Flavius Julius Constantius
De Enciclopedia Católica
Emperador romano (337-361), nacido en Iliria el 7 de Agosto de 317; muerto en las fuentes de Mopso (Mopsokrene, cerca de Tarso) el 3 de Noviembre de 361. Era hijo de Constantino el Grande y su primera mujer Fausta. El 8 de Noviembre de 324 fue hecho César. Tras la muerte del padre (337) recibió las provincias de Egipto, Oriente, Asia y Ponto, y se convirtió en el único gobernante del Imperio Romano tras la muerte de sus hermanos Constantino II (340) y Constante I (350) y la de Magnencio (353). No tuvo éxito en sus guerras, en las que los persas fueron su enemigo principal. En lo que respecta a su política religiosa ordenó en 353 la clausura de los templos paganos y la abolición de los sacrificios bajo pena de muerte, pero estos edictos no se ejecutaron rígidamente. Sus actos fueron incluso menos lógicos al dejar las escuelas superiores y la instrucción de las clases superiores de la sociedad en manos de los filósofos paganos, y al continuar proveyendo los cargos en el sacerdocio a la manera antigua. Ganado para el Arrianismo por los Eusebianos, actuó como su protector, persiguió a los obispos católicos ortodoxos y utilizó la violencia contra los sínodos. Mostró un odio especial a San Atanasio. Durante un tiempo, sin embargo, adoptó una conducta amistosa hacia el santo, porque tras la muerte de su hermano Constante por el usurpador Magnencio tuvo que proceder con cautela para mantener su posición, y se alegró de utilizar la influencia de Atanasio sobre el pueblo. Pero, tras el derrocamiento de Magnencio el emperador modificó enseguida su conducta, y prestó oídos gustosamente a la acusación de los Eusebianos contra Atanasio. El Papa Liberio convocó el sínodo de Arles (353) para arreglar la cuestión, pero Constancio aterrorizó a los obispos, de forma que Atanasio fue declarado culpable y depuesto.
En otro sínodo celebrado en Milán en 355 el emperador estuvo presente tras una cortina y finalmente entró precipitadamente en la asamblea con la espada en la mano. Por consiguiente este sínodo también aprobó cuantos decretos deseó. Quienquiera no se sometiera era exilado o arrojado a prisión. El Papa Liberio, sin embargo, no había confirmado estos decretos, y cuando resueltamente rechazó dar su aprobación fue desterrado a Berea en Tracia; varios obispos italianos, al igual que Osio de Córdoba e Hilario de Poitiers, fueron también exilados. Atanasio huyó al desierto. A partir de este momento Constancio depuso a los obispos a su antojo, y nombró en su lugar a otros que fueran sus instrumentos. Se hizo portavoz de las fórmulas y dogmas más contradictorios; por ejemplo, favoreció tanto a los Anomeos como a los Semiarrianos. Es cierto que en el sínodo de Constantinopla (360) evitó mostrarse como abierto partidario de los Arrianos estrictos, pero poco después, cuando fue depuesto Melecio de Antioquía, aceptó abiertamente su confesión de fe. Parecía tener en mente claramente sólo una finalidad: la destrucción de la doctrina católica.
Hilario de Poitiers no es injusto cuando describe a Constancio (“Contra Constantium imperatorem”, P.L., X, 578 y ss.) como excesivamente presuntuoso, despiadado para con Dios y la Iglesia, y, aunque aparentemente cristiano, aun así enemigo de Jesucristo; que redactaba confesiones de fe aunque vivía en contra de la fe, como una “persona impía que no sabe lo que es sagrado, que expulsa a los buenos de las diócesis para dar éstas a los réprobos, que aviva la discordia mediante intrigas, que odia aunque desea evitar la sospecha, que miente pero desea que nadie lo vea, que es aparentemente amistoso pero interiormente carece de toda amabilidad de corazón, que en realidad sólo hace lo que desea aunque desea ocultar a todos qué es lo que desea”. Constancio murió de enfermedad mientras se ocupaba en una campaña contra su sobrino Juliano; poco antes de su muerte había sido bautizado por el obispo arriano Euzoios.
DE BROGLIE, L'Eglise et l'empire romain aux siècles III et IV; HERGENRÖTHER, Handbuch der allgemeinen Kirchengeschichte, I (Friburgo, 1911), 360 sq.; DURUY, Histoire des Romains, VII (París, 1885), 214-327. KLEMENS LÖFFLER Transcrito por Douglas J. Potter Dedicado al Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María Traducido por Francisco Vázquez