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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Kulturkampf

De Enciclopedia Católica

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Se dio ese nombre a la lucha política por los derechos y autogobierno de la Iglesia católica, principalmente en Prusia y después en Baden, Hesse y Bavaria. La lucha tuvo mucho vigor desde 1871 a 1877; de 1878 a 1891 se fue calmando gradualmente. De una parte estaba el gobierno, los liberales y la mayoría de los conservadores, de la otra los obispos, los sacerdotes y el conjunto de los católicos. Prusia fue el centro principal del conflicto. El gobierno prusiano y el príncipe Bismarck fueron los líderes de este memorable enfrentamiento


CAUSAS del KULTURKAMPF.

Hay que buscarlas: (1) en la vida de los partidos políticos de Alemania, (2) en la tendencia ideológica entre los alemanes a mediados del siglo diecinueve y (3) en la política general de Bismarck en Europa después de 1870.

Moritz von Blankenburg era el líder de los conservadores prusianos. Desde le principio se declaró abiertamente, en el parlamento, favorable a una política anti-romana. Los conservadores representaban a los ortodoxos protestantes de Prusia, ellos mismos amenazados por el movimiento liberal que en aquel momento se oponía positivamente a toda cristiandad. Sin embargo la actitud de Blankenburg no era un capricho personal. Los protestantes se agarraban al principio del carácter protestante del Estado de Prusia por su constitución (i.e., hasta la revolución alemana de 1848). Después de la Constitución de 1848 el carácter exclusivamente protestante del Estado ya no era reconocido por la ley, pero los conservadores se encargaron de que nada cambiara en Prusia, aunque no les podía agradar que los católicos de Rhin y Westfalia fueran gradualmente ocupando el poder a través de las nuevas instituciones parlamentarias. Cuando en 1870 se formó el Imperio Alemán y el sur, mayoritariamente católico,quedó unido a Prusia, temieron perder la supremacía del protestantismo en Prusia.

Pero los verdaderos instigadores de la embestida contra el catolicismo alemán fueron los liberales alemanes. Su actitud se explica así: antes de 1860 al Partido Liberal estaba compuesto casi enteramente por hombres que pertenecían a estrechos círculos profesionales – profesores, abogados y prominentes hombres de negocios. Se unieron en oposición al absolutismo político ya que querían una vida constitucional más amplia. Pero también tenían un lazo intelectual, que era una disposición anímica contra la iglesia y contra toda creencia positiva, ya por ser discípulos del deísmo anticlerical francés o del Josefinismo austriaco o por ser entusiastas admiradores de la poesía alemana y de la filosofía( y por ello abogados de una cristiandad no dogmática y no eclesiástica). Con la ayuda de la legislación y de las escuelas estatales, esperaban asegurar “la ciencia libre e independiente” (die freie Wissenschaft), un control absoluto sobre la vida intelectual de toda la nación alemana. Los pioneros del partido liberal tenían puntos de vista filosóficos unánimes sobre el mundo y la vida como sobre el Estado. Al principio, pues, se inclinaban en sus manifestaciones publicas a promover ambas políticas. Hasta 1860, sin embargo, se consideraban demasiado débiles para tomar acciones vigorosas para promover sus fines culturales i.e., sus ideas intelectuales y políticas que hemos descrito arriba. Fracasos aislados anteriores (el Kölner-Wirren o problemas eclesiástico - político de 1837 y el movimiento Deutsch-katholischen de Ronge en Waden, 1844-46) aún servían de advertencia. En ambos casos, vastas masas de gente habían sido profundamente perturbadas. Hasta los ciudadanos de clase media en general bastante indiferentes en cuestiones de fe, aún no estaban listos para participar en esta naturaleza de conflictos religiosos. Los principales finalidades en esto momento eran político económicas. Un poco después de 1850, la pasión por la unidad nacional conmovió profundamente a toda la Bürgerthum alemana, pero cuando la influencia liberal aumentó después de 1860 en el Parlamento Prusiano (Landtag) en los varios estados alemanes, los líderes del partido comenzaron a cambiar sus tácticas. El Gran Duque de Baden les confió la organización del Ministerium, i.e., la administración civil del Estado.

Inmediatamente se sometió al arzobispo de Friburgo y al clero de Baden a la más estricta supervisión. Se privó a la iglesia de todo control libre de sus propiedades e ingresos; hasta entonces el gobierno no había interferido. Se excluyó de las escuelas la influencia eclesiástica y se hicieron esfuerzos para introducir el espíritu de la “ciencia libre” hasta en la educación del clero. En el verano de 1860, Bavaria dio a los liberales el pretexto para introducir su Kultur programa. Naturalmente que en un estado y gente tan católicos no se consiguieron resultados permanentes aparte de una transformación profunda de la vida y pensamiento populares. Esto había que hacerlo por medio de leyes para la educación y por la llamada “legislación social “ bávara. Esta en particular tenia la intención de aclarar el camino para una completa renovación de las condiciones económicas y sociales del pueblo bávaro. De momento solo se dieron pasos preliminares. La educación, naturalmente, era la cuestión más importante. Mientras, la supremacía parlamentaria de los liberales prusianos, adquirida reciente y laboriosamente y que era tan esencial para el éxito, fue seriamente puesta en peligro. Otto von Bismarck, desde finales de 1862 Jefe del Ministerio prusiano, fue para ellos un oponente superior. Esto llevó (1866-67) a la formación de un Partido Nacional Liberal Prusiano para llegar a una reconciliación de los liberales hasta entonces, con el ahora todopoderoso ministro, y así asegurar de nuevo para el partido la influencia que se estaba perdiendo en Prusia. Para la opinión pública, los liberales habían sido, durante tres décadas los principales representantes de la idea de la unidad nacional bajo liderazgo prusiano. Bismarck la había llevado a cabo y en ello se encontró la base común entre los Liberales Nacionales y el nuevo amo de la política alemana.

Bismarck abandonó la actitud antiliberal y durante la mayor parte de la década siguiente recibió el apoyo parlamentario de los Liberales. Hacia 1870, los puestos más importantes, prusianos y alemanes, los ocupaban los liberales. Pronto comenzó el partido, como en Bavaria, a atacar a la influencia eclesiástica católica en las escuelas. Mientras, se presentaron las cuestiones político-económicas y sociales a propósito de la nueva y sistemática legislación propuesta. Los Liberales nacionales llegaron a la cima de la popularidad, debido al entusiasmo universal por la derrota de Francia y por la satisfacción general con la legislación económica del partido, que dejaba campo libre al crecimiento de los intereses materiales.

