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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Robert Grosseteste

De Enciclopedia Católica

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Obispo de Lincoln y uno de los hombres más sabios del Medievo, nacido hacia 1175 y muerto 3l 9 de octubre de3 1253. Procedía de Stradbroke en el condado de Suffolk. Poco se sabe de su familia, pero sí que eran pobres. Su nombre es probablemente el de su familia. La primera fecha definida que podemos relacionar con su vida es la de una carta escrita en 1999 por Gilardo Cambrensis que le recomendaba al obispo de Hereford. Giraldo hablaba de su conocimiento de las artes liberales y de la literatura y de su excelente carácter disposición. Podemos colegir de la carta que tenía conocimientos de leyes y medicina. Si en 1999 ya era “master” tan distinguido debió haber ido a la joven pero ya floreciente universidad de Oxford no mucho después de 1992 ó 1993. Es muy probable que después enseñara teología en París, confirmado indirectamente por una tradición local, por sus relaciones con algunos eclesiásticos franceses, por los detalles del curriculum parisino y su conocimiento del francés, raro en un hombre de su procedencia. Uno de los escritos más populares que se le atribuyen es una novela religiosa francesa, el "Chasteau d'Amour".

Pero estaba de nuevo en Oxford muy al principio del siglo trece y, con la excepción de una posible segunda visita a París, parece que permaneció allí hasta que fue elegido obispo en 1235. Pronto comenzaron a llegarle las distinciones y dignidades como el más distinguido de los maestros de Oxford. Durante un tiempo (fechas inciertas) cabeza de la Universidad, ya como canciller o con el más modesto empleo de “Maestro de las escuelas”. Sus habilidades prácticas hicieron que fuera elegido sucesivamente a no menos de cuadro archidiaconados. Tenía varios beneficios y una prebenda en Lincoln, situación no excepcional en el siglo trece, pero una enfermedad le sobrevino en 1232, le obligó a abandonar todos los beneficios excepto la prebenda de Lincoln. Llegó a esta situación , quizás por un fervor religioso más profundo que le había causado escrúpulos y amor real a la pobreza. En 1235 fue elegido libremente obispo de Lincoln, la diócesis más populosa de Inglaterra y fue consagrado en la iglesia de la abadía de Reading, en junio del ano siguiente, por S. Edmundo Rich, arzobispo de Canterbury.

Grosseteste era un hombre de tan variados intereses y su carrera tenía tantos aspectos que será mejor tocarlos separadamente en sus numerosas actividades que intentar un relato cronológico de su vida. Su obra como maestro, filósofo, y estudioso está, naturalmente más relacionada con su carrera en Oxford, pero sus deberes episcopales, cumplida con tanta dedicación, no disminuyeron sus intereses intelectuales, teniendo en cuanta que Oxford estaba en su diócesis, y en cierto sentido, bajo su autoridad, lo que le mantuvo en estrecho contacto con la universidad. Intervino repetida emane en los asuntos universitarios, fijó cuestiones de disciplina y administración y contribuyó en los primeros estatutos y regulaciones que le dieron a Oxford su carácter específico. No es fácil definir con exactitud la postura de Grosseteste en la historia del pensamiento del siglo trece. Aunque desde muchos puntos de vista era un nombre de la Escuela, sus intereses estaban más en las cuestiones morales que en la lógicas o metafísicas.

En sus clases ponía más hincapié en el estudio de las Escrituras que en la especulación intelectual. Su verdadera originalidad está en su esfuerzo en recurrir a las autoridades originales y su insistencia en los experimentos en ciencia. Roger Bacon expresa en sus obras mucho entusiasmo por esta cualidad. En su "Opus Tertium" dice:” Nadie conocía las ciencias, excepto el Lord Robert, Obispo de Lincoln, por razón experiencia y larga vida, asó como por su dedicación al estudio. Sabía matemáticas y perspectiva y nada había que no pudiera saber, estado al mismo tiempo familiarizado con los idiomas para poder entender a los santos, a los filósofos y a los sabios de la Antigüedad. “En propia teología tenemos los títulos de 322 sermones y discursos de Grosseteste y más de 60 tratados. Hay comentarios a los Evangelios y a algunos de los libros del Antiguo Testamento, así como una interesante colección de “Dicta” o notas para las clases y sermones.

Sus estudios aristotélicos eran considerables. Su comentario a las obras lógicas fueron impresas repetidamente en el siglo dieciséis. Sus contribuciones más valiosas, sin embargo, al conocimiento de Aristóteles y a la filosofía medieval fueron las traducciones que procuró del griego original. La “Ética de Endimión la comentó mientras estaba en Oxford y en los últimos años de su vida estaba ocupado con la traducción del Nicómaco.

