Papa San Calixto I
De Enciclopedia Católica
(Escrito por la mayoría de los latinos, Agustín, Optato, etc. como callixtus o calixtus).
Mártir, murió alrededor del 223. Su contemporáneo, Julio Africano, da la fecha de su ascenso en el primer (¿o segundo?) año de Elagabalo, esto es, en el 218 o 219. Eusebio y el catálogo liberiano están de acuerdo en darle cinco años de episcopado. Sus Hechos son espurios, pero él es el primer papa que se halla en el «Depositio Martirium» del siglo iv, y esto es buena evidencia de que realmente fue mártir, aunque vivió en un tiempo de paz bajo Alejandro Severo, cuya madre fue cristiana. A partir del «Historiae Augustae» sabemos que el lugar donde había él construido un oratorio fue reclamado por los taberneros, los popinarii, mas el emperador decidió que el culto de cualquier dios era mejor que una taberna. Se dice que esto fue el origen de Santa María en Trastevere, que fue construida, según el catálogo liberiano, por el papa Julio, <>. De hecho, la iglesia de san Calixto se encuentra cerca, y contiene un pozo en el que, según la leyenda, arrojaron su cuerpo, y ésta es probablemente la iglesia que construyó, y no la basílica más famosa. Fue enterrado en el cementerio de Calepodio en el camino aureliano, y la fecha de su aniversario es el 14 de octubre de acuerdo al «Depositio Martirum» (Callisti in viâ Aureliâ miliario III) y a los martirologios posteriores; su fiesta aún se guarda en dicho día. Sus reliquias fueron transferidas en el siglo ix a Santa María en Trastevere.
Nuestra principal fuente de información en cuanto a este papa son sus implacables enemigos: Tertuliano y el antipapa que escribió el «Philosophumena» (Hipólito, sin duda). Sus calumnias probablemente se basan en hechos. De acuerdo al «Philosophumena» (c. ix), Calixto fue esclavo de Carpoforo, cristiano de la casa de César. Su amo le confió grandes cantidades de dinero a Calixto, con el que fundó un banco para que los hermanos y las viudas depositaran sus ahorros. Mas Calixto perdió todo y huyó. Carpoforo lo siguió hasta Oporto, donde Calixto se embarcó. Viendo que su amo se acercaba en una barca, el esclavo se lanzó al mar, pero le impidieron que se ahogara, se le arrastró a la orilla y fue destinado al castigo reservado para los esclavos: el pistrino o molino que se mueve por mano. Los hermanos, creyendo que todavía tenía el dinero en su nombre, rogaron para que fuera soltado. Pero no tenía nada, de manera que buscó la muerte insultando a los judíos en su propia sinagoga. Los judíos lo llevaron ante el prefecto Fusciano. Carpoforo declaró que a Calixto no debía vérsele como cristiano; pero se pensó que intentaba salvar a su esclavo, y Calixto fue enviado a las minas de Sardinia. Poco después, Marcia, la señora de Cómodo, mandó llamar al papa Víctor y le preguntó si había mártires en Sardinia. Él le dio la lista, sin incluir a Calixto. Marcia envió a un eunuco, el cual era sacerdote (o «anciano»), para que librara a los prisioneros. Calixto cayó a sus pies, y lo persuadió para que también a él se lo llevara. Víctor estaba enfadado; pero siendo un hombre compasivo, guardó silencio. Sin embargo, envió a Calixto a Ancio con una asignación mensual. Cuando Zeferino se convirtió en papa, llamaron a Calixto y le encomendaron el cementerio perteneciente a la Iglesia, no una catacumba privada; desde entonces lleva el nombre de Calixto. Obtuvo gran influencia sobre los ignorantes, los analfabetos, y se aprovechó de Zeferino mediante sobornos. Ahora se nos dice cómo llegó a acaecer que el esclavo fugitivo (ahora libre por ley romana de su amo, el cual perdió sus derechos cuando Calixto fue condenado a la servidumbre penal del Estado) se volvió archidiácono y luego papa.