(2) La Kultur política que entonces trató de imponer el partido liberal en el reciente imperio y en sus principales estados constituyentes no debía haber creado la situación de intensa excitación que se dio a continuación. Hubiera sido posible, con la ayuda de la prensa y de las asambleas, mantener en el Parlamente la apariencia de un trabajo legislativo pacífico e influir en la opinión pública de la nación de forma moderada, como se hizo en Francia. Pero en lugar de eso la acción legislativa degeneró en una lucha partidista salvaje que levantó en la mente popular toda clase de emociones violentas. Los esfuerzos liberales para influir en la opinión pública se convirtieron en ataques tan fanáticos contra la devoción hereditaria de las masas católicas hacia su iglesia. Conviene notar, sin embargo, que había ciertas razones para esta violencia. Los grandes acontecimientos de lo años 1886 -1871 habían agitado profundamente a la ahora unida nación alemana. No era pues raro que el pueblo considerase todos los problemas políticos a la luz de sus consecuencias más extremas, desde el punto de vista de los principios, y de las grandes ideas que entonces atraían a las masas populares. En la mente de los alemanes normales de este tiempo dominaban pensamientos como la recién nacida nacionalidad alemana y la nueva filosofía del hombre y de la vida. La mayoría de los católicos alemanes eran muy aprensivos por el futuro de su religión en la antigua patria, de hecho era la Prusia protestante, el lugar de nacimiento de Kant y la fuente del hegelianismo, la que había realizado la unidad de Alemania. Así como muchos liberales se alegraban de que Prusia hubiera solucionado le cuestión alemana, sostenían que la unidad no sería completa mientras hubiera divisiones religiosas por las posturas filosóficas fundamentales a las que nos hemos referido. Mantenían que la unidad permanente de Alemania dependía absolutamente de la unidad de religión, idioma y educación. Y así declaraban que la minoría católica era un elemento foráneo en el nuevo imperio. Había que asimilarla o exterminarla. Las diferencias religiosas de raíz profunda en Alemania fueron de nuevo planteadas, innecesariamente en conexión con el futuro de la nación.

Ya en 1848 surgió en Alemania un importante movimiento católico. Durante el siglo dieciocho los protestantes habían sido superiores y en las primeras décadas de siglo diecinueve los católicos se encontraron políticamente sin poder. Habían perdido poder económico e influencia social. También en educación estaban retrasados con respecto a sus rivales. Su conciencia católica estaba debilitada. Ya no estaban orgullosos de su religión y dejaron de profesarla pública y libremente. Pero a mediados del diecinueve se dio un cambio en los católicos alemanes y surgieron con un nuevo y fresco sentido del poder y de la belleza de su religión. Simultáneamente la vida católica tomó un nuevo camino en todo el Occidente, especialmente durante el pontificado de Pío IX. Este papa tuvo una maravillosa influencia en las masas católicas a las que llenó de una notable confianza y celo, especialmente en su vida pública. En el Syllabus de 1867 condenó al liberalismo que por todas partes se proclamaba heredero del catolicismo. A continuación convocó un concilio ecuménico, el primero en 300 años. En esta encrucijada. Los católicos alemanes, por tanto tiempo eliminados de la vida económica, política y social, se aprestaron a defender su fe contra el liberalismo. Bajo el liderazgo papal se dedicaron a la defensa de las enseñanzas y vida cristianas, violentamente atacadas por una multitud de escritores infieles y decidió enfrentarse a las fuerzas combinadas del Protestantismo y el Liberalismo.

Los Liberales por otra parte se resintieron amargamente del Syllabus y de la infalibilidad papal. En algunos lugares (Manheim, Berlín) los católicos sufrieron la violencia de las masas. Al mismo tiempo que se definía el dogma de la Infalibilidad, los alemanes triunfaban en Francia. Para los liberales (algunos de los cuales estaban mentalizados por la guerra contra Austria) había llegado el momento del enfrentamiento final entre imperio y papado, la última y decisiva batalla de la Reforma contra la esclavitud del pensamiento religioso y la sujeción a la autoridad eclesiástica.

Gradualmente y casi inconscientemente, bajo la influencia de los hechos políticos y eclesiásticos mencionados,una situación que el mundo liberal contemplaba como una legislación más o menos comprensiva, tanto para las escuelas como para las relaciones de Iglesia y Estado, acabó en uno de los conflictos más apasionados sobre principios que se haya luchado fuera o dentro de los límites de una gran nacionalidad. Este era el estado de los asuntos cuando en el otoño de 1870, los católicos prusianos, no satisfechos con su extendido sistema popular de asociaciones (Vereinswesen), decidieron formar un nuevo partido político,el Centro (Zentrum) y por otra parte, en las elecciones al Reichstag de primavera de 1871, los Liberales derrotaron a los conservadores y tomaron las riendas del poder. En abril de 1871, los ruidos de la tempestad se oían ya en los debates del Reichstag, especialmente en el debate sobre el trono, cuando los Liberales insistieron muy detenidamente en el rechazo de toda proposición que tratara de la restauración del poder temporal, caracterizando tales intentos como interferencia en los asuntos domésticos de un pueblo extranjero. Sin embargo nadie tuvo el coraje de dar rienda suelta a las turbulentas pasiones que llenaban los pechos de los hombres, ni siquiera en la fecha de 1871 (Memorias del Príncipe de Hohenlohe) estaban los liberales preparados para abrir la campaña. El Centro permaneció a la defensiva, ocupado principalmente en planificar su estatus parlamentario.

En este momento aparece Bismarck en la escena.

En sus primeros ocho años estaba bajo una fuerte tensión nerviosa, debido a las extraordinarias emociones y preocupaciones por la política de “altos riesgos”, con el miedo de que fueran necesarias pronto nuevas y peores guerras para defender la unidad de Alemania, apenas conseguida. Profundamente preocupado de que el enemigo encontrase ayuda de elementos particularistas o anti-prusianos dentro del mismo imperio, tendía a sobrestimar la importancia de los mismos, En estos momentos su diplomacia tendía a evitar o prever que se repitieran situaciones similares a las de 1864-66 cuando se encontró indefenso ante la poderosa oposición parlamentaria. El se inclinaba por naturaleza a resentirse de la que consideraba innecesaria y por ende injustificable oposición parlamentaria, indiferente a las teorías sobre el gobierno y la división de la autoridad política dentro del Estado y partidario de una sólida centralización y reforzamiento de todos los recursos nacionales, siempre pendiente del enemigo extranjero. Con este espíritu había combatido a los liberales y les obligó ahora a apoyar su política exterior. Ahora, a su regreso de Francia, se encontró, por una parte, un partido más poderoso en el sentido parlamentario que la oposición liberal de los sesenta, y por otra le parecía peligroso en caso de una guerra extranjera. Era supersticioso respecto de un diputado, Ludwig Windthorst, en el que enseguida reconoció al líder del Centro.

