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Martes, 3 de diciembre de 2024

Universales

De Enciclopedia Católica

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El nombre se refiere, por una parte, a la inclinación hacia la uniformidad (uni-versus) existente en las cosas distintas, por virtud de la cual, las cosas distintas pueden representarse por una idea única que se aplica a todas en la misma forma; y por la otra, a la idea única aplicable a cosas distintas (unum versus alia).

Definición Las universales son aquellas ideas que, mientras excluyen lo que constituye la diferencia de las cosas del mismo género o especie, representan lo que es necesario para su constitución, lo esencial y, por lo tanto, lo común a todas, que permanece fijo en todas las vicisitudes (universalia post rem, in re). Así, las universales son simplemente una expresión de aquellas ideas Divinas que se relacionan con lo universal (universalia ante rem). Las ideas Universales son opuestas a las impresiones de los sentidos, que representan aquello que es simplemente individual y contingente en un fenómeno concreto, y, por lo tanto, aquello que cambia con las circunstancias en las cosas corpóreas de una misma clase. Estas impresiones de los sentidos corresponden a las ideas Divinas que se relacionan con el individuo corpóreo.

Subdivisión En la medida en que la naturaleza de una cosa es el objeto de un acto de percepción directo, no implica relación con los individuos, sino que se reconoce en sí mismo sólo de acuerdo con sus partes esenciales. Sin embargo, cuando el intelecto se ha representado la forma esencial de una cosa (ya sea su sustancia o un accidente), puede, por reflejo, hacer esta representación de la esencia del objeto de su percepción. Puede aplicar la idea a varios individuos de la misma clase, puede compararla con otras ideas y determinar así las relaciones y diferencias. Por consiguiente, el universale directum aparece como un embrión, que se desarrolla, se va organizando cada vez con más claridad y se va perfeccionando cada vez más, por reflejo y por varias operaciones lógicas. Es sólo otra forma de la idea imperfecta que se formó un entomólogo cuando, de niño, vio por primera vez una hormiga, hasta la idea perfecta del animal que ahora posee como resultado de sus investigaciones y estudios. El medio para llegar a una idea perfecta y a una definición exacta es la clara distinción entre las partes de una cosa, que se captan directamente, aunque de cierta forma oscura, a través de la percepción. Hay que anotar aquí que nuestro intelecto procede de ideas más generales, y por lo tanto menos precisas, a lo menos general y más preciso. En el reconocimiento directo de un ser corpóreo, capta primero su realidad, la idea de la existencia. Ésta es la más universal de todas las ideas pero no es una universal verdadera dado que la existencia pertenece a cosas distintas en formas diferentes y, por consiguiente, no puede predicarse de forma equívoca en relación con todas ellas. Mientras los sentidos van captando lo que es individual en el fenómeno, el intelecto avanza más allá hacia la esencia o la naturaleza de la cosa y capta en especial aquello que es más universal, su independencia, y se forma la idea de sustancia. Simultáneamente, sopesa y nota la existencia relacionada y presentada por la sustancia (los accidentes), que, en el fenómeno individual, son el objeto de los sentidos. Entre tanto, no se le escapa al intelecto el hecho de que la calidad y la cantidad son posesiones de la sustancia que ellas mismas determinan en forma totalmente diferente de la actio (acción) y passio (pasión), y lo hacen, de nuevo, en una forma totalmente diferente del ubi (dónde) y el quando (cuándo), y que la relación se encuentra en el límite extremo de la existencia accidental. En otras palabras, capta las distintas modalidades de la existencia de los accidentes ya mencionados en la primera sustancia. Se deduce, por lo tanto, que la idea de un accidente es únicamente análoga, como la de la sustancia, y que no tiene otra razón mayor que ésta para ser considerada como una verdadera universal. El caso no es el mismo con la idea de la sustancia ni con las ideas de los accidentes individuales antes mencionados. Estas son las más universales de las universales, en el verdadero sentido de la palabra.

