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Miércoles, 8 de mayo de 2024

Fuentes de agua bendita

De Enciclopedia Católica

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Los recipientes preparados para el uso de agua bendita son de origen muy antiguo, y los testimonios arqueológicos compensan, en cierta medida, el silencio que, sobre ellos, guardan los documentos históricos y litúrgicos. Las pilas de agua bendita pueden dividirse en tres categorías: pilas fijas, colocadas a la entrada de las iglesias; pilas transportables, emplazadas para aspersiones y ritos sacramentales; y pilas privadas, en las que el agua bendita se guarda en domicilios privados.

La pila de agua bendita fue originalmente la fuente para las abluciones, cantharus, o phiala, colocada en el centro del atrio de la basílica y todavía se encuentra en Oriente, especialmente en Monte Atos, en Djebeil en Siria, y en Haia-Napa en la Isla de Chipre. Estas fuentes eran usadas por los creyentes quienes, antes de entrar en la iglesia, lavaban sus manos y pies de acuerdo con un rito probablemente derivado del Judaísmo y todavía observado en países Musulmanes. Cuando el atrio de la basílica Cristiana se redujo a proporciones de un estrecho patio o un simple cobertizo, la fuente dejó paso a una menos pretenciosa estructura. Ahora sólo excepcionalmente encontramos la fuente dando servicio como pila de agua bendita, principalmente en Monte Atos, donde la fuente del monasterio de Laura queda cerca del catholicon (área universal o general; n.d.t.) enfrente de la entrada y está cubierto por una cúpula que descansa en ocho pilares. La pila toma el lugar de las fuentes de las abluciones que eran indispensables en las antiguas basílicas; al presente falta el agua y sólo borbotea en los días en que ha de ser bendecida. La bendición del agua tiene lugar en la víspera de la Epifanía después de Misa y Vísperas, y es nombrada la “gran bendición” (megas hagiasmos), distinguiéndola así de la “pequeña bendición” (mikros hagiasmos), que se lleva a cabo con menos ceremonia el primer día de cada mes, excepto en Enero (el 5º) y septiembre (el 14º).

En el siglo VI Paulo Silenciario, al describir las maravillas de Santa Sofía, en el año del Señor 590, menciona la presencia de la fuente de la cual “el agua salta ruidosamente en el aire, emergiendo de un tubo de bronce con una fuerza tal que desvanece todos los males, cuando en el mes de las melodías de oro (Enero), en la noche de la Divina iniciación, el pueblo recoge en vasijas un agua incorruptible, a la que no alcanza ninguna contaminación, cuando, aún apartada de su origen durante varios años, es guardada en una jarra y custodiada en sus casas.” En Laura el agua bendita no espanta males, ilumina las almas; los creyentes no la recogen con el propósito de llevársela, sino que quedan santificados por el rito. En el siglo cuarto la bendición del agua se menciona en el Ritual Serapión (ver AGUA BENDITA). En el Ritual Bizantino la oración usada para esta bendición, similar a aquella de la Epíclesis Eucarística, invoca al Espíritu Santo sobre las aguas. Como las especies de pan y vino, el agua bendita es llamada hagiasma. En el Eucologio de Barberini del siglo octavo o noveno, el título de una oración nos muestra que el agua bendita renovaba los efectos del bautismo.

Las pocas inscripciones griegas encontradas en supuestas vasijas para agua bendita no indican de ninguna manera que estuviesen destinadas a tan alta dignidad. La pila de agua bendita de Cartago y varias urnas de mármol conservadas en museos o descritas por anticuarios muestran meramente copias de una fórmula tomada de la Sagrada Escritura: “Toma agua con alegría porque la voz del Señor está sobre las aguas” (Quizás sea una paráfrasis combinada de: “Sacaréis agua con gozo de los hontanares de la salvación” Is 12, 3; y “Voz de Yahveh sobre las aguas” Salmo 29 (28), 3 a. Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, S.A. Bilbao 1975. n.d.t.); u “Ofrece tu oración después de lavarte”, o, finalmente, “Lava no sólo tu rostro sino tus iniquidades”. No tenemos información alguna sobre las vasijas en las que los creyentes guardaban el agua bendita incorruptible en sus casas. Sin embargo, en este punto, siempre nos podemos referir a una vasija pila encontrada en Cartago, y conservada en el Museo Lavigerie, que mide 10 pulgadas (25,4 centímetros, n.d.t.) de alto y está decorada con una cruz y dos peces. Una vez dados estos detalles podemos entrar más completamente en la historia de las pilas de agua bendita en Occidente.