Mientras Bismarck era completamente consciente de las habilidades de Windthorst, también sabía que era un antiguo súbdito de la casa de Hannover y estaba en íntimo contacto esa dinastía y nunca había aprobado la exclusión de Austria de la unidad alemana tal como la había realizado Bismarck y desaprobaba vigorosamente el excesivo favor que Bismarck mostraba por los Liberales, tanto en los asuntos prusianos como imperiales. Ya había sido derrotado por Windthorst, en el Parlamento de las Tarifas de 1868, en el que Bismarck había tratado en vano de conseguir de la asamblea apenas nada más que los servicios político –sociales para los que se había reunido (i.e., falló entonces asegurarse la unión pacífica de los Estados Alemanes de Sur con la Confederación Alemana del norte). En aquel momento Windthorst no tenía muchos apoyos parlamentarios, pero su estrategia política había resultado ganadora. Pero ahora tenía tras de sí un partido fuerte que le reconocía como líder y no perdió ocasión de aumentar su influencia. Por otra parte apeló a ciertos Conservadores, no influidos por los prejuicios protestant, y se opuso constantemente a los Liberales como enemigos de la Cristiandad y de los puntos de vista tradicionales alemanes sobre el estado y por otra parte estaba dispuesto a pactar con los liberales que no se habían entregado totalmente a Bismarck. Esta bienvenida de liberales recalcitrantes fue siempre la principal causa de las quejas de Bismarck. Estaba persuadido de que el Centro defendía posiciones en las relaciones exteriores que eran enemigas del nuevo imperio alemán. Después de la guerra franco-prusiana el canciller temía un conflicto con Rusia, campeona del paneslavismo. Tenía en gran medida la desconfianza habitual de Prusia por los súbditos polacos y estaba persuadido de que en caso de guerra se pondría de parte del paneslavismo – es decir que ya en paz como en guerra iban a ser una espina para Alemania. Los había vigilado de cerca durante años y notó con profunda sospecha la alianza de sus diputados con los católicos alemanes. Dio mucha importancia a este hecho ya que, como es bien sabido, la cuestión polaca es una de las que causa más inquietud a los políticos prusianos. Le ofendía, además, que los miembros católicos del Centro frecuentaran los salones Radziwill de Berlín con lo que daban a entender su amistad predisposición hacia las aspiraciones y reclamaciones polacas. Y sus sospechas crecían ante el innegable celo que desplegaba el clero católico en el crecimiento del Centro, mientras que bajo la dirección de Windthorst, el partido defendía no sólo los derechos de la iglesia católica sino también un programa político definido. Este celo del clero católico era en este momento especialmente odioso para Bismarck, a pesar de su sensato realismo político, su imaginación esta profundamente afectada por la idea de la protestante Prusia había restaurado la anterior grandeza imperial alemana, precisamente cuando se estaba proclamando en Roma la infalibilidad papal. Para él el imperio estaba una vez más sobre el papado, sólo que ahora se añadía otra antítesis, la de la libertad individual protestante contra la sumisión a la autoridad eclesiástica. Se persuadió a si mismo que Roma era menos amistosa para con el imperio que cualquier otro poder europeo y que intentaba unir contra el imperio protestante a todas la naciones católicas de Europa, incluido el propio clero alemán. Para obtener información respecto a las relaciones del Centro con Roma, requirió, en la primavera de 1871, por mediación del embajador bávaro en el Vaticano, que Roma censurara al partido del Centro por su actitud antagónica en el Parlamento. La Santa sede envió una contestación amistosa, pero en la representación de prominentes miembros del partido del Centro, notablemente el obispo Ketteler, Roma rehusó influir en el partido católico, con lo que la indignación del canciller se desbordó. Mientras tanto, los Liberales Alemanes del Sur, y sobre todo el príncipe Hohenlohe, removían sin cesar la desconfianza del Centro, del clero católico y de Roma.

Aunque durante un tiempo fue lento en la actuación, estaba cada día más convencido que existía un grave peligro para el imperio en la actividad de un poderoso partido de los católicos alemanes en el parlamento, bajo el liderazgo de un hombre como Windthorst, a lo que había que añadir la influencia del Vaticano sobre ese partido. A sus ojos el Zentrum era un producto del Movimiento Católico Alemán (die katholische Bewegung); y si se le quitaba el soporte de éste, colapsaría. Pero en Movimento Católico, como sabía desde 1850 era algo enteramente hostil a Bismarck, pues había sido amistoso con Austria y sus miembros eran numerosos en el sur de Alemania y Westfalia. Más aún, su entusiasmo por Roma y por la independencia de la Iglesia Católica, le era odioso. Como oficial prusiano creía en una iglesia estatal, que debía estar no sólo bajo la supervisión del Estado sino además servir a sus propósitos. Parecía pues que había llegado el momento psicológico de arrestar al Movimiento Católico. Toda Alemania estaba entusiasmada con la unidad imperial recién nacida. A juzgar por varios sucesos entre las filas de del catolicismo alemán, parecía que Roma había ido demasiado lejos en sus exigencias sobre la obediencia de los católicos alemanes en materia de fe. Las Organizaciones de Viejos Católicos que iban tomando forma parecían ser el núcleo de una iglesia nacional alemana, una iglesia estatal para católicos, que crearían una secesión de Roma y garantizarían una nueva vida eclesiástica. El Viejo-catolicismo, argüía, ha de ser ayudado, el clero católico forzado a obedecer, las masas que había detrás del Movimiento Católico habían de ser intimidadas, y, aliviando la presión que ejercía sobre ellos la autoridad romana, estigmatizar al Centro ante sus seguidores como enemigo del Imperio Alemán.

El CURSO DEL CONFLICTO.

Puede ser dividido en tres períodos: 1871-72; 1872-78; 1878-91.

