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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Los Hermanos Penitentes

De Enciclopedia Católica

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Una sociedad de flagelantes existente entre los Hispanos de Nuevo México y Colorado.

Prácticas;

Los Hermanos Penitentes son una sociedad de individuos, quienes, para compensar por sus pecados, practican penitencias que consisten principalmente de flagelación, llevar cruces pesadas, atar el cuerpo a una cruz, y atarse los miembros para dificultar la circulación de la sangre. Estas prácticas han prevalecido en Colorado y Nuevo México desde el comienzo del siglo diez y nueve. Hasta el año de 1890 eran públicas; actualmente son secretas, si bien no estrictamente. Los Hermanos Penitentes son hombres; en la última mitad del siglo diez y nueve admitían mujeres y niños en organizaciones separadas, que sin embargo, nunca fueron numerosas. La sociedad no tenía organización general o autoridad suprema. Cada fraternidad es local e independiente con sus propios funcionarios. El funcionario principal, hermano mayor (elder brother), tiene autoridad absoluta, y por lo general mantiene el cargo durante la vida. Los otros funcionarios son similares a los de la mayoría de las sociedades secretas: capellán, sargento en armas, etc. La ceremonia de la iniciación, que tiene lugar durante Semana Santa, es sencilla, exceptuando la prueba final. El candidato es escoltado a la morada (abode), el domicilio, o casa del consejo, por dos o más Penitentes, donde, después de una serie de preguntas y respuestas que consisten por lo general de oración, es admitido. Luego sufre varias humillaciones. Primero, lava los pies de todos los presentes, arrodillándose delante de cada uno; luego recita una larga plegaria, pidiendo perdón por cualquier delito que pueda haber cometido. Si alguno de los presentes ha sido ofendido por el candidato, azota al delincuente en la espalda desnuda. Entonces viene la prueba última y crucial: cuatro o seis incisiones, en forma de cruz, se hacen justo debajo de los hombros del candidato con un pedazo de piedra. La flagelación, practicada principalmente en las calles y en las iglesias, está ahora, desde la ocupación Americana, confinada generalmente a la morada y se realiza con un corto látigo, hecho de la hierba amole. Hace cincuenta años los Hermanos Penitentes saldrían de su morada (en algunos lugares como Taos, N.M., trescientas personas), desnudos a la cintura y azotándose a si mismos, conducidos por los acompañadores (escoltas), y precedidos por unos pocos Penitentes arrastrando pesadas cruces (maderos); la procesión era acompañada por una multitud, cantando himnos cristianos. Un vagón de madera (el carro de la muerte) llevaba una figura que representaba la muerte y apuntando hacia adelante una flecha con el arco extendido. Esta procesión iba a través de las calles hacia la iglesia, donde los

Penitentes oraban, continuaban sus azotes, retornaban en procesión a la morada. A menudo se recurría a otras formas de auto-castigo; en Viernes Santo era costumbre atar a uno de los hermanos a una cruz, como en la crucifixión. En la actualidad no tienen lugar “crucifixiones”, si bien antes de 1896 estas eran anuales en muchos lugares en Nuevo México y Colorado. Los Penitentes ahora se confinan a flagelación secreta y visitas ocasionales a las iglesias en la noche. La flagelación también se practica a la muerte de un Penitente o de un pariente. El cadáver es llevado a la morada y conservado allí por unas pocas horas; la flagelación tiene lugar en la morada y durante la procesión hacia y desde la misma.

Origen e Historia;

La flagelación fue introducida en Latinoamérica durante los siglos dieciséis y diecisiete, aunque no se encuentran allí documentos reales de algunas sociedades flagelantes organizadas hasta épocas comparativamente recientes. En algunas localidades de México, Centro y Sur América, organizaciones de flagelantes, más o menos públicas en sus prácticas, existían hasta muy recientemente, y todavía existen en unos pocos lugares apartados. Todas estas últimas organizaciones fueron reguladas y controladas por León XIII. El origen de los flagelantes o hermanos penitentes de Nuevo México es incierto, pero parecen haber sido una consecuencia de la Tercera Orden de San Francisco, introducida por los Franciscanos en el siglo diecisiete. Sus prácticas consistían principalmente en flagelación, sin incisiones y sin pérdida de sangre, cargando pequeñas cruces, y marchando en procesiones con los pies descalzos para visitar las iglesias y unirse en largas oraciones. Las costumbres bárbaras de los Penitentes de Nuevo México son de origen muy posterior. Los flagelantes de Nuevo México llaman a su sociedad, “Los hermanos penitentes de la tercer orden de San Francisco”, y sabemos que cuando la última organización llegó a la prominencia en la primera parte del siglo diecinueve, la organización más antigua ya no existía en Nuevo México. Cuando sus prácticas llegaron a su peor etapa (alrededor de 1850-90), la atención de la Iglesia se dirigió hacia ellos. La sociedad era entonces muy fuerte entre todas las clases y las autoridades eclesiásticas decidieron utilizar la indulgencia. En una carta circular a los Penitentes de Nuevo México y Colorado en 1886, el Arzobispo Salpointe de Santa Fe les ordenó en el nombre de la Iglesia abolir la flagelación, y el porte de cruces pesadas, y envió a los diferentes hermanos mayores copias de las reglas de la Tercera Orden de San Francisco, aconsejándoles reorganizarse de acuerdo con ellas. Su carta y órdenes fueron desatendidas. Entonces ordenó a todos los párrocos visitar personalmente a los Penitentes e inducirlos a seguir sus instrucciones, pero ellos no lograron nada. Para poner perores las cosas, un periódico Protestante, “La Hermandad”, se publicó en Pueblo, Colorado, en 1889, que incitaba a los Penitentes a oponerse a la Iglesia y seguir sus propias prácticas. El Arzobispo Salpointe, en una carta circular de 1889, ordenó entonces a los Penitentes disolverse. Como resultado, la sociedad, aunque no abolida, quedó muy debilitada, y su crecimiento adicional fue impedido. En Taos, Carmel, San Mateo, y unos otros pocos lugares todavía son numerosos y continúan sus prácticas bárbaras, si bien más secretamente.

AURELIO M. ESPINOSA Transcrito por Donald J. Boon Traducido del Inglés por Daniel Reyes V.