Predestinacionismo
De Enciclopedia Católica
Es una herejía que aparece con cierta frecuencia en el curso de los siglos y que reduce la salvación eterna del elegido así como la eterna condenación del réprobo a una única causa, la voluntad soberana de Dios y por ello excluye la libre cooperación del hombre como factor secundario en la consecución de un futuro feliz o infeliz en la vida por venir.
Contenido
Carácter y origen
La esencia del Predestinacionismo herético puede expresarse en las siguientes dos proposiciones fundamentales que tiene entre si la relación de causa y efecto:
• La absoluta voluntad de Dios es la única causa de la salvación o condenación de los individuos, sin tener en cuenta los méritos o deméritos;
• Respecto a los elegidos, niega la libertad de la voluntad bajo la influencia de la gracia eficaz mientras que pone al réprobo bajo la necesidad de cometer pecado como consecuencia de la ausencia de la gracia.
En sistema en sus líneas generales puede ser descrito de la siguiente manera: la cuestión de por qué algunos se salvan mientras otros se condenan solo puede ser contestada asumiendo un decreto eterno, absoluto e inmutable de Dios.
La salvación de los elegidos y la condenación de los réprobos son simplemente el efecto de un decreto divino incondicional. Pero si los que están predestinados para la vida eterna llegan a este fin con necesidad metafísica y solo esa necesidad puede garantizar el cumplimiento actual de la voluntad divina, Dios debe darles durante su vida gracias eficaces de tal naturaleza que la posibilidad de resistencia se excluye sistemáticamente, mientras por otra parte, la voluntad, bajo la influencia de la gracia es llevada sin renuencia a hacer lo que es correcto y es obligada a perseverar en el curso de lo correcto hasta la hora de la muerte.
Pero desde toda la eternidad Dios ha emitido un decreto no menos absoluto por el que ha predestinado positivamente a los no elegidos a los tormentos eternos. Dios puede realizar este designio solamente negando a los réprobos las gracias irresistiblemente eficaces e impeliendo a su voluntad a pecar continuamente, llevándoles así lenta pero seguramente a la condenación eterna. Puesto que solo se debe a la voluntad de Dios que el cielo esté lleno de santos, sin tener en cuenta sus méritos, también se debe a la misma voluntad de Dios que el infierno esté lleno de réprobos, sin tener en cuenta sus pecados pre-vistos y sus deméritos y tal como solo Dios ha destinado positiva, eterna y absolutamente para este triste lote En todo caso, el pecado es el medio más eficaz de llevar infaliblemente al infierno, con alguna apariencia de justicia, a los que ha predestinado positivamente para la reprobación.
En su desarrollo posterior, el Predestinacionismo admite una forma más dura y otra más suave según que sus seguidores insistan exclusivamente en que la voluntad salvífica de Dios deja en un segundo plano la reprobación positiva o trata de ocultar bajo una fraseología piadosa lo que es más ofensivo de esta doctrina, es decir, la supuesta relación de Dios hacia el pecado. Y sin embargo, este elemento forma la piedra angular de todo el sistema, porque la pregunta más importante de todas es: ¿Puede Dios, el totalmente justo, predestinar a alguien positiva y absolutamente al infierno? ¿Puede, el totalmente santo, incitar y forzar a alguien al pecado con la intención de enviarle a la condenación eterna? La negación de la voluntad salvífica universal de Dios y la restricción de los méritos de la pasión de Cristo a los elegidos son las consecuencias naturales de4 los principios fundamentales de esta herejía.
La historia del dogma muestra que el origen del Predestinacionismo herético se puede rastrar en la falta de entendimiento y mala interpretación de los puntos de vista de S. Agustín sobre la elección y reprobación eternas. Pero solo tras la muerte de este gran doctor de la Iglesia (430) surgió esta herejía en la Iglesia occidental, mientras que la oriental quedó notablemente libre de estas extravagancias. Comenzando desde el autor anónimo de la segunda parta del llamado “"Prædestinatus" (ver abajo) hasta Calvino, encontramos que todos los seguidores de esta herejía se han refugiado detrás del sólido escudo del Agustinismo. La pregunta a la que hay que contestar ahora es: ¿Enseñó S. Agustín esta herejía? No queremos discutir que S. Agustín, en sus últimos días, cayó víctima de in rigorismo creciente que puede explicarse sicológicamente por el hecho de que fuera llamado a ser el campeón de la gracia cristiana contra los errores del Pelagianismo y Semipelagianismo. De lo que se trata es si él, para establecer la predestinación del justo, cedió en su postura anterior y se refugió en la llamada “gracia irresistible” (gratia irresistibilis) que en el justo y en los que perseveran destruye la libre voluntad. No solo los historiadores Protestantes del dogma (como Harnack), sino también unos pocos estudiosos católicos (Rottmanner, Kolb) mucho más tarde, han pensado Heber encontrado en sus obras indicaciones evidentes de tan extraña postura. Pero entre loa mayoría de los estudiosos de S. Agustín va ganando terreno la convicción de que el doctor africano nunca a lo largo de su vide, ni poco antes de su muerte, abrazó esta peligrosa postura sobre al gracia que el Jansenismo reclama haber heredado de S. Agustín. Hasta el protestante E.F.K. Müller enfatiza el hecho de que S. Agustín, respecto a la libertad de la voluntad en todas las condiciones de la vida, “nunca renunció su repudio del Maniqueismo, situación que le había causado una lucha tan severa” (Realencyk. für prot. Theologie, Leipzig, 1904, XV, 590). El único pasaje ambiguo que contiene las expresiones “inevitable y invencible” (De corrept. et gratia XII, xxxviii: indeclinabiliter et insuperabiliter) no se refiere, como se ve claramente por el contexto, a la gracia divina sino a la débil voluntad que por medio de la gracia se convierte en invulnerable contra las tentaciones, hasta el punto de ser inconquistable, sin, empero, perder por ello su libertad natural.
