Noche triste del Corazón de María
De Enciclopedia Católica
NOCHE TRISTE DEL CORAZÓN DE MARÍA
EN LA MELANCÓLICA NOCHE DEL APOSENTILLO DE CRISTO
DISPUESTA
Por. el R. P. Fr. Juan de Abreu, Predicador General Jubilado, Definidor Exento de la Provincia del Santo Evangelio, y Comisario Visitador del Venerable Orden Tercera de N. P. S. Francisco de la Ciudad de México
Con licencia en México, por Joseph Bernardo de Hogal
Año de 1736
ORACION
Oh María, penada Madre de mi Señor Jesucristo, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo, a tus pies con profunda humildad tienes a quien ha causado con sus culpas fuerte tempestad de dolores sobre tu Corazón dulcísimo, quien ha sido tan cruel, que es necesaria toda tu constancia, y fortaleza, para no morir a la violencia tirana de tan inhumano rigor; pero con el pronto conocimiento que tengo, Señora y Madre mía. de todos mis pecados, verdaderamente arrepentido pongo tus manos mi espíritu, para que hagas de mi cuanto fuere de tu santísima voluntad porque es mi intención desde este instante hasta el último de mi vida, estampar en mi corazón la Espada aguda de tu dolor, y no hacer cosa sin consultar primero a tu piadosa intercesión para estar como debo incesantemente desagraviándote, por lo que yo, y todos los pecadores del mundo te han. agraviado con obras, palabras, y pensamientos. Sedme, Purísima María, mi Intercesora y Madrina para poder llegar a los pies de mi Señor, a llorar amargamente el haberle puesto en tan tenebrosa cárcel, haberle escupido, abofeteado, y dándole tan mala noche, pues con tu ayuda espero me ha de franquear su inagotable piedad y misericordia infinita. Amén.
ACTO DE CONTRICION
¡Aprisionado bien del alma mía! ¡Pacientísimo Jesús, que atrevimiento es el mío! Como tengo cara para ponerme en vuestra Divina Real presencia, habiendo obscurecido con el tizne de mis culpas la hermosura de tu rostro. En que pensaba yo, amante mío, cuando con mis pecados te puse esa gruesa cadena a la garganta, escupí y abofetee el cielo de tu belleza, pise tu Sangre, y ultraje tu siempre adorable ley. ¡O y como quisiera haber perdido mil vidas, antes que haberte dado el más mínimo disgusto! Que hare para morir de dolor, y compasión. ¿A dónde comprare el bálsamo, y saludable licor de una contrición verdadera? ¡Pero que preguntó! En tus manos esta, Señor, el herirme de muerte, el arrojar de tu aljaba el dulce apetecible dardo de tu amor, para que rinda el espíritu arrepentido a tus pies. Peque, mi Dios, peque, Jesús querido, no supe lo que me hice, ya estoy arrepentido: y con hado en tu misma bondad, y en los merecimientos de los innumerables escarnios que padeciste en aquella triste noche, espero, que me has de perdonar mis pecados, y que por los Dolores de María Santísima mi Señora me has de dar gracia eficaz, para perder la vida, antes que cometer otra culpa. Peque mi Dios, peque Jesús querido, no supe lo que me hice, ya estoy arrepentido.
PRIMER MISTERIO
El Alba más hermosa
la Aurora más divina,
llorando, en su Alma siente
sombras, que Jesús pisa.
Séale al desagravio,
en noche tan impía
el corazón, el que arda
en cándidas bujías.
Recibid, Santa Madre,
tristísima María,
todo el fuego, que el alma
a tus pies sacrifica.
