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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Cabello (en la Antigüedad Cristiana)

De Enciclopedia Católica

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La materia de este artículo es tan extensa que no puede tener la intención de describir los peinados que sucesiva o simultáneamente se han usado en la Iglesia Católica. Uno puede formarse una idea solo a partir de los textos y monumentos citados, aquí simplemente indicaremos las características principales de los peinados en diferentes épocas y entre diferentes clases.

Las pinturas en las catacumbas permiten creer que los primeros Cristianos simplemente seguían la moda de su tiempo. El cabello corto de los hombres y las ondulados bucles de las mujeres, hacia el fin del segundo siglo eran rizados, rizado con hierros o en capas, y para las mujeres el cabello trenzado alrededor de la cabeza formando una alta diadema sobre las cejas. Algunos bucles se reservaban para que cayeran sobre la frente y sobre las sienes. La iconografía religiosa aún ahora continúa de acuerdo a tipos creados en el principio del Cristianismo. Las imágenes de Cristo retienen el cabello largo partido a la mitad y cayendo sobre los hombros. Las de la Santísima Virgen llevan aún el velo que tapa una porción de las cejas y esconde el cuello. Los Orantes, que representan la generalidad de los fieles, tienen el pelo cubierto por un velo completo que cae sobre los hombros. La iconografía Bizantina difiere poco de la de las catacumbas respecto al arreglo de la cabeza. Hay mosaicos y marfiles que representan emperadores, obispos, sacerdotes y los fieles llevando el pelo de media longitud, cortado recto de lado a lado de la frente. En ese entonces las mujeres llevaban un peinado que rodeaba la cara. Los emperadores y emperatrices usaban una gran corona baja, ancha arriba y ornamentada con piedras preciosas cortadas en cabochon, y pendientes enjoyados que caían sobre los hombros, como los que pueden verse en los mosaicos de S. Vitalis en Ravenna y en un gran número de dípticos. El cabello de los patriarcas y obispos era de longitud media y llevaba montada encima una corona cerrada o una doble tiara.

Los bárbaros permitían que el pelo creciera libremente y que cayera sobre los hombros sin restricción. Después de la caída de los Merovingios, aunque los invasores bárbaros se adaptaban más y más al gusto y moda Bizantinos en boga, no aceptaron inmediatamente la moda de cortarse el cabello. Carloman, el hermano de Carlomagno, es representado a la edad de catorce años con su cabello cayendo atrás en grandes trenzas. Los concilios reglamentaron los peinados de clérigos y monjes. La "Statuta antiqua Ecclesiae" (can. xliv) prohibió que se dejaran crecer el pelo o la barba. Un sínodo celebrado por San Patricio (can. vi) en 456 prescribió que los clérigos deberían arreglar su cabello a la manera de los clérigos romanos, y los que dejaran crecer su cabello serían expulsados de la Iglesia (can. x). El Concilio de Agde (506) autorizó al arcipreste emplear la fuerza para cortar el cabello de los recalcitrantes; el de Braga (572) ordenó que el cabello debiera llevarse corto, dejando ver las orejas, mientras que el Concilio de Toledo (633) denunció a los lectores de Galicia que usaban una pequeña tonsura y permitían que el cabello creciera inmoderadamente, y dos Concilios de Roma (721 y 743) anatematizaron a quienes ignoraran las reglas en este asunto. Esta legislación muestra que inveterada estaba la costumbre contraria. La insistencia de los concilios se entiende fácilmente si recordamos las ridículas fantasías a que se dejaron llevar las sectas heréticas. Ya sea por amor a la mortificación o por gusto por lo bizarro, vemos de acuerdo al testimonio de San Jerónimo, monjes con barbas como de cabra, y la "Vita Hilarionis" también establece que ciertas personas consideraran meritorio cortarse el cabello cada año por Pascua.

En el siglo noveno hay más distinción entre hombres libres y esclavos respecto al cabello. De ahí en adelante los esclavos no serían rapados excepto en castigo de ciertas ofensas. Bajo Luis el Débonnaire y Carlos el Calvo el cabello se cortaba en las sienes y la nuca. En el siglo décimo el cabello cortado a la altura de las orejas caía en forma regular alrededor de la cabeza. A finales del siglo doce el cabello era cortado corto en la parte superior de la cabeza y caía en grandes bucles hacia atrás.

Así que la gente pasó de una moda a otra, de cabello suave en la parte de arriba y levantándose abruptamente en una onda en el frente, un mechón de pelo en forma de flama, o el más ordinario nudo en la parte superior. No todos siguieron estas modas, pero las excepciones eran consideradas ridículas. Si alguien quiere formarse una idea de los peinados de la época más moderna, encontrará imágenes, estampas y libros que dan tantos ejemplos, que seríinútil intentar su descripción. El clero siguió con una especie de timidéz la moda de la peluca, pero, excepto prelados o capellanes de la corte, se abstuvieron de los modelos excesivamente lujosos. Los sacerdotes se contentaron usando la peluca in folio, o cuadrada, o la peluca á la Sartine. Se dejaban descubierta la parte correspondiente a la tonsura. La decadencia de las órdenes religiosas se ha notado siempre en los peinados. La tonsura desde muy temprano interpuso un obstáculo a estilos fantásticos, pero la tonsura misma era ocasión de muchas combinaciones.

Información relativa al peinado de los regulares puede encontrarse en HÉLYOT, Histoire des ordres religieux. Ver también DAREMBERG Y SAGLIO, Dict. des Antiques grecques et lat., s. v. Coma; BAUMEISTER, Denkmäler des klass. Alterthums, I, 615 sq.; KRAUSE, Plotina, oder die Kostüme des Haupthaares bei den Völkern der Alten Welt (Leipzig, 1858); RACINET, Le costume historique (1882).

H. LECLERCQ Transcrito por Randy Heinz, sfo Traducido por Javier L. Ochoa Medina