Otros pasajes difíciles pueden ser explicados igualmente teniendo en cuenta los principios generales fundamentales de la enseñanza del santo y especialmente por el contexto y la conexión lógica de sus pensamientos (J. Mausbach, "Die Ethik des hl. Augustinus", LI, 25 ss.; Freiburg, 1909). De ahí que, cuando hacia el final de su vida escribió sus “Retractaciones”, no tocó nada sobre este tema, porque no tenía razón alguna para hacerlo. Pero en la relación de Dios con el pecado, nada había más lejano a los pensamientos del gran doctor que la idea de que el Más Santo pudiera en modo alguno por razón alguna forzar la voluntad humana para que cometiera pecado Es verdad que Dios pre-ve el pecado, pero el no lo quiere; porque el debe necesariamente odiarlo. S. Agustín traza una distinción clarísima entre prœscire y prœdestinare, y para él el conocimiento previo infalible del pecado no es en absoluto sinónimo de necesidad de predestinación al pecado. Así, dice que la caída de Adán (De corrept. et gratia, 12, 37), "Deo quidem præsciente, quid esset Adam facturus injuste; præsciente tamen, non ad hoc cogente" (cf. Mausbach, ibid. 208 ss.). La cuestión de si S. Agustín asumió y hasta que punto lo hizo, en relación al predestinación absoluta de los elegidos, y que se conoció después como reprobación negativa de los condenados, es muy distinta de la pregunta que hemos hecho aquí y nada tiene que ver con el Predestinacionismo herético.
La obra "Prædestinatus"
Con la obra de un autor anónimo del siglo quinto se prueba que los Pelagianos después e ser condenados por la Iglesia tuvieron gran interés en exagerar hasta las últimas consecuencias heréticas las ideas de S. Agustín que podían ser fácilmente mal entendidas, y con las que podían, bajo la máscara de ortodoxia combatir más efectivamente no solamente el ultra-Agustinismo sino también toda la doctrina católica sobre la gracia.
La obra, editada por Sirmond por primera vez en París 1643 bajo el título de "Prædestinatus" (P.L., LIII, 579 ss.), está dividida en tres partes. La primera contiene un catálogo de noventa herejías (desde Simón el Mago a la Hæresis Prædestinatorum) y no es otra cosa que un plagio descarado de la obra de S. "De Hæresibus" originas únicamente en los pasajes en los que e4l escritor toca experiencias personales y tradiciones romanas locales (A. Faure, "Die Widerlegung der Häretiker im I. Buch des Prædestinatus", Leipzig, 1903).
La segunda parte es , según dice el autor del libro, un tratado que circuló, falsamente, bajo el nombre de Agustín y que cayo en sus manos; este tratado, en forma de polémica violenta contra los pelagianos presenta posturas ultra-agustinianas sobre la predestinación y así da una oportuna bienvenida a Pelagio para atacar tanto las exageraciones del Pseudo-Agustín como la doctrina católica sobre la gracia del verdadero Agustín. De hecho esta oportunidad favorable es aprovechada por el autor en la tercera y última parte, donde revela su verdadero propósito. Adhiriéndose al texto de la segunda parte sutilmente trata de refutar no solo el Predestinacionismo sino también (y este el punto principal) la doctrina de S. Agustín sobre la gracia, aunque por mantener las apariencias y para protegerse de ataques, condena nominalmente al Pelagianismo en cuatro anatemas (P.L., LIII, 665).Toda la demás literatura sobre esta compilación de calidad inferior puede considerarse ahora superada por la obre de obsoleta Schubert, "Der sog. Prædestinatus, ein Beitrag zur Geschichte des Pelagianismus" (Leipzig, 1903). Pero ni siquiera hace falta la opinión de Schubert de que todo el pseudo-Agustín producido en la segunda parte no es otra cosa que una falsificación bastante mala del mismo Pelagio que se inventó un hombre de paja para poder contradecirlo más fácilmente. Pero no puede haber duda respecto al significado, el espíritu, al propósito de esta maniobra. Se trata de una hábil defensa del Pelagianismo contra la doctrina de la gracia que enseñó S. Agustín.
