieran sido todos echados fuera.. El jefe de los comisionados asistió en dos visitas oficiales a la escena de las operaciones durante el transcurso del trabajo. En el primer día ellos reunieron al superior y a sus subordinados en la Casa Capitular, anunciaron a la comunidad y a sus dependientes su inminente destino, requirieron y ajaron el sello del convento, el símbolo de la existencia corporativa, sin la cual ningún negocio puede ser realizado; profanaron la iglesia, tomaron posesión de la mejor platería y vestiduras para uso del rey; midieron el plomo sobre el techo y calcularon su valuación posterior a la fundición, contabilizaron las campanas, y estimaron las mercaderías y los bienes muebles de la comunidad. Más tarde ellos pasaron a la escena de sus siguientes operaciones, dejando tras ellos ciertos oficiales subordinados y trabajadores para llevar a cabo la designada destrucción removiendo los techos y demoliendo las canaletas; fundiendo el plomo en cerdos y forraje, tirando abajo las campanas, destruyéndolas con mazas y envasando el metal en barriles listos para la visita de los especuladores y sus ofertas por los tesoros. Esto fue complementado por la tarea de recolección de los muebles y su venta, juntamente con los marcos de las ventanas, postigones, y puertas por subasta pública u ofertas privadas. Cuando todo esto había sido hecho, los comisionados regresaron para auditar las cuentas y para autosatisfacerse en general de que el trabajo de devastación había sido alcanzado de acuerdo con los allegados del rey. - que el nido había sido destruido y los pájaros ahuyentados - que lo que había sido un monumento de belleza arquitectónica en el pasado era ahora un "coro desnudo y sin techo, donde luego las dulces aves cantaron."

Ni bien hubo comenzado el proceso de destrucción simultáneamente por todo el país, la gente comenzó finalmente a darse cuenta de que los beneficios que se esperaban acumular para ellos como resultado de los saqueos eran ampliamente ilusorios. Cuando esto fue entendido, fue primeramente elevada la propuesta de presentar una petición al rey desde los Lords y los Comunes, denunciando el daño evidente que debía ocurrir al país entero si la medida fuese llevada a cabo completamente, y requiriendo que el Acta de Supresión debería ser detenida inmediatamente, y que las casas menores, que no hubieran sido disueltas bajo la autoridad del Acta de 1536, deberían ser conservadas.. Nada, por supuesto, ocurrió con este intento. El apetito de Enrique fue abierto por lo que había ya recibido, y él sólo ambicionaba más de los tesoros de la Iglesia y de los pobres. La acción del Parlamento en 1536 de permitir que la primer medida se convirtiera en ley, hizo en realidad mucho más difícil para Enrique la retractación, y en muchos sentidos no hizo más que preparar el terreno para las disoluciones generales. Aquí y allá, en todo el país, se organizó activa resistencia contra el trabajo de destrucción, y en el caso de Lincolnshire, Yorkshire, y el Norte en general, el levantamiento popular de la "peregrinación de gracia" fue causado mayoritariamente, o al menos en gran medida, por el deseo de la gente de salvar las casas religiosas de la despiadada destrucción. El fracaso de la insurrección de la "Peregrinación de Gracia" fue celebrada a través de la ejecución de doce abades, y, para utilizar las propias palabras de Enrique, a través de un masivo "paro forzoso" de monjes.. Por un nuevo e ingenioso proceso, llamado apropiadamente "Disolución por Proscripción", una abadía era considerada por los consejeros reales de caer en las manos del rey por la supuesta o tácita traición de sus superiores. De este modo, varias de las más grandes abadías, con todas sus rentas y posesiones, cayeron en manos de Enrique como consecuencia de la "Peregrinación de Gracia".