A. 1871-72.

Las posturas de Bismarck que hemos expuesto arriba sobre el Centro y el Movimiento Católico no estaban tan elaboradas en el verano de 1871 para realizar ya un ataque sistemático contra el catolicismo alemán. Durante año y medio su política se manifestó solamente en casos individuales, aunque en todos ellos se exhibe claramente una sola actitud. El 8 de julio de 1871 abolió la Sección Católica del Ministerio Prusiano del Culto y dejó en manos de funcionarios mayoritariamente protestantes la conducción de todos los asuntos gubernamentales que afectaban a las iglesias y escuelas católicas. La excusa fue que los miembros de la citada Sección Católica del Ministerio Prusiano del Culto eran culpables mantener relaciones demasiado intensas con los Polacos. Hacia finales de 1871 procedió, sobre las mismas bases, contra el clero católico de las provincias orientales de Prusia, introduciendo en el Reichstag una ley concerniente a la supervisión de la instrucción y educación, que contemplaba la extensión de la supervisión civil a la instrucción religiosa y al mismo tiempo la abolición de la supervisión eclesiástica en toda la escuela primaria, que hasta ese momento se había lleva a cabo conjuntamente con los autoridades civiles. Así, en adelante, cuando se confiaba la escuela de una distrito a superintendentes eclesiásticos, su autoridad derivaba única del Estado, aunque en gran medida el clero católico fue simplemente excluida de la supervisión de las escuelas.

Durante las discusión de la Ley de la Supervisión de las Escuelas, Bismarck atacó de forma extremadamente violenta (2 de febrero) el liderazgo de Windthorst en el Centro y presentó a este partido la rama de olivo de la paz a condición de que se deshicieran de Windthorst, y amenazó, si rehusaban hacerlo con denunciar al partido ante toda Alemania como enemigo del Imperio. Poco después ordenó el registro por la policía de la casa de un canónigo polaco, esperando encontrar correspondencia que le permitiera condenar a Windthorst por alianza con los Polacos. No tuvo éxito. El 4 de julio de 1872 pasó la ley contra los Jesuitas (Jesuitengesetz), con el pretexto de que eran emisarios de Roma en Alemania (pretendiendo al mismo tiempo liberar a los obispos del yugo de los Jesuitas). Más aún, desafiando toda legalidad (tanto desde le punto de vista conservador como liberal) se entregó a los jesuitas a la supervisión arbitraria de la autoridades policíacas, por lo que podían ser expulsados del Imperio en cualquier momento del imperio. Además, el Bunbdesrath ( Consejo Superior Imperial) interpretó que la ley quería decir exclusión completa de todo ministerio tanto en la iglesia como en la escuela. Debido a ello, los Jesuitas se fueron de Alemania. Al año siguiente la ley se extendió a los Redentoristas, Lazaristas, Padres del Espíritu Santo, Damas del Sagrado Corazón, como muy relacionados con los Jesuitas, por lo que esas órdenes también dejaron Alemania. El mismo mes, el Gobierno manifestó sus posturas político- eclesiásticas con las medidas con las que se sancionaron a los obispos prusianos, en interés de los Viejos Católicos. Un poco antes (el 1 de diciembre) el llamado Kanzelparagraf, o ley de púlpitos, se incorporó por las mismas razones al código criminal. El obispo de Ermland había prohibido maestro Viejo-Católico enseñas religión (Religionslehrer) del Gymnasium de Braunsburg continuar ejerciendo su oficio.

El Goberino intervino y obligó a los padres a enviar a sus hijos a las clases de este instructor. Más tarde, ante la protesta unánime de los obispos de Prusia, el Gobierno abandonó su postura en este caso pero exigió al obispo de Ermland una declaración al efecto de que “en el futuro obedecería en su totalidad las leyes del Estado”. Como rehusó hacer tal declaración, se retuvo su salario. Similar tratamiento tuvo el Capellán Principal Católico (Feldpropst) de ejército prusiano, a quien pertenecía la administración del culto publico de los soldados católicos. La iglesia del capellán militar de Colonia se entregó a los Viejos Católicos, por lo que El Capellán Principal de las tropas prohibió a sus subordinados tener allí los servicios religiosos usuales. Llamado el capellán de Colonia ante el Ministro de la Guerra, fue suspendido como culpable de “ resistencia a las ordenanzas administrativas de sus superiores”.

La íntima relación entre la actitud anticatólica de Bismarck en Alemania con su política exterior se vio pronto en su famoso despacho (14 de mayo , 1872) ante la elección papal en el que invitaba a los gobiernos europeos a ponerse de acuerdo en las condiciones bajo las que reconocerían la siguiente elección papal. El despacho fue inefectivo, de la misma manera que el intento de obligar al papa a aceptar como primer embajador del Imperio Alemán ante el Vaticano al cardenal Hohenlohe, hermano del mencionado Príncipe Chlodwig Hohenlohe, cuyas relaciones con Los Liberales Nacionales y Viejos Católicos eran bien conocidas. En esta ocasión Bismarck pronunció las famosas palabras "Nach Canossa gehen wir nicht" (no iremos a Canosa) i.e., declaró de antemano la verdadera razón del conflicto antes de que hubiera estallado. De todas formas ya estaba decidido a llevarlo a sus últimas consecuencias y encontró un instrumento en la apersona de Herr Falk, nombrado por el ministerio de Culto en enero de 1872 un inteligente y personalmente bien dispuesto caballero, pero que era un jurista de de tipo muy formalista y extremadamente parcial. El Canciller había urgido el 7 de febrero de 1872 al Ministerio del Interior que solucionara al Cuestión Polaca “sobre las bases de principio, activa y agresivamente” y animó a Falk a que caminara en la misma dirección. Había “ de hacer saber con toda claridad y en todos los sentidos las relaciones del Estado con las varias sociedades religiosas”. Por parte de los defensores de la Iglesia se comenzó a buscar lo público. La jerarquía prusiana, reunida en Fulda para su reunión anual, emitió un memorial el 20 de3 sept. de 1872 dirigido a todos los Estados Alemanes en el que se trataban en su totalidad las recientes medidas anti-eclesiásticas, exponiendo ante el juicio de la opinión pública y aportando pruebas de que los derechos de la iglesia hasta entonces reconocidos tanto por la ley nacional como por la internacional, habían sido seriamente violados. Pio IX levantó su voz dos veces en protesta. En la primera ocasión (24 de junio de 1872) dijo a los católicos alemanes en Roma que Bismarck se había colocado a la cabeza de los perseguidores de la Iglesia “¿Quién sabe, sin embargo, que pronto la piedrecita caerá desde la montaña y golpeará los pies del coloso y lo destruirá?”. Otra vez ( consistorio de Navidad de 1872) habló reprobatoriamente de “ hombres que no sólo no pertenecen a nuestra santa religión, sino que ni siquiera la conocen y sin embargo se arrogan a si mismo la autoridad de decidir lo que concierne a las doctrina y derechos de la iglesia Católica”.

