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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Visita de los Santos Monumentos el Jueves Santo

De Enciclopedia Católica

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PRIMERA VISITA

Considera cual iría Cristo con el dolor de la despedida de su Santísima Madre, pensando en la orfandad en que quedaba: y él, A qué Pasión tan dolorosa iba. Las agonías del Huerto, etc. ¡Cuáles irían los Apóstoles de amedrentados! ¡Qué asombrados con la oscuridad de la noche! La soledad del camino; y el recuerdo de las funestas profecías. ¡Oh y qué callados, suspensos y tristes caminarían! Míralos a todos, y a cada uno cuál van. ¡Qué palabras tan suaves les diría Jesús! ¡Y qué olvidado de sus penas consolaría la de ellos! Todos los puntos se han de acompañar con fervorosos afectos de amor, agradecimiento y compasión. Y especialmente de imitación suya en el silencio, modestia y devoción. Como irían los Apóstoles con Cristo, y así has de procurar andar las estaciones. En la Iglesia primera se rezará devotamente una Estación al Santísimo Sacramento, que son seis Padre nuestros, y seis Ave Marías con Gloria Patri, que ofrecerá por las necesidades de la Iglesia y de la nación, pidiéndole el remedio de ellas; y para ti que te libre de malos pasos, y de toda ocasión pecaminosa. Si trata o desea tratar de oración, pídale que lo lleve a ella consigo, que le dé gracia para que no se duerma, etc.


OFRECIMIENTO ¡Oh Dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones a aquellos dolorosísimos, pasos, con que para redimirme salisteis del Cenáculo, y llegasteis al Huerto donde orasteis en agonía, fuisteis desamparado de todos vuestros amigos, y preso con sumo dolor e ignominia. Bendígaos, Señor, por esta fineza todas las criaturas, hombres y Ángeles, con su Reina y Aladre vuestra, la Santísima Virgen María. V yo por la misma os suplico me deis gracia para que la reconozca, logre é imite. Ordenad, Señor, todos mis pasos al cumplimiento perfecto de todos vuestros mandamientos, y obligaciones mías, con perseverancia en vuestra compañía basta una buena muerte, por cuyo medio pase a gozarte en la gloria por los siglos, de los siglos. Amen.

SEGUNDA VISITA: DEL HUERTO A CASA DE ANÁS

Aquí irás considerando la crueldad con que habiendo hecho asalto, como en manso Cordero, en el Salvador, aquellos lobos rabiosos, y sangrientos leones de sus enemigos, lo herían y despedazaban, y alado con fuertes cordeles le llevaban preso por las calles públicas de Jerusalén, con grande algazara y vocería, como si fuese algún insigne salteador. ¡Oh Salvador mío! y cual os trae como malhechor, el ser único bienhechor mío, y de todos, y de esos mismos que así os llevan. Mira como unos le ponen esposas o apretados lazos a las dos manos, hasta reventar sangre por las uñas, otros le echan sogas al cuello, y tirando, le hacen caer con ímpetu en tierra y le arrastran por ella, le hieren con palos, le escupen, abofetean, y baldonan. ¿Este es Hijo de Dios? ¿Este es Rey de cielo y tierra? ¿Así tratan a Dios los hombres? ¿Así anda Dios por los hombres, rodando entre los pies de los más viles del mundo? ¡Oh! cuánto tienes aquí que pensar! Piensa que como el silencio y deshora de la noche era mucho, y la gritería tanta, todos saldrían alborotados á las puertas y ventanas, preguntándose unos a otros: ¿Qué es eso? ¿A quién llevan? Y la respuesta: A Jesús Nazareno llevan preso: ¿A quién? a Jesús? ¡A Jesús llevan así! ¡Jesús, qué monstruosidad! Así preso con esta behetría, llegó a casa de Anás: ¡oh qué clamores al entrar! ¿Qué hablarían los de casa con los de afuera? Aquí has de considerar como el Salvador examinado de Anás, en su Doctrina y Discípulos, llevó la bofetada del excomulgado Sayón, le negó San Pedro, y mirándole el Señor piadosamente, le convirtió.

