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Viernes, 26 de abril de 2024

Diferencia entre revisiones de «Concilio de Rimini»

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La segunda Fórmula de Sirmium (357) estableció la doctrina de Anomoeans, o del extremo ariano. Contra esta posición, los obispos semiarianos, reunidos en Ancyra, la ciudad episcopal de su lider, Basilio, formularon una contrapropuesta. Según esta última, el Hijo es en todas las cosas como el Padre; lo que fue aprobado más tarde por el Sínodo de Sirmium (358).
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La segunda Fórmula de [[Sirmium]] (357) estableció la [[doctrina]] de los [[eunomianos]] o [[arrianos]] extremos. Contra esta posición, los [[obispo]]s [[semiarrianos]], reunidos en [[Ancira]], la ciudad episcopal de su líder, Basilio, emitieron una fórmula contraria, afirmando que el Hijo es en todas las cosas como el Padre, aprobada más tarde por el Tercer Sínodo de Sirmium (358). Esta fórmula, aunque silenciosa sobre el término “homousios”, consagrada por el [[Primer Concilio de Nicea]], fue firmada por unos pocos obispos ortodoxos, y probablemente el [[Papa Liberio]], quien de hecho era capaz de una interpretación [[Ortodoxia|ortodoxa]].  El Emperador Constantino albergaba en ese tiempo la [[esperanza]] de restaurar la paz entre los [[ortodoxos]] y los semiarrianos.  Para ello convocaría a un [[concilio general]].  Al fallar en la convocatoria ya hubiera sido en Nicea o en [[Nicomedia]], fue persuadido por Patrófilo, [[obispo]] de Scitópolis, y Narciso, Obispo de Neronias, de llevar a cabo dos [[sínodos]], uno para Oriente en Seléucidaa, en Isauria, y el otro para Occidente, en Rimini, un procedimiento  justificado por la diversidad de los lenguajes y por los gastos. Antes de la convocatoria a los concilios, Ursacio y [[Valente]] designaron a Marco, obispo de [[Aretusa]], para que redactara un borrador (el Cuarto de Sirmium) que sería sometido a la consideración de los dos sínodos. Declaraba que el Hijo había nacido del Padre antes de todos los tiempos (con lo que se manifestaba de acuerdo con la Tercera Fórmula); pero añadía que cuando se habla de [[Dios]]. se debe evitar la palabra ousia, “esencia”, pues ésta no se halla en la Escritura y por ser causa de [[escándalo]] para los [[fieles]];  de este modo intentaban excluir la similitud de esencia.  
  
Esta fórmula implicó el silencio del término “homousios” consagrado por el Concilio de Nicea, y fue subscrita por unos pocos obispos ortodoxos, y probablemente también por el Papa Liberius, quien de hecho era capaz de una interpretación ortodoxa. El Emperador Constantino celebró en ese tiempo, la esperanza que tenía acerca de crear un clima de paz entre los ortodoxos y los semiarianos. Para ello convocaría a un concilio general
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El Concilio de Rimini se inauguró a principios de julio de 359, con más de cuatrocientos obispos. Cerca de ochenta de ellos eran [[semiarrianos]], incluyendo a Ursacio, Germinio, y Auxentio, retirado de los obispos ortodoxos, el más eminente de los cuales era Restituto de Cartago; el [[Papa Liberio]], [[San Eusebio de Vercelli]], Dionisio y otros se encontraban aún en el exilio.  Las dos partes enviaron delegaciones separadas al emperador: los ortodoxos afirmando claramente su tenaz adhesión a la [[fe]] de Nicea, mientras que la minoría [[Arrianismo|arriana]] se adhería a la fórmula imperial. Sin embargo los inexpertos representantes de la mayoría ortodoxa se dejaron engañar, no sólo entraron en comunión con los delegados heréticos, sino que se subscribieron en Nice en Tracia, una fórmula según la cual el Hijo es como el Padre según las Escrituras (se omitió la expresión “en todas las cosas”).  En su regreso a Rimini, se encontraron con las protestas unánimes de sus colegas.  Pero hubo factores que debilitaron la constancia de los obispos ortodoxos, entre ellos: las amenazas del cónsul Tauro, los razonamientos disuasivos de los semiarrianos contra impedir la paz entre Oriente y Occidente por una palabra no contenida en la Escritura y las privaciones y la nostalgia por el hogar. Y los últimos veinte fueron inducidos a firmar cuando Ursacio agregó a la fórmula de Nice, declarando que el Hijo no es una criatura como las demás.  El Papa Liberio, habiendo recobrado su libertad, rechazó la fórmula; la que fue desde entonces repudiada por muchos de los que la habían firmado. En vista del modo apresurado de su adopción y la falta de [[aprobación]] de la [[Santa Sede]], no podía tener autoridad. En todo caso, el concilio fue una repentina derrota para la [[ortodoxia]], y [[San Jerónimo]] pudo decir: “El mundo entero gimió de asombro al  encontrarse arriano”.
  
