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Jueves, 26 de diciembre de 2024

Economía Política

De Enciclopedia Católica

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Definiciones

La ciencia de la economía política (del griego oikonomia, el manejo de una casa o familia, y politike, relativo al Estado) o simplemente economía (ta oikonomika, el arte del manejo de la casa) es la ciencia social que se ocupa de las actividades del hombre orientadas a la consecución de los medios materiales para satisfacer sus necesidades.

Las palabra economía originalmente significaba el manejo y regulación de los recursos de la casa, es decir, de la inmediata familia con sus esclavos y dependientes. Economía política originalmente significaba la administración de los recursos del Estado. Con este significado fue todavía usada la expresión por Adam Smith (Wealth of Nations --La Riqueza de las Naciones, 1776), quien la definía así:

La economía política, considerada como una rama de la ciencia de un hombre de estado o legislador, se propone dos objetivos claramente definidos; el primero, suministrar un amplio ingreso o subsistencia para la población o, más propiamente, habilitarla para que provea a tal ingreso o subsistencia por su propia cuenta; y el segundo, proveer al Estado o nación de una renta suficiente para el servicio público. De esta manere, su propósito es enriquecer tanto a la población como al soberano.

La suma de los esfuerzos y actividades de los miembros de la casa en la adquisición de los medios para satisfacer sus necesidades puede designarse como la economía de la casa. En donde un hogar no es económicamente autosuficiente, es decir, en donde los hogares son económicamente interdependientes, tenemos una economía más amplia. Cuando esta interdependencia abarca todo un estado o nación, existe allí una economía nacional o economía política.

La expresión economía política se usa todavía en un tercer sentido. Es el nombre de la ciencia que trata de este complejo de actividades económicas de cobertura nacional.

Método

Deductivo. Los economistas ingleses de comienzos del siglo XIX, comenzando con Malthus y Ricardo, tenían la esperanza de establecer una ciencia de la economía política independiente del arte del estadista, que pudiera competir con las ciencias naturales en la exactitud de sus conclusiones. Ellos estrecharon el campo concebido por Adam Smith definiendo la economía política de varias maneras, como la ciencia de la riqueza, la ciencia del valor o la ciencia de los intercambios. Pero, conjuntamente con este estrechamiento del campo y el logro de la precisión científica en el uso de los términos, su ciencia vino a divorciarse de las realidades económicas de la vida. Su método era estrictamente deductivo. Partiendo de tres o cuatro principios para los cuales reclamaban validez universal, procedían a deducir un sistema completo sin apelación posterior a los hechos de la vida real. Estos escritores ingleses, conocidos como la escuela clásica u ortodoxa, sostenían que la economía política no debe preocuparse por consideraciones éticas o prácticas. Hacer esto, en su opinión, sería degradarla a un arte, por cuanto la ciencia de la economía política se ocupa solamente de la explicación de las relaciones causales que existen entre los fenómenos económicos. Su oficio como economistas era simplemente explicar el sistema económico existente y no el defenderlo o condenarlo, ni mostrar cómo éste podría ser remplazado por uno mejor. Para ellos, los conceptos de bueno y malo eran conceptos que concernían a los moralistas y no a los economistas.

Inductivo. En oposición a esta visión estrecha y carente de consideraciones éticas de la escuela clásica, surgió en Alemania a mediados del siglo XIX la escuelas histórica, que sostenía que la economía política es una ciencia inductiva y ética. Los economistas de esta escuela ridiculizaban las abstracciones de la escuela ortodoxa, dándose aun el caso de algunos extremistas que llegaban a alegar que la época no estaba todavía madura para una ciencia de la economía política. Ellos alegaban que el trabajo de su generación consistía en acopiar datos a partir de su propia observación y de la historia y clasificar los hechos económicos sobre los cuales podrían basarse los futuros economistas para construir una ciencia.

