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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Fariseos

De Enciclopedia Católica

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Una secta político-religiosa, o fracción conformada por adherentes del judaismo tardío, que surgió como una clase aproximadamente en el tercer siglo antes de Cristo. Luego del exilio, las formas monárquicas de poder de gobierno de los israelitas, llegaron a ser cosa del pasado. En su lugar, los judíos crearon una comunidad mitad estado, mitad iglesia.

Una de sus principales características fue ir adquiriendo cierto sentido de superioridad sobre las naciones que se consideraban irreligiosas o idólatras. Se enseñaba insistentemente, que debían separarse de sus vecinos. “Y ahora haz confesión al Señor tu Dios, Dios de tus padres, y actúa según su complacencia, y sepárate de la gente de la tierra y de sus extrañas esposas.” (I Esd., x, 11).

Se prohibía estrictamente el matrimonio con los irreligiosos, y muchos de esos matrimonios, aún contraídos con anterioridad y correspondientes a sacerdotes, fueron disueltos como consecuencia de la legislación promulgada por Esdras. Tal era el estado de cosas en el tercer siglo, cuando la introducción del helenismo amenazó con ser la destrucción del judaismo. Los más celosos guardianes de la cultura judía se retiraron, y se concentraron, haciéndose llamar “chasidim” o los “piadosos”. Ellos se dedicaban a la realización de las ideas inculcadas por Esdras, el santo sacerdote y doctor de la ley.

En las violentas condiciones de las guerras de lo macabeos, estos “hombres piadosos”, algunas veces llamados también puritanos judíos, llegaron a ser una clase distinta. Fueron llamados fariseos, lo que significa, quienes se apartaron de los irreligiosos, y de las fuerzas y tendencias contra la religión, que constantemente invadieron los predicamentos judíos (I Mac. i, 11; II Mac. iv, 14 y siguientes; cf. Josefo Ant., XII, v, 1).

Durante estas persecusiones de Antiochus, los fariseos llegaron a ser los más estrictos defensores de la religión y tradiciones judías. En el curso de esta resistencia, muchos sufrieron martirio (I Mac. i, 41 y Sig.). Fueron tan devotos de lo prescrito en la ley, que en una ocasión en que eran atacados por los sirianos durante el sabat, ellos rechazaron defenderse (I Mac. ii, 42; ibid., v, 3 sq.).

Llegaron a considerar una abominación el hecho tan sólo de comer en la misma mesa con los irreligiosos, o tener alguna relación social en absoluto con ellos. Debido al heroismo de su devoción, llegaron a tener notable influencia en el pueblo, y con el transcurrir del tiempo, no eran los sacerdotes, sino ellos, los que constituyeron fuente de autoridad. En los tiempos de Nuestro Señor, tal era su poder y su prestigio, que se sentaban y enseñaban desde la “Silla de Moisés”. Naturalmente que esta actitud generó arrogancia y presunción, y fue causa, en muchos sentidos, de perversiones respecto a las ideas conservadoras que ellos tan firmemente apoyaban.

Muchos pasajes de los evangelios citan a Cristo advirtiendo a la multitud contra ellos en términos acerbos. “Los escribas y fariseos se han sentado en la silla de Moisés. Todas las cosas que les digan, obsérvenlas y háganlas; pero no lo hagan de acuerdo con lo que ellos hacen. Porque ellos dicen, no hacen. Porque ellos ponen cargas muy pesadas en los hombros de los hombres, pero no levantan un dedo para hacerlas mover. Y todo lo que hacen es para tener notoriedad. Porque hacen sus filacterias anchas, y alargan los flecos. Ellos adoran estar en los primeros lugares de las fiestas, y ocupar las primeras sillas en las sinagogas. Y desean obtener los saludos en los mercados y ser llamados Rabí” (Mat., xxiii, 1-8). Luego siguen señalamientos terribles contra los fariseos por su hipocresía, y su ceguera (ibid., 13-36).

Luego de los conflictos con los romanos (A.D. 66-135) el fariseismo llegó a ser prácticamente sinónimo con judaismo. Las grandes guerra macabeas habían definido fariseismo, estos terribles conflictos les dieron ascendencia final. El resultado en el contexto de estas guerras desde el Siglo II, en la consolidación de una raza tenaz, fue la conformación de mucho del judaísmo que en la actualidad es conocido para el mundo occidental.