Döllinger y De Rossi han echado por tierra este escándalo contemporáneo. Para empezar, Hipólito no dice que Calixto por culpa propia perdió el dinero que se le había confiado. Es evidente, además, que saltó de la nave para escapar y no para suicidarse. Que Carpoforo, un cristiano, castigara a un esclavo cristiano con la horrible pena del pistrino no habla bien de su reputación. La intercesión de los cristianos es a favor de Calixto. Es absurdo suponer que buscó la muerte atacando una sinagoga; está claro que él pidió a los prestamistas judíos que le pagaran lo que le debían, pero con cierto riesgo para sí mismo. La declaración de Carpoforo de que Calixto no era cristiano fue escandalosa y falsa. El mismo Hipólito muestra que Calixto fue enviado como cristiano a las minas, y por lo tanto como confesor de la fe, y que fue puesto en libertad como cristiano. Si el papa Víctor le concedió a Calixto una pensión mensual, no hay por qué suponer que lamentara su liberación. No es probable que Zeferino fuera ignorante y abyecto. Difícilmente pudo Calixto haber llegado tan alto por sí mismo sin la ayuda de talentos importantes, y el espíritu vengativo exhibido por Hipólito y su teología defectiva explican el por qué Zeferino colocó su confianza en Calixto en lugar de Ireneo, su sabio discípulo.
Tanto Hipólito como Tertuliano ponen en entredicho la ortodoxia de Calixto por motivo de que en un famoso edicto éste les concedió, tras la debida penitencia, la Comunión a quienes habían cometido adulterio y fornicación. Está claro que Calixto basó su decreto en el poder de atar y desatar concedido a Pedro, a sus sucesores y a todos los que se hallaban en comunión con él. «En cuanto a vuestra decisión —exclama el montanista de Tertuliano—, os pregunto: ¿de dónde usurpáis este derecho de la Iglesia? Si es porque el Señor le dijo a Pedro: “sobre esta roca construiré mi Iglesia, te daré las llaves del reino del cielo”, o “lo que atares o desatares sobre la tierra será atado o desatado en el cielo”; si vos presumís que esta potestad de atar y desatar os ha sido transmitido, esto es, a toda Iglesia en comunión con Pedro, (ad omnem ecclesiam Petri propinquam, i.e. Petri ecclesiae propinquam), ¿quién sois que destruís y alteráis la manifiesta intención del Señor, quien confirió esta potestad sobre Pedro personalmente y a él solo?» (De Pudicitia, xxi). El edicto fue una orden a la Iglesia entera (ib., i): «Escucho que se ha publicado un edicto, uno imperioso; el obispo de obispos, es decir, el Pontifex Maximus, proclama: Remito los crímenes de adulterio y fornicación a los que han hecho penitencia». Sin duda que Hipólito y Tertuliano sostenían una supuesta costumbre de tiempos primitivos, y se creía que el papa, al decretar una relajación, promulgaba una nueva ley. Sobre este punto no es necesario justificar a Calixto. Las otras quejas de Hipólito son que Calixto no obligó a los conversos de la herejía hacer penitencia pública por los pecados cometidos fuera de la Iglesia (esta clemencia era costumbre en tiempos de san Agustín); que había recibido en su «escuela» (es decir, la Iglesia católica) a los excomulgados de «la Iglesia» de Hipólito (a saber, su propia secta); que declaró que un pecado mortal no era («siempre», podríamos suplir) razón suficiente para deponer a un obispo. Tertuliano (De Exhort. Castitatis, vii) habla con desaprobación de obispos que se habían casado más de una vez; asimismo, Hipólito acusa a Calixto con ser el primero en permitir esto, contra la regla de san Pablo. Mas en el Este, los matrimonios contraídos antes del bautismo no se contaban, y en cualquier caso, de dicha ley puede el papa prescindir si surge una necesidad. De nuevo, Calixto permitió el matrimonio al clero inferior, y permitió a las damas nobles casarse con personas humildes y esclavos, lo cual, por ley romana, estaba prohibido; de este modo dio ocasión para el infanticidio. Aquí Calixto una vez más insistía correctamente en la distinción entre la ley eclesiástica del matrimonio, y la ley civil, cosa que épocas posteriores siempre han enseñado… Hipólito también declaró que el rebautismo (de herejes) se realizó por primera vez en tiempos de Calixto, mas no declara si Calixto fue responsable de ello. En general, pues, está claro que la Iglesia católica toma partido por Calixto en contra del cismático Hipólito y el hereje de Tertuliano. Ni una palabra se dice contra la reputación de Calixto desde su promoción, ni contra la validez de su elección.
