Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Viernes, 22 de noviembre de 2024

Isabel I, La Católica

De Enciclopedia Católica

Revisión de 06:02 26 dic 2007 por Sysop (Discusión | contribuciones)

(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

Reina de Castilla; nació en la ciudad de Madrigal de las Altas Torres, el 22 de Abril de 1451: murió un poco antes de mediodía del 26 de Noviembre de 1504, en el castillo de La Mota, el cual permanece en Medina del Campo (Valladolid).Fue la hija de Juan II, Rey de Castilla, con su segunda esposa, Isabel de Portugal. Tenía apenas un poco más de tres años de edad cuando murió su padre (1454), fue educada piadosa y cuidadosamente por su madre, en Arévalo, hasta los trece años. Su hermano, el Rey Enrique IV, se hizo cargo de ella junto con su hermano Alfonso en su corte; con el pretexto de completar su educación, pero en realidad - como Flórez nos platica- para prevenir que los dos niños regios sirvieran de modelo en el cual los nobles descontentos pudieran ridiculizar. Los nobles Castellanos habían estado incrementando constantemente su poder durante las repetidas largas minorías por donde la corona había pasado, y habían tomado ventaja de las debilidades de Reyes como Enrique II y Juan II. En esa época ellos habían alcanzado el punto de despojar completamente el trono de su autoridad. Ellos aprovecharon por si mismos la increíble imbecilidad y de las relaciones escandalosas entre Juana de Portugal, su segunda esposa, y su favorito, Beltrán de la Cueva. Derrotado en Olmedo, y despojado de su líder, el Infante Alfonso, quien murió - envenenado, como se creyó - el 5 de Julio de 1468, ellos solicitaron para obtener la corona para la Infanta Isabel, rechazando a la presunta hija del Rey, Juana, quien era llamada "La Beltraneja" por la suposición que Don Beltrán era su padre verdadero. En ésta ocasión Isabel dio una de sus más anticipadas pruebas de sus grandes cualidades, rechazando la usurpada corona ofrecida a ella, y declarando que mientras su hermano viviera nunca aceptaría el título de reina. El Rey, por su parte cometió la asombrosa tontería de reconocer a Isabel como su inmediata heredera, en la exclusión de Juana. Los Historiadores han estado generalmente complacientes a interpretar este acto de Enrique IV como una confesión implícita de su propia deshonra. Para ser estrictamente justos, sin embargo, esto no era así, porque aún cuando si Juana era su hija en realidad, como ella era la presunta jurídica, podía haber conducido a la violencia de los nobles, quienes solicitaron darle la corona a Isabel inmediatamente, y comprometerse con ellos a hacerla su heredera, como el hizo en la "Posada de los Toros" de Guisando (La Venta de los Toros), el 19 de Septiembre de 1468. Un año antes de esto, Isabel estuvo viviendo en Segovia, separada de la corte, la cual se asentaba en Toledo; después de la conclusión del pacto ella estuvo en disputa con su hermano, el rey a cuenta de su plan para el matrimonio de ella. En 1460 Enrique había ofrecido ya la mano de Isabel a Don Carlos, Príncipe de Viana, el hijo primogénito de Juan II de Aragon, y heredero, al mismo tiempo, del reino de Navarra. Este Enrique fue a pesar de la oposición del Rey de Aragón, quien deseó obtener la mano de Isabel (que incluyó con la corona de Castilla) para su hijo más pequeño Fernando. Las negociaciones fueron prolongadas hasta la infeliz muerte del Príncipe de Viana. En 1465 se hizo el intento de arreglar el matrimonio entre Isabel y Alfonso V de Portugal, pero la princesa había ya escogido a Fernando de Aragón por esposo y por lo tanto se opuso a esa alianza. Por la misma razón ella posteriormente rechazó casarse con Don Pedro Girón, Maestro de Calatrava, un miembro de la poderosa familia Pacheco, a quien el Rey solicitó conquistar por estos medios. Otros aspirantes para la mano de Isabel fueron Ricardo, Duque de Gloucester, hermano de Eduardo IV de Inglaterra, y el Duque de Guienne, hermano de Luis XI de Francia. Las Cortes fueron reunidas en Ocaña en 1469 para ratificar el Pacto de Guisando, cuando un embajador arribó de Portugal para renovar la petición de Alfonso V por la mano de Isabel. Cuando ella declinó esta alianza el rey fue tan lejos como pudo, para amenazarla con encarcelarla en el Alcázar de Madrid, y aún cuando temeroso de los adeptos de la Infanta le impidió a él llevar a cabo esta amenaza, exigió de su hermana una promesa para no entrar en ninguna negociación matrimonial durante su ausencia en Andalucía, adónde el estuviera en el momento de emprender un viaje. Pero Isabel, tan pronto como ella estuvo sola, se apartó con la ayuda del Arzobispo de Toledo y del almirante de Castilla, Don Fadrique Enriquez, hacia Madrigal y después a Valladolid, y desde allá envió a Gutierre de Cárdenas y Alfonso de Palencia en Busca de Fernando, quien había sido proclamado Rey de Sicilia y heredero de la monarquía Aragonesa. Fernando después de una jornada, la historia del cual lees como una novela, por sus peligros y su interés dramático, se casó con Isabel en el palacio de Juan de Vivero, en 1469. A la muerte de Enrique IV, Isabel, quien estaba entonces en Segovia, fue proclamada Reina de Castilla. Pero La Beltraneja había sido prometida de Alfonso V de Portugal, y Enrique, revocando el pacto de Guisando, le había causado a ella ser proclamada heredera de sus dominios. El Arzobispo de Toledo, el Marqués de Villena, el Maestro de Calatrava, y otros nobles, quienes en vida del padre de ella habían negado la legitimidad de La Beltraneja, ahora defendieron sus reclamos. Y así fue como empezó una guerra entre España y Portugal la cual duró cinco años, finalizando con la paz en 1479, cuando una doble alianza fue comprometida. La Beltraneja, sin embargo, abandonó sus reclamos, llevando el velo en el monasterio de Santa Clara de Coimbra (1480), y con ese suceso el derecho de Isabel al trono de Castilla llegó a ser indiscutible. Fernando mientras tanto había tenido éxito en el trono de Aragón, y así la unidad definitiva de la nación Española fue consumada en los dos monarcas a quienes el Papa Español, Alejandro VI dio el título de "Católico" al cual los Reyes de España aún sustentan. Isabel lució su prudencia y gentileza - cualidades que ella poseía en un grado rara vez igualado -- en el acuerdo que ella hizo con Fernando para el gobierno de sus dominios: Ellos debían mantener igual autoridad, un principio expresado en el plan o lema, "Tanto monta, monta tanto -Isabel como Fernando (Tan honorable es uno como lo es el otro - Isabel como Fernando)".

