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Lunes, 25 de noviembre de 2024

Santa Catalina de Siena

De Enciclopedia Católica

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Terciaria Dominicana, nacida en Siena, el 25 de Marzo de 1347; murió en Roma, el 29 de Abril de 1380. Fue la penúltima de una familia numerosa. Su padre, Giacomo di Benincasa, era tintorero; su madre, Lapa, hija de un poeta del pueblo. Pertenecían a la clase media-baja de la facción de mercaderes y pequeños notarios, conocidos como "el Partido de los Doce", que entre una revolución y otra normó la República de Siena desde 1355 hasta 1365. Desde su infancia Catalina empezó a tener visiones y a practicar austeridades extremas. A la edad de siete años consagró su virginidad a Cristo; a los dieciséis años tomó el hábito de los Terciarios Dominicanos, y renovó la vida de anacoretas del desierto en un pequeño cuarto de la casa de su padre. Después de tres años de visitas celestiales y una conversación familiar con Cristo, experimentó la experiencia mística conocida como los "esponsales espirituales", probablemente durante el carnaval de 1366. Luego ella, viviendo con su familia, empezó a atender a los enfermos, especialmente aquellos infectados con las enfermedades más repulsivas, a servir a los pobres y trabajar por la conversión de los pecadores. A pesar de siempre sufrir terrible dolor físico, vivir largos intervalos de tiempo sin comer nada excepto el Santísimo Sacramento, ella estaba siempre radiantemente feliz y llena de sabiduría práctica no menor que una elevada profundidad espiritual. Todos sus contemporáneos atestiguan su extraordinario encanto personal, que prevalecía sobre las continuas persecusiones de que era objeto incluso por los frailes de su propia orden y sus hermanas en religión. Empezó a reunir discípulos alrededor suyo, hombres y mujeres, quienes formaban una maravillosa confraternidad espiritual, unida a sí por los lazos de amor místico. Durante el verano de 1370 ella recibió una serie de manifestaciones especiales de misterios divinos, que culminaron en un prolongado trance, un especie de muerte mística, en la que tuvo una visión del Infierno, del Purgatorio y del Cielo, y escuchó una orden divina de abandonar su celda y entrar en la vida pública del mundo. Empezó a enviar cartas a hombres y mujeres en toda condición de vida, entró en correspondencia con príncipes y repúblicas de Italia, fue consultada por enviados del Papa acerca de los asuntos de la Iglesia y se ofreció a sí misma para sanar las heridas de su tierra natal quedándose en la furia de la guerra civil y los destrozos de la facción. Imploró al Papa Gregorio XI, dejar Avignon, para reformar el clero y la administración de Estados Papales, y con ardor se lanzó a impulsar la idea del Papa de una Cruzada, con la esperanza de unir los poderes de la cristiandad en contra de los infieles, y restaurar la paz en Italia librándola de las compañías errantes de soldados mercenarios. Mientras en Pisa, en el cuarto domingo de Cuaresma, en 1375, ella recibió los Estigmas, sin embargo, a raíz de su especial oración, las marcas no aparecieron exteriormente en su cuerpo mientras vivió.

Principalmente durante la mala administración de los oficiales papales, la guerra estalló entre Florencia y la Santa Sede, y casi la totalidad de los Estados Papales se levantaron en insurrección. Catalina había sido enviada en una misión por el Papa para asegurar la neutralidad de Pisa y Lucca. En Junio de 1376, fue a Avignon como embajadora de los Florentinos, para hacer las pases; pero, debido a la mala fe de la república o de algún malentendido causado por los frecuentes cambios en el gobierno, no tuvo éxito. Sin embargo, ella causó tan profunda impresión en la mente del Papa, que, a pesar de la oposición del Rey de Francia y casi todo el Colegio Sagrado, regresó a Rome (17 de Enero de 1377). Catalina pasó gran parte de 1377 produciendo una maravillosa renovación espiritual en los distritos sujetos a la República de Siena, y fue en este tiempo que ella milagrosamente aprendió a escribir, aunque parece haber seguido confiando en sus secretarios para su correspondencia. Tempranamente en 1378 fue enviada por el Papa Gregorio a Florencia, a realizar un nuevo esfuerzo por la paz. Desafortunadamente, debido al faccioso comportamiento de sus asociados florentinos, se vio involucrada en las políticas internas de la ciudad, y durante un tumulto popular (22 de Junio) sufrió un atentado contra su vida. Estaba ligeramente decepcionada en su escape, declarando que sus pecados la habían privado de la rosa roja del martirio. Sin embargo, durante la desastrosa revolución conocida como "el tumulto de Ciomi", se quedó en Florencia o en su territorio hasta que, los primeros días de Agosto, llegaron las noticias de que la paz había sido firmada por la república y el nuevo Papa. Catalina entonces, instantáneamente regresó a Siena, donde permaneció unos meses en relativo silencio, dictando su "Diálogo", el libro de sus meditaciones y revelaciones.

