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Martes, 16 de abril de 2024

Mozart, Wolfgang Amadeus

De Enciclopedia Católica

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(Johann Chrysostomus Wolfgang Amadeus Mozart)

Uno de los más grandes genios musicales en la historia, nacido en Salzburgo, Austria, el 27 de Enero de 1756; muerto en Viena, el 5 de Diciembre de 1791.

Su padre, Leopoldo Mozart, asistente del maestro del coro y músico de la corte del Príncipe-Arzobispo de Salzburgo, fue uno de los más distinguidos músicos de su tiempo. Fue el autor del mejor método para tocar violín redactado para ese período, y fue un hombre de esmerada educación y genuino carácter. Dándose cuenta de los extraordinarios dones de su hijo y también de las grandes dotes musicales de su hija María Ana, mayor cinco años que Wolfgang, dedicó toda su energía y conocimiento a su educación.

Wolfgang a la edad de tres años solía pasar horas enteras al piano, descubriendo, para su gran alegría, intervalos consonantes, y aún no tenía cuatro años cuando comenzó a recibir de su padre entrenamiento sistemático en la ejecución del piano y en la teoría de la música, improvisando aún antes de que pudiera escribir notas. La ejecución del piano le vino prácticamente por intuición, un hecho que demostró para el asombro de su padre y una compañía de artistas, ejecutando a primera vista el papel de segundo violín en un trío para instrumentos de cuerda. Todavía no tenía cinco años cuando su padre escribió para él un tema para el piano con variaciones, que él mismo había compuesto. Tan preciso era el oído del niño que recordaría el timbre del sonido de un violín que había escuchado aún semanas antes. Su sensibilidad era tal que los sonidos ásperos eran aflictivos para él, casi causándole desvanecimiento el sonido de una trompeta. Wolfgang todavía no tenía ocho años cuando su padre emprendió una gira de concierto con sus dos hijos, visitando Munich, Viena, y Presburgo. En todas partes sus actuaciones, especialmente la de los niños, creaban gran asombro. En 1763 Leopoldo Mozart visitó París con sus prodigios, y en el siguiente Abril Londres, donde permanecieron hasta Julio de 1764. Recibidos y agasajados por la realeza y gente de alta posición social, los niños Mozart, pero particularmente Wolfgang, fueron considerados maravillas musicales del mundo. En su viaje de regreso a Salzburgo visitaron La Haya y las principales ciudades de Francia y Suiza. Durante todos estos viajes, y la distracción y excitación inherentes a ellos, Wolfgang hizo progresos en todas las ramas de la música y otros conocimientos. Compuso constantemente y en casi toda forma instrumental conocida. De regreso en casa, se consagró al arte del contrapunto, y al perfeccionamiento de su técnica en piano, violín, y ejecución del órgano. Su patrón, el Arzobispo von Schlatterbach, escéptico respecto a los logros reportados del muchacho como compositor, invitó a Wolfgang a su palacio, prohibiendo comunicación de cualquier clase con él, y dándole el texto de la primera parte de un oratorio, preparado por el arzobispo, para ponerle música. La segunda y tercera partes de esta obra fueron compuestas por Michael Haydn y Antonio Cajetano Adlgasser respectivamente. Fue publicada en Salzburgo en 1767, y ejecutada durante Cuaresma del mismo año. Un año más tarde, a la edad de doce, Wolfgang visitó Viena nuevamente, y fue comisionado para escribir una ópera cómica, “La Finta Semplice”, para la cual Marco Coltellini suministró el libreto. Intrigas de todas clases, especialmente en la parte de los miembros de la orquesta del teatro, que se oponían a tocar bajo la dirección de un muchacho de doce años, impidieron su ejecución. Regresando a Salzburgo, Wolfgang fue nombrado maestro de concierto, primero sin compensación, pero después le fue asignado un estipendio mensual de doce florines. Leopoldo Mozart, molesto por la falta de reconocimiento de Wolfgang, hizo todo el esfuerzo para asegurar para él un nombramiento adecuado en el campo más grande de Munich y Viena, y también Florencia, pero no teniendo éxito, finalmente decidió visitar Italia, con el propósito de ganar allí el prestigio que él éxito en ese país luego trajo consigo. En Bolonia, llegaron a familiarizarse con el Padre Giambattista Martini (1706-1784), el músico más erudito de ese tiempo. Este maestro puso a Wolfgang continuas pruebas en escritura de contrapunto, que éste soportó con facilidad y destreza consumada. En Roma el joven Mozart realizó su famosa proeza de instrumentar el “Miserere” de Allegri para doble coro, después de escuchar su ejecución el Miércoles de Semana Santa. Escuchando la obra repetida el siguiente Jueves, no tuvo que hacer sino unas pocas correcciones menores a su manuscrito. Después de ser nombrado Caballero de la Espuela Dorada, agasajado, y aclamado a través de Italia por el mundo artístico y aristocrático como el más grande genio musical viviente, Wolfgang regresó a su modesta posición en Salzburgo. Repetidas veces trató de encontrar una atmósfera mas amigable en Munich, Mannheim, París, y en otras partes, pero sin éxito. El continuó, excepto por visitas ocasionales a otras ciudades con el fin de dirigir nuevas obras, residiendo en Salzburgo hasta sus veintiun años, cuando estableció su residencia permanente en Viena.