Un estudio de la historia antigua del fariseismo revela cierta dignidad moral y grandeza, una marcada tenacidad de propósito para servir a los altos ideales patrióticos y religiosos. En contraste con los saduceos, los fariseos representaron una tendencia democrática. También contrastaron con los sacerdotes. El fariseismo se mantuvo en una tendencia espiritual y democrática. Por virtud de la ley, los sacerdotes eran una clase exclusiva. Ningún hombre tenía permitido ejercer una función en el templo, a menos que demostrara su descendencia de una familia de sacerdotes. Los fariseos consecuentemente encontraron su principal función en la enseñanza y la prédica.

Su trabajo se encontraba fundamentalmente relacionado con las sinagogas, y trabajaron también en la escolaridad de niños, y esfuerzos misioneros entre las tribus no religiosas. En cierto sentido, el fariseismo ayudó a crear la base en función de preparar el camino a la cristiandad. Fueron los fariseos quienes idealizaron el nacionalismo, se basaron en el monoteismo de los profetas, y con ello dieron esencia al judaismo.

A ellos les debemos los grandes apocalipses, Daniel y Enoq, y fueron ellos quienes hicieron general la creencia en la resurrección y un mundo de recompensas en el futuro. En una palabra, su influencia pedagógica fue un importante factor en capacitar la voluntad nacional y el propósito de introducción de la cristiandad. Este gran trabajo, sin embargo, estaba acompañado de mucho defectos y limitaciones. Aunque se mantenían en tendencias espirituales, el fariseismo desarrolló una ortodoxia arrogante y orgullosa con exacerbación del formalismo. Insistieron en los detalles ceremoniales a expensas de preceptos más importantes de la Ley (Mat., xxiii, 23-28).

El hecho de que se enfatizara con demasía el carácter de ser descendiente de Abraham (Mat., iii, 9) obscureció el tenor de los asuntos espirituales, creando actitudes estrechas, un exclusivo nacionalismo incapaz de entender que una iglesia universal debía de incluir también a los gentiles, tanto como a los judíos. Fue sólo por medio de la revelación recibida por Saulo en el camino a Damasco, que siendo él un fariseo, fue capaz de comprender una iglesia con equidad desde la “semilla de Abraham”, todos en “un Cristo-Jesús” (Gal, iii, 28-9).

Ese exclusivismo, unido al gran valor conferido a las observancias levíticas externas, fue causa de que los fariseos se colocaran en oposición a lo que es conocido como el profetismo. Este último, ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, hace énfasis en el espíritu religioso. Los fariseos por sus práctica, incurrieron no solamente en vehementes reproches hacia el Precursor (Mat., iii, 7 y Sig.), sino que también respecto al Salvador (Mat., xxiii, 25 y Sig.).

Se puede apreciar mucho de los fariseos, cuando se les compara con los zelotes por una parte y los herodianos por la otra. A diferencia de los zelotes, los fariseos se abstuvieron del uso de la fuerza armada. Fue su creencia que el Dios de la nación controlaba todos los destinos históricos y que El tendría su tiempo oportuno en cuanto a satisfacer las largas frustraciones y deseos de su pueblo escogido.

El deber de los verdaderos israelitas era tener devoción, de todo corazón hacia la Ley, y la observación de los muchos requerimientos que estaban asociados con ella, junto con las tradiciones. Con ello debía tenerse la paciencia de esperar por la voluntad divina. Los zelotes, por el contrario, estaban amargamente resentidos contra la dominación romana y estaban dispuestos a lograr mediante la espada, la promesa de la esperanza mesiánica. Es bien conocido que durante la gran rebelión y el sitio de Jerusalem, que terminó en la destrucción de la ciudad (A.D. 70) el fanatismo de los zelotes les hizo ser terribles oponentes no sólo de los romanos, sino también de otras facciones dentro de sus propios compatriotas.

Por otra parte, la fracción extrema de los saduceos, conocida como los herodianos, estaba en simpatía con los gobernantes extranjeros y la cultura pagana. Y llegaron a vislumbrar la restauración del reino nacional bajo uno de los descendientes del rey Herodes. Aún con todo esto, encontramos a los fariseos, haciendo causa común con los herodianos en su oposición al Salvador (Marc., iii, 6; xii, 13, etc.).

GIGOT, Outlines of New Testament History (New York, 1902), 74 sqq.; LE CAMUS, L'Œuvre des Apôtres, I (Paris, 1905), 133; FARRAR, The Life and Work of St. Paul (New York, 1880), 26-39; EATON in HAST INGS, Dict. of the Bible, s. v.; EDERSHEIM, The Life and Times of Jesus the Messiah, passim.

JAMES F. DRISCOLL Transcribed by WGKofron Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes Con gratitud a la Iglesia de Santa María, Akron, Ohio