Eclecticismo
De Enciclopedia Católica
(Gr. ek, legein; Lat. eligere, seleccionar)
Término filosófico que significa una tendencia de la mente de un pensador a conciliar las diferentes visiones o posiciones tomadas con relación a problemas; o bien un sistema en filosofía que busca la solución de sus problemas fundamentales seleccionando y uniendo lo que considera como cierto en las varias escuelas filosóficas. En el primer sentido, eclecticismo es una característica de todos los grandes filósofos, con especial desarrollo en algunos, tales como Leibniz; un elemento del método integral de filosofía menor o mayormente enfatizado en las diferentes escuelas. Empero, el término ecléctico es apropiadamente aplicado a aquellos que aceptan el Eclecticismo como el verdadero y fundamental sistema de filosofía. Es sobre el Eclecticismo en este estricto sentido que trataremos aquí.
Como regla, en la historia de la filosofía, el Eclecticismo sucede a un período de escepticismo. En presencia de doctrinas conflictivas con relación a la naturaleza, la vida y Dios, la mente humana desespera por alcanzar un conocimiento científico exacto sobre estas importantes materias.. El Eclecticismo entonces se propone construir un sistema suficientemente amplio y vago para incluir, o para no excluir, los principios de las diversas escuelas, aunque dando a veces más importancia a los de una escuela y aparentemente suficiente para dar una base para la conducción de la vida. En el período tardío de la filosofía griega, durante los dos siglos que precedieron a la Era Cristiana y durante los siguientes tres siglos, el Eclecticismo es representado entre los Epicúreos por Asclepíades de Bitinia; entre los Estoicos por Boecio, Panecio de Rodas, (alrededor de 180-110 A. C.), Posidonio (alrededor de 50 A. C.), y más tarde por los neo-Cínicos, Demetrio y Demonax (alrededor de A. D. 150); en la Nueva Academia por Philo de Larissa (alrededor de 80 A. C.) y Antíoco de Ascalon (murió en 68 A. C.); en la Escuela Peripatética de Andrónico de Rodas (alrededor de 70 A. C.), el editor y comentarista de los trabajos de Aristóteles, y más tarde por Arístocles (alrededor de A. D. 180), Alejandro de Afrodisias (alrededor de A. D. 200), el médico Galeno (A. D. 131-201), Porfirio en el tercero y Simplicio en el sexto siglo de nuestra era. El sistema ecléctico era, por su carácter, el que se adaptaba mejor a la mente práctica de los Romanos. Con excepción de la doctrina de Lucrecio, su filosofía especulativa era siempre y completamente ecléctica, mientras que el Estoicismo dominaba en su filosofía ética. Cicerón es en Roma, el mejor representante de esta escuela. Su filosofía es una mezcla de escepticismo de la Academia Media con Estoicismo y Peripateticismo. La escuela de los Sextians, con Quintus Sextius (80 A. C.), Sotion, y Celso, fue parte Estoica y Cínica, parte Pitagórica. Bajo su imperio, Séneca, Epicteto el Esclavo, y el Emperador Marco Aurelio combinaron los principios del Estoicismo con algunas doctrinas tomadas del Platonismo. La Escuela neo-Platónica de Alejandría, en los siglos segundo y tercero después de Cristo, es considerada por algunos como ecléctica; pero la designación no es exacta. La escuela ciertamente toma prestados muchos de sus principios del Pitagoreanismo, del Estoicismo, del Peripateticismo y especialmente del Platonismo; pero todas estas doctrinas están dominadas por -e interpretadas de acuerdo a- ciertos principios de misticismo religioso que hacen este neo-Platonismo un sistema original aunque sincrético. Lo mismo puede decirse de los escritores cristianos de esta escuela que toman algunos de sus principios filosóficos de los sistemas dominantes, pero que son guiados tanto en su selección como en su interpretación por las enseñanzas de la revelación Cristiana.