ORACIÓN
Oh María, fragantísima Rosa de Jericó, pero cercada de las más agudas espinas de dolor! Luna llena de las luces, de la gracia; pero rodeada en esta melancólica noche de la lobreguez, y obscuras tinieblas de mis culpas, que fon las que afligen en prisión tan amarga el atribulado Corazón de Jesús, y tu materno despedazado Corazón. Quien es, Santísima María, el triste peso, que, atadas las manos, caído el pelo, escupido el Rostro, y acardenalado con el recio golpe de aquella cruel bofetada, solo pisa sombra, horrores y tinieblas, en la tenebrosa cárcel, que le fabricaron mis delitos. No es, traspasada Madre, aquel Infante tierno, y hermosísimo Nazareno, que en el Altar de oro de vuestro purísimo regazo adoraron en Belén los Pastores, reverenciaron los Reyes, y celebraron los Ángeles. Pues como en la mayor ignominia, y vilipendio, preso, juzgado como reo, y ultrajado corno facineroso. ¡O cuanto pudo mi ingratitud, mi obstinación y dureza! Recibid, Madre, y Señora mía, en desagravio de los horrores, y obscuridad de esa noche, con la luz de la Fe, todo el fuego en que fe abraza mi corazón de sentimiento y de pena; y por las penas, que padecisteis en la noche triste de vuestra acerba pasión os pido, me concedáis clara luz, para que vea las tinieblas, en que ha estado metida mi alma, en el obscuro abominable aposentillo, y lóbrega cárcel de mi cuerpo; para que siguiendo en esta miserable vida el camino de la verdad y la luz de vuestra inagotable protección, merezca por tu intercesión la gracia. Amen.
SEGUNDO MISTERIO
Cuando en duras prisiones
la paciencia agoniza,
de no morir la Madre,
en su interior expira.
Quien en tal desamparo
Y de crecida fatiga,
No ofrecerá a su Reina
Prisionera la vida.
Recibid los afectos
Señora, que os dedica
Por ramos olorosos
Un alma arrepentida.
ORACIÓN
Oh Dolorosa Madre mía, amargo mar lleno de las mayores tribulaciones: a quien, Señora, cuando no de arrepentimiento, de agradecido siquiera, no se le parten las entrañas de dolor, al registrar anegado en mil martirios a tu Jesús, amarrado con los duros eslabones de una cadena, y con cordeles de cáñamo contra la dureza de un poste, quedando inclinado, y violentísimo el Cuerpo, para ser en aquel calabozo verdadero Iris y Arco de paz entre Dios y los pecadores ¿Hasta dónde, Paloma inocentísima, han de llegar tus dolores? Ahora sí, Madre tristísima, que es vuestro Hijo para vos, Hazme mirra, Ramillete de amarguras, aprisionado, y ceñido con durísimos cordeles, cuales quieran en este imponderable martirio vuestros dolorosos pensamientos. Que lágrimas de sangre no lloraríais con la viva representación de las muchas veces, que yo había de amarrar a vuestro preciosísimo Hijo con la pesada cadena de mis siempre libres y depravadas costumbres. Recibid, pues, en desagravio, Santísima Señora, todas las obras penales, que ejecutare en el tiempo de mi vida, y alcanzadme de vuestro amantísimo Hijo por los tormentos que padeció en aquella amarga noche, me desprenda, y me cierre de las ligaduras, con que me he dejado aprisionar del Demonio tantas veces, cuantas le he puesto a las manos la cadena con la repetición de mis culpas, para ser esclavo suyo: que me emplee siempre, y me ciña ala observancia de los divinos preceptos, para estar todo el tiempo de mi vida dando flores de virtud, y buen ejemplo, para con ellas fabricar olorosos Ramilletes, que sirvan de desagravio a su Majestad Divina. Amen.
TERCER MISTERIO
En un sótano inmundo,
lleno de sabandijas,
Alcázar la crueldad
a Jesús le fabrica.
Eco el más Doloroso hace aquesta inmundicia del Jericó en la Rosa, entre horrores marchita. Por Flores desojadas
recibid, Madre mía,
del Alma las potencias,
que os sirvan de alcatifa.