La unión armoniosa de las gentes y las coronas siendo así realizadas, era necesario para reducir el poder de los nobles, quienes habían adquirido una posición casi independiente de la corona y haciendo dificultoso un buen gobierno. Hacia este objetivo los soberanos Católicos dirigieron sus esfuerzos; entre las medidas que ellos tomaron podrían mencionarse brevemente: (1) el establecimiento de la Santa Hermandad (Santa Hermandad), una clase de fuerza militar permanente, muy completamente organizada, apoyada por los consejales municipales, y destinada para la protección de las personas y propiedades contra la violencia de los nobles; (2) Una administración de justicia renovada y propiamente ordenada con una organización sensata de los tribunales, el establecimiento de el Tribunal en Valladolid, y la promulgación de los edictos reales generalmente llamados "Edictos de Montalvo" en seguimiento al jurisconsulto quien los redactó; (3) la abolición del derecho de acuñar moneda, el que ciertos individuos conservaban, y la regulación de las leyes de la moneda en circulación para facilitar el comercio; (4) la revocación de permisos extravagantes hechos a ciertos nobles durante el reinado de los últimos monarcas, la demolición de sus castillos, los cuales constituían una amenaza a la paz pública, y revestir a la corona de la superioridad de las órdenes militares. Para preservar la pureza de la Fé y unidad religiosas, contra las intrigas de los Judíos, quienes estuvieron empleando la influencia de su riqueza y sus tratos usureros para pervertir a los Cristianos, los soberanos Católicos solicitaron del Papa Sixto IV el establecimiento de la Inquisición.