Rechazó por razones patrióticas un ofrecimiento de Federico Guillermo II de Prusia para llegar a ser director de la corte en Berlín con un salario de tres mil thalers . Mozart estaba ahora en la plenitud de sus facultades, creando con sorprendente rapidez obras que permanecerán clásicas para todo tiempo: operas, sinfonías, cuartetos, conciertos, etc., todas las cuales incrementaron su fama, pero no mejoraron su condición material. No solo se le negó el debido reconocimiento, sino que su vida fue una continua lucha por la existencia. Su solicitud para asistente de conducción de la casa de ópera imperial fracasó. Aplicó para una posición similar en la catedral de San Esteban, con la esperanza de promoción final al puesto de maestro del coro. Solamente en su lecho de muerte recibió las nuevas de su nombramiento. Este gran maestro murió a la edad de treinta y cuatro años y fue sepultado, en una tumba de pobre, siendo actualmente desconocido su lugar exacto de descanso. Solamente unas pocas personas acompañaron sus restos al cementerio.

La individualidad de Mozart fue de un carácter exquisitamente delicado, tierno, y noble. Sus óperas, “Don Juan”, “La Flauta Mágica”, “Las Bodas de Fígaro”, “Cosi fan tutte”, “La Clemenza di Tito”, con motivo de su belleza melódica y sinceridad de expresión, tienen tan fuerte arraigo en los afectos del público musical de hoy como lo tuvieron a finales del siglo dieciocho. Sus obras instrumentales continúan deleitando a músicos de todo el mundo. Como compositor para la Iglesia, sin embargo, no alcanza, aún artísticamente, el elevado nivel que mantuvo en otros campos. En su día la música de la Iglesia, el canto Gregoriano, era prácticamente ignorado en Alemania, y tristemente despreciado en otros países. Mozart tuvo poco conocimiento de los maestros del siglo diez y seis, y en consecuencia su estilo de escribir para la Iglesia pudo no haber sido influenciado por ellos. El propio de la Misa, que trae a cantores y congregación en íntima comunicación con la liturgia del día particular, era raramente cantado. Las quince misas, letanías, ofertorios, su gran “Requiem”, así como muchas composiciones más pequeñas, la mayoría de ellas escritas para solo, coro, y orquesta, en el mismo estilo de sus obras seculares, no reflejan el espíritu de la Iglesia universal, sino más bien la concepción subjetiva y disposición de ánimo del compositor y el espíritu Josefinista de la época. Lo que Mozart, con su imaginación Rafaelesca y su temperamento, habría sido para la música sacra si hubiera vivido en una época diferente y en ambiente diferente, o se hubiera sobrepuesto a los propios, puede ser fácilmente imaginado.

JAHN, W.A. Mozart, tr. TOWNSEND (London, 1882); NOHL, Mozart's Leben, tr. LALOR (Chicago, 1893); NOTTEBOHM, Mozartiana (1880); KOCHEL, Chronologisch-thematisches Verzeichnis admmtlicher Tonwerke W. A. Mozart's (Leipzig, 1862-1889); MEINARDUS, Mozart ein Kunstlerleben (Leipzig, 1882).

Escrito por JOSEPH OTTEN

Transcrito por Thomas M. Barrett

Dedicado al Sr. Jeanne Frolick

Traducido por Daniel Reyes V.