ORACIÓN
Oh María Candidísima, Madre de piedad y Señora mía, como no se rompe mi corazón de dolor y sentimiento, cuando considero, que siendo todo tuyo el delicado Cuerpo de mi Señor Jesucristo, pues tú le engendraste, por lo consiguiente tuyas fueron tus afrentas, tus agonías y fatigas en aquella amarga noche. Cual es, Señora, el Real Palacio, el Reclinatorio de oro, y acento de púrpura, que al Rey Supremo de la eternidad previene el mundo. Pero ya registran mis ojos, que una alcoba inmunda, el basurero de la casa del Pontífice; el lugar más indecente, y abominable del mundo, lleno de telarañas, de humedad, sembrado de hueros, y acompañado de aquellas sabandijas. Come con en esta vista no se rasga mi corazón de sentimiento, al ver ahí ultrajada la Imagen del Eterno Padre, el resplandor de su Gloria, y tu Hijo inocentísimo. Recibid, Señora mía, en desagravio de aqueste menosprecio los afectos de mi corazón, que por desojadas flores os ofrece con toda mi alma mi rendida voluntad. Y pues eres fin de la maldición de Eva, como Ave llena de gracia y testigo claro de la humildad de Jesús, llévate Dolorosa Madre mía, contigo nuestros corazones y con la suavidad de tus méritos únelos para siempre con los Bienaventurados. Amén.
CUARTO MISTERIO
Al Corazón más tierno
en esta Noche fría
un estropajo hediondo
sirve de cortina.
Rásguese en mil pedazos:
el pecho, y por divisa
a María le consagre
el Alma derretida.
El corazón en trozos
roto incensario; sirva
de aliviar con flagrancia
cuanto en si vaporiza.
ORACIÓN
Oh María, Reyna esclarecida de los Mártires y Mártir del mismo amor! Como vives, Santísima Señora, viendo tratar de lo más viles hombres del mundo al Hijo de Dios Eterno con el más costoso desprecio, que se ha visto, cuando para divertir lo restante de la noche, inventaron un juego, en que Cristo Sansón Divino había de hacer el principal papel. Como estaría tu Corazón, viendo, que le vendan el Rostro con un trapo, permítase esta voz a los labios, pues lo puso mi Redentor sobre sus ojos. Causándole a su mansedumbre cruelísimos tormentos, por la tizne, grasa, y fetor en que estaba insertado aquel andrajo, ¡Oh Sabiduría del Padre, y Espejo de su bondad! Vos, cubiertos vuestros soberanos ojos, con un inmundo velo, y no se desatan los míos en mares de amargo llanto. Mas duro soy que las piedras pues con tal espectáculo no muero de sentimiento. ¡Mas ay dolor! Que en vez de sentir esa ignominia he cubierto innumerables veces con los inmundos estropajos de mis vicios tu siempre amable hermosura, y el Corazón de María! Recibid, atribulada Madre, este desagravio de esta afrenta mis Oraciones; y pues fue en aquella noche triste tu Corazón por muchas partes roto, místico incensario de oro, de fragantísimo incienso, unid nuestros fervorosos afectos a tan sagrados aromas, y con ellos de nuestro corazón las telas, para que sirvan de velos al Rey de la Majestad; alcanzándonos de tu infinita clemencia, el que nos conceda por tus méritos correr el velo de la vergüenza, que nos aparta de lo bueno, que nunca le ofendamos, y que siempre desvelados le amemos. Amén.
QUINTO MISTERIO
El azahar de mi culpa
con golpes, y salivas,
Saber de Jesús quiere
Si quien le dio adivina.
O maltratado Rostro
Lave esa negra tinta
del llanto de mis ojos
el agua cristalina.
Esta os ofrezco, Madre,
en dos alcantarillas,
que al fuego de mi pecho
el amor alambica.