La agitación popular crecía de día en día. La Asociación de los Católicos Alemanes (Mainzer Verein) fundada bajo la presidencia del barón Félix von Loe, pronto llegó a tener 200.000 miembros y tomó una actitud mucho más atrevida que el Centro, cuyo líder, Windthorst, observaba en todo tiempo con mucha moderación. Mientras tanto Falk intentó hacer que los obispos católicos se independizaran de Roma, los clérigos se independizaran de los obispos y ambos dependieran de Estado, empleando los siguientes medios para conseguir esos propósitos: la educación del clero había de depender completamente, o casi, del Estado y realizarse en el espíritu de la educación liberal alemana estándar. Los cargos eclesiásticos se habían de asignar sólo tras la aprobación de la más alta autoridad civil en cada provincia. En el futuro todos los tribunales eclesiásticos fuera de Alemania no ejercería acción disciplinar alguna sobre el clero prusiano. Todos los tribunales eclesiásticos alemanes debían en el futuro poder apelar, no sólo por el acusado sino también por el Presidente del tribunal (en base al interés público) a un tribunal compuesto por oficiales civiles que se conocería como “Real Corte de Justicia para los Asuntos Eclesiásticos”. Falk intentó también reducir considerablemente el ejercicio del poder punitivo y la autoridad disciplinar de la Iglesia, es decir, facilitar la apostasía de manera que laicos y clero que decidieran ponerse de parte del Estado no sufrieran inconvenientes. Es evidente por esas medidas que Falk no tenia idea de la cerrada e indivisible solidaridad del catolicismo alemán por la que el obispo y el clero por una parte y el obispo y Roma por la otra, estaban íntimamente unidos unos con otros. Y erró muy gravemente cuando convirtió en delito criminal el ejercicio de su ministerio sin la autorización de poder civil, y “silenció "a todo obispo que rehusaba cumplir la nueva legislación". En caso de que el clero permaneciera leal a la Iglesia, estas medidas significaban privar de los sacramentos al pueblo católico, es decir , el más grave de los sufrimientos espirituales. Los planes de Falk se formularon en cuatro decretos. El primer lo presentó al Landtag en noviembre de 1872 y los otros tres en enero de 1873, aunque la aprobación real fue difícil de conseguir y sólo tras insistir en la severidad de las alocución papales de Navidad de 1873, arriba mencionada. Fue precisamente durante las dicciones de estos decretos de Falk cuando se utilizó por primera vez la palabra Kulturkampf. La Comisión del Landtag ( Asamblea Prusiana) a la que se remitieron los decretos de Falk expresó graves dudas sobre su constitucionalidad, al ver que la Constitución Prusiana garantizaba a la Iglesia Católica la administración independiente de sus asuntos. La Comisión en ves de aconsejar el rechazo de los decretos de Falk, propuso más bien la modificación de la Constitución para que toda la administración de la iglesia quedara sometida a las leyes del Estado y a la supervisión del mismo autorizada jurídicamente.

B. 1872-78

Esta enmienda y los cuatro decretos fueron aceptados en mayo de 1873, de donde el término Leyes de Mayo (Maigesetze). Para acelerar la ejecución el Ministerio Prusiano autorizó inmediatamente a los Viejos Católicos que se establecieran como Iglesia, y contribuyó con grandes sumas de dineros a este propósito. Además animó a la adhesión pública a los llamados Católicos del Estados, es decir, católicos romanos que manifestaran formalmente su voluntad de obedecer las nuevas leyes. Sin embargo tanto los Viejos Católicos como los Católicos Estatales eran muy pocos.

Por otra parte sucedió lo inesperado: lealtad a la iglesia por parte de los católicos. Los obispos de Prusia ya habían protestad de antemano (30 de enero 1873) contra la legislación inminente. El 2 de mayo emitieron una pastoral común en la hacían saber a los fieles las razones por las que había que oponer una resistencia pasiva pero unánime a esas leyes. El 26 de mayo declararon al Ministerio prusiano que no cooperarían en la ejecución de las leyes Falk. Casi sin excepción, el clero obedeció a sus obispos, por lo que los castigos previstos eran aplicables inmediatamente. Enseguida se pusieron cientos de multas a los clérigos por ejercer su ministerio, pero como ninguno de los multados pagaba voluntariamente, fueron recogidas a la fuerza, para irritación con gran enfado y los parroquianos católicos, pronto se comenzaron a abrir las cárceles y Falk declaró ( 24 oct.1873) que se emplearía mayor severidad. El ministerio de la Guerra declaró a los estudiantes de teología católica aptos para el servicio militar, se prohibió la existencia de las congregaciones marianas, las asociaciones populares católicas y la actividad política del Centro ( reuniones públicas, prensa católica) fueron sometidas a estrecha y enemiga supervisión ,obstaculizadas de todas las maneras y la población católica perseguida por su fidelidad al partido. En diciembre de 1873 se hicieron cambios en el juramento de fidelidad de los obispos al rey, borrando toda huella de so juramento al papa y prescribiendo una observancia incondicional de las leyes del Estado.