Deductiva e inductiva. Después de una agria controversia de medio siglo, la oposición entre las escuelas casi ha desaparecido, y ahora es de reconocimiento general que los economistas tienen que usar tanto métodos deductivos como inductivos, unas veces con predominio de los primeros y otras veces de los segundos, según la naturaleza del problema de que se esté ocupando. El mejor tratamiento actualmente consiste en manejar la economía política como una ciencia ética, es decir, hacer que incluya una discusión de lo que debería ser en el mundo económico, además de ocuparse de que lo que es. Esta ha sido siempre la práctica de los escritores católicos. Algunos de ellos llegan tan lejos que consideran a la economía política como una rama de la ética y no como una ciencia independiente. (Véase Devas, Principles of Political Economy). Para una discusión adicional de las relaciones entre las dos ciencias, ver Ética.

Ámbito

Para fines de exposición, el campo de la economía política se divide frecuentemente en cuatro partes: producción, consumo, distribución e intercambio. Algunos autores omiten una u otra de estas divisiones, ocupándose de sus problemas bajo los encabezamientos restantes.

Producción. El compartimiento de la producción se ocupa de la creación de la riqueza por medio de los esfuerzos conjuntos de la tierra, el trabajo y el capital. La creación de la riqueza implica crear utilidades, es decir, capacidades de satisfacer necesidades. Las utilidades se crean por medio de cambios en la forma de los bienes, o en su localización, o almacenándolos en un tiempo de baja demanda para tenerlos disponibles en un tiempo de mayor demanda.

Consumo. El consumo se ocupa de la destrucción de utilidades presentes en los bienes. Es la utilización de la riqueza, el cumplimiento del propósito para el cual ésta es producida.

Distribución. El compartimiento que se ocupa de la distribución considera la manera como la riqueza que ha sido producida se divide entre los agentes que contribuyeron a su producción. Las participaciones en la distribución son: la renta, pagada al terrateniente por el uso de la tierra; salarios, que es la retribución al trabajador; interés, que va al capitalista por el uso de su capital; y provecho o ganancia, que es la retribución al empresario o quien emprendió el negocio.

Intercambio. Finalmente, el intercambio tiene que ver con la transferencia de propiedad de la riqueza. Bajo este encabezamiento se discuten el dinero, el crédito y los intercambios internacionales.

Otros temas. Además de estas cuatro divisiones, generalmente se dedican capítulos separados a la tributación, los monopolios, el transporte, el progreso económico y otros problemas. Adam Smith y sus inmediatos seguidores estaban más estrechamente preocupados con los problemas de la producción. Debido al notable progreso mundial en esa dirección durante el pasado siglo (s. XIX), las desigualdades en la distribución han venido cada vez mas a ocupar un lugar prominente, y éste es ahora el campo favorito del economista.

Historia

Antigüedad. En Grecia y Roma de la antigüedad había poca probabilidad de que emergiera una ciencia de la economía política. Su sisgema industrial estaba basado en la esclavitud, los grandes latifuncios eran por lo general unidades económicas autosuficientes, dejando comparativamente poco campo para el comercio, y el trabajo era despreciado por el elemento pensante. No obstante, es posible encontrar discusiones fragmentarias sobre temas económicos, mezcladas con consideraciones éticas y políticas. Jenofonte tiene un tratamiento bastante extenso de la economía doméstica. Platón, en su República, aboga por un Estado ideal comunista. Aristóteles presenta una defensa de la propiedad privada, y escribe contra el cobro de interés, bajo el supuesto de que el dinero es estéril, y defiende ardientemente la institución de la esclavitud. Entre los romanos no había mucha originalidad. En sus escritos encontramos frecuentes discusiones sobre los méritos relativos de las fincas grandes y las pequeñas. Cicerón, Plinio el viejo y otros escritores deploraban la introducción del oro como medio de intercambio y preferían la época del trueque. Séneca escribió sobre la ética de la economía y abogaba por la vida sencilla.