ORACIÓN
Oh Madre del amor hermoso y traspasada Madre de mi Señor Jesucristo! No ay, Purísima María; sino añadir fortaleza a fortaleza, para resistir los golpes, que se le siguen a vuestro acuchillado corazón. Cual estaría este, viendo adorado como á Rey de burlas al Señor de los Ejércitos, recibiendo; en lugar de adoraciones y reverencias, ultrajes, baldones, golpes, bofetadas, y asquerosas, y feas salivas. Que espada de dolor no traspasaría tu Alma, al registrar, que cruelísimamente atrevidos los Sayones le mesen del sacratísimo pelo y venerable barba. Que delitos ha cometido, O Padre Eterno, este obedientísimo Hijo vuestro, que así lo permitís a los ultrajes. Como se atreve el hombre al pelo, y barba del más gallardo hermoso Nazareno. Si caía el ungüento sagrado desde la cabeza hacia la barba de Aaron, en señal de respeto y veneración al Sacerdocio, como se aprecia en tan poco el mejor pelo, y barba del mejor Aaron Sacerdote Jesús. O, Y como en este doloroso paso regaría mi Señor con lágrimas de sus ojos aquel sótano, y vos, Purísima Madre, ¡las piedras de aquel Cenáculo! Recibid atribulada Señora, en desagravio de esta afrenta, toda mi alma, y supla por agua de azahar todo el llanto, en que por las fuentes de mis ojos se destila el corazón. Alcanzadme, Señora, de vuestro preciosísimo Hijo, el que incesantemente este regando con mis lágrimas el inmundo albañal y tenebroso Aposentillo de mi conciencia, que limpia esta de todo pecado, merezca, después de esta vida, gozaros por toda una eternidad en la Gloria. Amén.
SEXTO MISTERIO
Especies aromáticas
en Cazolejas rindan
al Hijo, y él la Madre
entrañas compasivas.
Si fetor del pecado
dos Almas martiriza,
aromas les ofrezcan,
pues ven las necesitan.
Aceptad, Dueño hermoso,
recibid, Madre pía,
este pobre holocausto
de una Fe dolorida.
ORACIÓN
Oh Celestial princesa de ambos Orbes, Paraíso Soberano de Reales y hermosísimas Granadas, pues has florecido más, y más, a pesar de los aires crueles de tan contrarios tormentos. Cuales serían, Santísima Señora, en esta triste noche los tiernos suspiros y fervorosos afectos de tu destrozado Corazón, al registrar los insufribles tormentos, que padeció mi Señor en todos cinco sentidos, siendo el más atormentado el del olfato, por las inmundicias de aquel asqueroso sótano inmundo, y calabozo abominable, más hediondo por la putrefacción de las culpas de los hombres agavilladas para atormentar a Jesús en aquel sitio, que por estar lleno de todos los desaseos y asquerosidades del Palacio. O cuanto deben llorar aun los mismos Ángeles este menosprecio, este desacato, y la cruelísima indecencia. ¡O buen Jesús! ¡O extremo de humildad, y paciencia! Como podre, bien mío, desagraviaros de lo que por mi habéis padecido en este melancólico lugar. Pero recibid, atormentado amante, por mano de María Santísima mi Señora, en desagravio de tanta inmundicia, de que os habéis visto acompañado en esta noche, el buen olor de las obras santas con que desde este instante propongo con todo mi corazón serviros, haciendo ardiente brasero de mi pecho para fabricar de todo el una aromática Cazoleja, confeccionada en virtudes heroicas, para desagraviaros, mediante la intercesión de tu Santísima, y Dolorosa. Madre. ¡O María! Azucena fragrante, que mitigas todo dolor y aflicción, socorre con suavidad a los que la hediondez del pecado tiene en el más inmundo sótano y aborrecible Aposentillo. Extingue en todos, como universal Madre, la voraz llama de todo lo concupiscible, y enciende las del amor casto, para que perciba así el corazón los alivios, al paso que sintió de la culpa la corrupción, y gravedad de su peso, para morir en tu gracia. Amen.
