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Jueves, 21 de noviembre de 2024

La Ciudad de los Reyes y su fundador emblemático

De Enciclopedia Católica

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Charla v Pizarro emblematizado, paradigma del milite cristiano


Vimos en la charla anterior cómo en una pintura, o vista de la plaza mayor, en su cotidianeidad, subyacen un conjunto de emblemas que aluden al premio del que persevera firme en la fe. Porque la perseverancia se prueba día a día, en lo pequeño y en lo grande. La práctica cotidiana de la rectitud hace virtuoso al hombre. La reiteración y el apego a lo bajo y abyecto, hace vicioso al hombre. Lo mismo se puede decir del valor, de la destreza militar, de la estratagema bélica, de la capacidad de mando y del liderazgo. Cuando Pizarro llega al Perú, era un hombre maduro; y había vencido los obstáculos que le salieron al encuentro. El grabado de Pizarro que tenemos a la vista, tiene como modelo casi idéntico, a otro tipo de vencedor: al vencedor de sí mismo, y de sus pasiones dominantes. Independientemente de sus miserias humanas, el Fundador de Lima, fue un hombre extraordinario. Una vez pacificado el Perú, ocupó el lugar que la Historia y sus méritos reclamaban. Fue un servidor de Dios, e instrumento de su Providencia. Ganó para Cristo estos reinos gentiles, arrancándolos de la tiranía del demonio. Rubricó el acta en la que consta la misión trascendente y misionera de la ciudad. Cargó sobre sus lomos el madero fundacional de la iglesia catedral. Queda establecido, entonces, que Pizarro es un instrumento de la providencia, que venció a Atabalipa, instrumento del demonio. Es un Capitán general de una milicia cristiana terrestre, que contó con el auxilio de Santiago y del Capitán general de las milicias celestes. Nótese, que a la imagen de Pizarro sólo le faltan alas para pasar como un san Miguel Arcángel.


Nada impide decir que, bien sea por la tradición aquella que lo hace comulgar de una sola hostia, junto a sus socios; bien sea por la misa de campaña del acto fundacional; o bien sea por recibir el escudo de armas de la ciudad, le cupo la honrar de ser testigo del inicio de la vocación eucarística de la ciudad. Me explico: En sus tiempos se recibió la divisa de los reyes. Es lugar común y asunto trillado referirse a la casa de Austria, y a la estrella de Belén y a la Fiesta de la Epifanía.


¿De quién se dice <<veníte, gentes, et adoráte Dóminum: quia hódie descéndit lux magna super terram.?>>


La gente se carga las tintas cuando se refiere a las coronas de los reyes de Saba, que ciertamente no son el centro de la Epifanía. Las coronas están subordinadas a la Estrella, Ese fue el signo que vieron, y que les marcó el sitio donde debían dirigirse. ¿Quién es más importante; el Rey de la Gloria o los hombres que le rinden tributo? La literatura barroca, dice sobre este asunto, que ellos prefiguran la adoración eucarística, porque clarividentemente reconocieron a quien sería el Cordero Inmolado, gracias a que <<mortificaron su propio juicio>>, en la línea de lo que leemos en Tantum ergo; supla la fe la incapacidad de los sentidos. Visto así, tiene sentido el patrocino de los sabios de Oriente; enseñan a la Ciudad de los Reyes, a capitular sin condiciones ante el Misterio Eucarístico y a postrarse en adoración. ¿Acaso no se recuerda el dolor de la ciudad cuando hubo el robo sacrílego del Sagrario? ¿No fue la Fiesta del Corpus, la fiesta por antonomasia del Virreinato del Perú?.... Existe literatura de alegoría política, que dice que las tres coronas representan las tres fidelidades de Lima: A Dios, al Papa, y al Rey. Es decir, a Dios y sus Vicarios.