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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Habacuc

De Enciclopedia Católica

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(Habakkuk) El octavo de los profetas menores, que prosperaron probablemente hacia el final del séptimo siglo A de C.

I. VIDAS CONOCIDAS Y PERSONALES

En el texto hebreo (I,1; III, 1), el nombre del profeta presenta una forma doble intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado tampoco en la Septuaquinta: Ambakoum, o en el Vulgar: Habacuc. Su semejanza con el hambakûku, asirio, que es el nombre de una planta, es obvia. Su significado exacto no puede ser comprobado: se toma generalmente para significar "abrazo" y se explica ocasionalmente como "ardiente abrazo", a causa de su forma intensiva. Del lugar de nacimiento, de la familia, y de la vida de este profeta no tenemos ninguna información confiable. El hecho que en su libro dos veces le llaman "el profeta" (I, 1; III, 1) conduce de hecho a pensar que Habacuc llevó a cabo una posición reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún conocimiento distinto de su persona. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el texto hebreo de su rezo (cap. III) pueden sugerir posiblemente que él era un miembro del coro del templo, y por lo tanto un Levita: pero la mayoría de los eruditos miran esta inferencia doble como cuestionable. Mucho menos cuestionable es la visión puesta más adelante, que identifica a veces a Habacuc con el profeta Judío de ese nombre, que se describe en el deuterocanónico fragmento del belio y el dragón (Dan., XIV, 32 sqq. deuterocanónico), como milagrosamente llevando una comida a Daniel en la guarida del león.

En esta ausencia de la tradición auténtica, la leyenda, no solamente judía si no que también cristiana, ha sido singularmente ocupada por el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciendo a la tribu de Levi y como el hijo de cierto Jesús; como el niño de la mujer de Sunamite, a quien Eliseus volvió a la vida (cf. IV Reyes, IV, 16 sqq.); como el centinela puesto por Isaías (el cf. es XXI, 6; y Hab., II, 1) para observar la caída de Babilonia. De acuerdo a "vidas" de los profetas, uno de ellos es atribuido a Santo Epifanio, y el otro a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de Judá. En los mismos trabajos se indica que cuando Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki, en la costa egipcia), de dónde él volvió solamente después que los Caldeos se habían retirado; entonces él vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de Cirus de la restauración (538 A de C.). Diversos sitios también se mencionan como su lugar de entierro. La cantidad exacta de información verdadera incorporada a estas leyendas que están en conflicto no se puede determinar hoy en día. Las iglesias griegas y latinas celebran el banquete del profeta Habacuc el 15 de enero.

II. CONTENIDO DE LA PROFECIA

Aparte de su título corto (I, 1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos partes: el (I, 2-II, 20) se lee como un diálogo dramático entre Dios y su profeta; el otro (capitulo III) es una oda lírica, con las características habituales de un salmo. La primera parte se abre con un lamento de Habacuc a Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y a la opresión persistente del justo por el impío, de modo que no había ni ley ni justicia en Judá : ¿Cuánto tiempo el impío esta destinado a prosperar así? (I, 2-4). Jehová contestó (I, 5-11) que una nueva y alarmante visualización de su justicia esta por ocurrir: ya los Caldeos que son rápidos, rapases, y terrible raza están comenzando a levantarse, y poner fin a los males de los cuales el profeta se ha quejado .Entonces Habacuc rebatió con Jehová, la eterna y rigurosa regla del mundo, sobre las crueldades en las cuales él permite que los Caldeos sean indultados (I, 12-17), y él espera confiadamente una respuesta a su plegaria (II, 1). La respuesta de Dios (II, 2-4) es en forma de un corto oráculo (verso 4), en el cual el profeta es tentado a escribir en una tablilla para que todos puedan leerla, y que prevee la última condena al caldeo invasor. En el contenido de este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente de cinco " aflicciones " que él pone con viveza dramática en los labios de las naciones que los Caldeos han conquistado y desolado (II, 5-20). La segunda parte del libro (capitulo III) lleva el título: " un rezo de Habacuc, el profeta, a la música de Shigionot. " Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de este capítulo tiene la forma de un rezo. Los versos que siguen (3-16) describen una teofanía (manifestación divina) en que Jehová aparece con el único propósito de la salvación de su gente y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la declaración de que aunque las bendiciones de la naturaleza deben fallar en el día de la penuria, el cantante se regocijara en Jehová (17-19). Añadido al capitulo III esta la declaración: " para el jefe de los músicos, en mis instrumentos de cuerda. "

III. FECHA Y PROFESIÓN DE ESCRITOR

Por carencia principalmente de evidencia externa confiable, han habido en el pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones referentes a la fecha en la que la profecía de Habacuc debió de ser escrita. Los rabinos antiguos, cuya visión se incorpora a la crónica judía titulada Seder olam Rabbah, y todavía son validados por muchos eruditos católicos (Kaulen, Zschokke, Knabenbauer, Schenz, Cornely, etc.), refieren la composición del libro a los años pasados del reinado de Manasses. Clemente de Alejandría dice que " Habacuc todavía profesaba en la época de Sedecias " (599-588 A de C.), y San Jerome atribuye la profecía a la época babilónica del Exilio. Algunos eruditos recientes (Delitzsch y Keil entre Protestantes, Danko, Rheinke, Holzammer, y prácticamente también Vigouroux, entre católicos, lo colocan bajo Josias (641-610 A de C.). Otros lo refieren a la época de Joakim (610-599 A de C.), incluso antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 A de C. (Católicos: Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack, Driver, etc.); mientras que otros, mayormente racionalistas y muy racionalistas, le atribuyen al tiempo después de la ruina de la ciudad santa de los Caldeos. Como se habría previsto, estas varias visiones son unas más probables que otras, cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas ellas, la que adoptó San Jerome, y que es ahora propuesta por muchos racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir, como esa visión lo hace, el libro al Exilio, está, por un lado, admitiendo para el texto de Habacuc un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia verdadera en la profecía, y, por el otro, no hacer caso de las referencias distintas del profeta a los acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf. I, 2-4, 6, etc.). El resto de las opiniones tienen sus respectivos grados de probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellos. Al parecer, sin embargo, la visión descrita en el libro en 605-600 A de C. "es el mejor en armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los Caldeos son presentados en la profecía de Habacuc, eso es como un látigo inminente para Judá, como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus precursores" (Van Hoonacker).

