Desvestimiento de Altar
De Enciclopedia Católica
El Jueves Santo, el celebrante, una vez que ha retirado el copón del altar mayor, se dirige a la sacristía. Allí se despoja de los ornamentos blancos, se reviste con una estola morada y, acompañado por el diácono, también revestido de estola morada, y el subdiácono, vuelve al altar mayor. Mientras se recita el salmo “Deus, Deus meus” con la antífona “Diviserunt sibi”, el celebrante y sus ministros suben a las gradas y desnudan el altar de manteles, floreros, antipendio (frontal) y demás paramentos, de forma que no quede nada más que la cruz y los candelabros con las velas apagadas. Del mismo modo se desnudan todos los demás altares de la iglesia. Si hubiera muchos altares en la iglesia, otro sacerdote revestido de sobrepelliz y estola morada puede desnudarlos mientras el celebrante desnuda el altar mayor. El altar cristiano representa a Cristo, y el desvestimiento del altar nos recuerda cómo Él fue despojado de Sus vestiduras cuando cayó en manos de los judíos y, desnudo, se vio expuesto a sus insultos. Por eso se recita el salmo “Deus, Deus meus”, en el que el Mesías relata cómo los soldados romanos se reparten sus vestiduras. Esta ceremonia supone la suspensión del Santo Sacrificio. Antiguamente en algunas iglesias se acostumbraba a lavar el altar en este día con un manojo de hisopo empapado en vino y agua, para hacerlo digno en cierta manera del Cordero sin mancha que en él es inmolado, y hacer ver a las mentes de los fieles con cuánta pureza deberían presenciar el Santo Sacrificio y recibir la Sagrada Comunión. San Isidoro de Sevilla (De Eccles. Off, I, xxviii) y San Eligio de Noyon (Homil. VIII, De Coena Domini) opinan que esta ceremonia se entendía como un homenaje rendido a Nuestro Señor en pago por la humildad con que Él se dignó a lavar los pies de sus discípulos.
A.J. SCHULTE Transcrito por Michael C. Tinkler Traducido por Javier Olabe Latasa