Estas medidas, sin embargo, coprodujeron los resultados deseados. En las elecciones de noviembre (1873) el Centro volvió al Landtag con 90 miembros en vez de los 50 anteriores y al Reichstag con 91 en vez de los 63. Se duplicó el número de votos recibidos, hasta 1.500.000. El número de periódicos católicos aumentó en unos 120. Falt trato de vencer esta oposición católica con nuevas depredaciones sobre el ministerio pastoral. Nuevas leyes del Landtag ( mayo 1874) incrementaron su autoridad y pusieron a su disposición nuevos medios presión. Se arregló para que cuando un obispo era depuesto, se colocaba a otro que agradara al Gobierno y si no había ninguno, los nombramientos a las parroquias vacantes se dejaban en manos de los “patrones” de cada parroquia o se hacía por elección libre entre los parroquianos. El Reichstag cooperó pasando una Ley de Expulsión de Sacerdotes Priester-ausweisungsgesetz) por la que los que se les privaba de su puesto por violación de las “leyes de mayo”, eran entregados a la discreción de la policía. Durante los debates de esta ley, los arzobispos de Posen y Colonia y el obispo de Tréveris fureon condenados a la cárcel y después el arzobispo de Posen (Conde Ledochowski) fue depuesto. Poco después de la promulgación de las nuevas “leyes de mayo”, el Ministerio se encargó de que todas las sedes prusianas quedaran vacantes. También un gran número de parroquias se vieron privadas de sus pastores. Se cerraron las instituciones eclesiásticas de educación. Pero esta medidas tampoco tuvieron éxito, Ningún capítulo catedralicio eligió administrador y ninguna parroquia eligió al párroco, Los obispos exilados llevaban sus diócesis desde fuera a través de sacerdotes delegados en secreto. Los fieles de todas partes hicieron posible que se mantuvieran los servicios divinos. El papa declaró el 5 de febrero de 1875 que las leyes de mayo eran inválidas (irritas). La exasperación crecía por todas partes.

Bajo estas circunstancias, el mismo Bismarck se hizo cargo de la situación. Su esperanza aún estaba en probar que el Centro era enemigo del Imperio y trató por todos los medios hacer desaparecer este estigma. De haber podido hacerlo, el Centro hubiera sido aislado en el Reichstag y entonces estaría sin esperanza. El 13 de julio, en Kissingen, Kullman, un católico aprendiz de tonelero, intentó asesinarle. Aunque no presentó evidencias, el canciller declaró en una sesión pública del Reichstag que el asesino “colgaba de los faldones del Centro” y rehusó considerar siquiera cualquier negación de los cargos por el partido. Bismarck recurrió ahora a sus aliados que en el pasado siempre habían servido frente a la oposición popular: el hambre y la penuria. Los métodos de Bismarck diferían considerablemente de los de Falk. Este veía en la vida religiosa de los católicos su principal fortaleza y por ello la atacaba con persistencia, esperando vencer en las reacciones tumultuosas que seguramente seguirían a las interferencias en las necesidades espirituales de todo el pueblo. Pero en esto Bismarck veía demasiado idealismo y prefirió apelar a las necesidades materiales de sus oponentes. El 22 de abril de 1875 obtuvo del Landtag la llamada Sperrgesetz, por la que los pagos estatales a los obispos católicos se retenían hasta que sus representantes cumplieran las nuevas leyes. Otra ley del Landtag (31 de mayo de 1875) cerró todos los monasterios de Prusia y expulsó de territorio prusiano a todos los miembros de las órdenes religiosas, exceptuando a los que cuidaban de los enfermos y hasta estos, con restricciones severas. Finalmente el 20 de junio de 1875 asestó a la iglesia católica lo que el creyó un golpe devastador, al pasar en el Landtag una ley que confiscaba todas las propiedades de la iglesia y entregándolas a administradores laicos que debían ser elegidos por los miembros de las parroquias. Para hacer este tuvo que realizar un acto de suprema violencia i.e., la abolición de los párrafos de la Constitución prusiana que afectaban a la iglesia.

El llamado Kanzelparagraf, or "ley del púlpito", fue enmendado por el Reichstag (26 feb., 1876) para permitir al gobierno perseguir ante los tribunales penales a cualquier sacerdote que criticara en el púlpito las leyes o la administración del Estado Prusiano. Los años siguientes el gobierno retuvo dieciséis millones de marcos de la Iglesia en virtud la Sperrgesetz. Se clausuraron 296 instituciones monásticas. A finales de 1880 habían caído víctimas de las nuevas leyes 1125 párrocos y 645 coadjutores (de entre 5627 y 3812, respectivamente). En los círculos de sus actividades 646.000 almas fueron privadas completamente de asistencia espiritual. Y hay que añadir que la Ordenanza Falk de febrero de 1876, publicada con el consentimiento de Bismarck, según la cual la instrucción religiosa en las escuelas primarias había de ser dada sólo por maestros nombrados por el Estado, i.e., se suprimía el control eclesiástico católico. Los debates sobre estas medidas fueron los más violentos que se habían oído en el parlamento alemán, de manera que parecía que el liderazgo en ambos bandos iba a caer en extremismos. Por parte católica pronto llegaron pruebas de moderación para tratar de impedir medidas aún más extremas por parte del gobierno. Los obispos pensaban que los más graves peligros habían sido Sperrgesetz; enfrentados con éxito y evitados. El primer síntoma de mejora vino a través de una legislación hecha parta causar daño a la causa católica: La ley del matrimonio civil prusiana de marzo de 1874 (extendida al imperio alemán el 6 de feb. 1875) retiraba del clero el derecho anterior de guardar sus propios registros civiles e hicieron obligatorio el matrimonio civil. Se esperaba que así los laicos estuvieran libres del control eclesiástico, puesto que no los obispos no los clérigos querían separarse de Roma. En estas circunstancias la ley se volvió favorable a la tan acosada iglesia. Si los matrimonios hubieran sido posibles solamente en la presencia de sacerdotes reconocidos civilmente, la población católica, a la larga, dada la absoluta necesidad de los matrimonios, hubiera tenido que aceptar una de estas dos soluciones: o toleraban al clero estatal o presionaban al clero católico en el sentido de que obedecieran las nuevas leyes. Por otra parte los obispos se enfrentaron con éxito a las secularizaciones de la propiedad eclesiástica ordenadas por Bismarck. Declararon a este respecto lo que estaba en juego eran simplemente los intereses materiales y en tales casos la iglesia e inclinaba siempre por las medidas más conciliatorias, confiando, por consiguiente, en la fidelidad eclesiástica de los fieles que les dirigían hacia la observación de estas leyes. Mientras tanto, Bismarck, con las leyes de 7 de junio de 1876 y de 13 de febrero de 1878, se dedicó a secuestrar toda propiedad de la iglesia, pero ya había fallado, sin embargo, en su propósito original. Windthorst, por otra parte, intentaba mantener calmadas todas las tendencias extremistas entre los católicos e inclinarlos a la paz con el gobierno en cuento la situación religiosa lo permitiera. Así pues, la reconciliación ya no parecía imposible y mucho menos lejana. Para Bismarck quedó claro que la agitación popular había llegado a su punto más alto y que ninguna fuerza material ganaría, sino que además la autoridad civil se ponía en peligro. El principal motivo que le había llevado a entrar en este conflicto con la iglesia, había desaparecido hacía tiempo. Desde 1875 ya no había peligro ni de una coalición anti-alemana de los poderes católicos ni una guerra con Rusia. Mientras tanto habían comenzado unas relaciones más estrechas con Austria que entró en la Triple Alianza en 1879. Su nueva política exterior trajo frecuentes acercamientos, approchement , a los católicos. En el nuevo parlamente y ano podía actuar sin contar con ellos, lo que fue un nuevo factor de la futura reconciliación. Los Liberales nacionales habían dejado de ser su apoyo incondicional en el Reichstag en las graves cuestiones de las reformas internas (político-económicas, sociales y financieras) que reclamaban su atención. La continua oposición de un partido tan grande como el Centro ponía en peligro todos sus planes. Los protestantes conservadores, mientras, se rebelaron contra el liberalismo de Falk, que en aquellas circunstancias era peor para ellos que para los católicos. Más aún, el emperador Guillermo se inclinaba cada día más hacia ellos. La posición de Falk era, de hecho, insostenible.

