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Viernes, 29 de marzo de 2024

Papa Nicolás II

De Enciclopedia Católica

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Papa Nicolás II, Gerardo de Borgoña, nació en Chevrón, en el departamento de Saboya (Francia) y fue elegido Papa en Siena en el 1058 d. C. tomando el nombre de Nicolás II. Falleció en Florencia el 19 o el 27 de julio de 1061. Al igual que su predecesor Esteban X [1], fue canónigo de Lieja. En el año 1046 fue ordenado obispo de Florencia dónde restauró la vida canónica entre el clero de numerosas iglesias.

Al conocerse en Roma, el cuatro de abril de 1058, las noticias sobre la muerte en Florencia de Esteban X el partido tusculano nombró como su sucesor a Juan Mincio, obispo de Velletri, que tomaría el nombre de Benedicto X. La violencia y la corrupción hicieron que su elevación fuese contraria a las órdenes específicas que había dictado Esteban X en las que indicaba que después de su muerte no se escogiera un sucesor hasta que Hildebrando (futuro papa Gregorio VII N. del T.) regresara de Alemania. Varios cardenales protestaron por la irregularidad del proceso, pero fueron obligados a huir de Roma.

Hildebrando se encontraba en Florencia, de regreso de su viaje cuando recibió las noticias de estos acontecimientos. Llegó a Roma tras haber concertado con el duque Godofredo de Lorena-Toscana el apoyo a la elevación al papado del obispo Gerardo y ya en la ciudad consiguió que parte de la población de Roma apoyara a este candidato. Una embajada enviada entonces a la corte imperial aseguró el apoyo de la emperatriz Inés. Por recomendación de Hildebrando, los cardenales se reunieron en Siena en diciembre de 1058 y eligieron a Gerardo quien escogió el nombre de Nicolás II. En su viaje a Roma, el nuevo papa presidió en Sutri un concurrido sínodo, en el que en presencia del duque Godofredo y del canciller imperial, Guiberto de Parma, anunció la deposición de Benedicto X. Este abandonó Roma en enero de 1059 y la solemne ceremonia de coronación de Nicolás II tuvo lugar el veinticuatro del mismo mes.

Hombre culto y honesto, el nuevo pontífice supo rodearse de consejeros capaces y para suprimir el peligro que representaba el apoyo armado que todavía recibía el depuesto Benedicto X encomendó a Hildebrando para entablar negociaciones con los normandos del sur de Italia. El enviado papal reconoció al conde Ricardo de Aversa como príncipe de Padua recibiendo en cambio tropas normandas que le permitían al papa hostigar a Benedicto en la zona de la Campania. Aunque la campaña no resultó en una derrota total del bando opositor, le permitió a Nicolás realizar una visita pastoral en 1059 a las regiones de Espoleto, Farfa, y Osimo. Durante este viaje elevó a Desiderio, abad de Montecasino, a la dignidad de cardenal-presbítero nombrándolo su legado para Campania, Benevento, Apulia y Calabria. Anteriomente había enviado a San Pedro Damián y a Anselmo, obispo de Luca, como legados suyos a Milán dónde los excesos de un clero casado y simoníaco había dado lugar a un movimiento reformista conocido como la Pataria (del milanés patteri: andrajoso N. del T.). En un ambiente tumultuoso que llegó a amenazar sus vidas, ambos legados presidieron un sínodo que buscaba restaurar la disciplina eclesial y finalmente lograron que el arzobispo Guy y clero milanés repudiaran de forma solemne las prácticas de simonía y concubinato.

Una de las necesidades eclesiales más imperiosas de la época consistía en la reforma de las elecciones papales. Se hacía necesario que estas se vieran libres tanto de la nefasta influencia de las facciones políticas romanas como del menos dañino, pero también cuestionable, control secular por parte del emperador. Con este fin, Nicolás reunió en la Pascua de 1059, en Letrán, a un sínodo dónde participaron ciento trece obispos y es célebre por las leyes de allí emanadas relativas a las elecciones papales. Los esfuerzos para determinar el texto auténtico de estos decretos causaron importantes controversias durante el siglo XIX. Que estas discusiones no resultaran en una opinión consensuada no es algo que deba extrañar dado que solamente treinta años después de la publicación de los decretos ya existían quejas sobre la ambigüedad del texto. Los aspectos fundamentales de estas leyes que se exponen a continuación parten de dos recensiones: una papal y otra imperial.

1. A la muerte del papa, los cardenales obispos se reunirán y seleccionarán un candidato. Cuando se llegue a un acuerdo, ellos y el resto de los cardenales procederán a la elección. El resto del clero y los laicos disfrutan del derecho de aclamar dicha elección.

2. Debe ser elegido un miembro del clero romano. Si no es posible seleccionar un candidato calificado en la iglesia de Roma, entonces puede ser elegido un eclesiástico de otra diócesis.

3. La elección se realizará en Roma excepto que sea imposible una elección libre. Entonces la elección puede realizarse en cualquier otra parte.

4. Si la guerra u otra circunstancia hiciera imposible la entronización del nuevo papa en la Cátedra de San Pedro, este disfrutará, no obstante, del ejercicio de la total autoridad Apostólica.