Escritores patrísticos. Bajo la influencia cristiana, el trabajo, que había sido despreciado por los paganos, vino a ser respetado y honrado. Los rigores de la esclavitud fueron mitigados y se desarrollaron formas mas suaves de servidumbre, las cuales más adelante dieron paso al trabajo libre. La ley romana había insistido en los derechos de propiedad; los primitivos Padres de la Iglesia, por otra parte, insistían sobre los derechos del hombre. Algunos llegaron aun a abogar por un sistema de comunismo como el estado ideal, tolerando apenas la propiedad privada. "El suelo," dice San Ambrosio, "fue dado a los ricos y a los pobres en común." San Gregorio Magno, San Agustín, San Basilio Magno, San Juan Crisóstomo y San Jerónimo escriben de una manera similar. La usura era universalmente condenada.

Edad Media. Hacia el final de la edad media se había desarrollado una doctrina económica completa y sistemática. Esta doctrina difería de la economía política moderna en dos aspectos importantes. En primer lugar, fue desarrollada para encajar en las instituciones económicas de la época y sería indadecuada si se aplicara a nuestra época; y en segundo lugar, el énfasis se colocaba en lo que era éticamente deseable más bien que en lo que realmente existía. Sin embargo, esta última distinción es ahora mucho menos marcada que lo que era en la primera mitad del siglo XIX. Cuestiones tales como la propiedad, la riqueza, el consumo, el valor, el precio, el dinero, los préstamos, el monopolio y la tributación eran tratadas en detalle. Para el teólogo medieval, el "precio justo" de un artículo incluía lo suficiente para pagar salarios equitativos para el trabajador, es decir, suficientes para permitirle vivir de acuerdo con el estandar de vida de su clase. De una manera similar, se defendía la idea de una ganancia razonable como el salario del comerciante. Con ciertas limitaciones, el cobro de interés por los préstamos de dinero era prohibido. Por otra parte, había ciertas clases de inversiones productivas, tales como la compra de un censo, en donde se permitía el cobro de interés. Entre los escritores del período sobre temas económicos toma el primer lugar Santo Tomás de Aquino. Otros escritores de importancia fueron Enrique de Gante, Egidio Colonna, Petrarca, Nicolás Oresme, obispo de Lisieux quien escribió un libro sobre el dinero para su discípulo Carlos V y, finalmente, San Antonino, obispo de Florencia y San Bernardino de Siena.

Sistema mercantil. En los siglos XVI y XVII se estaba desarrollando una revolución en las actividades industriales, que tuvo profunda influencia sobre la literatura económica. Los grandes descubrimientos geográficos, la invención de la pólvora y de la imprenta, la decadencia del feudalismo y el surgimiento de los estados modernos, el aumento de la oferta de metales preciosos y el creciente uso del crédito --todo esto se unió para proporcionar tema para interminables discusiones. Los hombres de estado, sintiendo la necesidad de dinero para sostener la guerra, adoptaron variadas medidas restrictivas para obtenerlo. Los escritores económicos que defendían estas restricciones son usualmente clasificados como integrantes de la Escuela Mercantil. Algunas veces se intentaba retener la moneda en el país prohibiendo su exportación o envileciendo su ley. Otra forma consistía en estimular la exportación de bienes terminados y la importación de materias primas con el fin de asegurar una balanza comercial favorable. El mercantilismo alcanzó su máximo desarrollo bajo Colbert, ministro de finanzas durante el reinado de Luis XIV, y por esta razón es denominado a veces como colbertismo. Los imitadores posteriores de Colbert fueron menos exitosos, y el mercantilismo con frecuencia degeneró en un sistema de privilegios y exenciones especiales, sin ninguna ventaja adecuada para la nación. Entre los mercantilistas prominentes se cuentan Jean Bodin (m. 1596), Juan Botero (m. 1617), Juan de Mariana (m. 1623), Antonio Serra (publicó su obra en 1617), Antoine de Montchrétien (Traité d´économie politique, 1615), quien fue el originador de la expresión economía política y Thomas Mun (m. 1641), autor de "England´s Treasure by Foreign Trade."