Las pilas de agua bendita fijas, comúnmente hechas de bronce, mármol, granito, o cualquier otra piedra sólida, y también de terracota, consiste en una pequeña cuba o cuenco a veces adosado o apoyado en una base o pedículo, a veces embebido en el muro o en uno de los pilares de la iglesia. Ocasionalmente pueden estar en el porche. En Occidente hubo escasas pilas fijas de agua bendita antes del siglo once. Sin embargo, debemos observar que hasta ese siglo, las iglesias eran pocas y que, el mayor número de ellas, habían sido repetidamente saqueadas, desmanteladas, redecoradas, y, efectivamente, alteradas de todas las maneras; por lo tanto, a la vista de esto, es posible admitir que ciertos cuencos de piedra, semiesféricos en la forma y embebidos en los piédroits (elemento arquitectónico: especie de columna sin basa ni capitel que sirve de unión a dos estructuras adyacentes. N.d.t.) de las puertas de iglesias muy antiguas fueron colocados así cuando se construyeron las iglesias. Algunas pilas son objetos anteriores, urnas o capiteles vaciados, trabajados para servir a propósitos muy diferentes de aquellos para los que fueron diseñados. Cuando la piedra es porosa, se le forra de plomo o estaño, para evitar la absorción, y la misma operación se realiza con pilas de cobre para preservarlas de la oxidación.

Algunas pilas son exteriores, quedando sujetas a los pilares o a las jambas de la entrada. Varían profusamente en tamaños, siendo a veces tan grandes como pilas bautismales; sin embargo, es principalmente en Britania donde alcanzan semejantes proporciones. Usualmente no son muy grandes. Cavedoni publicó que en un cementerio del siglo tercero o cuarto, en Chiusi, había un pequeña columnita que él creía que tuvo que haber dado soporte a una pila de agua bendita. Boldetti, quien siempre se muestra muy cauto, reivindica haber encontrado diferentes pilas en las catacumbas, algunas hechas en mármol, otras en terracota, y aún algunas en vidrio. También se encontró una especie de lavabo toba que pudo servir para los mismos propósitos. En el cementerio de Calixto existe una columna truncada que, de acuerdo con J. B. de Rossi, ha debido sostener alguna clase de vasija como las que contienen agua bendita en nuestras iglesias. Podríamos enumerar otros posibles ejemplos, especialmente en la catacumba de San Saturnino, en la cripta de San Cornelio, y en la basílica de San Alejandro en la Vía Nomentana.

Cuanto más nos alejamos del tiempo de su origen, más numerosos aparecen los monumentos. Una magnífica vasija en mármol negro conservada en el museo Kircher y decorada con bajo-relieves, dos urnas rotas de Cuicul (Djemila) en Argelia, y una gran mesa de mármol cuyo lado superior está ligeramente hundido, pertenece al siglo cuarto. Una vasija de piedra hallada en las cercanías de la catedral de Bath, Inglaterra, mide 7,9 pulgadas de alto (20,066 centímetros, n.d.t.) y 1,4 pulgadas de diámetro en su parte superior (3,556 centímetros, n.d.t.). Las pilas fijas, a veces, permanecen en una ménsula o una pequeña columna y, aunque tal caso es raro, dos pilas pueden estar comunicadas, una en el exterior de la iglesia y otra en el interior. Muchas pilas están fechadas o, también, llevan el nombre del escultor o donante.

Parece no haber habido norma alguna que rigiera la forma del soporte y de la pila. Los baptisterios representaban usualmente una cruz o un círculo, pero aquí la imaginación en más libre, y en la era Romana encontramos una pila circular excavada en un bloque cuadrado con las cuatro esquinas esculpidas como trifolios o cuatrifolios (figuras de tres o cuatro hojas o folios, n.d.t.), o una estrella, o quizás con acanaladuras dirigidas hacia un punto central común figurando una concha marina. Violletle-Duc, después de aludir a las mesas de piedra colocadas dentro del porche de las primitivas iglesias de la Orden de Cluny que servían de soporte para las pilas sueltas de agua bendita, menciona una pila del siglo XII en Moutier-Saint-Jean, cuya vasija descansa en una columna Corintia. En los comienzos del siglo trece las pilas se tallaban en piedra y se les daba, interiormente, la forma de una semiesfera y, exteriormente, la de un prisma poligonal. Pero desde entonces, y durante una parte del período Gótico, los arquitectos, aunque todavía continúan colocando los depósitos de las pilas contra pilares o grupos de columnas, incrementaron su importancia y las realzaron con un dosel tallado, tal como puede verse en Villeneuve-sur-Yvonne (Yonne); de igual manera pequeñas pilas penden de lápidas, principalmente en los cementerios de Francia y de Occidente. Muchas pilas se colocan en un nicho en el muro.

