Papa Formoso
De Enciclopedia Católica
891-896).
El pontificado de este papa pertenece a la épica de luchas por la supremacía política en Italia, después de la descomposición del imperio carolingio. Formoso era probablemente romano, nacido alrededor del 816, puesto que a su muerte es caracterizado por Vulgarius como un anciano de ochenta. La información más antigua que poseemos sobre él es su nombramiento por Nicolás I como cardenal-obispo de Porto en 864. Nicolás debe haber confiado mucho en el celo y habilidad del cardenal puesto que cuando el príncipe búlgaro Bogoris envió una embajada a Roma en 866 para plantear una serie de cuestiones para que el papa tomara decisiones, el papa nombró a Formoso y al obispo Pablo de Populonia como sus legados a Bulgaria.
Formoso lo hizo tan bien en Bulgaria que el rey no quiso que nombrara como arzobispo de Bulgaria a nadie sino a él, aunque el papa no accedió porque los cánones prohibían a un obispo abandonar su propia sede para hacerse con el gobierno de otra, y Formoso volvió a Roma. Más tarde, Borgoris renovó su petición a Adriano II (867-872), sucesor de Nicolás pero tampoco obtuvo éxito. En 869, Adriano envió a Formoso con otro Obispo a Francia para asistir a los obispos locales en la solución de los conflictos entre el rey Lotario y su esposa Teutberga. Aunque la muerte de Lotario a su regreso de Italia el 8 de agosto de 869 dejó la misión sin objeto, sin embargo surgieron dificultades nuevas entre los gobernadores carolingios y Formoso, junto con el obispo Gauderico de Velletri, fue enviado a Trento en 872, donde la emperatriz Engelberga y Luis el Germánico discutían la cuestión de la sucesión, puesto que Luis II no tenía heredero varón.
Al principio, el papa Juan VIII (872-882) volvió a confiar en Formoso, y a la muerte de Luis II (875), le envió con otros obispos para llevar la invitación a Carlos el Calvo, rey de Francia, para que viniera a Roma a recibir la corona imperial de manos del papa. Carlos obedeció a la llamada, fue coronado emperador en el día de Navidad de 875 y antes de volver a casa, nombró a los duques Lamberto y Guido de Espoleto para que asistieran al papa contra los sarracenos. En 871, estos nobles habían sido privados de sus dignidades por conspirar contra Luis II, pero fueron rehabilitados por Carlos En el entorno del papa había muchos que no aprobaban la coronación de Carlos, favoreciendo a la emperatriz viuda y a Luis el Germánico. Temiendo represalias, estos oponentes políticos del papa dejaron Roma secretamente buscando refugio en otros sitios. El cardenal Formoso estaba entre los fugitivos que temía el furor del papa aunque no sabía cuando había incurrido en su ira. Por el hecho de que Formoso había sido enviado como embajador a Carlos y ahora dirigía su huida al abad Hugo en Tours, debe inferirse que no estaba totalmente opuesto a la coronación de Carlos.
Pero no simpatizaba con los puntos de vista políticos del papa y consiguientemente temía sufrir el destino de los que se oponían a corte papal. Ya en 872 había sido candidato al papado y probablemente Juan le veía como oponente. Con la huída de Formoso y otros funcionarios papales, Juan reunió un sínodo el 19 de abril en el que ordenó a los fugitivos que volvieran a Roma y como rehusaron obedecer fueron condenados por un segundo sínodo el 30 de junio. Y contra Formoso, si no volvía, sentencia de excomunión y deposición, pronunciados en el primer sínodo, con los cargos de, impelido por la ambición,había aspirado al arzobispado de Bulgaria y a la silla de Pedro, se había opuesto al emperador y había abandonado su diócesis sin permiso papal. De esto se deduce que Juan le veía como un rival del que tenía graves sospechas. El segundo sínodo, el del 30 de junio, añadió nuevas acusaciones contra Formoso (es decir: que había expoliado los claustros de Roma y había celebrado los divinos oficios a pesar del entredicho, había conspirado con ciertos hombres y mujeres inicuos, para destruir la sede papal) lo que le excluía de las filas del clero. Tales acusaciones contra un hombre que era religioso, moral, ascético e intelectual sólo pueden entenderse en la animosidad partidista.