Si estas ideas se aplican a los individuos, con la ayuda del reflejo, se convierten en los más altos predicados (categorías) de las sustancias concretas y resultan ser también las más altas ideas de los géneros. El intelecto aún no está satisfecho. De ser posible, continúa, paso a paso, desde la más alta y menos determinante idea de género hasta la más baja y más determinante, que representa lo que es común a las dos clases inmediatamente relacionadas. Sólo entonces es posible formarse una idea clara y distintiva de las especies. Habiendo logrado esto, se puede distinguir la diferencia que constituye las especies y al notar estas especies menores y esta diferencia, ofrecer una definición exacta. Sin embargo, en muchos casos, el intelecto tiene que conformarse con la mayor aproximación posible a la definición. Para este propósito se emplean la descripción, las características, la explicación y la discusión. El objetivo final de todo esto es dar a las especies más bajas claramente reconocibles, aquello que, en las notas agregadas a la sustancia, es propio (proprium, idion) de todos los individuos de la misma clase. Por consiguiente, debe establecerse la conexión entre los accidentes y la sustancia para descubrir cuáles de esos accidentes, necesariamente y por sí mismos, provienen de la sustancia (y únicamente de ella), como el habla en el caso del hombre. Otras propiedades deben referirse a influencias externas fortuitas, como la cojera en el caso de hombres individuales. Obtenemos así el accidente lógico, que, de hecho, debe diferenciarse del metafísico, que, de conformidad con lo que ya se ha dicho, puede ser un accidente proprium, o uno lógico. Se puede inclusive inquirir en el género, la especie y la diferencia específica de un accidente metafísico (por ejemplo, de la cantidad continuada).

En resumen Según su origen en un acto directo de percepción o en la reflexión, las universales se dividen en universales directas y reflejas.

La universal directa, renunciando, como lo hace, al aspecto de la realidad del ser percibido en la naturaleza, es metafísica. En ella radica sólo la posibilidad de ser aplicada a muchas cosas, pero no se reconoce en ella la relación de universalidad. Por consiguiente, se conoce también como la “universal material”.

La universal refleja incluye la relación con los individuos y se conoce, por lo tanto, como la universale logicum, o como la “universal formal”, dado que se reconoce como una universal. La universale directum se divide en categorías puesto que éstas representan las diversas modalidades de la existencia en el ser real. Reconocidas, por reflejo, como las especies más altas, las categorías se incluyen bajo la universale logicum, que se divide en los cinco predicables: género, especie, diferencia específica, proprium y accidente lógico.

La Importancia del Problema de las Universales En términos generales, la ciencia, en la medida en que constituye el conocimiento de lo necesario y permanente tomado de la naturaleza de las cosas, resulta imposible sin el reconocimiento de las universales. Sin dicho reconocimiento, se degrada a la descripción de impresiones individuales sucesivas. La guerra entre los darwinistas puros y los físicos, quienes reconocen las especies naturales que, como consecuencia de su modalidad de desarrollo y de la influencia de las condiciones, pueden organizarse en varias especies sistemáticas, ya se ha denominado como una nueva fase de la controversia escolástica relacionada con las universales. En la física y la química, la constancia de las leyes de la naturaleza depende de la constancia de la naturaleza de las cosas. En la sicología, la existencia de las universales ha llevado al reconocimiento del intelecto como una facultad fundamentalmente diferente de los sentidos. Es auto evidente que la metafísica y la lógica serían una imposibilidad sin las universales. Sin las universales, la ética y la estética estarían también sometidas a un relativismo no gobernado por principios y, por consiguiente, a la aniquilación. Sin las universales, el impresionismo en el arte y la autonomía individual en la vida tienen que llegar a una innegable oscilación. A estas tendencias corresponde, en la religión, la validez exclusiva de las experiencias religiosas, la creencia en el contenido cambiante de los dogmas, y el total desplazamiento del pensamiento dogmático por la modalidad del pensamiento histórico. Una historia de la controversia referente a las universales y su relación con la existencia tiene que ser necesariamente una presentación de las diferencias más fundamentales de todos los sistemas filosóficos. Revelaría que la desviación del realismo moderado aristotélico tomístico lleva, por una parte, a través del conceptualismo y el nominalismo, al escepticismo y al agnosticismo, o a un empiricismo y un materialismo estériles, y, por otra parte, a través de un extremo realismo, a un idealismo y a un panteísmo falsos.

ALOIS PICHLER Trascrito por Tomas Hancil Traducido por Rosario Camacho-Koppel www.catholicmedia.net