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Sábado, 20 de abril de 2024

Uso litúrgico del Pan

De Enciclopedia Católica

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En la liturgia Cristiana el pan se usa principalmente como uno de los elementos del sacrificio Eucarístico. Nuestro Divino Señor consagró pan y vino en la Ultima Cena, y mandó a sus discípulos hacer lo mismo en conmemoración Suya, y así, desde entonces, pan hecho de harina batida ha sido ofrecido en el altar por el sacerdote celebrante para consagrarlo en el Cuerpo del Señor. Es un asunto debatido si en la institución de la Sagrada Eucaristía, Cristo usó pan con levadura o sin levadura, puesto que pueden obtenerse diferentes conclusiones, de una parte, del evangelio de San Juan y, de otra, de los Evangelios sinópticos. La historia no establece en forma definitiva cual fue la práctica de los Apóstoles y sus sucesores, pero puede afirmarse con alguna probabilidad, que ellos hacían uso del pan que estuviera a la mano, bien fuese ázimo o fermentado. Costumbres diferentes comenzaron a surgir gradualmente en diferentes localidades y luego se convirtieron en tradición. Las Iglesias Orientales generalmente hacían uso del pan con levadura y todavía lo hacen, mientras que las Iglesias Occidentales declararon su preferencia por el pan ázimo. Al momento del cisma esta diferencia de práctica dio pie a mucha discusión sobre el valor de sus respectivas pretensiones en el seguimiento del ejemplo de Cristo, y fomentó amargas controversias aún en años recientes. Cualquier clase de pan, por supuesto, es materia válida para el sacrificio, así que la diferencia de la usanza sería de poca importancia dogmática. (ver ACIMOS).

En la Iglesia primitiva el pan y el vino para el sacrificio eran llevados al altar por los fieles, contribuyendo cada uno con su parte. Un vestigio de esta práctica puede verse ahora en el rito de consagración de un obispo, pues en el Ofertorio, el obispo recién consagrado presenta al consagrante, entre otras ofrendas, dos hogazas de pan, una de las cuales es dorada y la otra plateada, ambas adornadas con el escudo de armas del consagrante y el obispo. Un uso similar se encuentra en la ceremonia de la solemne canonización de santos, donde en el ofertorio, uno de los cardenales presbíteros hace un ofrecimiento al papa de dos hogazas de pan, una dorada y otra plateada. Aunque al comienzo el pan que servía para uso común era ofrecido en el altar, no obstante, la creciente veneración por la Sagrada Eucaristía pronto realizó el cambio, así que los panes para el altar fueron especialmente preparados, asignándoles una forma redonda de espesor moderado, y fueron estampados con una cruz o algún otro emblema religioso significante con referencia especial a Nuestro Señor en la Eucaristía. Estas hostias llegaron a ser más pequeñas y delgadas en la Iglesia Occidental hasta que asumieron la forma ligera a modo de oblea ahora tan común en la Sagrada Eucaristía; pan así sirve para el ofrecimiento del sacrificio, y después de la consagración para la Comunión del celebrante, el clero, los laicos, así como para la reservación para que la Comunión pueda ser llevada al ausente, o que el Bendito Sacramento pueda ser adorado en el tabernáculo o en la custodia. En Roma, en un tiempo era costumbre del papa enviar una parte del pan consagrado a los sacerdotes en las iglesias titulares de forma tal que todos pudieran unirse en el ofrecimiento del mismo sacrificio así que este fermento, como fue llamado, pudiera en sentido espiritual fermentar la masa completa de los fieles, hacerlos uno con el papa en fe y adoración. Los Obispos también solían enviar el Pan Eucarístico a sus sacerdotes con el mismo propósito y también unos a otros para significar que se admitían unos a otros en la comunión eclesiástica. Para prevenir abusos y profanación al Sacramento, esta costumbre fue tempranamente prohibida y pronto desapareció. Entonces comenzó la usanza de enviar pan bendito en lugar de la Sagrada Eucaristía a aquellos que no comulgaran en la Misa, y a quienes pudieran desear recibir este regalo como una prenda de comunión de fe. Los que no comulgaban recibían pan ofrecido en el Ofertorio de la Misa pero no consagrado. Este parece no haber recibido otra bendición que la de la plegaria del Ofertorio, y era considerado bendito porque formaba parte de la oblación. Este pan es llamado eulogia, porque es bendito y porque una bendición acompaña su uso; también es llamado antidoron, porque es un sustituto para el doron, la ofrenda real, que es la Sagrada Eucaristía. El eulogia está prescrito en las liturgias de San Basilio y San Juan Crisóstomo, pero ahora es distribuido a todos, comulgantes y no comulgantes. Existía también en el Occidente, y es mencionado por San Gregorio de Tours, el Concilio de Nantes, y León IV, en términos que lo harían aparecer como una costumbre universal.

