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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Epigrafía Semítica

De Enciclopedia Católica

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Introducción

La epigrafía semítica es una ciencia nueva, que data sólo de los últimos cincuenta años. A comienzos del Siglo XVIII los eruditos europeos intentaban en vano descifrar dos inscripciones de Palmira que se habían descubierto en Roma. A finales de siglo Swinton en Inglaterra y el abbé Barthelemy en Francia lograron reconstruir el alfabeto con la ayuda de trece nuevos textos bilingües copiados en Palmira por Wood. A partir de entonces fue evidente de qué ayuda serían las inscripciones para el conocimiento filológico e histórico del antiguo Oriente. Son, además, de gran utilidad para la crítica bíblica. El verdadero fundador de esta ciencia fue W.Gesenius, quien recogió y comentó todas las inscripciones fenicias entonces conocidas en su notable obra “Scripturae linguaeque Phoeniciae monumenta” (Leipzig, 1837). Desde entonces se ha dedicado atención a la investigación de monumentos epigráficos y los orientalistas más eminentes se dedican con éxito a descifrarlos y explicarlos. En 1867 la Académie des Inscriptions et Belles-Lettres de París emprendió la publicación de un “Corpus inscriptionum semiticarum”, en el que se recogerían, traducirían y reproducirían los monumentos mediante los procedimientos más perfeccionados. La publicación, hecha con todo el cuidado deseable, continúa regularmente, pese a los enormes gastos que implica. Para dar una idea de la epigrafía semítica seguiremos el plan adoptado en esta obra, que no trata de las numerosas inscripciones en caracteres cuneiformes, al corresponder éstos al dominio del asiriólogo. Comenzaremos con las ramas que pertenecen al grupo de lenguas semíticas del Norte.

Lenguas Semíticas del Norte

Inscripciones fenicias

Son numerosas e importantes, puesto que por una parte esta gran nación de navegantes no nos ha dejado otros monumentos de su idioma, y por otra el alfabeto de estas inscripciones es el prototipo de todos los alfabetos, semítico, griego y latino.

A. Inscripciones fenicias

Las así llamadas propiamente inscripciones fenicias, esto es, las encontradas en Fenicia, no son ni las más numerosas ni las más antiguas. Las más largas, tal como la del sarcófago del rey Eshmunazar (en el Louvre) y las de los cimientos del templo de Eshmûn en Sidón, datan sólo del periodo ptolemaico. La estela de Jehumelek, rey de Gebal (Biblos), ahora en París, data del Siglo IV o V de nuestra era. Otra encontrada en Hassanbeyli, data del Siglo VII. Varios sellos y piedras esculpidas son también de gran antigüedad; pero la más antigua de todas las inscripciones es una tablilla mutilada de bronce (ahora en el Louvre), descubierta en 1877 en la isla de Chipre que contiene una dedicatoria al dios Baal del Líbano; pertenece al menos al Siglo IX antes de Cristo.

Las diversas colonias fundadas por los fenicios han proporcionado varios cientos de inscripciones, descubiertas en Chipre, Sicilia, Cerdeña, Malta, etc. Muchas de ellas son más antiguas que las de Fenicia; la de Nola (Cerdeña) data del Siglo VIII. Son generalmente textos religiosos o funerarios, excepto los de Chipre, que suministran documentos históricos.

B. Inscripciones púnicas

Se da este nombre a las numerosas inscripciones fenicias encontradas en el norte de África y especialmente en las ruinas de Cartago. Hay más de 3.000. Si exceptuamos varios cientos que consisten en textos religiosos (dedicaciones de templo, tarifas por los sacrificios, etc.) o epitafios de grandes personajes (sufetas, sacerdotes, etc.) todas las demás son ofrendas votivas a la diosa Tánit o al dios Baal-Hammón, y no dan información salvo el nombre del que ofrece la pequeña estela de piedra en la que se inscribe la dedicatoria.

C. Inscripciones neo-púnicas

Se distinguen por la forma de la escritura más cursiva y también son del mayor interés filológico por el idioma, al hacer algunas de las letras la función de vocales. Su contenido es el mismo que el de los demás documentos: inscripciones históricas (tales como la de Micipsa), dedicación de monumentos, epitafios, ofrendas votivas y consagraciones religiosas. Proceden en su mayor parte de las cercanías de Constantina y de Túnez, algunas son de Cerdeña y Sicilia. Se conocen unas 200, pertenecientes al periodo comprendido entre la caída de Cartago y el final del Siglo I de la Era Cristiana.