Aun eran más originales sus estudios de las antigüedades cristianas. Hizo que se tradujeran el “Testamento de los doce Patriarcas y algunos de los escritos de Dionisio Areopagita, aunque sin duda pensó que en ambos casos se trataba de obras genuinas. Su traducción de las Epístolas de S. Ignacio es una obra de valor permanente, tan importante que un importante escritor como James (Cambridge Modern History, I, 587), pone los estudios de Grosseteste como el principio del “Renacimiento Cristiano”.

Además de su conocimiento del griego, estaba en parte familiarizado con el hebreo, algo verdaderamente raro en el siglo trece. Además de sus conocimientos en las artes liberales, Grosseteste tenía un interés inusual por las cuestiones matemáticas y científicas. Escribió un comentario a la Física de Aristóteles; y en su propia obra científica se incluyen estudios sobre meteorología, luz, color, óptica. Entre sus obras matemáticas hay una crítica del calendario juliano en la que señala la necesidad de los cambios introducidos por el gregoriano. Intentó una clasificación de las distintas formas de conocimiento; y pocos entre sus contemporáneos han alcanzado un rango enciclopédico como el suyo.

Tampoco descuidó las cosas prácticas de la vida. Hizo que se tradujera a al latón el “Treatise on Husbandry" de Walter de Henley y redactó el mismo reglas sobre cómo organizar las cosas (gerencia) conocidas como "Les Reules Seynt Robert", que arrojan mucha luz sobre las condiciones de la agricultura en su tiempo.

Y por fin, para que no pensemos que no le interesaba el arte, sus contemporáneos señalan su amor por la música. No es de extrañar que su reputación como filósofo y como genio universal le sobreviviera durante tanto tiempo. Pocos escritores del siglo trece son citados con tanta frecuencia como "Robertus Lincolniensis", y hasta después del invento de la imprenta muchas de sus obras fueron publicadas y vueltas a publicar, especialmente por las prensas de Italia. Naturalmente, sus intereses científicos le dieron, más tarde, fama popular de mago.

Mientras estaba en Oxford, Grosseteste hizo una amistad de por vida con los franciscanos recién llegados. Es posible que fuera canciller cuando llegaron los frailes a Oxford, los dominicos en 1221 y los franciscanos sen 1224. Se hizo amigo de los franciscanos y de hecho dio las primeras clases en el primer y sencillo edificio donde pusieron la escuela al principio. Durante un tiempo pensó en hacerse fraile por su identificación con los hijos de S. Francisco. Su influencia sobre ellos fue proporcionalmente grande. Debió contribuir a dar a los franciscanos ingleses el amor al saber que fue una de sus más distinguidas características. Y que afectó a toda la historia de la orden. Aunque era contrario al ideal de pobreza de su fundador, los frailes hubieron perdido sus poderosos medios de influencia en un siglo en el que los intereses intelectuales eran tan importantes. Grosseteste y los frailes menores fueron inseparables el resto de su vida. El más íntimo de su amigo era Adam Marsh, el primer franciscano que dio clases en Oxford, hombre de grandes conocimientos y dedicado reformador. Las cartas de Adam a su amigo nos mucha información valiosa sobre Grosseteste, pero desafortunadamente las respuestas no se han conservado. El obispo de Lincoln podía hacer por los franciscanos más que el canciller de Oxford. Extendió la esfera de su trabajo evangélico facilitó las relaciones, lo que a veces era una tarea difícil de llevar a cabo, entre el clero secular y monástico. En una carta a Gregorio IX habló con entusiasmo de los inestimables beneficios que los frailes habían proporcionado a Inglaterra, y de la devoción y humildad con los que la gente reunía en su alrededor para oír de sus labios la palabra de vida.

La diócesis que Grosseteste administró durante 18 años era la más extensa de Inglaterra: se extendía desde el Humber al Támesis e incluía no menos de 9 condados. El trabajo de gobierno y reforma era difícil por el carácter litigante de aquellos tiempos. A cualquier parte que se volviera el obispo encontraba poderosas corporaciones excesivamente tenaces en la defensa de sus derechos. Desde el principio revivió la práctica de las Visitas y las realizaba en profundidad. Sus cartas circulares a sus archidiáconos y sus constituciones ilustran las muchas reformas que consideraba necesarias tanto para el clero como para sus fieles. Estas visitas, sin embargo, pusieron al obispo en conflicto con el deán y el capítulo, que reclamaban excepciones para ellos mismos y para sus iglesias. La disputa estalló en 1239 y duró seis años. Grosseteste discutió todo el asunto de la autoridad Episcopal en una larga carta (Letter cxxvii, "Rob. Grosseteste Epistolæ", Rolls Series, 1861) al deán y al capítulo y se vio obligado a suspender y quitar al deán, mientras que los canónigos se negaban a asistir al la casa del capítulo. Hubo apelaciones y contra apelaciones al papa e intentos de arbitrio. Con el tiempo Inocencio IV solucionó la cuestión en Lyón 1245, a favor del obispo.