Sus gobiernos así fortalecidos en casa, los soberanos procedieron a llevar un cumplimiento, por la conquista de Granada, el gran trabajo de reconquista el cual había estado virtualmente parado desde el tiempo de Alfonso XI. La toma del Sahara, de la cual los Moros se posesionaron por si mismos de sorpresa, facilitando una ocasión para la guerra; la cual se favoreció felizmente con la conquista de Alhama (Marzo de 1482). Los Cristianos fueron favorecidos por los problemas internos de Granada, los cuales fueron debidos a la partida de el Emir Muley Asan y su hijo Boabdil, y, después la muerte del primero, a los partidarios de su tío Abdallah el Zagal. Los soberanos mantuvieron la guerra a pesar de las seria derrotas obtenidas por ellos en Ajarquia y Loja, y posesionados ellos mismos de Coin, Guadix, Almería, Loja, Vélez, Málaga, y Baza. Isabel tomó una parte importante en la guerra; no sólo atendió ella el gobierno del reino, y proveyó de soporte a la armada mientras Fernando combatía a la cabeza, tambien repetidamente ella visitó el campo para animar a las tropas con su presencia. Esto fue el caso en el sitio de Málaga, y en aquel de Baza, donde el uso severo de combate no impidió al líder Moro, Cid Hiaya, el despliegue de su caballería hacia la Reina. Ella estuvo en peligro de ser asesinada por una fanático Mahometano ante los muros de Málaga, y de perecer en la conflagración del sitiado campo de Granada. En consecuencia de esta conflagración la ciudad de Santa Fe fue edificada, para poner un final a las vanas esperanzas de la gente de Granada, que los soberanos Católicos abandonarían sus empresas. Granada se rindió el 2 de Enero de 1492, y la unidad territorial de los Monarcas Españoles fue establecida. Para proteger su unidad normal, un edicto fue emitido tres meses después (31 de Marzo), expulsando de España a los Judíos (170,000 a 180,000 almas), cuyas ciudades habían admitido a los invasores Musulmanes en el siglo octavo, y quienes constituyeron un peligro perpetuo a la independencia y seguridad de la nación.

Mientras ellos mantenían la guerra contra Granada Cristóbal Colón se presentó por si mismo a los soberanos Católicos, y la Reina Isabel sintió el honor de apreciar al genio que no había sido apreciado en Genova, en Venecia, o en Portugal. Protegido primero de todo por los frailes Españoles, fue presentado a la reina por su confesor, el Padre Hernando Talavera, y por el Cardenal Mendoza (Cardenal de España); y con los medios que el Rey y la Reina procuraron para él habilitó las tres famosas carabelas que colocaron a America en comunicación con el Viejo Mundo. Embarcando el 3 de Agosto de 1492, del Puerto de Palos, descubrió el 12 de Octubre - el día en que se festeja a Nuestra Señora del Pilar que se observa en España - la primera de las Islas Bahamas.No sólo demostró Isabel la Católica ser siempre la protectora de Colón, sino fue también la protectora de los Aborígenes Americanos contra el maltrato de los colonizadores y aventureros. En 1503, ella organizó el Secretariado de Asuntos Indios, que fue el origen del Consejal Supremo de las Indias. Isabel no fue menos que la patrona del gran Cisneros en la reformación de los monasterios de España, un trabajo que él perfeccionó bajo la autoridad de Alejandro VI dado en la brevedad de Marzo de 1493, y lo cual anticipó las reformas posteriores ejecutadas a través de la Iglesia entera. El buen gobierno de los soberanos Católicos trajo la prosperidad de España a su apogeo, e inauguró la edad dorada del país. La manufactura de ropa y sedería desarrollado en Segovia, Medina, Granada, Valencia y Toledo, como también lo relacionado con vidrio y armas de acero, de cuero y artículos de plata.

