Minucius Felix
De Enciclopedia Católica
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Apologista cristiano que floreció entre los años 160 y 300, pero de fecha desconocida. Su "Octavius" tiene muchos puntos de acuerdo con el "Apologeticum" de Tertuliano, semejanzas que han sido explicadas por la teoría de una fuente común – una apología escrita en latín que ha desaparecido sin dejar rastro, ni siquiera el nombre del autor. Esta hipótesis ha sido ya abandonada. Parece improbable que tal obra, de la cual bebieron Munucio y Tertuliano haya desaparecido tan completamente.
Lactancio (Div. Inst., V, i, 21) enumera a los apologistas que le precedieron y ni siquiera sospecha la existencia de tal escritor. La suposición más normal es que uno de los dos escritores, Minucio o Tertuliano, depende directamente del otro. Minucio era considerado posterior a Tertuliano, aunque la primeras dudas las manifestó el francés Blondel en 1641 y Dallaeus en 1660; en Inglaterra, Dodwell. La teoría de la prioridad de Minucio fue defendida por Van Hoven en la segunda edición de Lindner en 1773 y después por Ebert. La Prioridad de Tertuliano ha sido defendida principalmente por Harnack, que ha sido refutado por A. Krueger.
M. Waltzing, especialista en Minucio Félix y en lo que se ha escrito sobre él se inclina a creer que es anterior a Tertuliano. Ningún argumento a favor o en contra es decisivo. Sin embargo se puede decir que en los pasajes tomados de los autores antiguos, como Séneca, Varrón y sobre todo Cicerón, Minucio parece ser más exacto y más cercano al original; por eso parece estar en medio de ellos y Tertuliano. Los autores eclesiásticos no estaban mejor informados que nosotros respecto a Minucio. Lactancio lo pone antes que Tertuliano (Div. Inst., I, xi, 55; V, i, 21) y S. Jerónimo después, pero éste se contradice poniéndole después de S. Cipriano (Ep. lxx, (lxxxiii); v; lx; xlviii; "In Isaiam", VIII, praef.), y en otras partes lo pone entre Tertuliano y S. Cipriano (De Viris, lviii). Fronto (m. alrededor de 170) es mencionado por Minucio. Si el tratado "Quod idola non dii sint" es de S. Cipriano (m. cerca del 258) no hay necesidad de ir más allá de esa fecha porque este tratado se basa en el "Octavius". Es verdad que la atribución de este tratado a S. Cipriano ha sido discutido, aunque sin razones serias. Si se rechaza esto no hay período ante quem previo a Lactancio.
Se cree que el lugar de nacimiento del autor es África. No se prueba por la imitación por Minucio de los autores africanos de la misma forma que tampoco lo prueba las similitudes entre Minucio y Tertuliano. En este período los principales escritores son africanos y es natural que fueran leídos e imitados en todas partes. Las alusiones a las costumbres y creencias de África son numerosas, pero esto puede ser explicado por el origen africano del campeón del paganismo. El "Octavius" es un diálogo que sucede en Ostia. Caecilius Natalis defiende la causa del paganismo, Octavius Januarius la del cristianismo; el autor es el juez del debate. Caecilius Natalis natural de Cirta vivía en Roma y seguía con interés a Minucio en su actividad de abogado. Octavio había llegado de un país extranjero donde vivía su familia. Minucio vivía en Roma y los tres eran abogados. El nombre Minucio Félix se ha encontrado en inscripciones en Tebessa y Cartago (Cor. Inscrip. Lat. VIII, 1964 y 12499); el de Octavius en Saldae (Bougie; ib., 8962); y el de Cecilio en la misma Cirta (ib., 7097-7098, 6996). El Cecilio Natalis de las inscripciones tenía importantes responsabilidades municipales y celebraba festivales paganos con mucha prodigalidad. Puede haber pertenecido a la misma familia que el interlocutor del diálogo. Se ha dicho que eran el mismo o que tenían relaciones familiares entre ellos, pero son puras hipótesis que dependen de la opinión que se tenga sobre la fecha del diálogo. Las personas son reales. Y el dialogo pudo haber ocurrido, a pesar de que Minucio lo ha convertido casi en debate judicial lo que debió ser una mera conversación o serie de conversaciones. Debido a que los tribunales se cerraban durante el tiempo de la cosecha, los tres amigos fueron a descansar a Ostia. Caminaban sobre la arena de la playa y cunado pasaron ante una estatua de Serapis, Cecilio la saludó con el acostumbrado beso. Octavio expresó su indignación de que Minucio permitiera que su compañero cayera en la idolatría. Vuelven a caminar mientras Octavio relata su viaje; caminan de un lado a otro, de la playa al muelle y ven a los niños que se arrojan al agua.
Este comienzo tiene encanto, es la parte más perfecta de la obra. Durante el paseo, Cecilio, permanece ilencioso por las palabras de Octavio. Ahora se explica y se acuerda resolver el debate. Se sientan en un malecón vacío; Minucio sentado en el centro será el moderador. Cecilio comienza atacando al cristianismo, Minucio dice unas pocas palabras y entonces replica Octavio. Al final Minucio y Cecilio expresan su admiración y éste último declara que se rinde. Se posponen las explicaciones más pormenorizadas de la religión hasta el día siguiente. El diálogo por consiguiente consiste en dos discursos, el ataque de Cecilio y a refutación de Octavio.