Las visitas afectaron a la mayoría de las casas religiosas de la diócesis, asó como a las del clero secular. En la primera de ellas Grosseteste depuso a siete abades y a cinco priores. Solo en una de esos casos había defectos morales y de hecho se queja pocas veces de la conducta moral de los monjes; su principal lamento contra ellos tiene que ver con el control de las parroquias. Hasta en el siglo doce, más de dos tercios de las iglesias parroquiales estaban bajo el control de los monasterios, y en algunos casos esos monasterios hacían arreglos temporales e inciertos sobre la cura de almas. Grosseteste se propuso insistir en que hubiera un párroco valido y fijo obligando a los monasterios a nombrar vicarios permanentes. Y durante todo su episcopado esto ocupó mucho de su tiempo. Sus grandes dificultades eran las casas cistercienses, que estaban exentas de su derecho de Visita y para remediar esto fue a visitar al papa a Lyon en 1250.

Sus esfuerzos tuvieron éxito en parte, pero el rigor con el que visitaba los monasterios de monjes y monjas bajo su jurisdicción llevó al cronista de S. Alban, Mateo Paris, a llamarle “perseguidor de monjes”; y es probable que a veces fuera innecesariamente severo. En 1243, durante la sede vacante de de la sede episcopal, los monjes de la Iglesia de Cristo, de Canterbury, le excomulgaron. El trató la sentencia con desdén, pero tuvo que recurrir del nuevo al papa para poner fin a la disputa.

La reputación que desde la Reforma ha adquirido Grosseteste se debe en gran parte a su relación con el papado. Es cierto que se opuso hasta el máximo a los abusos de la administración papal, peor un estudio de sus cartas y escritos debiera haber destruido hace mucho tiempo el mito de que se opuso a la plena potestas de los papas. Este error, que ha sido común entre los no católicos desde Wyclyff hasta tiempos recientes puede en parte ser explicado por las exageraciones de Mateo Paris y por una confusión de dos hombres con el mismo nombre. La carta en la Grosseteste expresaba con mucha fuerza su resistencia a los que consideraba exigencias indebidas del papa, iba dirigida al “Maestro Inocencio”.

Se asumió, hasta por el Dr. Luard, editor de los textos de Grosseteste en la Rolls Series, que este corresponsal era Inocencio IV, mientras que de hecho era uno de los secretarios del papa que residía en Inglaterra. Sin embargo, todos los historiadores recientes admiten que Grosseteste nunca negó la autoridad del papa como Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia. Lo que sí defendía era que el poder de la Santa Sede era” para la edificación y no para la destrucción “, que los mandatos del papa nunca podían transgredir los limites de la ley de Dios y que era su obligación, como obispo, resistirse a una orden que era “para la destrucción manifiesta”. En tal caso “por puro amor filial reverencial y obediencia, desobedezco, resisto, me rebelo”.

Es imposible discutir aquí, ni siquiera enumerar, los abusos contra los que se expresó con tanta fuerza un hombre que había mostrado constantemente tanta devoción por el papado. El pueblo inglés a la larga se quejaba principalmente de los enormes veneníficos que el papa y los italianos sacaban del país; sin embargo Grosseteste se daba cuenta de lo necesario que era apoyar al papado contra el emperador Federico II y sus objeciones eran sobre todo contra las maneras de conseguir esos beneficios, el nombramiento a de partidarios del papa en Italia a los beneficios y nombramientos ingleses. Esa práctica conllevaba mucho daño espiritual y el obispo se resistió constantemente. Sentía muy profundamente l9os abusos de la curia y la facilidad con la que se podían obtener de Roma, con dinero, exenciones y privilegios que se oponían a las reformas que él realizaba. Por otra parte, él mismo apeló constantemente a Roma y con frecuencia recibió el apoyo papal.

