Revolución inglesa
De Enciclopedia Católica
James II, estaba en la cima de su poder tras la exitosa represión de la rebelión de Monmouth's de 1685, con los Tories a su favor y completo control del Parlamento y de las corporaciones de las ciudades, un ejército regular en Inglaterra, un ejército católico en proceso de formación en Irlanda y grandes ingresos concedidos por el Parlamento de por vida. Su política consistía en gobernar Inglaterra como monarca absoluto y devolver a los católicos la totalidad de sus derechos civiles y religiosos.
Desafortunadamente carecía de prudencia y sentido del Estado, y el resultado fue la pérdida de su trono en tres años. La historia de la Revolución se resuelve en un catálogo de medidas, mal entendidas que le enajenaron el apoyo de la Iglesia Establecida, el del partido Tory y de la nación en conjunto. La ejecución de Monmouth (Julio, 1685) hizo posible la Revolución porque llevó al partido Whig a aceptar a Guillermo de Orange como el campeón natural del Protestantismo contra los intentos de James. Así fue creciendo la fuerza de la oposición.
Lo que los católicos querían, en resumen, era libertad de culto y la supresión de las leyes penales. Pero un grupo pequeño d entre ellos deseaban el poder político e intentaron sobre todo la anulación del Test Act de 1673 y el Act de 1678 que excluía a los católicos de ambas casas del Parlamento. Desgraciadamente James cayó bajo la influencia de este grupo, dirigido por el conde de Sunderland, y decidió anular el Test Act. Las circunstancias habían hecho que este asunto estuviera muy relacionado con el del ejército. James, que basaba su confianza sobre todo en sus soldados, había aumentado los efectivos a 30.000, 13 de los cuales estaban parcialmente mandados por oficiales católicos y acampados en Hounslow Heath, con gran indignación de Londres que veía el campamento como una amenaza a sus libertades y un centro de desórdenes.
El Parlamento exigió que se redujera el ejército a la dimensión normal y que se obligara a dimitir a los oficiales católicos. James que vio que el Test no se anularía, prorrogó el Parlamento y procedió a ejercitar “el poder de dispensar y suspender” , con el que afirmaba que era la prerrogativa de la corona dispensar de la ejecución de las leyes penales en casos individuales y de suspender la ejecución de cualquier ley.
Para obtener la sanción de los tribunales par esta doctrina se planteó un caso de prueba, conocido como el caso de Hale, para decidir si el rey podía permitir a un católico mantener su puesto en el ejército sin acatar el Test Act. James remplazó algunos jueces por abogados más complacientes y obtuvo la decisión que “era prerrogativa del rey dispensar de las leyes penales en casos particulares”. Enseguida colocó a católicos en varios puesto : Lord Tyrconnel como Lord Lugarteniente de Irlanda, Lord Arundel Lord del Sello Real y Lord Bellasyse Lord Tesorero en lugar del ministro Tory Lord Rochester, que era considerado como principal apoyo de la Iglesia Establecida. A la Iglesia de Inglaterra, ya muy inquiera por el cese de Rochester, le creció el disgusto cunado el rey nombró una Tribunal para la Alta Comisión, que suspendió a los obispos de Londres por no impedir a uno de su clérigos que siguiera predicando sermones anticatólicos. El sentimiento crecía por la libertad de la que gozaban los católicos en Londres durante 1686. Se abrieron capillas públicas, incluyendo la del Palacio Real, los Jesuitas abrieron una gran escuela en el Savoy y los eclesiásticos católicos aparecían abiertamente por la Corte.
En estas circunstancias, Jaime II quería compensar la pérdida del apoyo anglicano y ofreció tolerancia a los Dissenters, que habían sido severamente persehguid0os al comienzo de su reino. La influencia de William Penn indujo al rey a publicar el 4 de abril de 1867 la Declaración de Indulgencia, por la que se concedía la libertad de culto tanto a católicos como a Protestantes. Remplazó en las corporaciones municipales a los clérigos Tory por Whigs Dissenters y disolvió el Parlamento esperando que se formara una Cámara de los Comunes que pasara la anulación del Test y de las leyes penales. Pero subestimó el odio de los Dissenters al “papismo” y su desconfianza del absolutismo real.