Llegando a la Iglesia, rezarás la Estación con este

OFRECIMIENTO

¡Oh Dulcísimo Redentor de mi alma! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, a aquellos dolorosísimos pasos, que para redimirnos disteis desde el Huerto a la casa de Anás, preso, atado, maltratado é infamado, como público malhechor. Bendígaos con eternas alabanzas, gloria y honra, todas las criaturas humanas y angélicas, con su Reina y Madre vuestra, la Santísima Virgen María; y yo por su intercesión y agonías de este paso, os suplico me libréis de las duras prisiones del pecado, de los lazos del demonio, de la esclavitud del mundo, de las abominables cadenas de la carne; para que puesto por los méritos de vuestra Pasión en la verdadera libertad de hijo de Dios, pase como tal por medio de una buena muerte, a la herencia eterna de la Gloria, en que os goce por los siglos de los siglos. Amen.

TERCERA VISITA: DE LA CASA DE ANÁS A LA DE CAIFÁS

Considera la crueldad y desprecio con que le llevaban los soldados, continuando los baldones, golpes y malos tratamientos. Compara la grosera inhumanidad de los sayones, con la humilde compostura de Cristo paciente. Mírale el rostro trasudado, descolorido, acardenalado, escupido, y el silencio y paciencia con que sufre todos estos malos tratos. Pondera lo que piden y hacen contra el Salvador sus verdugos, el modo, atrocidad, é impiedad con que lo llevan arrastrando y por el contrario: el modo con que el mansísimo Cordero se deja despedazar de aquellos lobos infernales, su dolor y su vergüenza. Llegando a casa de Caifás, considera la vocería con que le acusaban sus enemigos; el sobrecejo y soberbia con que le examinaron los inicuos Jueces; la modestia y gravedad con que confesó Cristo la verdad de su Divinidad; el escándalo con que se taparon los oídos por no oírle como á blasfemo: la iniquidad con que todos le condenaron, y entregaron como tal a los soldados, se entretuvieron burlándose de él como loco, escupiéndole, abofeteándole y vendándole los ojos por escarnio, hasta que, cansados de maltratarle, le tiraron en un aposentillo bajo, oscuro é inmundo. Piensa en ir a hacerle compañía y consolarle, y en lo que le dirás. Llegando a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:

OFRECIMIENTO

¡Oh dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en memoria de aquellos dolorosísimos pasos, que para redimirnos disteis de la casa de Anás a la de Caifás, donde fuisteis condenado, burlado y afrentado atrocísimamente. Alábeos con eternos cánticos todos los coros celestiales, las criaturas todas, y sobre todas la Reina de los Ángeles María Santísima, Madre vuestra, y Señora nuestra: por cuya intercesión y por los tormentos de este paso, os suplicamos nos libréis de las crueles acusaciones del enemigo en la hora de la muerte y juicio particular, de sus tentaciones, engaños y falsedades, para que absuelto por vuestros méritos en el Tribunal de vuestra Misericordia, entremos a gozar el fruto de vuestra Pasión en la gloria. Amén.

CUARTA VISITA: DE LA CASA DE CAIFAS A LA DE PILATO

Primeramente, mira con atención de pies á cabeza cual va el Salvador con la mala noche, tormentos y congojas, desfigurado, traspasado, mortal y debilitadísimo, aladas las manos, los pies descalzos, el vestido descompuesto, el rostro lastimado, y todo hecho un retablo de dolores. ¡Mírale cuál va por ti! Y cuántos y qué tales pasos le cuestas. Aplica aquí aquellas seis circunstancias: ¿Quién padece? ¿Qué padece? ¿Por quién padece? ¿De quién padece? ¿Con qué modo padece? Y el amor infinito con que padece, haciendo especial fuerza en que padece por mí en particular, como si no hubiese otro en el mundo. Llegando a casa y presencia del presidente, mira la gritería, fuerza y empeño con que le acusan: los testimonios falsos tan atroces y feos que le achacan, la multitud de los que á porfía le acusaban, sin ver uno siquiera que le defendiese: el silencio, mesura y mansedumbre, en medio de tan fieros enemigos, que admiró á Pilato, el examen y duda de este por muy político, y la constancia del Salvador en callar y no defenderse. ¡Mira qué al revés lo haces tú! Dios defiende a quien se pone así, y a todas sus causas en sus manos. Llegando a la Iglesia, luirás lo mismo que en las otras, y este:


