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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Generales Jesuitas Previos a la Supresión

De Enciclopedia Católica

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(1) San Ignacio de Loyola

(19 de abril de 1541-31 de julio de 1556). La Compañía se propagó rápidamente, y en el momento de la muerte de San Ignacio tenía doce provincias: Italia, Sicilia, Portugal, Aragón, Castilla, Andalucía, Alemania Superior, Alemania Inferior, Francia, India (incluyendo Japón), Brasil y Etiopía, esta última de corta duración. La Compañía se encontró con la oposición de la Universidad de París, mientras que en España fue severamente atacada por Melchor Cano.

(2) Diego Lainez

(2 de julio de 1558-19 de enero de 1565). Lainez sirvió dos años como vicario general, y fue elegido general en la primera congregación general, pospuesta hasta 1558 (19 de junio-10 de septiembre) debido a la desgraciada guerra entre Pablo IV y Felipe II. Pablo IV ordenó que el Oficio Divino fuese recitado en el coro, así como que el generalato sólo durase tres años. El Papa murió el 18 de agosto de 1559 y sus dictámenes no fueron renovados por su sucesor Pío IV; de hecho, se negó a que el padre Lainez tuviese que dimitir al terminar su primer trienio. Por medio del sobrino de Pablo, San Carlos Borromeo, la Compañía recibió muchos privilegios y oportunidades, y su progreso fue veloz. El propio padre Lainez fue enviado al “Coloquio de Poissy”, y al Concilio de Trento (1563-64), quedando en Roma como vicario general San Francisco de Borja. A la muerte de Lainez la Compañía contaba con 3500 miembros en 18 provincias y 130 casas.

(3) San Francisco de Borja

(2 de julio de 1565-1 de octubre de 1572). Una de las tareas más delicadas de su gobierno fue negociar con el papa San Pío V quien deseaba reintroducir el Oficio cantado. Lo cual, de hecho, empezó en mayo de 1569, pero solamente en las casas profesas, y sin interferir con otras tareas. Pío también ordeno (Navidad de 1566) que ningún candidato al sacerdocio de ninguna orden religiosa debía ser ordenado hasta después de su profesión; esto directamente causó grandes problemas a la Compañía, ya que contaba con sacerdotes profesos y no profesos. Es por eso por lo que todos debían profesar tres votos hasta que Gregorio XIII (diciembre de 1572) permitió la restauración de la práctica original. Bajo su administración la obra misionera de la orden en el extranjero se incrementó enormemente y fue próspera. La Compañía fundó nuevas misiones en Florida, México y Perú.

(4) Everard Mercurian

Belga (23 de abril de 1573-1 de agosto de 1580). El padre Mercurian nació en 1514 en la villa de Marcour (Luxemburgo), de ahí su nombre, y firmaba como Everard de Marcour. Llegó a ser el primer general no español de la Compañía. El papa Gregorio XIII, sin exigirlo, había expresado que deseaba este cambio. Sin embargo, esto causó gran descontento y oposición entre un gran número de miembros españoles y portugueses, lo que desembocó en una crisis durante el generalato del sucesor del padre Mercurian, el padre Claudio Acquaviva. Al padre Tolet se le confió la tarea de obtener la sumisión de Michael Baius a la resolución de la Santa Sede; tuvo éxito pero sólo le sirvió para provocar en la Compañía el odio por los jansenistas. El padre Mercurian, siendo general, llevó las reglas a su forma definitiva, compilando el “Resumen de las Constituciones” de los manuscritos de San Ignacio, y elaborando las “Reglas Comunes” de la Compañía, así como las reglas particulares de cada oficio. Tuvo un gran interés por las misiones en el extranjero y estableció las misiones maronita e inglesa, enviando al posteriormente beato Edmundo Campion y al padre Robert Pearsons. El padre Everard Mercurian estuvo treinta y dos años en la Compañía, y murió a la edad de sesenta y seis años. En su época la Compañía contaba con 5000 miembros en dieciocho provincias.

(5) Claudio Acquaviva (Aquaviva)

Napolitano (19 de febrero de 1581-31 de enero de 1615). (Para las disputas sobre la gracia, véase Congregatio de Auxiliis). Después de San Ignacio, Acquaviva fue quizá el dirigente más capacitado de la Compañía. Como legislador redujo a su forma actual las partes finales del Instituto y la Ratio Studiorum (q.v.). También hubo de enfrentarse a extraordinarios obstáculos procedentes de dentro y de fuera. La Compañía fue expulsada de Francia y de Venecia; existían graves diferencias con el rey de España, con Sixto V, con los teólogos dominicos; y dentro de la Compañía la rivalidad entre españoles e italianos condujo a insólitas complicaciones y a la convocatoria de dos congregaciones generales ordinarias (quinta y sexta). El origen de estos problemas quizá deba buscarse en las largas guerras de religión, que gradualmente remitieron tras la absolución canónica de Enrique IV, en 1597 (y en la que los padres Georges, Toledo y Possevinus desempeñaron un papel importante). La quinta congregación en 1593 apoyó firmemente a Acquaviva contra las facciones oponentes, y la sexta, en 1608, completó la unificación de opiniones. Pablo V en 1606 reconfirmó el Instituto, y desde entonces puede decirse que consiguió un lugar estable dentro de la Iglesia, hasta la época de la Supresión y la Revolución. Se establecieron misiones en Canadá, Chile, Paraguay, Filipinas y China. A la muerte del padre Acquaviva la Compañía contaba con 13.112 miembros en 32 provincias y 559 casas.