Hipólito, sin embargo, considera hereje a Calixto. Ahora, la propia cristología de Hipólito es muy imperfecta, y nos dice que Calixto lo acusó de diteísmo. No es de sorprenderse, pues, si llama a Calixto el inventor de cierto tipo de sabelianismo modificado. En realidad, es cierto que Zeferino y Calixto condenaron a varios monarquianos y a Sabelio mismo, así como el error opuesto de Hipólito. Esto es suficiente para demostrar que Calixto mantuvo la fe católica. Y de hecho no puede negarse que la Iglesia de Roma debió haber sostenido una doctrina trinitaria no muy distante de la enseñada por el contemporáneo mayor de Calixto (Tertuliano) y por su contemporáneo menor (Novaciano), doctrina que no fue tan explícitamente enseñada en la mayor parte del Este por un tiempo después bastante largo. Las acusaciones de Hipólito hablan a favor de la segura tradición de la Iglesia romana y a favor de su perfecta ortodoxia y moderación. Si supiéramos más sobre san Calixto a partir de fuentes católicas, probablemente aparecería como uno de los papas más grandes.
Los Hechos de san Calixto fueron defendidos acríticamente en el Acta SS., 14 de octubre; y por MORETTI, De S. Callisto P. et M. (Roma, 1752). Los Philosophumena fueron publicados por primera vez en 1851. En cuanto a la historia de Calixto, las obras de BUNSEN, Hippolytus and his Age (Londres, 1852), y CH. WORDSWORTH, St. Hippolytus and the Church of Rome (Londres, 1853) no tienen ningún valor. La obra magna de DOLLINGER, Hippolytus un Kallistus (Ratisbona, 1853), tr. PLUMMER (Edinburgh, 1876) sigue siendo la máxima autoridad. Véase también DE ROSSI, Bulletino di Arch. Crist., IV (1886); NORTHCOTE y BROWNLOW, Roma Sotterranea (Londres, 1879), I, 497-505. De Rossi observa que el Liber Pontificalis llama a Calixto el hijo de Domicio, y encontró el nombre Callistus Domitiorum sellado en algunos títulos de a principios del siglo ii. Además, existe una inscripción de un Carpoforo, hombre libre de M. Aurelius. El edicto de Calixto sobre la penitencia ha sido restaurado con demasiada convicción por ROLFES, Das Indulgenz-Edikt des römischen Bischofs Kallist (Leipzig, 1893), Harnack piensa que Calixto también publicó un decreto sobre el ayuno, y que otros escritos suyos los pudo haber conocido Pseudo-Isidore, quien atribuyó dos cartas a él (las cuales se encontrarán en los concilios, en HINSCHIUS, etc.); una de estas parece hallarse en conexión con la decisión atribuida a Calixto por Hipólito; véase HARNACK, Chronol., II, 207-8. Sobre la catacumba de san Calixto, véase DE ROSSI, Roma Sotterranea (Roma, 1864-77); NORTHCOTE Y BROWNLOW, Roma Sotterranea (Londres, 1879).
JOHN CHAPMAN Transcrito por Benjamin F. Hull Traducción de Manuel Rodríguez Rmz.