SÉPTIMO MISTERIO
Si ay Dolor, que se iguale,
y a mi Dolor se mida,
registrado: O vos OMNES
QUI TRANSITIS PER VIAM.
ASPERGES ME HYSOPO,
A mi amado repitan,
para lavar sus manchas
las Almas afligidas.
Que yo, Fuente de amor,
les daré, agradecida,
de mis ojos el agua,
pues es Agua bendita.
ORACIÓN
¡Oh Santísima e Inmaculada Ovejita la más amante y fina del Cordero de Dios aprisionado! ¡Oh ejemplar de la mayor resignación y tolerancia! Dónde está mi amor y compasión, pues no me quitan la vida al ver, que, cansados de tantas irrisiones, y burlas los ministros de satanás, se echan a dormir, dejando solo a mi Señor sin poderle hacer tú en tan melancólica noche compañía. Que agonías no padecería tu Purísima Alma, al registrar las agonías del Corazón de Jesús en las tristes horas de su soledad amarga, representándosele allí la persecución de unos, y el olvido de otros, negado ele Pedro, y apartado para siempre de Judas. Que especies tan lúgubres no se apoderarían de aquel divino entendimiento. O y quien pudiera a un tiempo mismo acompañaros a vos, y acompañar a mi Jesús. ¡Mas ay de mí, miserable! Qué compañía puedo haceros, ni a vos, ni a vuestro Hijo, Santísima María, cuando soy yo con la fealdad de mis culpas quien está causando a esos dos amabilísimos Corazones el mayor tormento. Quedaos sin compañía, bien mío, y quedaos sola, Dolorosísima Madre, que menos os ha de afligir vuestra soledad, que la dureza de mi corazón, y de mi pertinaz ingratitud. Pero, no obstante, sirva Señora, de desagravio mí mismo corrimiento, y confusión de mis pecados: Suplicándote por las amarguras, y agonías, que padeciste en la soledad de aquella noche, me alcances de mi Señor Jesucristo, rocíe con el hisopo de su Poderosa mano, tinto en su Soberana Sangre, mejor Agua bendita, a mi espíritu, y corazón, para que quede mi Alma más blanca y resplandeciente, y lucida, que los ampos de la nieve. No te olvides, Señor de mirar por el logro de aquella Preciosa Sangre en la exaltación de la Santa Fe Católica, ruina de las herejías y conversión de todos los pecadores y el descanso de las prisioneras Almas del Purgatorio, y con especialidad, Santísima María, socorre ahora, y en la última de su vida a las devotas Almas de vuestros agudos Dolores, imprimiendo en ellas la aguda Espada de vuestras acerbas penas, para que crucificadas en vuestro sumo Dolor, merezcan por una especialísima gracia acompañaros en los gozos de la Gloria. Amén.
OFRECIMIENTO DE LAS TRES AVES MARÍAS
Oh Paloma Candidísima, Escala del Cielo, Puerta del Paraíso, Sagrario y Templo de la siempre Grande, Santísima y Amabilísima Trinidad: Estas tres Ave Marías te ofrecemos con toda nuestra alma a aquellas tres gotas de Purísima Sangre, que, de tu Castísimo Corazón, para que de ellas se formase la Sacratísima Humanidad de mi Señor Jesucristo, cuando le concebiste en tus Virginales entrañas: Suplícote por esta Sangre y por la que derramó mi Señor la noche del Jueves Santo en la casa de Caifás, me alcances lágrimas de verdadera penitencia, para llorar los agravios de esta Sangre; esfuerzo, resolución, y valor para despreciar al mundo, Demonio, y Carne; para que llena mi alma, y las de todos los Católicos de los espirituales dones de la gracia, merezcamos por tus agudos Dolores acompañarte por toda la eternidad en el perdurable descanso de la Gloria. Amén.