Inscripciones arameas

A. Arameo antiguo

Los monumentos más antiguos del arameo occidental que nos han llegado son un pequeño número de inscripciones lapidarias. Las más importantes provienen del norte de Siria; son: la inscripción de Hadad (Siglo VIII, treinta y cuatro líneas), las de Panamu (veintitrés líneas) y de Barekub (veinte líneas), reyes de Sam’al, contemporáneos de Teglathphalasar III; fueron descubiertas en Zingerli y están en el Museo de Berlín. Dos estelas encontradas en Nerab en 1891 están ahora en el Louvre; en 1908 se descubrió una estela mutilada (treinta y cinco líneas) erigida por Zakir, rey de Hamath, contemporáneo de Joás, rey de Israel (Siglo VIII). Inscripciones de los Siglos IV y V antes de Cristo se han descubierto en Cilicia y Siria. Las de Arabissos en Capadocia pertenecen tan sólo al Siglo II. La gran estela del Louvre encontrada en Teima en Arabia tiene veintitrés líneas de escritura; pertenece al Siglo V. Otras inscripciones, muchas de ellas en el Museo Británico, son de origen egipcio; la encontrada en Sakkara data del año 482, otra encontrada en Asuán, del 458. Aparte de estos monumentos grandes hay una serie de otros más pequeños, tales como cilindros, pesos, sellos, varios de los cuales son contemporáneos de las inscripciones más antiguas.

B. Papiros y ostraka

Directamente relacionados con las inscripciones por el idioma y el periodo están los textos arameos escritos en papiros y descubiertos en Egipto. Casi todos ellos proceden de la colonia militar judía establecida en la isla de Elefantina (Philoe). Cuatro grandes hojas en el Museo de El Cairo, encontradas en 1904, contienen unas 240 líneas de escritura, bien conservadas. Los documentos (venta, donación, manumisión, contrato de matrimonio, etc.) proceden de la misma familia judía y están datados entre 471 y 411 antes de Cristo. Otras hojas, en mayor número pero menos completas, pertenecen al Museo de Berlín y acaban de ser publicadas (1911) por M. Sachau. Las tres primeras que se refieren al culto y santuario de Yahweh en Elefantina son de gran interés para los estudios bíblicos. Aparte hay cartas, cuentas, listas de colonos, y lo que no se esperaría, fragmentos de la historia del sabio Ahikar y una traducción parcial de la célebre inscripción de Darío, grabada en caracteres cuneiformes en las rocas de Behistoum en Persia. Elefantina ha proporcionado también un gran número de fragmentos de cerámica, habitualmente llamada ostraka, que llevan inscripciones en tinta, de las mismas fechas que los papiros. Se conservan varios centenares en la colección del “Corpus I.S.” en París. Gracias a todos estos documentos podemos actualmente formarnos una idea más o menos exacta del idioma arameo en el periodo anterior a los libros bíblicos de Esdras y Daniel.

C. Inscripciones nabateas

Las descubiertas hasta ahora son unas 400 en número, aparte de las inscripciones sinaíticas. Muchas de ellas se han encontrado en Bostra y en las regiones vecinas, en Petra, la capital del reino nabateo, incluso en Arabia, en Teima y especialmente en Hegra y su vecindad. Pero los nabateos, como todos los pueblos comerciantes, dejaron huella fuera de su propio país, y se han encontrado inscripciones en Egipto, Fenicia, y en Italia en Pozzuoli y Roma, donde su colonia tuvo un templo. Las rocas del Sinaí contienen numerosas y célebres inscripciones, que la tradición de los judíos alejandrinos, como registró Cosmas Indicopleustes, consideraba como hebreas y que databan de la época de Moisés. Forster en sus famosos libros publicados en Londres (1851, 1856) se esforzó en explicarlas en este sentido y su intento ridículamente atrevido fue repetido por Sharpe (“Inscripciones hebreas del Monte Sinaí”, Londres, 1875). Ya en 1840 Beer había establecido que eran inscripciones nabateas, lo que es indudablemente verdad. Algunas de ellas están fechadas, las más antiguas del año 150 de nuestra era, las más recientes del 252; todas las demás datan aproximadamente de entre esos dos años. Por regla general consisten sólo en los nombres propios acompañados de una fórmula religiosa. Unas 2.000 de ellas se han publicado en el “Corpus”. Con la ayuda de las inscripciones y monedas ha sido posible reconstruir una serie casi ininterrumpida de los reyes de Nabatene, desde Obodas I (90 antes de Cristo) hasta Maliku III (106 después de Cristo, año de la conquista romana).