Como la autoría punta más hacia Roma que al sur de las Galias (quizás Arnobio el Joven). Esta obra, escrita probablemente hacia el 440 d.C. emanó del grupo de pelagianos muy íntimamente relacionados con Julián de Eclana. No es imposible que un amigo de Julián que viviera en Roma concibiera la esperanza de que empapa se mostrara más favorable a Pelagianismo por medio de esta obra.
Lúcido y Gotescalco
Hacia mitad del siglo quinto Lucido, un sacerdote galo, defendió la forma más dura de Predestinacionismo. Nada se sabe de otros aspectos de su vida. Según su forma de verlo, Dios positiva y absolutamente predestinó a algunos hombres a la muerte eterna y a otros a la vida eterna, de manera que éstos últimos no tienen que hacer nada para asegurarse la salvación eterna, puesto que la gracia divina les lleva a su destino.
Como los no-elegidos están destinados al infierno, Cristo no murió por ellos. Cuando Fausto, obispo de Riez, ordenó a Lucido que se retractara, abandonó sus escandalosas proposiciones y hasta se lo comunicó al sínodo provincial de Arlés (ca. 473) que se había sometido. (cf. Mansi, "Concil. Collect.” VII, 1010).
Parece que en medio siglo la herejía del Predestinacionismo había desparecido completamente en la Galia, puesto que el segundo concilio de Orange (529) aunque condena solemnemente esta herejía , aun habla hipotéticamente de sus seguidores; "si sunt, qui tantum malum credere velint" (cf. Denzinger, "Enchirid.", 10ª ed., Freiburg, 1908, n. 200). La herejía no volvió a aparecer hasta el siglo noveno, cuando Gotescalco de Orbais, apelando a S. Agustín, provocó un alarga y animada disputa sobre la predestinación, que afectó a todo el Imperio Franco. Rábano Mauro (alrededor de 840) escribió una refutación de las enseñanzas de Gotescalco y resumió claramente en la siguiente proposición (P.L., CXII, 1530 ss.): puesto que los elegidos, predestinados por la presciencia divina y secreto absoluto, necesariamente se salvan, de la misma manera los eternamente réprobos se convierten en víctimas de la predestinación al infierno.
Gracias a los esfuerzos del obispo Hincmaro de Reims, el sínodo de Quierzy (849) obligó a Gotescalco, cuya permanencia forzada en la orden benedictina le había resultado tan cara, a quemar sus obras con sus propias manos, imponiéndole silencio y encarcelándole de por vida en el monasterio de Hautvilliers, cerca de Reims. Sin embargo, gracias a que se han conservado dos profesiones de fe suyas, los (P.L., CXXI, 347 ss.), se tiende a librar al oscuro y excéntrico Gotescalco del cargo de herejía y a interpretar de forma ortodoxa sus ambiguas enseñanzas sobre la “doble predestinación “. Hincmaro tuvo la infeliz idea de pedir al panteísta Juan Escoto Eriúgena que escribiera una refutación de Gotescalco, que solo sirvió para encender más la controversia. Para gran dolor de Carlos el Calvo, en toda la parte occidental del imperio franco resonaron las disputas de los obispos, teólogos y hasta de algunos sínodos. Los cánones del concilio provincial de Valence (855) pueden tomarse como la expresión de los pontos de vista dominantes entonces sobre este tema, enfatizando el hecho de que Dios simplemente ha previsto desde al eternidad y no pre-ordenado los pecados de los réprobos, aunque sigue siendo verdad que como consecuencia de los deméritos pre-vistos, ha decretado desde la eternidad el castigo eterno del infierno (cf. Denzinger, loc. cit., nn. 320-25). Sobre esta base esencialmente los obispos de las catorce provincias eclesiásticas llegaron por fin a un acuerdo e hicieron las paces en el sínodo de Tousy del 860 (cf. Schrörs, "Hinkmar von Reims", 66 ss., Freiburg, 1884).
La enseñanza medieval se caracteriza en genenral por una parte por el rechazo de la reprobación positiva al infierno y de la predestinación al pecado y por la otra por la afirmación de la divina predestinación de los elegidos al cielo y la cooperación de la voluntad libre; esta enseñanza solo quedó oscurecida durante un tiempo por Thomas Bradwardine, y los llamados precursores de la Reforma (Wyclif, Hus, Jerónimo de Praga, Juan Wesel).