C. 1878-91.

La muerte de Pius IX y la elección de León XIII (feb, 1878) hizo posible la restauración de la paz en la afligida Madre Patria. León XIII escribió inmediatamente al Kaiser Guillermo de forma conciliatoria urgiendole la eliminación de las “leyes de mayo”, aunque su petición fue rehusada, al mismo tiempo Berlín expresaba su deseo de reconciliación. En julio de 1878 Bismarck tuvo una entrevista con el nuncio papal, Masella, en Kissingen ( Bavaria). Sin embargo, iba a transcurrir una década hasta que desaparecieran las leyes de mayo. La base de negociaron propuesta no se calculaba en este momento parta traer la paz. Bismarck insistía en que la “leyes de mayo” no debían abolirse con ningún acto formal. Estaba dispuesto, sin embargo, a modificar su aplicación , obteniendo del Landtag autoridad discrecional temporal con respecto a esas leyes, para quitar ciertos puntos odiosos etc., pero todo ello con la condición de que los católicos mostraran deseos de cooperar. Estos, en realidad eran dignos de alabanza. Bismarck quería que en todo momento, las cesiones del gobierno aparecieran como iniciativas suyas – claro que después de las apropiadas negociaciones con Roma. Exigía de la curia, en contrapartida, una seguridad de que el partido del Centro apoyaría las iniciativas del gobierno, de lo contrario, éste no tendría interés alguno en reconciliarse con ellos.

Como prueba de buena voluntad despidió a Herr Falk en 1879 y remplazó al autor de las odiosas “leyes de mayo” por Herr Puttkamer, cuya actitud eclesiástico–politica era más conciliatoria que la de su predecesor. Bajo su mando, la iglesia comenzó a recuperar su influencia anterior en la escuelas. Obtuve del Landtag, en tres ocasiones (1880-83) autoridad discrecional para modificar las“leyes de mayo” con lo que se pudo restaurar la administración diocesana y ocupar las sedes vacantes. Las parroquias vacías permanecieron aún sin pastores pero se autorizó a los párrocos de las parroquias vecinas administrarlas. Después de 1883 la Sperrgesetz, o suspensión de los salaries eclesiásticos, no se aplicaba. En 1882 Prusia estableció una embajada en el Vaticano. Bismarck, sin embargo se mantuvo sin ceder en la obligación del obispo de informar al gobierno de todos los nombramientos eclesiásticos y en el derecho del gobierno al veto. Roma no parecía oponerse demasiado a esto, pero exigía antes que se abolieran formalmente al menos ciertas partes de las “leyes de mayo”. León XIII deseaba fervientemente restablecer la paz y la armonía con Alemania y por esa razón eligió como secretario de estado en 1881 a Lodovico Jacobini, que había sido nuncio en Viena desde 1879 y había llevado las negociaciones preliminares. Durante las negociaciones que siguieron, el principal defecto de la diplomacia papal consistió en el excesivo estrés que ponía en los elementos puramente político-eclesiásticos del problema (los que afectaban a la situación general de la Iglesia en Europa) sin tener en cuenta la fuente fundamental del conflicto i.e., la violación de la ley constitucional de Prusia. Desde este punto de vista no intentó cooperar con las tácticas del Centro en las negociaciones del partido con Bismarck, sino que aceptaba de varias maneras sus deseos e intentaba influir en el Centro (sustancialmente en asuntos políticos) a favor del gobierno. Por otra parte, mientras Windthorst no ponía, quizás, demasiado interés en la situación general de Europa, estaba resuelto a dar permanencia los esfuerzos de su partido para volver a recuperar los derechos de la iglesia en la Constitución prusiana y hacer que ese documento volviera de nuevo a ser garantía de la independencia de la iglesia. Durante estos años de negociaciones más o menos fructuosas entre Roma y Berlín, el poder político de la del Centro en el Reichstag creció notablemente y el gobierno no volvió contar con una mayoría contra el. Por entonces los conservadores habían vuelto a dominar en el Landtag y pronto se vio su intención de abolir completamente el sistema de Falk de interferir en la vida disciplinar y pastoral de la Iglesia Católica (Resolución Conservadora, 25 abril 1882). Cunado Bismarck vio que era imposible hacer del Centro un partido del gobierno (primavera de 1884), abandonó por su parte las negociaciones. Hizo saber a los Conservadores que estaba lista para la revisión del las “leyes de mayo” en cuento supiera que Roma aceptaría el Anzeigepflicht, u obligación de hacer saber al gobierno todos los nombramientos eclesiásticos, con el correspondiente derecho civil del veto. Pensaba, al parecer que la agitación del Kulturkampf iría desapareciendo gradualmente además de que el pueblo católico acabaría cansándose de la lucha por “la independencia legal y constitucional de la iglesia” ahora que lo más gravoso de las leyes de mayo había sido retirado y de alguna manera era de nuevo posible la vida normal de la iglesia.