Durante el siglo diecinueve, se hicieron objeciones a menudo contra la autenticidad de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte del trabajo, las objeciones se han dirigido especialmente contra I, 5-11. Pero, no obstante aunque extrañas puedan parecer a primera vista, las dificultades resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y en el punto del hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los argumentos impulsados contra la autenticidad del capítulo II, 9-20, aun son de menor peso. Solamente en referencia al capítulo III, que forma la segunda parte del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la profesión de escritor de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como poema último e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún llevando un título litúrgico y direcciones musicales (V 3, 9, 13, 19) distintas marcas de la colección de las canciones sagradas de las cuales fueron tomadas. De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido ya a él en el título, apenas pues ciertos salmos todavía se refieren en la Septuaquinta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número más pequeño, pero también con mayor probabilidad, miran solamente la parte pasada del capítulo III, 17-19 como adición posterior al trabajo de Habacuc: en referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Todas las cosas consideradas, al parecer, en la pregunta si el capítulo III es una parte original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido al final del capítulo en una fecha posterior, no se puede contestar con certeza: de manera certera muy poco es lo que se sabe, referente a las circunstancias reales del medio en el cual Habacuc compuso su trabajo, para permitir a alguien sentirse confiado que esta parte de ella se debe o no se debe atribuir al mismo autor que el resto del libro.

IV. LAS CARACTERÍSTICAS LITERARIAS Y TEXTUALES

En la composición de su libro, Habacuc visualiza una potencia literaria que se ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son llamativas y apropiadas. El diálogo entre Dios y él es altamente oratorial, y expuesto a un fragmento más grande que se supone comúnmente al paralelismo del pensamiento y de la expresión, que es la característica distintiva de la poesía hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco "aflicciones" que sigue al diálogo, tiene un poderoso efecto dramático en los labios de las naciones que han cruelmente oprimido los Caldeos. La oda lírica con el cual el libro concluye, compara favorablemente lo que se refiere a imágenes y ritmo con la mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten comprender que Habacuc era une escritor del más alto orden. También nos hacen lamentar que el texto original de su profecía no debe haber venido a nosotros en toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han notado y precisado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las adiciones, que se han arrastrado en el texto hebreo de la profecía de Habacuc, y lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas alteraciones puede ser corregida por un estudio cercano del contexto; por una comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la Septuaquinta; por una aplicación de las reglas del paralelismo hebreo, etc. En otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada, excepto basado en el significado que la crítica bíblica produce hoy en día.

V. LA ENSEÑANZA PROFÉTICA

La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares en ella. Ellas forman la parte del mensaje común que cargaron los profetas en el tiempo para convencer a la gente elegida de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el campeón del monoteísmo ético. Para él, como para ellos, solamente Jehová es el Dios vivo (II, 18-20); Él es el eterno y santo (I, 12), la regla suprema del universo (I, 6, 17; II, 5 sqq.; III, 2-16), cuya palabra no puede fallar para obtener su efecto (II, 3), y su gloria será reconocida por todas las naciones (II, 14). En sus ojos, como en los de los otros profetas, Israel es la gente elegida por Dios a quienes injustamente Él limita a visitar con una señal de castigo (I, 2-4). La gente especial, quien fuera la misión de Habacuc anunciarles a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Jehová, eran los Caldeos, que derrocarán todo, incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (I, 6 sqq.). Ésta fue de hecho en aquel tiempo una increíble predicción (I, 5), porque ¿no fue Judá el reino de Dios y los Caldeos la potencia del mundo caracterizada por arrogante orgullo y tiranía?, ¿No era por lo tanto Judá " justa " para ser salvada, y los Caldeos verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el verso (II, 4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro. Su forma oracular anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales del medio en el cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la providencia de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva adentro sí mismo los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que Habacuc aplica el oráculo no solamente a los Caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino que también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán además reducidas a la nada (II, 5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar" (II, 15). Es debido a esta verdadera Mesiánica importación, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (II, 4b) se trate en varias ocasiones en las escrituras del Nuevo Testamento (ROM, I, 17; Galón, III, 11; Hebreos, X, 38) como ha sido verificado en las condiciones internas de los creyentes de la nueva ley.

COMENTARIOS: CATÓLICOS:---SHEGG (2da ed., Ratisbon, 1862); RHEINKE (Brixen, 1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); NO CATÓLICOS:---DELITZSCH (Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig, 1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906); Van Hoonacker (París, 1908).

FRANCIS E. GIGOT Transcrito por Thomas J. Bress Traducido por Catherine Agnello V.