No poca sorpresa produce encontrar en la Edad Media pilas reservadas para el uso exclusivo de un determinado grupo de creyentes. Esto se muestra en la inscripción de una pila conservada en el museo de Angers, donde se lee al efecto que nadie salvo clérigos y nobles tenían el privilegio de meter sus dedos allí, la burguesía, los trabajadores manuales y los pobres tenían vasijas puestas aparte para ellos solos:

  • Clericus et miles; pergant ad cetera viles
  • Nam locus hic primus; decet illos vilis et imus.

En las iglesias de los Pirineos todavía se ven pilas que, desde antiguo, estaban reservadas para el uso de la despreciada casta de los Cagots (grupo humano de origen legendario sin datos históricos fiables, marginados de la sociedad contemporánea en diversos lugares de los Pirineos, al sur de Francia y norte de España, equiparados por la Iglesia Católica, Papa León X en 1514, a los demás grupos creyentes sin demasiado éxito. N.d.t.), mientras que el horror general que los leprosos inspiraban, y el cuidado con que se evitaba todo contacto con ellos, explica suficientemente la existencia de una pila especial para ellos en Saint Savin (Altos Pirineos) y en Milhac de Coutron (Dordogne).

En Inglaterra, en la Edad Media, las pilas llamadas “stoups” (nombre especial o popular dado a un tipo de pilas de agua bendita; según el diccionario Oxford es nombre femenino de pila de agua bendita; n.d.t.) o “piedras de agua bendita”, consistían en un pequeño nicho de algún parecido a una pecera con la vasija de piedra empotrada en el muro, estando el nicho o bajo el porche o dentro, pero siempre cerca de la entrada a la iglesia. Durante los siglos quince y dieciséis las pilas volvieron a ser, de nuevo, portátiles y en general consistían en una cubeta colocada sobre un zócalo elevado, siendo la altura media alrededor de cuarenta pulgadas (101,60 centímetros, n.d.t.). La decoración de estos pequeños monumentos sufrió una completa modificación. Italia y España han conservado admirables pilas esculpidas fechas en el Renacimiento; la mayoría de ellas de mármol y su tamaño les hace ser confundidas, a veces, con pilas bautismales, de las que se distinguen principalmente porque no tienen tapaderas. En Italia se encuentra este estilo en la catedral de Florencia, donde la pila o pila d’acqua santa se atribuye a Giotto; y en la catedral de Siena tiene la forma de una bella tina adornada con cabezas de ángeles, entre las cuales cuelgan hermosas guirnaldas, apoyada en un zócalo circular decorado con cuerpos desnudos en cadena; esto, a su vez, se coloca sobre un zócalo más bajo, igualmente embellecido con cabezas de ángeles. Más tarde, en el siglo diecisiete y hasta los días presentes (este artículo fue publicado en 1910, n.d.t.) las conchas de un molusco conocido como tridacna gigas, originario de Oceanía, hicieron el servicio de las pilas. Algunas conchas de esta especie son muy grandes y pesan tanto como 500 libras (227 kgs. N.d.t.). Conchas de tridacna gigas se utilizan como pilas de agua bendita en la iglesia de San Sulpicio en París, regaladas a Francisco I por la República de Venecia.

Las pilas móviles más antiguas tienen la forma de balde y hechas como conos truncados. Las más apreciadas por su antigüedad son de plomo o bronce, a veces también de madera cubierta con una hoja de metal forjado. De todos modos, si alguna vez existieron pilas de plata o de plata dorada, es evidente que no han llegado hasta nosotros. El balde de plomo encontrado en Cartago en el que los dibujos en relieve parecen haber sido seleccionados sin propósito alguno, tiene una notable peculiaridad, lleva una inscripción Griega donde uno puede captar rápidamente una alusión: “Coge agua con alegría porque la voz del Señor está sobre las aguas”. La segunda parte de este epigrama se puede ver en una cubeta de agua bendita en bronce conservada en el Museo Gaddi en Florencia: “La voz del Señor está sobre las aguas; el Dios de majestad ha hablado”. Estas citas son del salmo veintiocho tercer versículo (“Voz de Yahvéh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!” Biblia de Jerusalén, Desclée de Browuer, Bilbao 1975. n.d.t.). El Museo Vaticano posee una cubeta de bronce equipada con un asa y adornada con escenas esculpidas del Salvador y los Doce Apóstoles, designada cada figura con su nombre en letras Griegas. Un sarcófago Merovingio, hallado cerca de Abbeville, contenía los restos de una pequeña cubeta de madera cubierta con una fina capa de bronce; y en el Museo de Dublín hay una cubeta Anglo-Sajona con una superficie de madera y provista de un asa. En nuestra opinión, estas dos últimas cubetas sirvieron como pilas.

