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Viernes, 29 de marzo de 2024

Relación del Universo con Dios

De Enciclopedia Católica

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1. Dependencia Esencial del Universo en Dios (Creación y Conservación)

Al desarrollar el argumento de la Causa Primera hemos visto que el mundo depende esencialmente de Dios y esta dependencia implica, en primer lugar, que Dios es el Creador del mundo, el productor de todo su ser o sustancia, y, en segundo lugar, suponiendo su producción, que su continuidad en el ser, en todo momento, se debe a Su poder sustentador. Creación (q.v.) significa la producción total de un ser partiendo de la nada, esto es, el traer a un ser a la existencia como reemplazo de la absoluta inexistencia, y la relación del Creador es la única relación concebible en la que lo Infinito puede enfrentarse a lo finito. Las teorías panteísticas, que representarían a las variedades de seres en el universo como otras tantas determinaciones o emanaciones o fases de una misma y eterna realidad: la Sustancia, según Spinoza, el Ego Puro, según Fichte, el Absoluto, según Schelling, la Idea Pura o el Concepto Lógico, según Hegel, están simplemente plagadas de contradicciones y constituyen, como ya se ha dicho, una negación de la distinción entre lo finito y lo infinito. Además, la relación del Creador con lo creado permanece igual aunque se admita la posibilidad de la creación eterna; el Infinito tiene que ser el productor de lo finito aunque sea imposible determinar un momento en el tiempo en el que la producción no haya tenido ya lugar. Por cierto conocimiento del hecho de que el ser creado, y el tiempo mismo, tuvieron un comienzo definido en el pasado, podemos confiar en la revelación, aunque, como ya se ha dicho, la ciencia sugiere el mismo hecho.

El también evidente que, si el universo depende de Dios para su producción, también tiene que depender de Él para su conservación o continuidad en el ser; y esta verdad se puede presentar tal vez mejor explicando el tan mencionado principio de la inmanencia Divina, tal como ha sido corregido y contrarrestado por el igualmente importante principio de la trascendencia Divina.

2. Inmanencia y Trascendencia Divinas

Se atribuye a los dehesitas el concepto, o al menos la tendencia a conceptuar, que Dios, habiendo creado el universo, le permite seguir su propio curso según leyes inamovibles y deja, por así decirlo, de interesarse en él o de responsabilizarse por lo que pueda suceder; y en ocasiones se recurre, tal vez con demasiada vehemencia, a la inmanencia Divina para oponerse a este concepto. Dios es inmanente, o está íntimamente presente, en el universo, porque se requiere Su poder en todo momento para sostener a las criaturas en el ser y para coincidir y cooperar con ellas en sus actividades. La conservación y el concurso son, por así decirlo, continuaciones de la actividad creadora e implican igualmente una íntima relación entre Dios y sus criaturas o, más bien, una dependencia igualmente íntima e incesante de Dios por parte de sus criaturas. Las criaturas, sea lo que fueren, lo son poor virtud del poder conservador de Dios; hagan lo que hicieren, lo hacen por virtud del concurso de Dios. No se niega, claro está, que las criaturas son verdaderas causas y producen efectos reales; pero son sólo causas segundas, su eficiencia es siempre dependiente y derivada; Dios, como la Causa Primera, es un cooperador siempre activo en sus acciones. Esto es cierto incluso en lo que se relaciona a los actos libres de una criatura inteligente como el hombre; sólo que, en este caso, se debe agregar que la responsabilidad Divina cesa al momento en el que aparecen el pecado o el mal moral. Sin embargo, puesto que el pecado es una imperfección, no se impone ningún límite a la supremacía de Dios.

Pero, para la insistencia en la inmanencia Divina no degenere en panteísmo, y hay una tendencia en este sentido por parte de muchos autores modernos, es importante enfatizar, al mismo tiempo, la verdad de la trascendencia de Dios, en otras palabras, recordar lo que ya se ha repetido otras veces, que Dios es un Ser personal simple e infinitamente perfecto cuya naturaleza y acción, en su debido carácter Divino, trascienden infinitamente todas las posibles formas de lo finito y no pueden identificarse formalmente con éstas sin contradicción.

3. Posibilidad de los Sobrenatural

Del estudio de la naturaleza hemos inferido la existencia de Dios y hemos deducido ciertas verdades fundamentales en cuanto a Su naturaleza y atributos y Su relación con el universo creado. Con base en estas verdades, resulta fácil deducir otra importante verdad, con una breve referencia a la cual podemos concluir adecuadamente esta sección. No importa cuán maravilloso consideremos que es el universo, nos damos cuenta de que ni en su sustancia ni en las leyes por las cuales se mantiene su orden, en la medida en la que la razón, pos sí sola, puede llegar a conocerlas, agota el poder infinito de Dios ni revela con perfección Su naturaleza. Si se sugiriese entonces que, para complementar lo que nos enseña la filosofía acerca de Él y de Sus propósitos, Dios podría estar dispuesto a beneficiar a las criaturas racionales con una revelación personal inmediata, en la que Él ayuda a los poderes naturales de la razón mediante la confirmación de lo que estos ya saben e impartiéndoles muchos otros conocimientos que de otra forma no podrían poseer, será evidente, de inmediato, que no hay imposibilidad alguna en esta sugerencia. Todo lo que hay que entender es que Dios debe ser capaz de comunicarse directamente con la mente creada y que los hombres deben poder reconocer, con suficiente certeza, que la comunicación el realmente Divina, y que estas dos condiciones pueden cumplirse es algo que ningún teísta puede negar con base en la lógica (ver REVELACIÓN; MILAGROS). Admitido este hecho, se sigue, como consecuencia lógica, que el conocimiento así obtenido, al estar garantizado por la autoridad de Aquel que el la Verdad infinita, es el conocimiento más seguro y confiable que podemos poseer.

P.J. TONER Transcrito por Tomas Hancil Traducido por Rosario Camacho-Koppel www.catholicmedia.net