Las pequeñas hogazas o tortas de pan que recibían una bendición especial y eran luego enviadas por los obispos y sacerdotes a otros, como regalos en señal de afecto fraterno y comunión eclesiástica eran también llamadas eulogiae. Las personas a quienes era negado el eulogia, eran consideradas fuera de la comunión de los fieles, y así los obispos algunas veces lo enviaban a una persona excomulgada para indicar que la censura había sido removida. Más tarde, cuando los fieles ya no suministraban el pan del altar, surgió la costumbre de llevar pan a la iglesia con el propósito especial de tenerlo bendito y distribuido entre los presentes como señal de mutuo amor y unión, y esta costumbre todavía existe en la Iglesia Occidental, especialmente en Francia. Este pan bendito era llamado panis benedictus, panis lustratus, panis lustralis, y ahora es conocido en Francia como pain bénit. Difiere del eulogia mencionado arriba, porque no es parte de la oblación de la cual se selecciona la partícula que va ser consagrada en la Misa, sino más bien es pan común que recibe una bendición especial. En muchos lugares es costumbre que cada familia en turno obsequie el pan en Domingos y días festivos, mientras en otros lugares solamente lo proveen las familias más ricas. Generalmente el pan es presentado con alguna solemnidad en el Ofertorio de la Misa parroquial, y el sacerdote lo bendice antes de la Oblación de la Hostia y el Cáliz, pero existen diferentes costumbres en diferentes diócesis. La oración ordinariamente utilizada para la bendición es la primera o la segunda: benedictio panis impresa en el misal y ritual Romano. Los fieles eran exhortados a participar de él en la iglesia, pero frecuentemente era llevado a casa. Este pan bendito es un sacramental, el cual animaría a los Cristianos a practicar especialmente las virtudes de la caridad y unidad de espíritu, y que trae bendiciones a quienes participan de él con debida devoción. La Iglesia, cuando lo bendice, suplica que aquellos que lo comen puedan recibir salud tanto física como espiritual: “ut omnes ex eo gustantes inde corporis et animae percipant sanitatem”; “ut sit omnibus sumentibus salus mentis et corporis”. En algunos casos el pain bénit era utilizado no solamente con significado supersticioso, y sus virtudes exageradas más allá de toda medida, sino también con propósitos profanos. Este uso fue llevado de Francia a Canadá, y se practicaba principalmente en la provincia de Quebec. Allí el pain bénit era bendecido inmediatamente después del Asperges, y luego distribuido a los que asistían a Misa mayor. Los feligreses a su vez lo proveían, y competían unos con otros para ofrecer el pain bénit tan rico y fino como fuese posible, hasta que finalmente los obispos, viendo que aquello ocasionaba demasiado gasto encima de las pobres circunstancias, lo prohibieron. Poco más o menos en los últimos veinticinco o treinta años, la costumbre ha desaparecido completamente.

En el ritual Romano actual hay seis bendiciones para el pan. Dos de estas, llamadas simplemente benedictio panis, y como se mencionó antes, son a menudo utilizadas para bendecir el panis bénit. La tercera, denominada benedictio panis et placentarum (bendición del pan y las tortas), se encuentra en el apéndice entre las bendiciones que no son reservadas. Las otras tres están aprobadas para localidades particulares, y son bendiciones especiales dadas bajo la invocación de ciertos santos, usualmente en sus días de fiesta, con el fin de obtener favores especiales mediante su intercesión. La primera, aprobada para la Arquidiócesis de Colonia, es una bendición de pan, agua y sal, dada bajo la invocación de San Huberto; la segunda, aprobada para la Diócesis de Bois-le-Duc, es una bendición de pan y agua bajo la invocación de San Macuto, y la tercera, para la Diócesis de Urgel, es una bendición de pan, vino, agua y fruta para ser usados en la fiesta de San Blasio. Algunos otros lugares tienen aprobación local de bendición de pan en ciertos días festivos, como por ejemplo en la fiestas de Santa Genoveva, de San Nicolás de Tolentino y otros.

También se usa pan en el rito de ordenación de sacerdotes, como una Hostia colocada sobre la patena que el candidato toca, para significar el poder que se le da para consagrar pan en el Cuerpo de Cristo. También algunas veces es prescrito en las rúbricas que el obispo, después de utilizar los Santos Oleos, como por ejemplo en la confirmación y ordenación, limpiará sus dedos con migas de pan. Tales son, en la liturgia Cristiana, los usos más importantes y generales del pan, que, como se verá, están limitados principalmente a la Sagrada Eucaristía. Con excepción de algunas pocas bendiciones de pan para propósitos especiales, la mayoría de estos usos están estrechamente conectados con el sacrificio Eucarístico, y generalmente derivan su origen de ceremonias practicadas con el pan Eucarístico. (Ver ANTIDORON, ACIMOS, EUCARISTIA, EULOGIA)

Escrito por J.F. GOGGIN

Transcrito por Joseph P. Thomas

Traducido del Inglés por Daniel Reyes V.