La condena a Formoso y a los otros le fue comunicada al emperador y al sínodo de Pontion en julio de 878, año en que el mismo Juan fue a Francia. Formoso se presentó en persona, pero su deposición fue confirmada en el Sínodo de Troyes, de cuyas Actas, de dudosa autenticidad, se quitó la sentencia de excomunión contra Formoso, una vez que juró que nunca volvería a Roma o ejercería sus funciones sacerdotales.
Los años siguientes los pasó Formoso en Sens. El sucesor de Juan, el papa Marino (882-884) liberó a Formoso de su juramento, lo llamó a Roma y en 883 lo restituyó a su diócesis de Porto. Durante los cortos pontificados de Marino, Adriano III (884-885) y bajo el de Esteban V, nada sabemos de Formoso. En septiembre de 891 fue elegido para suceder a Esteban, el horizonte político se había vuelto peligroso. Carlos el Gordo había vuelto a reunir el reino franco en 885, pero fue depuesto y murió en 887 y Arnulfo de Corintia, hijo natural de Carloman y candidato de los alemanes, fue incapaz de conservar la unidad: en el reino occidental el conde Eudes de París se presentó como rey; en Provenza (Arelate) Luis, hijo de Boso; en Borgoña del norte (Jura) Rodolfo, hijo del conde de Auxerre y nieto de Ludovico Pío; en Italia Berengario de Friaul, aunque fue derrotado por el duque Guido de Espoleto que tomó posesión de la Lombardía y asumió el título de rey. Guido reinaba ya sobre gran parte de Italia y era un peligroso vecino de los estados papales, especialmente porque el archiduque de Espoleto ya había tenido conflicto con los papas. Esteban V había coronado a Guido como emperador contra su voluntad, al no aceptar el rey Arnulfo la invitación del papa de ir a Roma. Consiguientemente Formoso, elegido unánimemente por el clero y el pueblo, se vio compelido en abril de 892 a reconocer la dignidad de Guido, coronarle, junto don su hijo Lamberto, emperador romano.
Importantes cuestiones religiosas reclamaban la atención del nuevo papa. En Constantinopla, el patriarca Focio había sido expulsado y Esteban, el hijo del emperador Basilio, fue elevado al patriarcado. El arzobispo Stilian de Neo-Cesarea y los clérigos que se oponían a Focio habían escrito a Esteban V requiriendo dispensas y confirmaciones para aquellos clérigos que habían reconocido a Focio bajo compulsión y habían recibido las órdenes de sus manos. En su repuesta a esta petición (892), Formoso insistió en distinguir las personas: se debía mostrar indulgencia en los casos de los laicos. Pero con los clérigos eso era difícil. El criterio debía ser la sentencia del Octavo Concilio General (Can. iv), es decir, que Focio ni había sido ni era obispo y que todos los clérigos ordenados por él debían abandonar sus oficios; los legados papales Landulfo y Romano, debían consultar con Stylian y Teofilacto de Ancira sobre este asunto. En ellos Formoso no hizo otra cosa que corroborara las decisiones de sus predecesores Nicolás I y Adriano II.
Un tema urgente de la iglesia alemana reclamaba la atención del papa. Habían comenzado las hostilidades entre el arzobispo Hermann de Colonia y el arzobispo Adalgar de Hamburgo sobre el obispado de Bremen que Hermann reclamaba como sufragánea. Formoso decidió, de acuerdo con los decretos del sínodo de Frankfurt (892) que Bremen debía permanecer bajo el arzobispo de Hamburgo hasta que se erigieran nuevas diócesis. Adalgar debía dar reparaciones al sínodo provincial del arzobispo de Colonia.
Formoso veía con tristeza los problemas políticos que tenía el viejo reino franco de la dinastía carolingia. En las luchas entre Eudes (Odo) de Paris y Carlos el Simple por la corona francesa, el papa, influenciado por el arzobispo de Reims, se puso de parte de Carlos y recurrió a la ayuda de Arnoldo, rey alemán. La posición política en Italia afectaba directamente al papa como cabeza de los estados pontificios y por consiguiente a su independencia como cabeza de la Iglesia. El emperador Guido de Espoleto, opresor de la Santa Sede y de los territorios papales estaba demasiado cerca de Roma y la posición del papa se parecía mucho a los tiempos del reino lombardo, cuando Esteban II llamó a Pepino en su ayuda.