Al fallar en la convocatoria ya hubiera sido en Nicea o en Nicomedia, fue persuadido por Patrofilus, Obispo de Scythopolis, y Narciso, Obispo de Neronias, de llevar a cabo dos Sínodos, uno en el este de Seleucia, en Isauria, y el otro en el occidente, en Rimini. Un procedimiento que se justificaba por la diversidad de los lenguajes y los costos. Antes de la convocatoria a los concilios, Ursacius y Valens, habían designado a Marcus, Obispo de Arethusa, a fin de que hiciera un borrador (el Cuarto de Sirmium) que sería sometido a la consideración de los dos Sínodos.
 
  
En la propuesta se declaraba que el Hijo había nacido del Padre antes de todos los tiempos (con lo que se manifestaba de acuerdo con la Tercera Fórmula); pero se agregaba que el señalamiento de que Dios había hablado de la palabra “ousia”, esencia, debía evitarse, al no ser encontrado en la Escritura y ser causa de escándalo para los fieles. Por medio de este procedimiento se deseaba excluir similitudes de esencia.
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'''Fuente''':  Benigni, Umberto. "Council of Rimini." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912.
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<http://www.newadvent.org/cathen/13057b.htm>.
  
El Concilio de Rimini fue abierto a principios de julio de 359; se tuvo la presencia de más de cuatrocientos obispos. Cerca de ochenta de ellos eran semiarianos, incluyendo Usacius, Germinius, y Auxentius. Algunos habían abandonado las filas de los obispos ortodoxos. El más eminente de este grupo era Restitutus de Cartago; Liberius, Eusebio, Dionisio, y otros que se encontraban aún en el exilio.
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Traducido por Giovanni E. Reyes. Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.
 
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Las dos partes enviaron por separado, sus posiciones al emperador. Los ortodoxos claramente se mantenían firmes en la fe de Nicea, mientras que los arianos, en minoría se adherían a la fórmula imperial. Sin embargo la inexperiencia de los representantes de la mayoría ortodoxa les hizo ser engañados. No sólo establecieron comunión con los delegados heréticos, sino que subscribieron en Nice en Thrance, una fórmula según la cual el Hijo es como el Padre en todas las Escrituras (se omitió la expresión “en todas las cosas”).
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En su regreso a Rimini, se encontraron con las protestas unánimes de sus colegas. Pero hubo factores que debilitaron la posición de los obispos ortodoxos, entre ellos las amenazas del cónsul Taurus, las manifestaciones de los semiarianos sobre la paz entre Oriente y Occidente por una palabra no contenida en la Escritura, las privaciones, y el deseo que había prevalecido por regresar a casa. Los últimos veinte fueron inducidos a firmar cuando Ursacius agregó a la fórmula de Nicea, declarando que el Hijo no es un ser como las otras criaturas.
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El Papa Liberius, habiendo recobrado su libertad, rechazó la fórmula; la que fue desde entonces repudiada por muchos incluso, de los que la habían firmado. Con base en esos hechos y de la carencia de aprobación por parte de la Santa Sede, ese planteamiento no tenía autoridad. En todo caso, el concilio fue una intempestiva derrota para la ortodoxia, y San Jerónimo indicó: “El mundo entero se sorprendió al verse a sí mismo como ariano”.
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U. BENIGNI
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Transcripción de Charlie Martin
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Traducción de Giovanni E. Reyes
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Revisión de 03:39 17 nov 2008