Sistema de libertad natural. Durante el período mercantil, los hombres de estado se habían interesado en la industria principalmente para fines de llevar a cabo la guerra; en el período siguiente, las guerras se emprendían para favorecer los intereses de la industria y el comercio. Bajo la influencia mercantilista, la actitud de los gobiernos había sido decididamente paternalista. En el siglo XVIII, aquellos que hablaban en nombre del comercio y la industria demandaban que se les dejara desarrollar libremente, sin que tuvieran que estar sujetas a las riendas del gobierno. En Francia surgió una escuela de escritores económicos que luego fue conocida como la de los fisiócratas, quienes protestaban contra la doctrina de la balanza de comercio de la escuela mercantil y resumían las obligaciones del gobierno hacia la industria y el comercio en la famosa frase "laissez faire, laissez passer". Ellos creían en un benévolo "orden de la naturaleza" al que debía dejársele obrar libremente. Para ellos, solamente la agricultura era productiva. Los fisiócratas habían sido fuertemente influidos por escritores ingleses como Locke, Petty y Hume y, a su vez, estaban destinados a influir posteriormente en la economía política inglesa.

Adam Smith (1723-1790), el "padre de la economía política" fue el resultado de la combinación de las corrientes inglesa y francesa. Su obra, "An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations" ("Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, 1776), obtuvo inmediata popularidad y ejerció una profunda influencia política sobre la siguiente generación. Smith afirmaba que en tanto que el individuo busca egoístamente su propio beneficio, es conducido por una mano invisible a promover el bien público y que, puesto que el interés individual y el social son idénticos, la esfera de acción del Estado debería restringirse. De esta manera siguió adelante con el ataque al sistema mercantilista que habían empezado los fisiócratas. Smith difería de los fisiócratas en que también consideraba productivo al trabajo, además de la tierra. Entre los seguidores de Smith se destaca Malthus (Essay on Population, 1798), autor de la sobrecogedora afirmación de que la población tiende a aumentar en progresión geométrica mientras que la producción de medios de subsistencia tiende a aumentar en progresión aritmética y Ricardo (Principles of Political Economy and Taxation, 1817), cuyo nombre está asociado con la teoría de la renta diferencial, la teoría de los salarios al nivel de subsistencia y la teoría del trabajo como fundamento del valor. Otros escritores de la escuela clásica inglesa, que siguieron muy de cerca los pasos de Malthus y de Ricardeo fueron James Mill, MacCulloch Senior y John Stuart Mill. Este último, en los años finales de su vida renunció al individualismo de la escuela ortodoxa en favor de ideas socialistas.

Escuela Histórica. A mediados del siglo XIX empezó en Alemania, acaudillada por Wilhelm Roscher, Karl Knies y Bruno Hildebrand, una reacción contra la escuela ortodoxa inglesa. Estos escritores insistían en la relatividad de la teoría económica, es decir, no creían que fuera posible establecer principios económicos válidos para todos los tiempos y lugares y para todos los niveles de desarrollo económico. Además, insistían con vehemencia en la necesidad del estudio de la historia económica y en el carácter ético y práctico de la economía política. Muy pronto estos economistas lograron un completo control de la enseñanza de la economía en Alemania. Diferían radicalmente de los fisiócratas y de Adam Smith en su repudiación de la doctrina de la libertad natural. De hecho, muchos de ellos habían ido tan lejos en la dirección opuesta que recibieron el sobrenombre de Kathedersozialisten (socialistas profesoriales) por buscar apoyo en la ayuda del Estado para llevar a cabo reformas sociales.

