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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Estilo Rococó

De Enciclopedia Católica

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Este estilo recibe su nombre en el siglo XIX, por unos emigrantes franceses que lo usaron para designar de un modo despectivo la antigua decoración con conchas (rocalla), considerado entonces como Franco Antiguo, y que era opuesto a los estilos más simples, mejor considerados. Esencialmente, es el mismo tipo de arte y decoración que floreció en Francia durante la regencia que siguió a la muerte de Luis XIV y que siguió de moda durante aproximadamente 40 años (1715 – 50). Podría calificarse como clímax o degeneración del Barroco que, junto a la elegancia francesa, empezó a convertir lo grotesco en curvas, líneas y cenefas (Jean Bérain, 1638-1711) a finales del reinado de Luis XIV.

Como su efecto es menos pronunciado en la arquitectura que en otras artes, no es realmente considerado como un estilo sino como un nuevo tipo de decoración que culmina en la sustitución de las formas arquitectónicas de los interiores (pilastras y arquitrabes) por una ornamentación arbitraria. Tras la moda de un irregular y enervado Barroco, influye también en el reparto del espacio, la construcción de fachadas, portales, formas de las puertas y ventanas. El estilo rococó se extendió pronto en Alemania, en donde todavía fue más tergiversado en cuanto a lo arbitrario, asimétrico y antinatural, y estuvo de moda hasta 1770 (o incluso más); pero no tuvo mucha aceptación en Inglaterra. En Italia, por otra parte, una tendencia hacia el estilo rococó que se evidencia en Borrominik, Guarini y otros. Los mismos franceses hablan únicamente del Estilo Regencia y Luis XV, pero éste no se circunscribe a la tendencia del rococó.

A una generación que creció influenciada por las formas barrocas, les pareció demasiado tosco y pesado, las líneas demasiado rectas y duras y la impresión global demasiado pesada y forzada. Las pequeñas y suaves curvas y adornos, agradaron a la gente; y en los interiores, lo arquitectónico tuvo que rendirse a lo pintoresco, lo ingenioso y caprichoso. Se desarrolló un estilo para salones elegantes, salas de estar y tocadores delicados, bibliotecas y salones en los que las paredes, techos, mobiliario y decoraciones en metal y porcelana muestran un conjunto de formas juguetonas, fantásticas y escultóricas. Las líneas horizontales se reemplazan casi completamente por curvas e interrupciones, las verticales modificadas por lazos; abundantes curvas como conchas simulando una cúspide; la construcción natural de las paredes está disimulada tras un armazón grueso de estuco; en el techo quizá una visión del Olimpo recrea la vista, todo ejecutado en unos bonitos tonos luminosos y de color blanco. Todas las leyes y reglas se dejan a un lado en favor de una encantadora y libre imaginación, la fantasía recibe el mayor apoyo y los sentidos son agudamente requeridos. Todo lo vigoroso se prohíbe, toda sugerencia de seriedad; nada perturba el ligero reposo de la distinguida banalidad; la gracia juguetona y ligera aparece de la mano de la elegancia y el ingenio. El escultor Bouchardon representó a Cupido ocupado en tallar sus flechas de amor del bastón de Hércules; esto sirve como un símbolo excelente del estilo rococó que convierte al semidiós en un dulce niño, cuyo bastón rompe huesos se convierte en flechas rompe corazones, así como el mármol se reemplaza libremente por estuco. En relación a esto, podemos citar de pasada a los escultores franceses, Robert le Lorrain, Michel Clodion y Pigalle. El alegre rococó era adecuado para las pequeñas figuras plásticas de yeso, arcilla, cerámica, porcelana (Sèvres, Meissen); en madera, hierro y metales nobles, y en estos materiales se hicieron algunos valiosos trabajos. Sin embargo, los confesonarios, púlpitos, altares y fachadas, que recaen mejor en el terreno de lo arquitectónico, que no combinan fácilmente con las curvas, ligereza y pequeñez del rococó, con sus formas sin cómos ni por qués confunden la investigación. Sin embargo, sólo como mera decoración de paredes e interiores podrían mantenerse las nuevas formas durante unas décadas. En Francia la inclinación hacia el rococó cesó prácticamente con Oppenord (f. 1742) y Meissonier (f. 1750). Inaugurado en algunas habitaciones en el Palacio de Versalles, despliega su magnificencia en varios edificios parisinos (sobre todo el Hôtel Soubise). En Alemania los artistas franceses y alemanes (Cuvilliés, Neumann, Knobelesdorff, etc.) realizaron el magnífico equipamiento del Amalienburg cerca de Munich, y los castillos de Wurzburg, Potsdam, Charlottenburg, Brühl, Bruchsal, Schönbrunn, etc. En Francia el estilo permanecía algo más reservado, desde los ornamentos que eran principalmente de madera, o después de la moda de la escultura en madera, menos robustos y naturalistas y menos exuberantes en la mezcla de elementos naturales con formas artificiales de todo tipo (por ejemplo, motivos de plantas, representaciones de estalactitas, máscaras grotescas, herramientas de varias profesiones, insignias, cuadros, piedras preciosas). Como elementos de belleza, Francia retuvo, en mayor medida que Alemania, la unidad del esquema decorativo y la simetría de sus partes.

Este estilo no sólo necesita a decoradores, orfebres y otros técnicos, sino también pintores. Los pintores franceses de este período reflejan la depresión moral que data del tiempo de Luis XIV, incluso los más reflexivos, se limitaron confinándose a los retratos de la alta sociedad y a los cuadros de “fiestas imponentes”, con su frívolamente informal, teatral o elegantemente vestida sociedad. La “bonita sensualidad” es trabajada con una hábil técnica, sobre todo en el color y, en gran medida, tanto por licencias bastante inmorales o desnudeces mitológicas como por relajados o indecorosos romances. En cuanto a Watteau (1682-1721), los mismos títulos de sus trabajos -por ejemplo La conversación, Desayuno al aire libre, Placeres rurales, Los cómicos italianos o franceses, El Embarque para la Isla de Cythera- indican el espíritu y la tendencia de su arte. Agreguemos a esto las figuras con trajes de moda, estrechos en la cabeza, garganta y pies, en pose no afectada, representada en medio del paisaje rural encantador, pintado con los colores más delicados, y tenemos una imagen de la alta sociedad del período que admiró a Luis XV y la Pompadour. François Boucher (1703-770) es el pintor más famoso de rococó maduro.

Ornaments Louis XV et du style Rocaille, reproduits d'apres les originaux (Paris, 1890); Recueil des oeuvres de G. M. Oppenord (Paris, 1888); Recueil des oeuvres de J. A. Meissonier (Paris, 1888); Gurlitt, Das Barock- u. Roko ko-Architektur; Jessen, Das Ornament des Rokoko (Leipzig, 1894).

G. GIETMANN Tránscrito por Ferruccio Germani Traducido por Quique Sancho Pons