El partido del Centro y su prensa había mantenido vivo un fuerte sentimiento católico. Por otra parte, la situación internacional pronto hizo que se volviera a pensar en la abolición de las leyes de mayo. Bismarck estaba otra vez inquiero respecto a Rusia, y esta vez temía un alianza de Francia con ella. El reciente despertar del paneslavismo añadía preocupaciones en este asunto. Temía que el vaticano favoreciera la alianza franco-rusa y por otra parte quería reunir todas las fuerzas disponibles en torno al gobierno para suprimir el movimiento polaco que ya había adquirido grandes proporciones y debido a su política de Kulturkampf todas las clases del pueblo polaco habían sido profundamente conmovidas durante la década anterior y su actitud causaba gran inquietud al canciller en este momento. Por otra parte, esperaba que el arreglo definitivo del conflicto eclesiástico afectaría a la solidaridad intacta hasta ahora del Centro con sus bases católicas se debilitaría con lo que por fin disminuiría su influencia política. León XIII vio que ahora Bismarck deseaba realmente la paz y por ello Roma no tenía que ser tímida en la en materia de concesiones basadas en garantías apropiadas. El papa también pensaba que Bismarck le ayudaría en lo concerniente a la política imperial alemana respecto a Italia. Era de importancia considerable que en este momento el miembro de la jerarquía prusiana con más experiencia de estado, el obispo Kopp de Hisdelheim, después cardenal y Principe Elector de Breslau) fue nombrado miembro de la Herrenhaus Prusiana. Bismarck, empero, continuaba manteniendo con tenacidad las reclamaciones del gobierno anterior. En materia de Anzeigepflicht, los nombramientos de los párrocos no debían darse sin la aprobación del gobierno. Tampoco quiso escuchar a la restitución del anterior reconocimiento de la iglesia por la Constitución prusiana. Finalmente mantuvo el completo control de las escuelas por parte del gobierno. Cedió a la iglesia, prácticamente, el control de la educación eclesiástica, permitió el restablecimiento de la autoridad disciplinaria papal sobre el clero, permitió el restablecimiento del culto público y la administración de los sacramentos, la aplicación de medidas disciplinarias (censuras etc.,) y dio esperanzas a las órdenes religiosas de que podrían volver. Este es básicamenbte el contenido de las leyes de 21 de mayo de 1886 y de 29 de abril de 1887 que modificaban las “leyes de mayo” de forma aceptable y por consiguiente ponían fin formalmente al largo conflicto conocido desde entonces como Kulturkampf. Durante las negociaciones del a primera ley el papa permitió a los obispos (25 de abril de 1886) presentar a la aprobación del gobierno los nombramientos de párrocos. Mientras se discutía la segunda el papa declaró que mostraba el camino a la paz, mientras que Bismarck la calificaba de renovación de un modus vivendi entre el Estado y la iglesia. El Centro sospechaba profundamente de ambas leyes porque el papa no exigió garantías constitucionales. En el intervalo entre estas dos leyes, el canciller intentó un último intento de obtener de Roma el apoyo del Centro a su política militar y sus implicaciones internacionales. Quería que el Centro votase en el Reichstag por el llamado Septenato.

La correspondencia entre el cardenal Jacobini y el presidente del partido del Centro muestra que Windthorst no se movió de su posición. Se puede decir que León XIII se engañó en sus las esperanzas de que Bismarck le ayudara en Italia. En los años siguientes desaparecieron los restos de las leyes de mayo. La ley que prescribía la expulsión de todos los sacerdotes (Priesterausweisungsgesetz) fue retirada en 1890 y en 1891 la Sperrgelder, (i.e., los salarios eclesiásticos etc., retenidos desde abril de 1875) fueron distribuidos a varias diócesis alemanas. Por un tiempo parecía que iba a ocurrir otro grave conflicto, esta ves a propósito de las escuelas. Sin embargo desde principios de los noventa prevaleció la actitud tranquila en materias eclesiásticas y de educación. En 1905 se modificó la legislación anti-jesuítica de manera que desapareció su carácter excepcional inicial. Los redentoristas ya habían regresado. Una importante consecuencia del Kulturkampf fue el dedicado esfuerzo para obtener una influencia mayor en los asuntos municipales y nacionales. Lo débiles que eran en ambos aspectos lo comprobaron cuando comenzó el conflicto. Este esfuerzo tomó el nombre de Paritätsbewegung, i.e., la lucha por la igualdad del reconocimiento civil. Y este movimiento y las discusiones que alimentó llevaron pronto a un vigoroso autoanálisis de las masas católicas respecto al hecho de su retraso académico, literario y artístico así como en el amplio campo de las actividades económicas (industria, comercio). Por otra parte, la reconciliación entre Iglesia y Estado hizo posible que los católicos alemanes participaran más intensamente que antes en la vida pública de la Patria. Para ilustrar este punto debemos Apuntar a las notables contribuciones del Partido del Centro (1896-1904) a la solución de los grandes problemas imperiales de ese periodo. El Kulturkampf, aparece como una primera fase del vasto movimeinto de antagonismo en el que el Catolicismo, Protestantismo y Liberalismo se enfrentan en la Prusia que entonces es uno de los grandes poderes de Europa y dentro de la nación alemana , entonces unida a la política global del Imperio.

N del T.: Esta artículo fue escrito en 1908)

BACHEM, Kulturkampf und Maigesetzgebung in Staatslexikon G rresgesellschaft, 2d ed. (Freiburg, 1902), III; SIEGFRIED, Aktenst cke betreffend des preussischen Culturkampf (1882); F.X. SCHULTE, Geschichte des Kulturkampfs in Preussen (1882), and Geschichte der ersten sieben Jahre des preussischen Kulturkampfs, I: Der Schulkampf, 2d. ed. (1879); MAJUNKE, Geschichte des Kulturkampfs in Preussen-Deutschland (1886); BRÜCK, Geschichte der katholischen Kirche in Deutschland im 19. Jahrhundert, IV, ed. KISSLING (1907); HAHN, Geschichte des Kulturkampfs in Preussen (1881); VON GERLACH, Aufzeichnungen aus seinem Leben und Wirken, II (1903); HUESGEN, Ludwig Windthorst (1907); SPAHN, Ernest Lieber (1906), and Das deutsche Zentrum (1907); HEUSER, Bismarck's Conflict with the Catholic Church, in Am. Cath. Quart. Review (1884), 322 sqq.; O'SHEA, Bismarck's Decline and Fall, ibid. (1898), 836 sqq.; SCHRÖDER, The Impregnable Fortress; Prince Bismarck and the Centre, ibid. (1890), 390 sqq.; IDEM, Windthorst, ibid. (1891), 515 sqq. MARTIN SPAHN.

Transcrito por Gerald Rossi.

Dedicado a Monseñor Richard J. Schuler.

Traducido por Pedro Royo.