La Agricultura prosperó, mientras que la navegación y el comercio crecieron a una altura sin precedente a consecuencia de los grandes descubrimientos de la época.La Reina Isabel con su ejemplo dirigió la forma de fomentar el amor al estudio, y en muchas veneraciones su Corte recuerda a Carlomagno. Cuando ella era ya una persona mayor se dedicó por si misma al estudio del Latín, y llegó a ser una vehemente coleccionista de libros, de los cuales coleccionó un gran número. Su Castellano ha sido clasificado como un modelo del lenguaje por la Real Academia Española. Fue extremadamente cuidadosa por la educación de sus cinco hijos (Isabel, Juan, Juana, María y Catalina), y para educar al Príncipe Juan y a otros diez niños, ella instaló en su palacio una escuela similar a la Escuela Palatina de los Carlovingios. Sus hijas, también, obtuvieron un grado de educación superior a la acostumbrada en esa época, y ellas así combinaron con sus enseñanzas las labores peculiarmente apropiadas a su sexo, que Fernando el Católico podría imitar a Carlomagno en el no uso de prendas de vestir que no hayan sido tejidas o cosidas por su esposa y sus hijas. Este ejemplo de la reina, un modelo de virtud, piedad y economía doméstica, quien remendó una vestidura para su esposo el rey tan seguido como siete veces, ejerció una gran influencia moral sobre la nobleza desalentando lujos excesivos y pasatiempos vanos. Fomentó también el aprendizaje no sólo en las universidades y entre los nobles, sino también entre las mujeres. Algunas de las distinguidas posteriormente entre ellas mismas por sus adelantos intelectuales - por ejemplo: Beatriz Galinda, llamada la Latina, Lucía Medrano y Francisca Nebrija, la Princesa Juana y la Princesa Catalina (quien posteriormente llegó a ser Reina de Inglaterra), Isabel Vergara, y otras quienes alcanzaron gran habilidad en Filosofía, Latín y Matemáticas, y llegaron a ser calificadas a ocupar posiciones profesionales en las universidades de Alcalá y Salamanca.Isabel la Católica fue extremadamente infeliz con sus hijos. El Príncipe Juan murió en su juventud, lleno de las más brillantes promesas; Catalina fue eventualemte repudiada por su esposo Enrique VIII; Juana, heredera del reino, perdió la razón. El trato no menos memorable en la vida de Isabel fue la preparación de aquella última voluntad y testamento, inmortalizada en las pinturas de Rosales en el Museo de Madrid. Su corazón fue cubierto con simpatía por la suerte de los Indios Americanos, ella encargó a sus sucesoras protegerlos como ellas respetaron sus otros súbditos, y ella señaló la misión de España en Africa - una misión que los problemas marroquíes ha tardado lo suficiente para llevarlo al conocimiento del mundo.

CLEMENCIN, Elogio de la Reina Católica Doña Isabel in Mem. Acad. de la Historia (Madrid, 1821);FERNÁNDEZ Y GONZALEZ, Doña Isabel la Católica (Madrid, 18--)MARTINEZ DE VELASCO, Isabel la Católica (Madrid, 1883);RADA Y DELGADO, Retratos de Isabel la Católica en Boletín Acad. de la Historia (Madrid, 1885;MARIANA, LAFUENTE, y otros escritores en la historia de España.

RAMON RUIZ AMADO Transcrito por WGKofron Traducido por Ramón Terrazas Ch.