Necrologías
De Enciclopedia Católica
Las necrologías o, como más frecuentemente se las llama en Francia, obituarios, son los registros en los cuales las comunidades religiosas acostumbraban anotar los nombres de los muertos---notablemente sus propios miembros fallecidos, sus familiares, y sus principales benefactores—con la intención de ofrecerles oraciones por sus almas. Las instituciones que mantenían tales necrologías diferían casi tanto como la forma en la cual hacían las entradas. Hay necrologías conectadas con los cabildos de las catedrales; otras (y éstas los más numerosas) pertenecieron a monasterios y casas religiosas; otras a colegios universitarios, tales como, por ejemplo la Sorbona (en Molinier y Lognon, “Obituarios”, I, 737-52); otras, a colegiatas; otras de nuevo a parroquias; mientras, los registros mismos, algunos eran redactados en forma de entradas marginales en martirologios o calendarios; otras formaban parte de un libro aparte, pero organizadas de acuerdo a los días del mes; otras, en cambio, eran meras listas desordenadas de nombres, las cuales parecían haber sido escritas tal como las habían enviado, o según surgía la ocasión. No menos diversos son los nombres por los cuales estos registros eran conocidos. Quizás la forma más común fue martirologio, porque frecuentemente tomaban la forma de meras adiciones al martirologio, o lista de mártires y santos conmemorados cada día. Encontramos además necrologiurn, memoriale mortuorum, o memoriale fratrum, mortuologium, liber obituum, y más raramente, obituarius; algunas veces, debido a su conexión con el calendario, calendarium; algunas veces, porque la regla monástica estaba comúnmente encuadernada en el mismo libro, liber regulae o simplemente regula; algunas veces, de la ocasión cuando éste fue leído en voz alta, liber capituli (capítulo de libro); algunas veces en referencia a las entradas de los nombres de benefactores, liber fundationum, o fiber benefactorum. Además, aunque Molinier parece impugnar este uso ("Les Obituaires francais", p. 22), tal colección de nombres, que consistía mayormente de benefactores, fue ocasionalmente llamada liber vitae (libro de vida).
No se puede encontrar mejor descripción del propósito servido por estas listas y del espíritu que animó a la institución completa de las necrologías que la que se halla contenida en el prefacio al libro de Winchester, del siglo XI, conocido como el “Registro Hyde”. Pese a su longitud, amerita ser citado entero “He aquí, en el nombre de Dios Todopoderoso, de nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre, la Inmaculada Siempre Virgen María, y además de los doce santos Apóstoles, por cuya enseñanza el mundo se ha vuelto glorioso en la fe, a cuyo honor esta Basílica a distinción del viejo monasterio al lado, se fijan aquí en el orden debido los nombres de los hermanos y monjes, de miembros del grupo familiar [familiariorum (sic)], o de los benefactores vivos y muertos, que debido a la perecedera memoria de este escrito, ellos deben ser anotados en la página del Libro Celestial, en virtud de cuyas obras de caridad se alimenta esta misma familia, a través de la generosidad de Cristo. Y que los nombres de aquellos que se han encomendado a sus oraciones y su comunión sean inscritos aquí en general, para que se les recuerde diariamente en la sacra celebración de la Misa o en el armonioso canto de los salmos. Y que los nombres mismos sean presentados diariamente por el subdiácono ante el altar al comienzo de la Misa matutina o principal, y hasta donde el tiempo lo permita, que sean recitados por él en presencia del Altísimo. Y luego que la oblación haya sido ofrecida a Dios por la mano derecha del cardenal sacerdote celebrante, que los nombres sean dejados sobre el santo altar durante los mismos misterios de la Santa Misa para que se les recuerde con la mayor humildad a Dios Todopoderoso, para que se les rememore en la tierra entera [sicut eorum memoria agitur in terris – una frase de la Misa Ordinaria], así en la vida venidera, por Su indulgencia quien solo conoce como están o estarán a partir de ahora en Su mirada, que se aumente en el Cielo la gloria de aquéllos que tienen mayor mérito y que el estado de aquéllos que tienen menor mérito sea iluminado en Sus juicios secretos. Sean ustedes felices y regocíjense de que sus nombres están escritos en el Cielo, a través de Jesucristo nuestro Señor, a quien con Dios el Eterno Padre y el Espíritu Santo, donde reside todo el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
Esta descripción es particularmente interesante porque, aunque la colocación de la necrología sobre el altar durante la Misa después cayo en desuso, y los nombres fueron leídos en capítulos en vez de en coro, aun el extracto muestra claramente que el libro de obituarios tuvo su origen en los viejos “dípticos” o tabletas, sobre las cuales se anotaban anteriormente los nombres que eran leídos por el sacerdote en la Conmemoración de los Vivos y la Conmemoración de los Muertos en los Cánones de la Misa. Hasta donde se puede ver, la recitación de los nombres de los obispos difuntos en los dípticos fue luego representada por la lectura del propio martirologio, mientras se retuvo en forma de necrología la conmemoración de los benefactores y otros difuntos. Se recordará que en cada Misa de Réquiem (missa quotidiana defunctorum) de nuestros Misales, el sacerdote se dirige primero a orar "pro defunctis episcopis seu sacerdotibus", luego "pro fratribus, propinquis et benefactoribus" y finalmente “pro omnibus fidelibus defunctis". Esto corresponde a la clasificación aquí, a saber, de los incluidos en el martirologio, aquellos nombrados en la necrología y aquellos que no están especialmente mencionados en modo alguno. La entrada de los nombres de los muertos en el registro de un monasterio u otra institución religiosa, y de la consecuente participación en las plegarias y buenas obras de todos sus miembros, fue un privilegio, el cual, desde el siglo XVIII en adelante, fue grandemente deseado. Estos derechos recíprocos de la inserción de los nombres de los hermanos muertos en las necrologías de cada uno fue un asunto de constante negociación entre las diferentes abadías, etc., y en alguna fecha posterior esto se convirtió en costumbre de los monasterios el enviar mensajeros con “rollos mortuorios” (rotuli) solicitando la promesa de oraciones, las cuales serían colocadas en el rollo y que comprometían al remitente a orar por los hermanos muertos de los monasterios que les prestaban este servicio (pero para eso vea Rotuli).
Aunque las entradas en las necrologías existentes de los monasterios y catedrales eran generalmente del carácter mas breve posible, sólo se indicaba el día del mes, y no el año, aun de forma indirecta estas listas de nombres han sido estimadas como de considerable importancia tanto para propósitos filológicos como históricos. Un gran número han sido publicadas en Alemania, Francia, Inglaterra y otros países.
Thurston, Herbert. "Necrologies." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/10734b.htm>. Transcrito por Joseph P. Thomas. Traducido por Juan Ramón Cifre. Revisado y Corregido por Luz María Hernández Medina.