D. Inscripciones de Palmira

La más antigua data del año 9 antes de Cristo, la más reciente del 271 después de Cristo, las demás se distribuyen en el periodo de tiempo intermedio. Conocemos unas 500. Muchas son bilingües, en griego e idioma de Palmira. La más larga y curiosa (en el Museo del Hermitage, San Petersburgo) es un arancel de aduanas redactado en griego e idioma de Palmira y promulgado por el Senado local en el año 137. Las demás son inscripciones honorarias esculpidas en la base de estatuas erigidas en honor de príncipes y de guías de caravanas que han dirigido con éxito grandes expediciones comerciales; inscripciones religiosas; dedicatorias de templos, columnas, altares votivos, etc.; muy numerosas son las inscripciones funerarias grabadas en las puertas de las tumbas o junto al busto del difunto esculpido en relieve. Muchos de estos monumentos, descubiertos en la propia Palmira, están ahora dispersos por todos los museos de Europa y América. En conjunto proporcionan una valiosa información referente a la religión, a la historia y a la civilización de los habitantes de Palmira. Se han encontrado también inscripciones en las cercanías de Palmira o en países distantes adonde iban los habitantes de Palmira bien para comerciar, bien como arqueros de los ejércitos romanos. Esto explica la presencia de inscripciones de Palmira en Egipto, Argelia, Roma, Hungría, e Inglaterra.

E. Inscripciones siríacas

Se conservan algunas pertenecientes al periodo pagano. La más antigua probablemente es la de una reina (Helena de Adiabene, Siglo I), inscripción descubierta en Jerusalén en la así llamada Tumba de los Reyes. Las demás proceden en su mayor parte de Edesa o sus alrededores. Algunas inscripciones funerarias están en mosaico y acompañan a los retratos de los difuntos. Las del periodo cristiano, recuperadas por toda Siria y Mesopotamia, consisten principalmente en dedicaciones de iglesias o conventos, y en epitafios. Una de las dedicaciones más interesantes (en el Museo de Bruselas) procede de Zebed, al sudeste de Alepo; es trilingüe, en siríaco, griego y árabe. Se han descubierto cientos de inscripciones funerarias en los cementerios nestorianos de Semirjetschie, al norte de Kashgar; están mezcladas con nombre turcos y mongoles y datan de los Siglos XII y XIV. La inscripción siríaca más célebre es la de la estela de Si-ngan-fou, cuya autenticidad nadie sueña en contestar. Data del año 781, y recuerda la introducción del Cristianismo en China, en esa época muy floreciente. Las inscripciones de las monedas de los reyes de Edesa hacen posible fijar la cronología de estos príncipes.

F. Inscripciones mandeistas

La más antigua y larga (278 líneas) está en una tablilla de plomo conservada en el Museo británico; las demás (unas 50) están grabadas o pintadas con tinta en grandes vasijas de terracota, encontradas principalmente en Khouabir, en la Babilonia Inferior. Todas estas inscripciones consisten en fórmulas de encantamiento contra los malos espíritus. Datan del periodo de los reyes sasánidas.

Inscripciones hebreas

A. Las que tienen interés filológico o histórico real por su contenido o antigüedad son sólo pocas en número. Las inscripciones encontradas en las catacumbas judías de Roma y Venoza, Italia (Siglos IV-V de nuestra era), y las grabadas en tablillas encontradas en Babilonia (mismo periodo) son sólo de interés secundario. Mucho más importantes son las que se han recogido en Palestina, entre las que hay varias dedicaciones de sinagogas de los primeros Siglos de la Era Cristiana, dedicaciones de tumbas, alguna anterior a nuestra era, epitafios grabados en pequeños cofres de piedra llamados osarios que pertenecen mayoritariamente al Siglo I de nuestra era. Se han encontrado inscripciones lapidarias en Gezer, una que fija los límites de la ciudad, otra que contiene un fragmento de un calendario que puede datar del Siglo IX antes de Cristo; se descubrió en 1908. Se han encontrado alrededor de un centenar de sellos arcaicos que pertenecen al periodo de los reyes de Judá e Israel. Pero las dos inscripciones hebreas más célebres son la del acueducto de Siloé a Jerusalén y la famosa estela del rey moabita Mesa, encontrada en Dhiban al otro lado del Jordán. La inscripción de Siloé, descubierta en 1880 y llevada más tarde a Constantinopla, se grabó en la roca para conmemorar la apertura del acueducto subterráneo que el rey Ezequías 8720-691) había construido para traer las aguas de la fuente a la ciudad. La estela del rey Mesa relata cómo este príncipe, tributario de Israel, se hizo independiente durante el reinado de Acab (875-853). Desde el punto de vista paleográfico e histórico esta inscripción (ahora en el Louvre) es el monumento más valioso de la epigrafía semítica.

B. Inscripciones samaritanas

Hay pocas en número y de fecha más o menos reciente; se han descubierto en Palestina y Damasco. Salvo la de la iglesia del Santo Sepulcro de Bolonia, que sigue siendo un enigma, consisten en citas del Pentateuco.