Sus acciones al promover a los católicos al Consejo Privado, a la magistratura y a los oficios de Lord Lugarteniente, sheriff y magistrados, hirieron las susceptibilidades mientras que ofendía a los anglicanos intentando volver a colocar a católicos en algunas de sus antiguas fundaciones en las universidades. Los católicos lograron introducirse tanto en la Christ Church como en colegios universitarios de Oxford. En marzo de 1868 James dio la presidencia del colegio Magdalen de Oxford a Bonaventure Giffard, Vicario apostólico católico del distrito de Midland.
La restauración del Magdalen como “college” católico creó la más grande alarma, no solo entre los poseedores de benéficos por todo el país, sino entre los dueños de las tierras de la antigua abadía. La presencia del Nuncio papal, monseñor d´Adda en la Corte y la posición otorgada a los cuatro obispos católicos que habían sido recientemente nombrados vicarios apostólicos, sirvió para aumentar la reticencia tanto de los Dissenters de apoyar al rey cuyos actos, de dudosa legalidad, iban contra los intereses de los Protestantes, y de igual manera la dificultad de los Anglicanos de practicar la obediencia pasiva ante tantas provocaciones. Rodeado de estas complicaciones, James publicó su Segunda Declaración de Indulgencia en abril de 1688, ordenando que se leyera en todas las iglesias, lo casi lleva a los anglicanos a romper con la obediencia. El arzobispo de Canterbury y seis de sus sufragáneos presentaron una petición cuestionando el poder de dispensar. Los siete fueron enviados a la Torre, acusados, juzgados y dejados libres. Este juicio resultó ser la causa inmediata de la Revolución porque, como dijo Halifax, “había unido a todos los Protestantes en un nudo difícil de desatar”. Mientras los obispos estaban en la Torre ocurrió otro suceso de los que hacen época – el nacimiento de un heredero a la corona (10 de junio de 1688). Hasta aquí las esperanzas de los protestantes estaban en la sucesión de su hija protestante, Mary, esposa de Guillermo de Orange, el líder protestante. El nacimiento del príncipe James abría la esperanza de una dinastía católica, precisamente cuando tanto en Francia como en Inglaterra la intolerancia anticatólica estaba volviendo a surgir. Porque además de los actos mal aconsejados de James, la persecución de los hugonotes por Luis XIV, consecuencia de la revocación del Edicto de Nantes en 1685, hizo revivir viejas animosidades. Inglaterra estaba llena de protestantes franceses refugiados que contaban por todas partes la crueldad del rey católico Por desgracia toda la política de James era de sometimiento a Francia y en este momento de crisis el poder de Francia era una amenaza para toda Europa. Austria y España apoyaban a los amenazados estados protestantes y hasta el mismo papa, ultrajado por Luis XIV en una sucesión de errores, se unió a la resistencia universal contra Francia y se alió con Guillermo de Orange y otros soberanos protestantes contra Luis y contra el único que le apoyaba, James. Guillermo de Orange vigilaba la situación de Inglaterra desde hacía tiempo; en 1867 había recibido comunicaciones de la oposición en las que se acordaba que cualquier acción revolucionaria debía ser ejecutada bajo las órdenes de Guillermo. En otoño de 1867 el secretario de estado papal sabía que había en marcha un complot para destronar a James y a la reina Mary: un agente francés envió las noticias Inglaterra a través de Francia, El duque de Norfolk que estaba entonces en Roma también lo sabía y envió informes al rey antes del 18 de diciembre de 1687 (carta de d'Estrées a Louvois, citada por Ranke, II, 424).