Formoso persuadió secretamente a Arnulfo que avanzara hacia Roma y liberara Italia. En 894 Arnulfo hizo su primera expedición subyugando todo el territorio al norte del Po. Guido murió en diciembre de ese mismo año dejando a su hijo Lamberto, al que Formoso había coronado emperador, al cuidado de su madre Agiltrude, la implacable enemiga de los carolingios. En el otoño de 895 Arnulfo inició su segunda campaña italiana y en febrero de 896 estaba ante las murallas de Roma. Agiltrude se había hecho fuerte en la ciudad pero Arnulfo logró entrar y fue solemnemente coronado por el papa.
El nuevo emperador marchó entonces a cercar a Lamberto y su madre en Espoleto, pero por el camino sufrió una parálisis y no pudo continuar la campaña. Poco después (4 abril 896) murió Formoso y le sucedió Bonifacio VI, que solo fue papa quince días. Con Esteban VI, sucesor de Bonifacio, el emperador Lamberto, y Agiltrude, recuperó su autoridad en Roma, a principios de 897, una vez que renunció a la gran parte de la Italia Superior y Central. Agiltrude se había propuesto vengarse de su oponente, aunque ya estaba muerto y Esteban VI se dejó arrastrar a la vergonzosa escena de sentarse a juzgar a su propio predecesor, Formoso. En el sínodo reunido con ese propósito, ocupó su lugar el cadáver, vestido con vestimentas papales fue sacado del sarcófago y sentado en el trono. Cerca había un diácono que contestaba en su nombre. Le volvieron a acusar de todos los antiguos cargos que se habían formulado contra él bajo Juan VIII. La decisión fue que el muerto había sido indigno del pontificado, que lo no pudo recibir validamente puesto que era obispo de otra sede. Todos sus actos y medidas tomadas fueron anulados y todos las ordenes que le fueron conferidas declaradas inválidas. Se le arrancaron del cuerpo las vestiduras papales, se le cortaron los tres dedos de su mano derecha que había utilizado en consagraciones y el cadáver fue arrojada a una tumba en el cementerio de extranjeros, de donde debía sacarse unos días después y ser arrojado al Tíber.
En 897 el segundo sucesor de Esteba hizo que el cuerpo, que había sido sacado del río por un monje, volviese a ser enterado con todos los honores en S. Pedro; anuló en un sínodo la decisión de la corte de Esteban VI y declaró que todas las órdenes conferidas por Formoso eran válidas. Juan IX confirmó todo esto en dos sínodos, el primero en Roma y el segundo en Rávena (898). Por otra parte, Sergio III (904-911) aprobó en un sínodo en Roma las decisiones del sínodo de Esteban contra Formoso y todos los que habían recibido las órdenes de éste debían ser tratados como laicos a no ser que buscasen la reordenación.
Sergio y sus seguidores sometieron a un severo tratamiento a los obispos consagrados por Formoso, quien había conferido órdenes a muchos clérigos, una situación que dio origen a tremendas confusiones. Se escribieron muchos libros contra estas decisiones que demostraban que las consagraciones y las órdenes que confirió eran válidas. (ver Auxilio de Nápoles).
Bibliografía
JAFFÉ, Regesta Pontificum Romanorum, 2ª ed., I (Leipzig, 1885), 435-39; DÜMMLER, Gesta Berengarii (Halle, 1871); IDEM, Auxilius und Vulgarius (Leipzig, 1866); IDEM, Geschichte des ostfränkischen Reiches (3 vols., 2ª ed., Leipzig, 1887-88); LAPÔTRE, L'Europe et le Saint Siège a l'époque carolingienne, I: Le pape Jean VIII (Paris, 1895); DUCHESNE, Les premiers temps de l'Etat pontifical (Paris, 1898), 153 ss.; SALTET, Les réordinations, étude sur le sacrement de l'Ordre (Paris, 1907), 152 ss.; HEFELE, Conciliengesch. (2nd ed., Freiburg, 1879), IV, 561 sqq.; LANGEN, Geschichte der römischen Kirche, III (Bonn, 1892), 295 ss.; REUMONT, Geschichte der Stadt Rom, II (Berlin, 1867), 222 ss.
J. P. KIRSCH.
Transcrito por Douglas J. Potter, Dedicado al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María .
Traducido por pedro Royo