La discusión trata de varios puntos: la posibilidad del que el hombre llegue a descubrir la verdad, la creación , la Providencia y unidad de Dios, la necesidad de mantener la religión de sus ancestros y especialmente la ventaja para los romanos de adorar a los dioses, el bajo perfil de los cristianos, tendencia a ocultarse, sus crímenes ( incesto, adoración de la cabeza de un asno, la adoración de los órganos sexuales del sacerdote, oraciones dirigidas a un criminal, el sacrificio de los niños) si impía y absurda concepción de la divinidad, su doctrina del fin del mundo y de la resurrección de los muertos, la dureza de su vida, amenazada y expuesta sin remedio a toda suerte de peligros, lejos de los placeres de la vida.
En este debate la idea del cristianismo es muy limitada y casi se reduce a que adoran a un solo Dios, la Providencia, la resurrección y el premio tras la muerte. No aparece el nombre de Cristo. Entre los apologistas del segundo siglo solo lo mencionan Arístides, S. Justino y Tertuliano. Pero Minucio Fénix omite los puntos característicos del cristianismo en el dogma y culto. No es porque esté obligado por la disciplina del secreto, porque S. Justino y Tertuliano no temer entrar en estos detalles. Más aún, el la discusión misma, Octavio la interrumpe abruptamente. Ante la acusación de adorar a un criminal se contenta con replicar que el Crucificado no era un hombre ni culpable (xxix, 2) y guarda silencio respecto a los misterios de la Trinidad, la Encarnación, la redención, que debía haber aclarado en su respuesta. Rechaza la acusación de incesto e infanticidio sin describir el ágape o Eucaristía (xxx and xxxi).
No cita a las escrituras o muy poco; no menciona el cumplimiento de las profecías. Por otra parte sólo hace una breve alusión a la manera en que se procede contra los cristianos (xxiii, 8). No habla de la lealtad de los cristianos hacia los emperadores. Las consideraciones políticas, que ocupan tanto espacio en Tertuliano, casi están ausentes aquí. Estas omisiones se explican por la limitación voluntaria del tema. Minucio quería solamente eliminar los prejuicios de los paganos, atraer a los lectores con discusiones agradables y mostrarles la posibilidad del cristianismo. El mismo indica su intención de posponer hasta el día siguiente una discusión más profunda (xl, 2).
Minucio se dirigía principalmente a la gente culta, a los escépticos, a los que sabían y deseaba probar que no había nada en la nueva religión que fuera incompatible los recursos de la dialéctica y la elegancia de la retórica. En una palabra su trabajo es una introducción al cristianismo, un Protrepticon. Es un mosaico de imitaciones, especialmente de Cicerón, Séneca y Virgilio. El plan en si mismo va de que el "De natura deorum" de Cicerón juega aquí el papel de Cotta. Sin embargo, lospersonajes tienen sus características especiales: Cecilio es joven, presuntuoso, algo vano, sensitivo, que cede a la primera impresión. Octavio es más tranquilo, pero la vida provincial parece haberle hecho más intolerante, habla con calor y emoción. Minucio es más indulgente y tranquilo. Estos tres hombres cultos están encantados de ser amigos. El diálogo mismo es un monumento a la amistad. Minucio lo escribió en memoria de su querido Octavio, recientemente fallecido. Al leerlo uno piensa en Plinio el Joven y sus amigos. Sus mentes muestran delicadeza y cultura. El estilo es compuesto, una armoniosa combinación del período ciceroniano, con frases cortas y brillantes de la nueva escuela. A veces toma tintes poéticos, pero sobre todo domina la influencia de Cicerón. Por la elección de los temas tratados, su fácil reconciliación de diferentes ideas y estilos, la forma de combinar las ideas así como por el lenguaje, Minucio Félix pertenece escritores de primera fila cuyo talento consiste en mezclar elementos heterogéneos probando al mismo tiempo su individualidad y su originalidad hasta en la forma de imitar.
MINUCIUS FELIX, Octavius, ed. WALTZING, (Louvain, 1903); WALTZING, Studia minuciana, I and II (Louvain, 1906); IDEM, Octavius de Minucius Felix, introduction, texte, commentaire, traduction, langue et syntase, appendice critique (2 vols., Bruges, 1909); IDEM, Lexicon Minucianum in Bib. de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Lieja, fasc. iii (Lieja y Paris, 1909). Se puede encontrar una bibliografía completa en las tres primeras, obras con análisis y discusiones. ELTER en sus Prolegomena zu Minucius Felix (Bonn,:1909), ha intentado mostrar el “Octavius” es solo una consolación dirigida exclusivamente a los lectores cristianos. Aunque esta teoría no es probable.
PAUL LEJAY.
Transcrto por Kenneth M. Caldwell. Dedicado al Rev. Eugene Hruska.
Traducido por Pedro Royo