En tiempos modernos el Eclecticismo ha sido aceptado en Alemania por Wolff y sus discípulos. Ha recibido de Víctor Cousin (1792-1867) y su escuela su forma más característica en Francia en el siglo diecinueve, que algunas veces es llamada Escuela Espiritualística. Desviado del sensualismo por las enseñanzas de Royer Collard, Cousin busca en la Escuela Escocesa una fundamentación suficiente para las principales verdades metafísicas, morales y religiosas. Habiendo fallado en su intento, toma las diferentes doctrinas entonces en voga; es sucesivamente influenciado por Maine de Biran a quien llama "el más grande metafísico de nuestro tiempo", por los escritos de Kant y por el intercambio personal con Schelling y Hegel; finalmente vira a los trabajos de Platón, Plotinus, y Proclus, solo para regresar a Descartes y Leibniz. Llega entonces a la conclusión de que sucesivos sistemas elaborados a través de las eras precedentes contienen el desarrollo completo del pensamiento humano; que la verdad completa debe encontrarse en un sistema que resulta de la feliz fusión -bajo la guía del sentido común- de los pensamientos fragmentarios expresados por los diferentes pensadores y escuelas de todos los tiempos. Cuatro grandes sistemas, dice, expresan y sumarizan el desarrollo de la especulación humana: sensismo, idealismo, escepticismo y misticismo. Cada uno contiene una parte de la verdad; ninguno posee exclusivamente toda la verdad. El pensamiento humano no puede inventar ningún nuevo sistema ni puede despreciar ninguno de los viejos. No la destrucción de alguno, sino la reducción de todos a uno, nos pondrá en posesión de la verdad.
Ciertamente hay alguna verdad en el Eclecticismo. Sería necio de cada pensador, deliberadamente ignorar todo lo que se ha dicho y pensado antes que él; tal método haría imposible el progreso. La experiencia y el conocimiento adquiridos en eras pasadas es un factor en el desarrollo del pensamiento humano. La historia de la filosofía es útil; pone a nuestro alcance las verdades ya descubiertas, y al mostrarnos los errores en que han caído los filósofos, nos protege de ellos y de los principios o métodos que los hallan causado. Este es el elemento de valor contenido en el sistema. Pero el Eclecticismo era cuando substituye la reflexión como fuente primaria de filosofía, por una mera fusión de sistemas, o la filosofía en si misma por la historia de la filosofía. El Eclecticismo no nos brinda los últimos principios de filosofía o el criterio de certeza. No podemos decir que la filosofa ha alcanzado su más alto grado de precisión ni en la solución ni en la presentación de cada problema; ni que conozca todo lo que se puede conocer de la naturaleza, el hombre o de Dios. Pero aún cuando este fuese el caso, los principios del Eclecticismo no nos dan un sistema de filosofía firme, completo y verdadero. Cousin dice que hay alguna verdad en cada sistema; suponiendo que esto sea exacto, esta verdad parcial evidentemente será inicialmente adquirida a través de los principios y una regla de certeza que son independientes del Eclecticismo. Cuando Cousin declara que hay una mezcla de verdad y error en todo sistema, evidentemente supone un principio superior y antecedente al mismo principio del Eclecticismo. El ecléctico debe primeramente separar el error de la verdad antes de incorporar a un sistema los resultados de su discriminación. Pero esto sólo es posible con la condición de emitir un juicio acerca de cada uno de estos sistemas y por tanto, de tener -muy aparte de la historia- como último criterio, algún principio racional. En pocas palabras, el Eclecticismo, considerado como un estudio de las opiniones y teorías de otros con el fin de encontrar en ellos alguna luz y ayuda, tiene su lugar en la filosofía; es parte del método filosófico; pero como doctrina es totalmente inadecuado.
SUIDAS ed BERNHARDY, Lexikon (2 vols., Halle, 1853); RITTER AND PRELLER, Historia Philosophiœ Grœcœ (Gotha, 1888); ZELLER, Die Philosophie der Griechen (Leipzig, 1892); ALLEYNE, Eclectics (London, 1881); COUSIN, Histoire générale de la philosophie (Paris, 1884); LEROUX, Réfutation de l'Eclectisme (Paris, 1839); TAINE, Les philosophes classiques du XIXe siècle (Paris, 1876), vi, xii; MERCIER, Critériologie générale (Louvain, 1900), III, i.
G.M. SAUVAGE Transcrito por Douglas J. Potter Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús Traducido por Javier L. Ochoa M.