5. Se tendrá la debida consideración por el derecho de confirmación o reconocimiento concedido al rey Enrique, y se mostrará la misma deferencia a sus sucesores, a quienes se les ha otorgado personalmente un privilegio similar.

Estas estipulaciones constituían de hecho un cuerpo legal nuevo, pero también tenían la intención implícita de aprobar el procedimiento seguido para la elección de Nicolás II. En cuanto al derecho imperial de aprobación, este devendría en un mero privilegio personal otorgado por la Sede Romana. En el mismo sínodo se prohibían las ordenaciones simoníacas, la investidura laica y la celebración de la misa por sacerdotes de los que se supiera, vivieran en concubinato. Fueron abolidas las reglas para el gobierno de canónicos y monjas que habían sido proclamadas en la dieta de Aix-la-Chapelle (817 d. C.), debido a que permitían la propiedad privada y una abundancia de alimentos tal que muchos obispos habían declarado indignados que era más propia de marineros y matronas destempladas que de clérigos y monjas. Berengario de Tours, cuyas enseñanzas habían recibido condenas sucesivas por oponerse a la doctrina de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, se presentó ante el sínodo y fue obligado a firmar una fórmula de abjuración.

A finales de junio de 1059, Nicolás partió a Montecasino y de ahí prosiguió hasta Melfi, la capital de la Apulia normanda. En esta ciudad presidió un importante sínodo y concluyó la estratégica alianza con los normandos (julio – agosto, 1059). El conde Roberto Guiscardo fue investido como soberano de Apulia, Calabria y Sicilia, en caso de que pudiera tomar esta última de manos sarracenas y a cambio se comprometió a pagar un tributo anual y a mantener las tierras otorgadas en calidad de vasallo papal y a proteger la Sede de Roma, sus posesiones y las elecciones papales. Un acuerdo similar se cerró con el príncipe Ricardo de Capua. Después de presidir un sínodo en Benevento, Nicolás regresó a Roma al frente de un ejército normando con el que reconquistó la Palestrina, Túsculo y Mentana para la Santa Sede y forzó a Benedicto X a firmar su capitulación en Galeria (otoño de 1059). Hildebrando, el alma del pontificado fue entonces creado archidiácono.

Para garantizar la aceptación general de los decretos emitidos por el sínodo lateranense, Nicolás envió a Francia, a finales de 1059, al cardenal Esteban quién presidiría los sínodos de Vienne (31 de enero de 1060) y Tours (17 de febrero 1060). Dichos decretos habían causado una gran insatisfacción en Alemania porque reducían los derechos imperiales de confirmación a la condición precaria de privilegio personal que se otorgaba a voluntad. Sin embargo, Nicolas pudo confirmarlos sin temor a represalias durante el sínodo lateranense de 1060 gracias a la protección normanda. Después de este sínodo, el cardenal Esteban, que ya había concluido su misión en Francia, fue enviado en calidad de legado a Alemania. Ahí solicitó en vano durante cinco días una audiencia en la corte tras lo cual regresó a Roma. Su infructuosa misión fue seguida por un sínodo alemán que anuló todas las ordenanzas de Nicolás II y promulgó su deposición. La respuesta del papa consistió en reafirmar los decretos referentes a las elecciones en el sínodo de 1061 dónde además se renovó la condena a la simonía y concubinato clerical.

Nicolás II fue enterrado en la catedral de Santa Reparata (actual Santa María del Fiore N. del T.), Florencia, ciudad de la que había permanecido siendo obispo incluso después de su elevación a la sede papal. Su pontificado, aunque de corta duración estuvo marcado por acontecimientos cargados de consecuencias trascendentales.


Bibliografía: JAFFÉ, Regesta Pontif. Roman., I (2da ed., Leipzig, 1885), 557-66; Diplomata, Epistolæ, Decreta en P.L., CXLIII, 1301-66; CLAVEL, Le Pape Nicolas II (Lyons, 1906); DELARC, Le Pontificat de Nicoles II en Rev. des Quest. Hist., XL (1886), 341-402; WURM, Die Papstwahl (Cologne, 1902), 24-8; HEFELE, Conciliengeschichte, IV (2da ed., Freiburg, 1879), 798-850; MANN, Lives of the Popes, VI (St. Louis, 1910), 226-60; FUNK, tr. CAPPADELTA, Church History, I (St. Louis, 1910), 263-4, 274. Para bibliografía sobre los decretos para las elecciones, ver HERGENRÖTHER-KIRSCH, Kirchengeschichte, II (Freiburg, 1904), 342-4.

Fuente: Weber, Nicholas. "Pope Nicholas II." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 29 Sept. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/11055a.htm>.

Traducción: José Andrés Pérez García



1. Algunas listas papales nombran a este papa como Esteban IX pues omiten la elección de Esteban II quién sería elegido en un proceso que duró entre el 16 y el 22 de marzo de 752 y fallecería tres días después de su elección el 25 de marzo, ocupando la Sede Apostólica por únicamente tres días (N. del T.).