Eliseo
De Enciclopedia Católica
(Elisha; Heb. ‘lysh’, Dios es salvación)
Un Profeta de Israel. Después de conocer, sobre el Monte Sinaí, que Eliseo, el hijo de Saphat, había sido seleccionado por Dios como su sucesor en la tarea profética, Elías se propuso dar a conocer la voluntad Divina. Lo hizo depositando su manto sobre los hombros de Eliseo al que encontró como “uno de aquellos que estaban arando con doce yuntas de bueyes”. Eliseo solo se tomo el tiempo suficiente para matar la yunta de bueyes, cuya carne coció con la mismísima madera de su arado. Después que hubiera compartido esta comida de adiós con su padre, madre y amigos, el recientemente elegido profeta “siguió a Elías y lo atendió”. (III Reyes, xix, 8-21.) Fue con su maestro desde Galagal a Bethel, a Jericó, y de allí a la ribera este del Jordán, cuyas aguas, tocadas por el manto, se dividieron para permitirles a los dos pasar sobre terreno seco. Entonces Eliseo observó cómo Elías era subido al cielo por un torbellino sobre un carro encendido.
Por medio del manto dejado caer por Elías, Eliseo milagrosamente volvió a cruzar el Jordán, y así ganó de los profetas de Jericó el reconocimiento de que “el espíritu de Elías descansaba sobre Eliseo”. (IV Reyes, ii, 1-15.) Se ganó la gratitud de la gente de Jericó curando con sal sus terrenos improductivos y sus aguas. Eliseo también supo como infundir un temor saludable a los adoradores del becerro en Bethel, desde que cuarenta y dos pequeños niños, probablemente alentados a burlarse del profeta, maldecidos en nombre del Señor, fueron arrojados con fuerza “fuera del bosque por dos osos”. (IV Reyes, ii, 19-24) Antes de que se estableciera en Samaria, el Profeta pasó algún tiempo en el Monte Carmel (IV Reyes, ii, 25). Cuando los ejércitos de Juda, e Israel, y Edom, entonces aliados contra Mesa, el rey Moabita, estaban siendo torturados por la sequía en el desierto de Idumæan, Eliseo consintió en intervenir. Su doble predicción relacionada con el alivio de la sequía y la victoria sobre los Moabitas se cumplió a la mañana siguiente. (IV Reyes, iii, 4-24.)
Durante todo el curso de su vida queda demostrado que Eliseo heredó de Elías sus poderes maravillosos. Para aliviar a una viuda importunada por un duro acreedor, Eliseo multiplicó de tal manera un poquito de aceite como para permitirle, no solamente pagar su deuda, sino para proveer a las necesidades de su familia (IV Reyes, iv, 1-7). Para recompensar a una rica dama de Sunam por su hospitalidad, obtuvo para ella de Dios, primero el nacimiento de un hijo, y luego, la resurrección de su niño (IV Reyes, iv, 8-37). Para nutrir a los hijos de los profetas presos del hambre, Eliseo tornó en saludable comida un potaje hecho de calabazas venenosas (IV Reyes, iv, 38-41). Mediante la cura de Naaman, que padecía de lepra, Eliseo, poco impresionado por las posesiones del general Sirio, mientras deseaba liberar al Rey Joram de su perplejidad, principalmente intentó mostrar “que hay un profeta en Israel”. Naaman, al principio a regañadientes, obedeció al Profeta, y se lavó siete veces en el Jordán. Sintiendo su cuerpo “restaurado como el cuerpo de un niño”, el general estuvo tan impresionado por esta evidencia del poder de Dios, y por el desinterés de Su Profeta, como para expresar su profunda convicción de que “no hay otro Dios en toda la tierra, sino solamente en Israel". (IV Reyes, v, 1-19.) Es a esto a lo que se refirió Cristo cuando Él dijo “Y había muchos leprosos en Israel en el tiempo de Eliseo el profeta y ninguno de ellos fue limpiado excepto Naaman el Sirio” (Lucas, iv, 27). Castigando la avaricia de su siervo Giezi (IV Reyes, v, 20-27), protegiendo “no una ni dos veces” al Rey Joram de las emboscadas planeadas por Benadad (IV Reyes, vi, 8-23), ordenando a los ancianos cerrarle la puerta al mensajero del desagradecido rey de Israel (IV Reyes, vi, 25-32), confundiendo con una extraña ceguera a los soldados del rey Sirio (IV Reyes, vi, 13-23), haciendo flotar el hierro para evitar la vergüenza al hijo de un profeta (IV Reyes, vi, 1-7), prediciendo confidencialmente la repentina retirada del enemigo y la consecuente cesación de la hambruna (IV Reyes, vii, 1-20), desenmascarando la traición de Ásale (IV Reyes, viii, 7-15), Eliseo probó por si mismo su Divina designación como Profeta del único Dios verdadero, Cuya sabiduría y poder había sido privilegiado a compartir.
Observador de la orden dada a Elías (III Reyes, xix, 16), Eliseo delegó al hijo de uno de los profetas para que discretamente ungiera a Jehu Rey de Israel, y para encomendarle cortar la casa de Achab (IV Reyes, ix, 1-10). La muerte de Joram, atravesado por una flecha del arco de Jehu, el ignominioso final de Jezabel, la masacre de los setenta hijos de Achab, probaron cuan fielmente fue ejecutada la orden Divina (IV Reyes, ix, 11-x, 30). Después de predecir a Joas su victoria sobre los Sirios en Aphec, así como otras tres victorias consecutivas, siempre altivo ante los reyes, siempre bondadoso hacia los pequeños, “Eliseo murió, y ellos lo enterraron” (IV Reyes, xiii, 14-20). El solo toque de su cadáver sirvió para resucitar a un muerto (IV Reyes, xiii, 20-21). “En su vida hizo grandes maravillas, y muerto obró milagros” (Ecclus., xlviii, 15).
MANGENOT in VIG., Dict. de la Bible (Paris, 1898), s. v. Elisée; STRACHAN in HAST., Dict. of the Bible (New York, 1898); FARRAR, Books of Kings (London, 1894); MEIGNAN, Les Prophètes d'Israel (Paris, 1892).
DANIEL P. DUFFY
Transcripto por WGKofron
Con agradecimiento a St. Mary's Church, Akron, Ohio
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi