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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Racionalismo

De Enciclopedia Católica

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(Del latín, ratio-razón, la facultad de la mente que constituye la base del cálculo, es decir, de la razón discursiva)

El término se utiliza: (1) en un sentido exacto, para designar un momento específico en el desarrollo del pensamiento protestante en Alemania; (2) en un sentido más amplio y corriente, para abarcar el concepto (en relación con el cual muchos escuelas pueden clasificase como racionalistas) de que la razón o el entendimiento humano, son la única fuente y la prueba final de toda verdad. Además: (3) se ha aplicado ocasionalmente al método de tratar teológicamente la razón revelada, vertiéndola en una forma razonada y utilizando categorías filosóficas en su elaboración. En este artículo se analizarán estos tres usos del término.

(1) La Escuela Alemana del Racionalismo teológico fue parte del movimiento más generalizado del siglo XVIII conocido como el “Siglo de las Luces”. Se puede decir que debe su origen inmediato al sistema filosófico de Christian Wolff (1679-1754), que fue una modificación, con características aristotélicas, del sistema filosófico de Leibniz, caracterizado específicamente por su espiritualismo, determinismo y dogmatismo. Esta filosofía y su método ejercieron una profunda influencia en el pensamiento religioso alemán contemporáneo, confiriéndole un punto de vista racionalista en cuanto a teología y exégesis. En términos generales, la filosofía alemana del siglo XVIII fue tributaria de Leibniz, cuya “Teodicea” fue escrita principalmente en oposición al racionalismo de Bayle: se distinguía por una infiltración del deísmo inglés y el materialismo francés, con las que, visto desde nuestra perspectiva actual, el racionalismo tenía gran afinidad, y hacia los cuales se fue desarrollando poco a poco: luego se generalizó, por su unión con la literatura popular. Wolff fue expulsado de su cátedra en la Universidad de Halle por la naturaleza racionalista de sus enseñanzas, debida principalmente a la acción de Lange (1670-1774; cf. "Causa Dei et reilgionis naturals adversus atheismum", y "Modesta Disputatio", Halle, 1723). Se retiró a Marburg, donde enseñó hasta 1740, cuando fue llamado de nuevo a Halle, por Federico II. El intento de Wolf por demostrar la racionalidad de la religión natural no fue el modo alguno un ataque a la revelación. Como “supranaturalista” admitía las verdades que superan la razón e intentaba basar en la razón las verdades sobrenaturales contenidas en la Sagrada Escritura. No obstante, si bien su intento incensaba la escuela pietista y era bien aceptado por los luteranos ortodoxos más liberales y moderados, se mostró en realidad muy a favor del naturalismo que deseaba condenar. Él sostenía que la religión natural es demostrable; mientras que la religión revelada se encuentra únicamente en la Biblia. Sin embargo, en su método para comprobar la autoridad de la escritura, el recurso perdió ante la razón y así la mente humana, como es lógico, se convirtió en el último árbitro para los dos puntos de vista. El supranaturalismo en la teología, el concepto que Wolf pretendía defender, demostró ser incompatible con esa posición filosófica y fue reemplazado por el racionalismo. Hay que diferenciar, no obstante, entre éste y el naturalismo puro al que condujo, aunque nunca se identificó teóricamente con él. Los racionalistas nunca negaron la Revelación; aunque, de hecho, si bien no en teoría, fue suprimido tácitamente por el postulado, que encontró una aplicación cada vez mayor, de que la razón es juez competente de toda verdad. Por otra parte, los naturalistas negaban la Revelación. Al igual que el deísmo y el materialismo, el racionalismo alemán invadió el ámbito de la exégesis bíblica. Aquí surgió una destructiva crítica, muy similar a la de los deístas, contra los milagros registrados en la Sagrada Escritura y la autenticidad de la misma. Sin embargo, se mantenía la diferenciación entre el racionalismo y el naturalismo. El gran crítico bíblico Semler (1725-91), uno de los principales representantes de esa escuela, fue un oponente acérrimo de esta última; junto con Teller (1734-1804) y otros, se empeñó por demostrar que los registros de la Biblia sólo tiene un carácter local y temporal, intentando así salvaguardar la revelación más profunda a la vez que sacrificaba y entregaba a sus críticos su vehículo superficial. El distingue entre teología y religión (la que interpreta como ética).

La diferencia planteada entre la religión natural y la religión revelada requería una definición más exacta de la misma. Tanto para los supranaturalistas como para los racionalistas la religión era “una forma de conocer y venerar la Divinidad”, pero que para los racionalistas consistía ante todo en la observancia de la ley de Dios. Esta identificación de la religión con la moral, que en ese tiempo era de carácter utilitario (ver UTILITARIANISMO), llevó al desarrollo de aspectos adicionales en los conceptos de la naturaleza de la religión, del significado de la Revelación y del valor de la Biblia como una colección de libros inspirados. Empezaba a desintegrarse el concepto inicial de los protestantes ortodoxos sobre la religión como un conjunto de verdades comunicadas y enseñadas por Dios al hombre en la Revelación. En la diferenciación hecha por Semler entre religión (como ética) por una parte y teología por la otra, con la separación similar de Herder entre religión y opiniones teológicas y usos religiosos, la causa de la religión cristiana, según ellos la concebían, parecía estar más allá del alcance del impacto de las críticas que, al destruir las bases en las que supuestamente se fundaba, habían contribuido en tan gran medida a desacreditar la forma antigua del luteranismo. Sin embargo, la crítica de la razón de Kant (1724-1804) fue el punto decisivo en el desarrollo del racionalismo. Para una plena comprensión de su actitud, el lector debe conocer la naturaleza de su educación pietista y su formación filosófica posterior en la escuela de pensamiento de Leibniz-Wolff (ver KANT, FILOSOFÍA DE). En lo que se refiere al tema que nos ocupa, Kant era un racionalista. Para él la religión era coextensiva con la moral natural, aunque no con la utilitaria. Cuando se encontró con la crítica de Hume y comenzó a escribir su famosa “Kritik”, su preocupación era la de salvaguardar sus opiniones religiosas, su rigurosa moral, contra el peligro de la crítica. Esto lo logró, no mediante el antiguo racionalismo sino desacreditando la metafísica. En su opinión, las evidencias aceptadas de la existencia de Dios, la inmortalidad y la libertad quedaban desvirtuadas y los bien conocidos conjuntos de postulados del “imperativo categórico” ocupaban ahora su lugar. Este fue evidentemente el fin del racionalismo en su forma inicial, en donde las verdades fundamentales de la religión se destacaban como demostrables por la razón. Sin embargo, a pesar de desplazar la carga de la religión retirándola del concepto de la razón pura para colocarla sobre la razón práctica, todo parece indicar que Kant mismo no pudo llegar al concepto al que se orientaba todo su trabajo, es decir, que la religión no es sólo ética, algo que conciba las leyes morales como mandamientos divinos, por más separada que esté del utilitarismo, no es un concepto de la mente sino del corazón y la voluntad; y que la revelación no llega al hombre a través de una promulgación externa sino que se trata de una adaptación personal hacia Dios. A este concepto se llegó paulatinamente con la aceptación cada vez mayor de la teoría de que el hombre posee un sentido o una facultad de carácter religioso, diferente al sentido racional (Fries, 1773-1843; Jacobi, 1743-1819; Herder, 1744-1803; todos opuestos al intelectualismo de Kant), y encontró expresión por último en Schleiermacher (1768-1834), para quien la religión no se está en el conocimiento ni el la acción sino que en una actitud específica de la mente que consiste en la conciencia de la dependencia absoluta de Dios. Aquí desaparece la antigua diferenciación entre religión natural y religión revelada. Todo lo que pueda llamarse religión, la conciencia de la dependencia, es al mismo tiempo reveladora y toda religión tiene la misma naturaleza. No existe revelación especial en el sentido protestante más antiguo (el católico), sino sólo esta actitud de dependencia que se da en el individuo a través de la enseñanza de varias importantes personalidades que, cada cierto tiempo, han manifestado un extraordinario sentido de lo religioso. Schleiermacher fue contemporáneo de Fichte, Schelling, y Hegel, cuya especulación filosófica influyó junto con la suya propia para terminar subvirtiendo el racionalismo tal como se considera aquí. Es posible que el movimiento no haya terminado con él, quien, en la opinión de Teller, “Ha sido el mayor teólogo de la Iglesia Protestante desde el periodo de la Reforma”. La mayoría de los teólogos protestantes modernos aceptan sus conceptos aunque sin llegar a excluir el conocimiento como base de la religión. Paralelamente con el desarrollo de los conceptos filosóficos y teológicos relacionados con la naturaleza de la religión y con el valor de la Revelación, que constituyen sus principios críticos, se desarrolló una evolución de la exégesis. La primera fase consistió en reemplazar la doctrina protestante ortodoxa (es decir, el que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios) al hacer una diferenciación entre la palabra de Dios contenida en la Biblia y la Biblia misma (Töllner, Herder), aunque los racionalistas seguían sosteniendo que la más pura fuente de la revelación se encuentra en la palabra escrita y no en la palabra que nos llega por tradición. Esta diferenciación llevó inevitablemente a la destrucción del rígido concepto de la inspiración y preparó el terreno para la segunda fase. Ahora se utilizó el principio de acomodación para explicar las dificultades que representaban los recuentos de eventos milagrosos y las manifestaciones demoníacas registrados en las Escrituras (Senf, Vogel), y se utilizaron también métodos arbitrarios de exégesis para ese mismo fin (Paulus, Eichhorn). En la tercera fase, los racionalistas llegaron al punto de aceptar la posibilidad de que Cristo y los Apóstoles hubieran cometido errores, al menos en relación con partes no esenciales de la religión. En vano se emplearon todos los elementos de la exégesis y, al final, los racionalistas se vieron obligados a admitir que los autores del Nuevo Testamento tenían que haber escrito desde un punto de vista diferente al que adoptarían los teólogos modernos (Henke, Wegseheider). Este principio, lo suficientemente elástico como para ser utilizado por casi cualquier tipo de opinión, fue admitido por varios Supranaturalistas (Reinhard, Storr), y goza de aceptación generalizada entre los doctores del protestantismo moderno, en lo que se refiere al rechazo de la palabra inspirada. Herder es muy claro en cuanto a esta diferenciación, es necesario distinguir entre lo verdaderamente inspirado y lo que no lo es; y de Wette establece un canon de interpretación “la percepción religiosa de la operación divina, o el Espíritu Santo, en los autores sagrados en lo que respecta a sus creencias e inspiración, pero no en relación con su facultad de conceptualizar ideas...” En términos extremos, puede verse utilizada en obras como "Leben Jesu", de Strauss en la que se desarrolla la hipótesis de la naturaleza mítica de los milagros en mayor medida que lo que lo hicieran Schleiermacher o de Wette.

(2) Racionalismo, en el sentido más amplio y generalizado del término, se utiliza para designar cualquier forma de pensamiento en la que la razón humana se considere como el criterio supremo de la verdad; en este sentido, se aplica espacialmente a las formas de pensamiento que contrastan con la fe. Así el ateismo, el materialismo, el naturalismo, el panteísmo, el escepticismo, etc, corresponden al sistema racionalista. La tendencia racionalista, como tal, siempre ha existido en la filosofía y ha mostrado por lo general su fuerza en todas las escuelas de la crítica. Como ya se ha dicho, el racionalismo alemán tiene grandes afinidades con el deísmo inglés y el materialismo francés, dos formas históricas en las que se ha manifestado esta tendencia. Pero, con la generalización de las ideas contenidas en los diversos sistemas que conformaban estos movimientos, el racionalismo se ha degenerado hasta convertirse en un concepto que el común de las gentes relaciona con una filosofía poco profunda y engañosa que suele aducirse a nombre de la ciencia, de forma que ha surgido una doble confusión en la que; se toman como hechos dudosas especulaciones filosóficas y se tiene el concepto erróneo de que la ciencia se opone a la religión.

Ahora este racionalismo es más bien un estado de ánimo, o una actitud, dispuesta a adoptar cualesquiera argumentos, de cualquier fuente, con o sin valor alguno, para argüir en contra de las doctrinas y prácticas de la fe. Además de esta forma cruda y popular que ha adoptado, y que se debe en gran medida a la publicación de copias baratas y propaganda agresiva, fluye una corriente mas profunda y ponderada de racionalismo crítico-filosófico que rechaza rotundamente la religión y la Revelación o las ataca en forma muy similar a como lo hacían los alemanes. Sus diversas manifestaciones tienen poco en común en cuanto a método o contenido, con excepción del atractivo general hacia la razón como entidad suprema. No hay mejor descripción de esta posición que la contenida en el enunciado de los objetivos de la Asociación de Prensa Racionalista. Entre ellos están los de: "Fomentar los hábitos de reflexión y consulta y el libre ejercicio del intelecto individual. . . y, en términos generales, reafirmar la supremacía de la razón como el medio natural y necesario para tener acceso a todo el conocimiento y la sabiduría que el hombre pueda alcanzar”. Un cuidadoso escrutinio de las publicaciones de esta Asociación revelará el sentido en el que este cuerpo representativo interpreta dicho enunciado. Debe decirse, por último, que el racionalismo es el resultado directo y lógico de los principios del protestantismo; y que la forma intermedia en la que se asiente a la verdad revelada como marcada por el imprimatur de la razón, es sólo una fase de la evolución de las ideas hasta la incredulidad general. En el Syllabus de Pio IX se encuentran las condenas oficiales de las diversas formas de racionalismo, absoluto y mitigado.

(3) Es posible que el término racionalismo no se aplique, por lo general, al método teológico de la Iglesia Católica. Sin embargo, todas las modalidades de enunciados teológicos, preeminentemente representativos de la forma dialéctica de la teología católica, son racionalistas en el mas fiel sentido de la palabra. De hecho, a lo que se ha sostenido aquí en relación con el racionalismo se contrapone el argumento de la Iglesia que sostiene que dicha descripción es, a lo sumo, apenas la de un racionalismo mutilado e irracional, que no merece ese nombre, mientras que el de la Iglesia es completo, desde el punto de vista racional, y está integrado, además por la verdad suprarracional. En este sentido, la teología católica presupone que ciertas verdades de la razón natural como la filosofía de los preambula fidei (la ancilla theologiæ) se utilizan en defensa de la verdad revelada (ver APOLOGÉTICA), y el contenido de la Revelación Divina se trata y sistematiza en las categorías del pensamiento natural. Esta sistematización se realiza tanto en la teología dogmática como en la teología moral. Es un proceso contemporáneo con el primer intento de elaborar un enunciado científico de la verdad religiosa, llega a la perfección del método en las obras de autores como Santo Tomás de Aquino y San Alfonso y se utiliza y desarrolla de forma consistente en las Escuelas.

HAGENBACH, Kirchengesch. des 18. Jahrhunderts in Vorlesungen über Wesen u. Gesch. der Reformation in Deutschland etc., V-VI (Leipzig, 1834-43); IDEM (tr. BUCH), Compendium of the History of Doctrines (Edimburgo, 1846); HASE, Kirchengesch. (Leipzig, 1886); HENKE, Rationalismus u. Traditionalismus im 19. Jahrh. (Halle, 1864); HURST, History of Rationalism (New York, 1882); LERMINIER, De l'influence de la philosophie du XVIIIe siècle (Paris, 1833); SAINTES, Hist. critique du rationalisme en Allemagne (Paris, 1841); SCHLEIERMACHER, Der christl. Glaube nach der Grundsätzen der evangelischen Kirche (Berlin, 1821-22): SEMLER, Von freier Untersuchung des Kanons (Halle, 1771-75); IDEM, Institutio ad doctrinam christianam liberaliter discendam (Halle, 1774); IDEM, Versuch einer freier theologischen Lehrart (Halle, 1777); STAÜDLIN, Gesch. des Rationalismus u. Supranaturalismus (Göttingen, 1826); THOLUCK, Vorgesch. des Rationalismus (Halle, 1853-62); BENN, History of Rationalism in the Nineteenth Century (Londres, 1906).

FRANCIS AVELING. Transcrito por Douglas J. Potter Dedicado al Sagrado Corazón de Jesucristo Traducido por Rosario Camacho-Koppel www.catholicmedia.net