El Parlamento de 1536, debe ser recordado, había reconocido a Enrique la posesión solamente de aquellas casas cuya valuación anual fuera menor a 200 libras. Lo que ocurrió durante los siguientes tres años que sucedieron a la entrada en vigencia del Acta fue sintéticamente esto: el rey estaba insatisfecho con los actuales resultados de lo que él había supuesto se iría a convertir en una verdadera mina de oro. Personalmente, tal vez, él no había ganado tanto como había esperado de las disoluciones que habían tenido lugar. La propiedad de los monjes de algún modo parecían malditas por su origen, ya que pasaron de su control hacia otras mil y una directivas, y él pronto estuvo sediento por un premio mayor, el cual, como quedó en evidencia, fue igualmente incapaz de guardar para sus usos particulares. Por sus instrucciones, los visitadores fueron una vez más puestos en marcha en contra de las grandes abadías, en las cuales, de acuerdo con el Acta de 1536, la religión era "rectamente observada". No habiendo recibido ningún mandato del Parlamento para autorizar la extensión de sus procedimientos, los agentes reales, ansiosos de ganarse un lugar en los favores del rey, estuvieron muy ocupados a lo largo de todo el país, engatusando, coercionando, ordenando y amenazando a los miembros de las casas religiosas de modo de forzarlos a renunciar a sus monasterios y dejarlos a merced de la Majestad del rey. Tal como el Dr Gairdner lo apunta: "a través de varios recursos y medios los superiores de estos establecimientos fueron inducidos a la rendición, y ocasionalmente cuando un abad era encontrado culpable, como en el caso de Woburn, de haber cometido traición en el sentido en que lo estipulaban los recientes estatutos, la casa (por una extensión de las leyes tiránicas) era expropiada en favor del rey por su proscripción. Pero los casos de proscripción eran ciertamente la excepción, las rendiciones eran la regla general."

El otoño de 1537 vio el comienzo de la caída de los frailes en Inglaterra.. Por alguna razón, posiblemente por su poderío, ellos no habían sido alcanzados bajo el Acta de 1536. Por el lapso de un año después de la "Peregrinación de Gracia" pocas disoluciones de casas, aparte de aquellas que pasaron a manos del rey a través de la proscripción de sus superiores, son recordadas. Con la fiesta de San Miguel, en 1537, sin embargo, además de los conventos de frailes, por algunos medios u otros, las rendiciones de las casas más grandes ocurrieron rápidamente. Las instrucciones proporcionadas a los agentes reales son claras. Estos debían, por todos los métodos conocidos para ellos, tener a los religiosos "deseosos de consentir y acordar" su propia extinción. Solamente recién cuando ellos descubrieron "algunos de esos líderes y conventos, tan apenados por ser disueltos, tan testarudos y obstinados que no irían a entrar en razón" para acordar con firma y sello sus propias garantías de muerte, fue que los comisionados fueron autorizados por instrucciones de Enrique a "tomar posesión de la casa" y su propiedad por la fuerza. Y mientras todo esto era pergeñado, los agentes reales fueron ordenados a declarar que el rey no tenía designios de cualquier tipo sobre la propiedad monástica o un sistema similar, o ningún deseo de asegurar la supresión total de las casas religiosas. Ellos fueron instruidos de que a cualquier precio pusieran fin a tales rumores, los cuales eran naturalmente abundantes a lo largo de todo el país en dicho momento. Esto hicieron ellos, y el inescrupuloso Dr. Layton declaró que él le había dicho a la gente de todos los sitios que "en esto ellos calumniaron completamente al Rey, su señor natural". El les ordenó no creer tales reportes, y el "mandó a que los abades y priores les fueran puestos cepos" por haber relatado tales cosas alejadas de la verdad. Era, sin embargo, tal como puede imaginarse, más que difícil de suprimir el rumor mientras la propia situación estaba continuando. En 1538 y 1539 unos 150 monasterios de hombres fueron detectados de haber firmar la cesación su existencia corporativa y su propiedad, y por un acto formal cedido todos sus derechos al rey.