Escuela Austríaca. Desde 1871 se ha desarrollado un grupo de escritores que hacen de la economía política una ciencia deductiva y psicológica del valor. A la explicación del valor en términos del costo de producción que da la escuela clásica, ellos oponen una teoría del valor basada en la utilidad marginal. Es un hecho psicológico bien conocido que las utilidades proporcionadas al consumidor por unidades adicionales de un bien disminuyen a medida que la disponibilidad de ese bien aumenta. Entonces, es la utilidad de la última unidad consumida (la unidad marginal) la que, según la escuela austriaca, determina el valor. Los principales representantes de esta escuela son Menger, Wieser, Boehm-Bawerk, en Austria, W. Stanley Jevons en Inglaterra y J. B. Clark en los Estados Unidos.

Socialismo. El socialismo representa la reacción extrema contra el laissez faire o sistema de libertad natural de los fisiócratas y de Adam Smith. Los promotores del laissez faire profesan creer en la identidad de intereses de las diferentes clases industriales y en consecuencia rechazan que haya una necesidad de legislación restrictiva, en tanto que los socialistas niegan enfáticamente la existencia de esa solidaridad bajo nuestro sistema actual y buscan desarrollar una "consciencia de clase" entre los trabajadores para derrocar a la clase dominante. El socialismo económico tomó prestada de Ricardo la teoría del valor basado en el trabajo y le dió una interpretación ética para sostener que, puesto que el trabajo es el único factor productor de riqueza, el trabajador debería recibir la totalidad del producto. De acuerdo con esto, los socialistas niegan a los capitalistas el derecho al interés y a los terratenientes el derecho a la renta, y convertirían al capital y a la tierra en propiedad común. De acuerdo con Karl Marx (Das Kapital, 1867), fundador del "socialismo científico," bajo el presente sistema el trabajador no recibe más que una magra subsistencia. La "plusvalía", o valor excedente que el trabajador produce por encima de este nivel, es apropiada por los terratenientes y capitalistas. Otra contribución de Marx al socialismo es la concepción materialista de la historia, de acuerdo con la cual los factores que intervienen en la historia, tales como la religión, la ética y la familia, sufren cambios en correspondencia con los cambios que va sufriendo la organización económica subyacente, de la cual estos factores son producto.

Democracia Cristiana. El movimiento que ha venido ganando terreno durante el último medio siglo entre las Iglesias cristianas, tanto la Católica como las no católicas, para enfatizar la importancia de los elementos religiosos y morales para una saludable vida económica, y que protesta más o menos vehementemente contra el laissez faire, recibe ususalmente el nombre de socialismo cristiano. Este nombre, sin embargo, no es apropiado puesto que ninguno de los así llamados socialistas cristianos adhiere al principio fundamental del socialismo, a saber, la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. Los escritores protestantes de este campo han carecido naturalmente de una autoridad que los aglutine. En Inglaterra su adopción de las asociaciones cooperativas como sustituto de la competencia les ha dado una unidad que no han logrado en otras partes.

La escuela católica está de acuerdo con el socialismo en mucha parte de sus críticas al sistema competitivo, pero se aparta de ellos al insistir en el lugar de la religión, la familia, la propiedad y el sistema de trabajo asalariado para un empleador dentro del esquema social. En cuanto a la cuestión de la intervención del Estado, hay entre los escritores católicos dos tendencias generales. El ala más "liberal", encabezada por economistas como Le Play, Périn y Víctor Brants, reduciría la acción del Estado al mínimo, en tanto que otros que toman su orientación del obispo Ketteler, del cardenal Manning y del Conde de Mun, invocarían una medida considerable del llamado socialismo de estado. La publicación de las encíclicas del Papa León XIII, Rerum Novarum, del 15 de mayo de 1891, y la Graves de Communi, del 18 de enero de 1901, dió un fuerte impulso a la unidad de esfuerzos entre los católicos.

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Fuente: O'Hara, Frank. "Political Economy." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. 27 Aug. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/12213b.htm>.

Traducido por Jorge Lopera Palacios