OFRECIMIENTO ¡Oh Dulcísimo Salvador mío! yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en reverencia de aquellos penosísimos pasos ¡pie de casa de Caifás disteis á casa de Pílalo, donde fuisteis acusado de innumerables enemigos, sin bailar persona alguna en favor de vuestra inocencia. Bendígaos todos los coros de los Ángeles con su Reina la Virgen Santísima, vuestra Madre, y nuestra abogada; y todas las criaturas en oposición a estas injurias os alaben y glorifiquen: con cuyas voces y por cuya intercesión os suplico, Salvador mío, por vuestra dolorosa Pasión, me defendáis en el Tribunal de vuestra Justicia, de las acusaciones del enemigo, por medio de vuestros Santos Ángeles, y con especialidad por el de mi guarda, y singulares abogados, para que defendido de su intercesión y vuestras misericordias, a pesar de mis enemigos, pase libre a gozaros en la Gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

QUINTA VISITA: DE LA CASA DE PILATO A LA DEL REY HERODES

Considera en el desamparo sumo de Jesús, y como uno solo que conoció su justicia, y pudiera y debiera defenderla, que fue el presidente Pilato; amedrentado de respetos humanos, por huir la dificultad lo remitió al Rey Herodes, hombre torpe y cruel. Considera entre qué gente andaba el Salvador, de qué manos, y en qué peores venía a dar su causa: Mira a qué hombres se sujetó el Hijo de Dios, conociéndolos y sabiendo lo mal que había de obrar. Pondera ¡cuál iría el Salvador! ¡Cuáles los verdugos de impacientes y crueles! ¡Qué dirían los que le encontraban! Los amigos, ¡qué sentirían! ¿Qué blasfemarían los enemigos? Finalmente, llegando a presencia de Herodes, pondera la fuerza y atrocidad con que le acusaban sus enemigos; la astucia y la curiosidad con que le aplaudía Herodes porque le hiciese algún milagro en su presencia; el constante silencio del Señor no queriendo admitir su favor, ni hacerle gusto. Al fin le despreció Herodes como á grosero y simple, vistiéndole por escarnio una vestidura blanca, y lo mismo hicieron los de su guardia del palacio. Llegando a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:

OFRECIMIENTO

¡Oh dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en reverencia de aquellos penosísimos pasos con que fuisteis remitido do Pilato á Herodes, avergonzado en las calles públicas, y despreciado del torpe Rey. Bendígaos todas las criaturas con su Soberana Reina la Virgen María, por cuyos ruegos os suplico, y por estos pasos, paséis mi causa, en el día de mi juicio, del rigor de vuestra Justicia a la piedad de vuestra misericordia, por la cual y por vuestros méritos, la sentencia de muerte eterna, que justamente merecen mis culpas, se conmute en decreto de vida eterna, donde os goce para siempre. Amen.

SEXTA VISITA VUELTA DE LA CASA DE HERODES A LA DE PILATO

Considera la nueva gala que recibió el Salvador en casa de Herodes, y cómo trata el mundo a la divina Sabiduría, y gala que hace la burla en motejarla y despreciarla: la misma ignorancia é infernal necedad, desprecia así a la sabiduría del Padre: ¿qué mucho trate así a la virtud que solo es la verdadera Sabiduría? Considera cuántas veces lo has hecho así, y confúndete. Pondera los apodos, dichos y risadas de todos los que le encontraban, qué dirían, y la paciencia, y mansedumbre con que lo sufría todo. Contempla aquí el juicio, aprecio y graduación del mundo, para no hacer caso ni de sus desprecios, ni de sus aprecios; pues así trató a su Salvador. La novedad y confusión que causaría Pilato, que como prudente del siglo había hecho alto concepto del Salvador, ver la grosera tosquedad con que le había tratado Herodes, y el nuevo cuidado en que le pondría su vuelta. Pondera la fatiga y vergüenza con que volvería a sus ojos Jesús, las nuevas quejas, acusaciones de sus enemigos, y pláticas de sus enemigos con el Salvador. Mira las dolorosas Estaciones que anduvo el Señor dentro de la casa de Pilato, de la Sala de Audiencia al corredor donde fue azotado, ¡oh y con qué crueldad! Del corredor al medio del atrio, donde otra vez desnudo le vistieron la púrpura, y coronaron de espinas como á Rey de burlas. Del atrio al balcón donde mostrándolo al pueblo, dijo el presidente: Ecce Homo: le pospusieron á Barrabas, y le pidieron para dar la muerte. Del balcón, otra vez al Tribunal, donde después de varias averiguaciones fue condenado a ser crucificado entre dos ladrones. ¡Oh qué cosas llevas que meditar en esta Estación!