La segunda Fórmula de Sirmium (357) estableció la doctrina de los eunomianos o arrianos extremos. Contra esta posición, los obispos semiarrianos, reunidos en Ancira, la ciudad episcopal de su líder, Basilio, emitieron una fórmula contraria, afirmando que el Hijo es en todas las cosas como el Padre, aprobada más tarde por el Tercer Sínodo de Sirmium (358). Esta fórmula, aunque silenciosa sobre el término “homousios”, consagrada por el Primer Concilio de Nicea, fue firmada por unos pocos obispos ortodoxos, y probablemente el Papa Liberio, quien de hecho era capaz de una interpretación ortodoxa. El Emperador Constantino albergaba en ese tiempo la esperanza de restaurar la paz entre los ortodoxos y los semiarrianos. Para ello convocaría a un concilio general. Al fallar en la convocatoria ya hubiera sido en Nicea o en Nicomedia, fue persuadido por Patrófilo, obispo de Scitópolis, y Narciso, Obispo de Neronias, de llevar a cabo dos sínodos, uno para Oriente en Seléucidaa, en Isauria, y el otro para Occidente, en Rimini, un procedimiento justificado por la diversidad de los lenguajes y por los gastos. Antes de la convocatoria a los concilios, Ursacio y Valente designaron a Marco, obispo de Aretusa, para que redactara un borrador (el Cuarto de Sirmium) que sería sometido a la consideración de los dos sínodos. Declaraba que el Hijo había nacido del Padre antes de todos los tiempos (con lo que se manifestaba de acuerdo con la Tercera Fórmula); pero añadía que cuando se habla de Dios. se debe evitar la palabra ousia, “esencia”, pues ésta no se halla en la Escritura y por ser causa de escándalo para los fieles; de este modo intentaban excluir la similitud de esencia.

El Concilio de Rimini se inauguró a principios de julio de 359, con más de cuatrocientos obispos. Cerca de ochenta de ellos eran semiarrianos, incluyendo a Ursacio, Germinio, y Auxentio, retirado de los obispos ortodoxos, el más eminente de los cuales era Restituto de Cartago; el Papa Liberio, San Eusebio de Vercelli, Dionisio y otros se encontraban aún en el exilio. Las dos partes enviaron delegaciones separadas al emperador: los ortodoxos afirmando claramente su tenaz adhesión a la fe de Nicea, mientras que la minoría arriana se adhería a la fórmula imperial. Sin embargo los inexpertos representantes de la mayoría ortodoxa se dejaron engañar, no sólo entraron en comunión con los delegados heréticos, sino que se subscribieron en Nice en Tracia, una fórmula según la cual el Hijo es como el Padre según las Escrituras (se omitió la expresión “en todas las cosas”). En su regreso a Rimini, se encontraron con las protestas unánimes de sus colegas. Pero hubo factores que debilitaron la constancia de los obispos ortodoxos, entre ellos: las amenazas del cónsul Tauro, los razonamientos disuasivos de los semiarrianos contra impedir la paz entre Oriente y Occidente por una palabra no contenida en la Escritura y las privaciones y la nostalgia por el hogar. Y los últimos veinte fueron inducidos a firmar cuando Ursacio agregó a la fórmula de Nice, declarando que el Hijo no es una criatura como las demás. El Papa Liberio, habiendo recobrado su libertad, rechazó la fórmula; la que fue desde entonces repudiada por muchos de los que la habían firmado. En vista del modo apresurado de su adopción y la falta de aprobación de la Santa Sede, no podía tener autoridad. En todo caso, el concilio fue una repentina derrota para la ortodoxia, y San Jerónimo pudo decir: “El mundo entero gimió de asombro al encontrarse arriano”.


Fuente: Benigni, Umberto. "Council of Rimini." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13057b.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.