Acatistos
De Enciclopedia Católica
(Del griego acathistos; a, privativo; kathiso, “sentarse”; es decir, que no está sentado; de pie)
Es imposible atribuir a nadie la autoría del origen de la palabra. Se ha sugerido a Sergio, Patriarca de Constantinopla, cuyas piadosas actividades han sido detalladamente conmemoradas por la lección. Quercio (P.G. XCII,133 sqq.) se la atribuye a Jorge Pisides, diácono, archivero y sacristán de Santa Sofía, cuyos poemas encuentran eco en el estilo y el tema del Acathistus; la elegancia, el estilo armónico y antitético, la intensidad de la narrativa, la florida imaginería poética, todos muy sugerentes de su obra. Su empleo como sacristán podría haber favorecido tal tributo a Nuestra Señora, puesto que el himno expresa más elaboradamente los sentimientos condensados en dos epigramas de Písides encontrados en la iglesia de Blacherna. Quercio también argumenta que las palabras, frases y oraciones del himno pueden encontrarse en la poesía de Písides. Leclercq (en Cabrol, Diccionario de arqueología cristiana y de liturgia, sub verbo “Acathistus”) no encuentra absolutamente nada demostrativo en tal comparación y ofrece una posibilidad que podría ayudar a solucionar el problema.
Además de varias versiones latinas, ha sido traducido al italiano, ruteno, rumano, árabe, alemán y ruso. Su gran extensión excluye cualquier otra cosa que no sea el brevísimo sumario aquí expuesto. Comienza por un troparion ,seguido de un kontakion, (breve resumen en forma de himno sobre el carácter de la fiesta), que se repite a intervalos a lo largo del himno. Como este kontakion es la única parte del himno que se refiere claramente a la victoria conmemorada, y que puede haber sido el único texto original, (con repeticiones intercaladas con salmos, himnos, etc., ya conocidos por el pueblo) y compuesto para la celebración nocturna, se ha estimado oportuno traducirlo aquí:
A ti, oh Madre de Dios, invicta Emperatriz, yo, la ciudad liberada de sus males, doy gracias por las victorias conseguidas; y Tú, con tu invencible poder líbrame de todo peligro; que pueda yo clamar, ¡Ave, Esposa doncella!
El Himno, propiamente dicho, consta de veinticuatro oikoi , (palabra que Gretser interpreta como referida a varias iglesias y templos; pero el Triodion mismo indica su significado en la rúbrica. “Los primeros seis oikoi deben ser leídos y nos mantenemos de pie mientras se leen” – oikos se refiere claramente a una división del himno), o estrofas, (las cuales apenas traducen la palabra.—estrofa, como oikos, tiene un valor arquitectural). Estos oikoi son alternadamente más largos y más cortos y sus letras iniciales forman un abecedario griego. El último, (más corto), que empieza con la letra omega, dice:
Oh, Madre, digna de todas las alabanzas de los himnos, que diste a luz al Verbo, Santo entre los santos, acepta esta ofrenda, líbranos de todo mal y salva de sufrimientos futuros a todos aquellos que claman a ti. Aleluya.
Este Aleluya sigue a cada una de las estrofas más cortas. Las más largas comienzan con una oración de casi la misma extensión, que conduce hábilmente a una serie de salutaciones que comienzan con: “Ave”. Todas estas estrofas más largas, excepto la primera, (que tiene catorce), comprenden trece oraciones, incluso la última, que, a modo de refrán, es siempre “Ave, Esposa doncella” La primera estrofa narra la misión de Gabriel a María; y su asombro ante la condescendencia del Todopoderoso es tan grande que prorrumpe en las siguiente exclamaciones:
¡Ave, causa de que brille la alegría! ¡Ave, causa del final del mal! ¡Ave, restauradora de Adán caído! ¡Ave, redentora de las lágrimas de Eva!
etc. La segunda estrofa contiene las preguntas a María; la tercera las continúa y da la repuesta de Gabriel; la cuarta narra la Encarnación; la quinta, la visita a Isabel, con una serie de “Aves” bonitamente concebidas para traducir en palabras los saltos alegres del Bautista; la sexta, la inquietud de José; la séptima, la venida de los pastores, quienes empiezan su “Ave” muy acertadamente:
¡Ave, Madre del Cordero y del Pastor!
¡Ave, Aprisco de las ovejas racionales!
En la novena estrofa, los Magos, sobresaltados, exclaman con alegría:
¡Ave, Madre de la Estrella sin ocaso! ¡Ave, Esplendor del místico Día!
En la décima, los Magos regresan a su país para proclamar el Aleluya; la undécima tiene alusiones adecuadas a la Huída a Egipto:
¡Ave, Mar que aplastaste al sabio Faraón! ¡Ave, Roca que diste agua al sediento!
con otras referencias a la nube, la columna de fuego, el maná, etc. La duodécima y décimotercera tratan de Simeón; la décimocuarta y vigésima segunda tienen un carácter más general; la vigésima tercera toma, quizá concientemente, la imaginería de la iglesia de la Deipara en Blacherna, y es probable que aluda en forma lejana a la victoria, (o a las tres victorias) conmemoradas en la Lección:
¡Ave, Tabernáculo de Dios y del Verbo! ¡Ave, Torre inamovible de la Iglesia! ¡Ave, Muro inexpugnable! ¡Ave, por quien se elevan los trofeos! ¡Ave, quien hace caer a los enemigos! ¡Ave, salud de mi cuerpo! ¡Ave, amparo de mi alma!
P.G., XCII, contiene las obras de Pisides y el Acathistus, con importante comentario. SÓFOCLES, lexicógrafo griego, etc., tiene una nota interesante. LECLERCQ, aporta una extensa bibliografía en Dict. d’archol. chrét. et de lit.
H.T.HENRY Traducción de Estela Sánchez Viamonte