Llegando a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:

OFRECIMIENTO

¡Oh Dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, a aquellos injuriosísimos pasos, que disteis de la casa de Pilato a la de Herodes, repelido, y de Herodes á Pilato, despreciado, y en casa de este, para ser azotado, coronado y escarnecido, pospuesto á Barrabas, y condenado a muerte. Bendígaos todas las criaturas, con su Reina, vuestra Madre la Santísima Virgen, por cuya intercesión y vuestros méritos os suplico me deis gracia para despreciar los juicios errados del mundo, me libréis de la eterna ignominia del infierno y pesadas burlas de los demonios, me escojáis entre vuestros predestinados; y con ellos me llevéis á ser coronado en la gloria y reinar con vos, Rey Eterno, por los siglos de los siglos. Amén.

ULTIMA VISITA DE CASA DE PILATO AL MONTE CALVARIO

Pondera el alboroto que causaría en aquel inmenso pueblo, que aguardaba la sentencia del Salvador, la alegría de sus enemigos, la congoja de sus amigos, y la confusión de todos. Cuando llegase la voz de esta sentencia a oídos de su dulcísima Madre, ¡qué golpe baria en su tiernísimo corazón! ¡Qué dolor! ¡Con qué sentimiento saldría de su casa para encontrar a su Hijo, acompañada de San Juan y las otras santas Mujeres, todas atravesadas y mudas de dolor! Puesta en orden aquella funesta Procesión, saldría con su Cruz a cuestas el Salvador delante de los dos Ladrones. Míralos a todos cuáles van, y esencialmente a Cristo, qué oprimido con la Cruz, cayendo y levantando: ¡la crueldad, gritería e injurias con que a empellones lo levantan los verdugos! Al doblar de una calle, en un repecho alto se encontró con su angustiada Madre, paróse á mirarla, y miróle la Madre, ¡oh qué vista! Aprende a mirar a Cristo de su Madre, ¡cómo lo miraría la Santísima Virgen! Y el dulcísimo Jesús, ¡con qué ojos miraría a su Madre! Pídele que te enseñe a sentir y llorar sus penas. ¡Cómo le seguiría después la Virgen por el rastro de la Sangre! ¡Qué lágrimas! ¡Qué sentimientos los suyos! ¡Cómo llegaría al Monte Calvario! ¡Qué sentiría la Madre purísima en la crucifixión de tal Hijo! ¡Como le miraría pendiente en la Cruz tres horas! ¡Como le atravesaría el Corazón con las palabras que habló! ¡Cuando vió que se le arrancaba el alma, y espiraba entre tantas agonías, qué haría la suya! Y al romperle el costado con la lanza, bajarle de la Cruz despedazado, y ponerle en el sepulcro, ¡quién podrá tantear su dolor! Pídele que te lo comunique, y tendrás que pensar años enteros. Acabada la Estación, harás el siguiente:


OFRECIMIENTO

¡Oh dulcísimo Salvador mío! yo os ofrezco estas Estación y Oraciones, a los acervos pasos que vos, y vuestra dulcísima Madre disteis por la calle de la Amargura hasta el Monte Calvario, y a los inexplicables tormentos que padecisteis ambos. Alábeos y glorifíqueos todas las Criaturas, y yo con las voces de todas, con las cuales os suplico por los amarguísimos pasos, y sentimientos de vuestra Madre, me favorezcáis en el amargo paso de la muerte, librándome del encuentro de los demonios y asistiéndome de guarda y guía con vuestra Santísima Madre, y recibiendo mi alma en brazos de vuestro amparo, la pongáis salva en la gloria, donde os alabe por todos los siglos de los siglos. Amén.