Cuando el trabajo hubo progresado lo suficiente el nuevo Parlamento, que se reunió en Abril de 1539, después de haber observado que diversos abades y otros habían rendido sus casas a manos del rey, "sin apremios, coerción, u compulsión", confirmó esas rendiciones y destinó todas las posesiones de los monasterios así obtenidas en manos de la Corona. Finalmente en el otoño de aquel año, el triunfo de Enrique sobre las órdenes monásticas fue completado por medio de las horribles muertes por traición tácita de los tres grandes abades de Glastonbury, Colchester, y Reading. Y así, tal como ha dicho un escritor, "antes de que el invierno de 1540 se hubiera establecido, la última de las abadías había sido añadida a las ruinas con las cuales la tierra había sido sembrada desde un extremo hasta el otro."

Es difícil, por supuesto, estimar el número exacto de religiosos y casas religiosas suprimidas en aquel tiempo en Inglaterra. Poniendo todas las fuentes de información juntas, pareciera ser que los monjes y canónicos regulares expulsados de los más grandes monasterios fueron unos 3.200 de número, los frailes 1.800, y las monjas, 1.560. Si a esto debe ser sumado el número de aquellos afectados por la primera Acta del Parlamento, sería probablemente no lejano a la verdad decir que el número de religiosos hombres y mujeres expulsados de sus casas por la supresión eran, en números redondos, cerca de 8000. Además de ellos, por supuesto, han habido probablemente más diez veces esa cifra de personas derivadas de su rumbo quienes eran sus dependientes, o contrariamente habían obtenido su pasar en su servicio.

Si ya resulta difícil determinar, con alguna certeza, el número de los religiosos en la Inglaterra monástica para la época de las disoluciones de los monasterios, es aún más difícil brindar alguna estimación precisa de las propiedades involucradas. Velozmente calculada, la valuación anual de la totalidad de las propiedades que pasaron a manos de Enrique fue de unos 171.312 libras. Otras valuaciones la han situado aún más arriba, y así es que un cálculo moderno de la valuación anual en aproximadamente 200.000 libras, o unos 2.000.000 de libras en moneda de 1910, probablemente no es excesivo. Por lo tanto, como una estimación aproximada, puede ser tomado en cuenta que con la caída de los monasterios, un ingreso de cerca de dos millones de libras esterlinas por año, según la valuación monetaria de 1910, fue extraído de la Iglesia y los pobres, y transferido a las arcas reales.

Debe ser, sin embargo, inmediatamente señalado que Enrique evidentemente nunca obtuvo nada equivalente a dicha suma de la transacción. La valuación del capital fue tan disminuida por concesiones gratuitas, ventas de tierras a valor nominal, y por numerosas otras maneras, que en realidad, durante los once años comprendidos entre 1536 to 1547, la contabilidad de la Oficina de Aumentos mostraba que el rey solamente recibió un promedio anual de ingresos de 37.000 libras, o 370.000 libras en moneda equivalente de 1910, por propiedades que, en las manos de los monjes, hubieran probablemente producido cinco veces dicha cifra. Hasta donde puede inferirse a partir de las cuentas aún existentes, el total recibido por el rey debido a las confiscaciones de los monasterios desde abril de 1536, hasta la Sanmiguelada de 1547, era de alrededor de trece millones y medio en moneda de 1910, a lo cual debe ser añadido cerca de un millón de esterlinas, debido al valor de la fundición de la platería de los monasterios. De esta suma, sin contar la vajilla y las joyas, unos tres millones fueron gastados por el rey personalmente, 600.000 libras fueron gastadas en los palacios reales, y cerca de medio millón en los gastos domésticos del Príncipe de Gales. Más de cinco millones en esterlinas son imputadas bajo el rubro de gastos de guerra, y casi 700.000 libras fueron gastadas en la defensa de las costas. Las pensiones concedidas a personas religiosas sumaron unos 330.000 libras, y un curioso ítem de 6.000 libras es imputado como gasto "para asegurar la rendición de la Abadía de Abingdon."

FRANCIS AIDAN GASQUET Transcrito por Marie Jutras Traducido por Christian Longarini