La Reforma
El herético Predestinacionismo recibió un vigoroso impulso al estallar la Reforma. Habiendo negado Lutero la libertad de la voluntad en el pecador como también la libertad en el uso de la gracia, lógicamente dejó el destino eterno del individuo solo y totalmente en las manos de Dios quien sin tener en cuenta en absoluto los méritos o deméritos asigna el cielo o el infierno como le place.
Zwinglio intentó obviar las graves consecuencias que este principio produce necesariamente en el orden moral con la vana excusa de que “justamente como Dios impulsa al ladrón a cometer un asesinato, también fuerza al juez a imponer la pena de muerte al asesino” (De provid. Dei, en "Opera" ed. Schuler, IV, 113). Melanchthon enseñó expresamente que la traición de Judas era tanto obra de Dios como la vocación de S. Pablo (cf. Trident., Sess. VI, can. vi, en Denzinger, n. 816). Calvino es el defensor más lógico del Predestinacionismo puro y simple. La predestinación absoluta y positiva del elegido a la vida eterna, así como del réproba al infierno y al pecado, es uno de los principales elementos de todo este sistema doctrinal y está íntimamente conectado con el pensamiento de “la gloria de Dios” que lo impregna todo.
Calvino que era fuertemente religioso por naturaleza y con un don para sistematizar, aunque también con un carácter duro y poco dado a ceder, fue el primero en tejer los hilos sueltos que creyó haber encontrado en S. Pablo, S. Agustín, Wycleff, Lutero y Bucero, en un tapiz que envolvía todo el sistema práctico y teórico de la cristiandad. Así, de hecho se convirtió en el sistematizador de la temida doctrina de la predestinación. Aunque Calvino no niega que el hombre tenía una voluntad libre en el paraíso, sin embargo halla la razón de la caída de Adán a un decreto absoluto y positivo de Dios (Instit., I, 15, 8; III, 23, 8).
El pecado original destruyó completamente la libre voluntad del hombre caído; sin embargo no es el motivo del decretum horribile, como él mismo llama al decreto o reprobación. Calvino en un Supralapsario total. Dios para su propia glorificación y sin tener en cuenta el pecado original, ha creado algunos “barcos de la misericordia” y otros “barcos de la ira”. A los creados para el infierno también los ha predestinado al pecado y cualquier fe o corrección que exhiban es solo aparente, puesto que todas las gracias y medios de salvación son eficaces solamente para los predestinados al cielo.
La doctrina jansenista de la redención y de la gracia en sus caracteres principales no es esencialmente diferente del calvinismo. La insoportable dureza y crueldad de este sistema llevó a una reacción entre los calvinistas mejores mentes que tenían miedo de colocar la “gloria de Dios” sobre su santidad. Hasta en un terreno tan estrictamente calvinista como Holanda, ganó terreno el Infralapsarianismo, es decir, la conexión de la reprobación con el pecado original. Inglaterra también rehusó adherirse a los artículos Lambeth del calvinismo estricto (1595) aun que en años posteriores sus caracteres esenciales fueron incorporados a la famosa Confesión de Westminster de 1647 que fue vigorosamente defendida por los Puritanos ingleses. Por otra parte, la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de Norteamérica ha tratado de mitigar la innegable crueldad del calvinismo en su revisión de la Confesión de mayo de 1903, en la que se enfatiza la universalidad del amor divino y no se niega la salvación de los niños muertos en la infancia.
Fuentes
Además de las obras ya citadas, cf. WEIZSÄCKER, Das Dogma von der göttlichen Vorherbestimmung im 9. Jahrhundert in Jahrbücher für deutsche Theologie (1859), 527 ss.; DIECKHOFF, Zur Lehre von der Bekehrung und von der Prädestination (Rostock, 1883); JACQUIN, La question de La prédestination au Ve et VIe siècle en Revue de l'histoire ecclésiastique (1904), 265 ss., 725 ss.; (1906), 269 ss. KÖSTLIN, Luthers Theologie (2ª ed., Leipzig, 1901); DIECKHOFF, Der missourische Prädestinianismus und die Concordienformel (Rostock, 1885); SCHEIBE, Calvins Prädestinationslehre (Halle, 1897); VAN OPPENRAAIJ, La prédestination de l'église réformée des Pays-Bas (Louvain, 1906); MÜLLER, Die Bekenntnisschriften der reformierten Kirchen, Erwählung (Leipzig, 1903); para más amplias referencias ver Realencyklopädie für prot. Theol., XV, 586 ss. (Leipzig, 1904); GRISAR, Luther, I (Freiburg, 1911), 149 ss.
Pohle, Joseph. (1911).
Transcrito por Douglas J. Potter. Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
Traducido por Pedro Royo.