Pero James aunque avisado a tiempo no quería creer que su yerno dirigiera una insurrección contra él. El día que fueron depuestos los 7 obispos, 7 estadistas ingleses enviaron una carta a Guillermo invitándole a rescatar la religión y las libertades de de Inglaterra. pero Guillermo estaba amenazado por un ejército francés en la frontera belga y no pudo actuar. Luis XIV hizo un último esfuerzo por salvar a James y advirtió a Los Estados Generales Holandeses que consideraría como una declaración de guerra contra Francia cualquier ataque a Inglaterra. Pero esto le molestó a James que consideró que era hacer de menos la independencia inglesa y declaró que no había firmado ningún acuerdo secreto con Francia, con lo que Luis le abandonó a su destino, y retiró las tropas francesas de Flandes para comenzar una campaña contra el imperio, con lo que Guillermo quedó libre para moverse. Jaime se dio cuenta del peligro cunado ya era demasiado tarde. Haciendo una concesión tras otra trató de volver a ganarse a los eclesiásticos Tory, deshaciendo su política anterior. Pero no retiró a los oficiales católicos ni insinuó restricción alguna en el poder de dispensar. En octubre depuso a Sumderlan, pero Guillermo ya se había embarcado y aunque una tormenta le impidió desembarca, lo intentó de nuevo y desembarcó en Tobay el 5 de noviembre 1688.
Jaime se preparó para resistir, enviando un ejército a interceptar a Guillermo, pero con la característica tracción de Churchill, se extendió el desánimo y el rey, no sabiendo en quien confiar, intentó escapar. Fue detenido en Sheerness y devuelto a Londres donde, sin embargo, se preparó su huida el 23 de diciembre, abandonando Inglaterra para refugiarse don Luis XIV, que le recibió generosamente garantizándole un palacio y una pensión. Cuando escapó por primera vez, las turbas se levantaron en Londres contra los católicos atacando capillas y casas, saqueándolo todo; no se libraron ni las casas de los embajadores; las capillas de los españoles y de los sardos fueron destruidas. Los obispos Giffard y Leyburn fueron arrestados y encarcelados en la Torre. El P. Petre había escapado y el Nuncio se disfrazó de sirviente de la casa del enviado de Savoya hasta que Guillermo le dio un pasaporte Respecto a los católicos ingleses, el resultado de la Revolución fue que se postergó más de un siglo la restauración de la libertad de culto y la liberación de las leyes penales.
James había perdido tan completamente la confianza de la nación que Guillermo no encontró ninguna oposición y la Revolución siguió su curso casi como algo normal. Una Convención del Parlamento del 22 de enero de 1689 declaró que James” aviándose fugado del reino, había abdicado el gobierno y el trono estaba vacante” y que “la experiencia había demostrado que era inconsistente con la seguridad y bienestar de este reino protestante, estar gobernado por un príncipe papista”.
Se ofreció la corona a Guillermo y Mary que aceptaron la Declaración de Ley que proponía los principios de la constitución respecto al derecho de dispensar y las libertades del Parlamento y otras materias. Una vez proclamados como reyes, la Declaración fue ratificada por la Ley de Derechos y así se completó la obra de la Revolución.
Los católicos tenían buenas razones para lamentar el fracaso de la cause de del rey james, que era bien intencionada, pero poco prudente intentar restaurar su libertad y lamentaban que no hubiera seguido los consejos del papa Inocencio XI y del cardenal Howard de proceder lenta y gradualmente, obteniendo primero la derogación de las leyes penales antes de tratar de restaurar completamente sus derechos civiles. Pero por otra parte podemos darnos cuenta ahora que la Revolución tuvo la ventaja de cerrar por fin una larga lucha entre el Parlamento y el rey que había durado casi un siglo y de establecer principios generales de tolerancia religiosa en los que los católicos había de ser incluidos más tarde o más temprano.
Bibliografía
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Edwin Burton.
Transcrito por Terrence J. Boyle.
Traducido por Pedro Royo