La siguiente sección de este artículo tratará de las inscripciones que pertenecen a las lenguas semíticas del Sur

Lenguas Semíticas del Sur

Inscripciones himyaritas

A. Inscripciones mineas y sabeas

El término genérico himyarita designa las inscripciones monumentales proto-arábigas que se han descubierto, especialmente durante el pasado medio siglo, en el sur de la Península arábiga. Los mineos y los sabeos eran las tribus cuyos dialectos parecen haber predominado. La apariencia de la escritura remotamente derivada de la fenicia, el gran número de documentos (2.000 inscripciones y 400 monedas), la longitud de los textos (a menudo de veinte a treinta líneas), y especialmente la insólita abundancia de detalles históricos, dan a esta epigrafía un carácter especial y durante mucho tiempo insospechado. Suple la deficiente información de los autores antiguos y nos permite llegar a un conocimiento más o menos exacto de la condición social y religión de las tribus que ocuparon estas regiones durante los dos o tres siglos anteriores al movimiento islámico. Ya se han recuperado los nombres de más de cincuenta reyes y príncipes de estas tribus.

B. Inscripciones lihyanitas

Muestras de un alfabeto, derivado del himyarita pero más cursivo, se encuentran en numerosos graffiti en las rocas o piedras aisladas por toda la Península Arábiga. Proceden de tribus nómadas que escribían sus nombres en diversas migraciones. Estas inscripciones se llaman tamudeas o lihyanitas por los nombres de sus autores.

C. Inscripciones safaitas

Derivan su nombre de Safâ, una región volcánica desierta al noreste de Bosra, donde abundan (más de un millar). Su origen es el mismo que el arriba mencionado, pero el alfabeto es ligeramente diferente. Son graffiti cortos similares a las inscripciones nabateas del Sinaí. Parecen haber sido escritas entre el Siglo II y el IV de nuestra era, como las inscripciones lihyanitas.

D. Inscripciones etiópicas

Son aún menores en número y todas posteriores a la conversión de Etiopía al Cristianismo. La inscripciones reales encontradas en Axum (Siglos V-VI) contienen valiosos detalles históricos. La escritura es similar a la que está aún en uso, derivada de la himyarita.

Inscripciones arábicas

Estas son muy numerosas, pero las más recientes son de poco interés. Las más antiguas, sin embargo, son una ayuda muy útil para la historia. La más antigua (encontrada en Nemara, en el Hauran, ahora en el Louvre) está escrita en caracteres nabateos. Data del año 328 después de Cristo. Hay pocas del periodo anterior al Islam. Las que se escribieron en los primeros siglos de la invasión musulmana están en letras monumentales llamadas cúficas (del nombre de la ciudad de Cufa en Babilonia). Se han encontrado en las mezquitas, tumbas, edificios públicos, diversos artículos de mobiliario, platos, lámparas, espadas, etc. Las letras e inscripciones árabes a menudo se entrelazan para formar motifs decorativos, lo que hace difícil leerlas. Se comprenderá fácilmente que una colección de las numerosas inscripciones de los monumentos erigidos por los árabes en los países conquistados sería un gran servicio para ordenar y completar los detalles de su historia; de ahí que la Academia de Inscripciones haya decidido añadir esta colección al “Corpus”, que al principio se preveía que comprendiera sólo los textos anteriores al Islam.


Bibliografía: Se encontrará una bibliografía casi completa hasta 1898 (1234 articulos) para la epigrafía semítica del Norte en LIDZBARSKI, Handbuch. No hay una obra similar para la epigrafía semítica del Sur. Corpus inscriptionum semiticarum (París, 1881-); CHWOLSON, Corpus inscrip. hebr. (San Petersburgo, 1882); VOGÜÉ, Syrie centrale (París, 1868); SACHAU, Papyrus und Ostraka (Berlín, 1911); LITTMANN, Semitic Inscriptions (Nueva York, 1904); POGNON, Inscriptions séitiques (París, 1907); CHWOLSON, Gräbinschriften aus Semirjetschie (San Petersburgo, 1886); HELLER, Die nestorianische Denkmal zu Si-nagan-fu (Budapest, 1897); POGNON, Coupes mandaïtes (París, 1899); LITTMANN, Zamudenische Inschr. Epigraphische Denkmaler aus Abessinien (Viena, 1894); VAN BERCHEM, Corpus inscrip. arabicarum (París, 1894). Para el estudio de las inscripciones ver LIDZABARSKI, Handbuch der norsemitischen Epigraphik (Weimar, 1989), un excelente manual; IDEM, Altsemitische Texte (Giessen, 1907); COOKE, North-Semitic Inscriptions (Oxford, 1903); Clermont-Ganneau, Etudes d'archéol. or. (París, 1895); Recueil d'archéol. or. I-VIII (París, 1880-1911); LIDZBARSKI, Ephermeris für semit. Epigraphik, I-III (Giessen, 1901-11).

Fuente: Chabot, Jean-Baptiste. "Semitic Epigraphy." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13709a.htm>.

Traducido por Francisco Vázquez