Mientras tanto, el Gran Cisma había dividido la Iglesia. Desde el principio Catalina se adhirió con entusiasmo al reclamante romano, Urbano VI, quien en Noviembre de 1378 la llamó a Roma. En la ciudad eterna ella vivió hasta el final de sus días, trabajando esforzadamente por la reformación de la Iglesia, sirviendo al desvalido y al afligifo, y enviando cartas elocuentes en nombre de Urbano arriba, abajo y en todas direcciones. Su esfuerzo rápidamente se fue consumiendo; suplicó a su Divino Desposado que le permita sobrellevar el castigo por todos los pecados del mundo, y recibir el sacrificio de su cuerpo por la unidad y la renovación de la Iglesia; al final parecía que la Barca de Pedro había sido puesta sobre sus hombros, y que la estaba quebrando mortalmente con su peso. Después de una prolongada y misteriosa agonía de tres meses, llevada por ella con suprema exultación y gozo, desde el Sexagésimo Domingo hasta el Domingo antes de la Ascensión, murió. Su último trabajo político, efectuado prácticamente desde su lecho mortal, fue la reconciliación del Papa Urbano VI con la República Romana (1380).

Entre los principales seguidores de Catalina están Fra Raimondo delle Vigne, de Capua (m. 1399), su confesor y biógrafo, posteriormente General de los Dominicos, y Stefano di Corrado Maconi (m. 1424), quien había sido uno de sus secretarios, y se convirtió en Prior General de los Cartusianos. El libro de Raimondo, el "Leyenda", se terminó en 1395. Una segunda vida de ella, el "Suplemento", fue escrito unos pocos años después por otro de sus socios, Fra Tomaso Caffarini (m. 1434), quien también compuso el "Leyenda Menor", que fue traducido al italiano por Stefano Maconi. Entre 1411 y 1413 las declaraciones de los testigos sobrevivientes de su vida y obra fueron recogidas en Venecia, para constituir el famoso "Proceso". Catalina fue canonizada por Pío II en 1461. Los emblemas por los que se le conoce en el arte cristiano son la azucena y el libro, la corona de espinas, o a veces un corazón --refiriéndose a la leyenda de haber cambiado su corazón por el de Jesús. Su fiesta principal se celebra el 30 de Abril, pero es popularmente conmemorada en Siena el Domingo siguiente. La festividad de sus Esponsales se mantiene el Jueves del carnaval.

Las obras de Santa Catalina de Siena figuran entre los clásicos de la lengua italiana, escritas en el hermoso Toscano vernacular del siglo catorce. No obstante la existencia de numerosos excelentes manuscritos, las ediciones impresas presentan el texto en una frecuente condición mutilada y poco satisfactoria. Sus escritos consisten en:

- el "Diálogo" o "Tratado de la Divina Providencia";

- una colección de cerca de cuatrocientas cartas; y

- una serie de "Oraciones".

El "Diálogo" especialmente, que trata de la totalidad de la vida espiritual del hombre en la forma de una serie de coloquios entre el Padre Eterno y el alma humana (representada por la misma Catalina), es la contraparte mística en prosa de la "Divina Comedia" de Dante.

Una obra más pequeña en la forma de diálogo, el "Tratado de la Perfección Consumada", es también atribuido a ella, pero es probablemente ilegítimo. Es imposible en pocas palabras dar una concepción adecuada de las muchas facetas del carácter y el contenido de las "Cartas", que son la más completa expresión de la riqueza de la personalidad de Catalina. Mientras que las cartas que fueron dirigidas a Papas y soberanos, gobernadores de repúblicas y líderes de ejércitos, son documentos de incalculable valor para los estudiosos de historia, muchas de las que fueron escritas a ciudadanos, hombres y mujeres en el claustro o en el mundo, son tan frescas como iluminadoras, tan sabias como prácticas en su consejo y guía para el devoto católico de hoy así como lo fueron para aquellos que buscaron su consejo mientras vivió. Otras cartas conducen al lector a alturas místicas de contemplación, una atmósfera singular de santidad en la que sólo unos pocos espíritus privilegiados pueden morar. La clave para la enseñanza de Catalina es que el hombre, ya sea en el claustro o en el mundo, debe habitar en la celda del auto-conocimiento, que es permanente, en la que el peregrino del tiempo a la eternidad debe nacer nuevamente.

Processus contestationum super sanctitate et doctrina beatae Catharinae de Senis, en MARTENE AND DURAND, Veterum Scriptorum et Monumentorum Amplissima Collectio (Paris, 1729), VI; GIGLI, L'opere della serafica Santa Caterina da Siena (Siena y Lucca, 1707-54); TOMMASEO, Le Lettere di S. Caterina da Siena (Florence, 1860); traducciones italianas del Leyenda y el Suplemento están incluidas en el primer y quinto volúmenes de la Edición GIGLI; porciones importantes del Process se mantienen sin publicar en manuscritos de la Biblioteca Comunale de Siena y la Biblioteca Casanatense en Roma.

EDMUND G. GARDNER Trancrito por Lois Tesluk Traducido por Armando Llaza Corrales