Visitó la Corte de Inocencio IV en dos ocasiones: en 1245, al asistir al Concilio General de Lyón y la segunda vez en 1250 cundo fue a rogar solicitar ayuda al papa en sus muchas dificultades. En esta ocasión, el anciano obispo 8 debía tener alrededor de setenta y cinco) más resuelto que nunca a la reforma eclesiástica, pero preocupado en el fondo de su alma por el desgobierno real, la resistencia de los regulares contra sus medidas, la dificultad de reforma a los seculares , la demandas de dinero de la Curia, que no habían disminuido con la derrota de Federico y finalmente por las disputas contra su propio arzobispo en las que se había visto envuelto, leyó en voz alta en la presencia del papa de y de los cardenales un impresionante recital de males de su tiempo y protestas contra los abusos de la Curia “la causa y origen de todo esto”. Inocencio le escuchó sin interrupciones; probablemente tenía algún conocimiento previo del ataque que obispo intentaba contra su corte. El último caso en el que Grosseteste rehúsa obedecer una orden papal, fue la que originó la carta al “Maestro Inocencio” ya mencionado.

En el último año de su vida, Grosseteste recibió una carta que el notificaba que la Santa Sede había conferido las canonjía vacante en Lincoln a un sobrino del papa, Federico di Lavagna, y que amenazaba con excomulgar a quien se opusiera a su instalación. La negación del obispo a reconocer la elección papal y los términos en los que se expresó llevó al informa, de hecho sin fundamento, de que había sido excomulgado antes de su muerte. Y a la transmisión de la historia aún más imaginativa de Mateo París.

De hecho la protesta fue parcialmente exitosa porque en noviembre de 1253, Inocencio IV emitió una bula restaurando a las autoridades eclesiásticas inglesas sus derechos completos de elección y presentación. El obispo de Lincoln ocupaba una alta posición en el Estado, pero sus relaciones con las autoridades civiles fueron muy difíciles puesto que tuvo que cumplir los deberes de su oficio durante el período de desgobierno del reino de Enrique III. Personalmente tuvo buenas relaciones con el rey y su familia, pero estaba constantemente contra la política real, tanto en los asuntos civiles como en los eclesiásticos y amenazó en una ocasión con lanzar un entredicho contra la capilla del rey. La actitud de Grosseteste sobre la cuestión de los privilegios eclesiásticos era muy similar a la adoptada por Santo Tomas. Tomó parte importante en la oposición constitucional a Enrique y en 1244 era uno del comité de doce nombrado por el Parlamento para elaborar una lista de reformas. Cuando en 1252 las cartas fueron confirmadas solemnemente y se prenunció una sentencia de excomunión para quien las violara, Grosseteste hizo que se leyera la sentencia en todas las parroquias de su diócesis. Su amistad con Simón de Monfort fue íntima y duradera, catada en canciones populares contemporáneas. Era el momento de confirmar a Simón en esa devoción a los intereses nacionales que le distinguieron después de otros líderes de la oposición de los barones. Grosseteste estaba lleno de ansiedad antes de su muerte por la suerte del país y por miedo a una guerra civil, que pronto estallaría. Fue enterrado en su catedral. Pronto fue considerado en toda Inglaterra como un santo. Los cronistas hablan de Milagros en su tumba, que era visitada por los peregrinos. A principios del siglo siguiente, un obispo de Lincoln concedió una indulgencia. S hicieron esfuerzos para procurar su canonización por parte de Eduardo I, de diferentes prelados y por la Universidad de Oxford, pero no tuvieron éxito.

FUENTES

Además de MATTHEW PARISH, cuyo tendencia antimonástica y antipapal no hay que olvidar, y de otros cronistas, los principales materiales para al vida de Grosseteste están en sus Letters (Roberti Grosseteste Epistolæ, Rolls Series, ed. LUARD, 1861), en Monumenta Fraciscana, I (Rolls Series, ed. BREWER, 1858), que contienen las cartas de Adam Marsh y en el Calendar of Papal Registers, ed. BLISS. Las más importantes autoridades modernas son el Prefacio de LUARD Prefacio a las Cartas (Letters); FELTEN, Robert Grosseteste, Bischof von Lincoln (Freiburg, 1887); STEVENSON, Robert Grosseteste, Bishop of Lincoln (London, 1899), una obra muy imparcial se sobresee la tendenciosa de PERRY Life and Times of Robert Grosseteste (1871). Ver también POHLE in Kirchenlex. Información sobre la carrera de Grosseteste en Oxford, en RASHDALL, Universities of Europe during the Middle Ages; LITTLE, Grey Friars at Oxford; y FELDER, Geschichte d. wissenschaftl. Studien im Franziskaner-Orden (Freiburg, 1904), 260 ss. Para una lista de las obras editadas ver LUARD en Dict. Nat. Biog..


Urquhart, Francis. (1910).

Transcrito por Thomas J. Bress.

Traducido por Pedro Royo.