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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Pierre d' Ailly

De Enciclopedia Católica

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(PETRUS DE ALLACO).

Teólogo y filósofo francés, Obispo y Cardenal, nacido en 1350 en Compiègne; muerto probablemente en Aviñón en 1420. Estudió en el Colegio de Navarra de la Universidad de París. En 1375, con sus comentarios sobre “Las Sentencias” de Pedro Lombardo, promovió la causa del Nominalismo en la Universidad de París. Recibió el grado de Doctor en Teología en 1380. Por esa época escribió varios tratados, en los que sostenía, entre otras cosas, que los obispos y sacerdotes recibían su jurisdicción de Cristo, no del Papa, que el Papa es inferior a un Concilio ecuménico, que ni el Papa ni el Concilio son estrictamente infalibles, sino sólo la Iglesia Universal. En 1384 se convirtió en director del Colegio de Navarra; entre sus discípulos figuran Gerson y Nicholas de Clemanges.

Adquirió gran fama con sus sermones, escritos y discusiones. Al haber censurado la Universidad varias proposiciones del dominico Juan de Monzón, que negaba la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, éste apeló a Clemente VII. En nombre de la Universidad, d'Ailly fue enviado a Aviñón como jefe de una delegación, y finalmente (en 1389) persuadió a Clemente de que mantuviera la condena. El mismo año d'Ailly fue hecho Canciller de la Universidad, confesor del rey y tesorero de la Sainte Chapelle. Cuando Benedicto XIII sucedió a Clemente VII en Aviñón, la influencia de d'Ailly hizo que fuera reconocido en la corte francesa. Fue nombrado Obispo de Le Puy en 1385 y en 1397 Obispo de Cambrai. Fue muy activo en el intento de resolver la principal cuestión del momento, el final del Gran Cisma. Propuso la convocatoria de un Concilio ecuménico – una idea que había sugerido en un sermón ya en 1381 – y se esforzó en lograr que los dos Papas renunciaran. A causa de las vacilaciones y falsas promesas de Benedicto, d'Ailly se separó cada vez más del Papa de Aviñón, y cuando, en 1398, el rey de Francia le sustrajo la obediencia, d'Ailly aprobó esta acción. Más tarde, sin embargo, aconsejó la vuelta a la obediencia, aunque sólo en las materias esenciales, y al haber sido aceptado este camino por el Concilio General de París, lo anunció en un sermón en la iglesia de Nôtre Dame (1403). En el Concilio de Aix (Enero 1409), d'Ailly abogó de nuevo por la necesidad de un Concilio ecuménico. La unidad de la Iglesia, proclamó, no se basa en la unidad con el Papa, sino en la unidad con Cristo. La Iglesia tiene un derecho natural y divino a su unidad y autoconservación; de ahí que pueda, incluso sin la sanción del Papa, reunirse en un Concilio ecuménico. Pocos meses después, de hecho, se convocó el Concilio de Pisa, en el que ambos Papas fueron depuestos, y se eligió a un tercero, Alejandro V, complicando así la situación. En 1411, d'Ailly fue creado cardenal por el sucesor de Alejandro, Juan XXIII, y asistió al Concilio de Roma (1412). En 1414 se convocó el Concilio de Constanza, y tuvo éxito en terminar el Cisma mediante la elección de Martín V (1418). D'Ailly tomó parte destacada en el concilio y presidió su tercera sesión (26 de Marzo de 1415). Insistió en varios principios, algunos de los cuales habían sido ya desarrollados en sus primeros escritos. El concilio, decía, habiendo sido debidamente convocado, no puede ahora ser disuelto por ninguna acción del Papa; como su poder derivaba de manera inmediata de Cristo, todos los fieles y el mismo Papa, estaban obligados a someterse a sus decisiones. Favoreció el método de voto por naciones y la extensión del derecho de voto a los doctores de Teología y Derecho Canónico, y a los príncipes y sus legados. Esto se desviaba por completo de la práctica de la Iglesia. Tras el Concilio de Constanza, d'Ailly fue nombrado por Martín V legado en Aviñón, donde murió.

D'Ailly disfrutó de una considerable fama entre sus contemporáneos, que le dieron los títulos de Aquila Franciae, et aberrantium a veritate malleus indefessus (Águila de Francia e infatigable martillo de herejes). Si sus principios referentes al poder en la Iglesia son exagerados y, de hecho, han sido condenados desde entonces – deben considerarse en relación con las condiciones de aquellos tiempos en que la Iglesia estaba dividida bajo dos cabezas. En muchos aspectos, d'Ailly reproduce las tesis de Ockam y los Nominalistas, que la existencia de Dios no puede ser demostrada de manera estricta, la doctrina de la Trinidad no puede establecerse a partir de las Escrituras, la ley positiva es la única base de la moralidad, etc. En muchos casos muestra tendencia al misticismo. Sus obras son numerosas (154); algunas de ellas no han sido aún publicadas. Aparte de las que tienen relación con el Cisma y la reforma de la Iglesia, otras tratan de la Sagrada Escritura, de Apologética, Ascetismo, Teología, Filosofía y Ciencia. Fue un creyente en la Astrología, y en su “Concordancia de la Astronomía con la Historia” intenta mostrar que las fechas de los principales acontecimientos de la Historia pueden determinarse por cálculos astronómicos. En su “Imago mundi” enseñó la posibilidad de alcanzar las Indias por el Oeste, y en confirmación de su propio razonamiento alegó la autoridad de Aristóteles, Plinio y Séneca. Las opiniones de d'Ailly fueron útiles a Colón y le animaron en su empresa [Cf. La découverte de l'Amérique et Pierre d'Ailly, por Salembier, en "Revue de Lille", 1892, V, 622-641.] Colón tenía un ejemplar de la “Imago mundi”, en cuyo margen había escrito muchas notas por su propia mano, y que aún se puede ver en la Biblioteca Colombina de Sevilla. En otro de los libros de Colón, el “Libro de las profecías”, se pueden encontrar muchas notas tomadas de las obras de cosmografía de d'Ailly. De ahí que Las Casas (Historia de las Indias, vol. I, xi, 89) diga que de todos los escritores “modernos”, d'Ailly fue el que ejerció la máxima influencia en la realización de los planes de Colón. Su disertación sobre la reforma del calendario, compuesta en 1411 y leída en el Concilio de Constanza en Marzo de 1417, fue más tarde aceptada y completada por Gregorio XIII

Escrito por C.A. Dubray

Traducido por Francisco Vázquez