Cubetas de este estilo permanecieron largo tiempo en uso; a menudo estaban hechos de metales preciosos grabados, o también, tallados en piedras duras o en marfil. La vasija de cristal del tesoro de Venecia es un recipiente antiguo utilizado con propósitos litúrgicos, quizás en el siglo diez. Pero aún más notable es la pila del siglo once conservada en el tesoro de la catedral de Milán. Fina en su construcción y con una ligera forma de embudo, está complementada con cinco arcadas que sirven de marco a la Virgen Bendita y a los Cuatro Evangelistas. En las arquivoltas de las arcadas hay cinco versos que designan a los diferentes personajes y todavía más arriba corre un friso de follaje portando una inscripción. Esta cubeta de marfil mide, aproximadamente, 8 pulgadas de alto por 4,7 de diámetro en el borde superior y 3,5 en la base (20,320 cms., 11,938 cms., y 8,890 cms. respectivamente; n.d.t.). El tesoro de la catedral de Lyon tiene también una pila de marfil producto del arte Italiano. Pero la más antigua de estas cubetas está en el tesoro de Aachen, y se cree poder datarla en el siglo nueve. En San Marcos, Venecia, existe una antigua pila tallada en un granate.

No podríamos intentar relacionar muchas de las pilas de metal, aunque, en la mayoría de ellas el diseño y la manufactura tienen un decidido interés. La cubeta parece haber prevalecido siempre, aunque variando de acuerdo con los tiempos. Así, en el siglo catorce, era costumbre de los donantes aplicar su escudo de armas a estos regalos, productos del arte de los orfebres. En el siglo quince la tendencia llegó a ser todavía más marcada y el orfebre vio, por doquier, excusas para ejercitar su ingenio.

En la Edad Media se tuvo tal respeto por el agua bendita que ni siquiera se tomaba de la pila sino era por medio de un aspersorio o rociador de agua bendita, sujeto con una pequeña cadena. A partir de entonces el aspersorio fue la inseparable compañía de la pila. Para sus aspersiones los antiguos usaron ramas de laurel o, a veces, mechones en la punta de un mango torneado. Las más viejas representaciones del aspersorio Cristiano muestran una rama introducida en la pila. A estos propósitos se empleaban ramas de hisopo, palmera, y boj, y briznas de paja, y finalmente el rabo del zorro fue puesto en servicio, por su largo y sedoso pelo que resultó singularmente adecuado. En Francés Antiguo el zorro se llamaba goupil, de aquí la palabra goupillon, una de las varias expresiones del rociador de agua bendita.

Parece verosímil que por el siglo trece el aspersorio tomara la forma moderna de un mango rematado en una rosa cubierta de cerdas; al menos, eso es lo que inferimos de las miniaturas. Poco a poco los mangos de los rociadores vinieron a estar muy ricamente adornados. El inventario del Duque de Anjou menciona un “aspersorio angular con tres nudos”, y el inventario de Felipe el Bueno, “un aspersorio de plata vieja”.

En las reglas prescritas por San Carlos Borromeo para la producción de pilas en la diócesis de Milán, leemos lo siguiente: “Hasta aquí hemos tratado de la sacristía y otras varias cosas, hablemos ahora de la vasija prevista para el agua bendita. Será de mármol o de piedra sólida, ni porosa ni con grietas. Se apoyará sobre una columna espléndidamente tallada y no será colocada fuera de la iglesia sino dentro y, dentro de lo posible, a la derecha de los que entren. Habrá una en la puerta por donde entran los hombres y otra en la puerta de las mujeres. No estarán pegadas a la pared sino separada de ella tanto como sea conveniente. Una columna o base las sostendrá y no debe representar algo profano. Un rociador estará engarzado por una cadena a la vasija, ésta será de latón, marfil, o algún otro material artísticamente trabajado”.

Las pilas de uso privado son generalmente más pequeñas que las portátiles usadas en las iglesias. Estas eran muy ricas en oro y plata adornadas con perlas y esmalte. Últimamente se les daba la forma de una pequeña palangana suspendida de una bandeja engastada al muro; por eso son “pilas aplicadas”. Están hechas de todos los materiales, marfil, cobre, porcelana, cerámica decorada, y arenisca vidriada.


Bibliografía: BARRAUD, Del agua bendita y de las vasijas destinadas a contenerla, en Boletín monumental, XXXVI (1870), 392-467; ROHAULT DE FELURY, La Misa, Estudios arqueológicos, V (París); LECLERCQ, Bendicional en Diccionario de arqueología cristiana y de liturgia; ENLART, Manual de arqueología francesa, I (París 1902), 782; MILLET, Investigación en el Monte Atos, en Boletín de correspondencia helénica, XXIX (1905), 105-22.

Fuente: Leclercq, Henri. “Pilas de agua bendita”. La Enciclopedia Católica, Vol. 7. Nueva York: Robert Appleton Company, 1910. http://www.newadvent.org/cathen/07433a.htm.

Traducido por Andrés Peral Martín