(6) Muzio Vitelleschi

Romano (15 de noviembre de 1615-9 de febrero de 1645). Su generalato fue uno de los más pacíficos y progresistas, sobre todo en Francia y España, pero la Guerra de los Treinta Años causó estragos en Alemania. La canonización de San Ignacio y San Francisco Javier (1622) y el primer centenario de la Compañía (1640) fueron celebrados con gran alegría. Comenzaron las grandes misiones de Paraguay, siendo la de Japón erradicada a sangre y fuego. Inglaterra alcanzó en 1619 el rango de provincia de la orden, habiendo sido hasta entonces misión. Se establecieron misiones en el Tibet (1624), Tonkin (1627) y Maranhao (1640).

(7) Vincenzo Caraffa

Napolitano (7 de enero de 1646-8 de junio de 1649). Unos días antes de la elección del padre Carafa como general, el papa Inocencio X publicó el breve “Prospero felicique statui”, en el que ordenaba que la Compañía convocase cada nueve años una congregación general; también ordenaba que en la Compañía no se regentase ningún cargo por más de tres años excepto el de maestro de novicios. Esta última regla fue revocada por el sucesor de Inocencio, Alejandro VII el 1 de enero de 1658; y la primera por Benedicto XIV en 1746 por medio de la bula “Devotam”, concediéndosele mientras tanto otras muchas dispensas.

(8) Francesco Piccolomini de Siena

(21 de diciembre de 1649-17 de junio de 1651). Antes de su elección como general había sido profesor de teología en el colegio romano; murió con sesenta y nueve años, habiendo estado cincuenta y tres en la Compañía.

(9) Luigi Gottifredi

Romano (21 de enero de 1652-12 de marzo de 1652). El padre Gottifredi falleció en la casa de los padre profesos, en Roma, dentro de los dos meses siguientes a su elección, y antes de que los padres se reuniesen para su elección y de que la congregación concluyese su labor. Había sido profesor de teología y rector del Colegio Romano, y luego secretario de la Compañía bajo el padre Muzio Vitelleschi.

(10) Goswin Nickel

Alemán (nacido en Jülich en 1582; 17 de marzo de 1652-31 de julio de 1664). Durante estos años la lucha con los jansenistas estaba cada vez más caldeada. La gran controversia sobre los ritos chinos (1645) continuaba (véase Ricci, Mateo). Debido a su avanzada edad, el padre Nickel obtuvo de la undécima congregación general el nombramiento de Giovanni Paolo Oliva como vicario general (7 de junio de 1661), con la aprobación de Alejandro VII.

(11) Giovanni Paolo Oliva

Genovés (elegido vicario cum jure successionis el 7 de junio de 1661) 31 de julio de 1664-26 de noviembre de 1681. Durante su generalato, la Compañía fundó una misión en Persia, la cual al principio tuvo un gran éxito, con cuatrocientos mil conversos en veinticinco años; en 1736, sin embargo, la misión fue destruida mediante una violenta persecución. El generalato del padre Oliva tuvo lugar en una de las épocas más difíciles en la historia de la Compañía, ya que la controversia con el jansenismo, el derecho de regalía, y la teología moral fueron dirigidas por los oponentes a la Compañía con gran acritud y violencia. El padre Giovanni Paolo Oliva trabajó con honestidad para mantener en la Compañía la alta reputación por el saber, y en una circular enviada a todas las casas de estudio urgía a cultivar las lenguas orientales.

(12) Charles de Noyelle

Belga, 5 de julio de 1682-12 de diciembre de 1686. El padre De Noyelle nació en Bruselas el 28 de julio de 1615; su virtud y prudencia eran tan reputadas que en su elección recibió el voto unánime de la congregación. Había sido asistente para las provincias alemanas durante más de 20 años; falleció a la edad de setenta años, y pasó cincuenta en la Compañía. Justo en el momento de su elección, la disputa entre Luis XIV de Francia y el papa Inocencio XI había llegado a su culmen con la publicación de la “Déclaration du clergé de France” (19 de marzo de 1682). Esto situó a la Compañía en una difícil posición en Francia, ya que su espíritu de devoción al papado no estaba en armonía con el espíritu de la “Déclaration”. Fueron necesarios todo el ingenio y toda la habilidad del padre La Chaise y del padre De Noyelle para evitar el desastre. Inocencio XI estaba insatisfecho con la posición adoptada por la Compañía, y trató de suprimir la orden, yendo incluso tan lejos como para prohibir la recepción de novicios

(13) Tirso González

Español, 6 de julio de 1687-27 de octubre de 1705. Se entrometió en la controversia entre el probabilismo (q.v.) y el probabiliorismo, atacando al primero con energía en un libro publicado en Dilligen en 1691. Al contar el probabilismo con todo el respaldo por parte de la Compañía, esto causó discusiones que no remitieron hasta la decimocuarta congregación, en 1699, cuando, con la aprobación del Papa, se dejó libertad a ambos bandos. El padre González en sus comienzos había trabajado fructíferamente como misionero, y tras su elección como general animó la labor de las casas de misiones populares. Su tratado “De infallibitate Romani pontificis in definiendis fidei et morum controversiis”, que era un vigoroso ataque a las doctrinas impuestas por la “Déclaration du clergé de France”, fue publicado en Roma en 1689 por orden del papa Inocencio XI; sin embargo, el sucesor de Inocencio, Alejandro VIII, hizo que la obra fuese retirada ya que sus efectos habían hecho que las relaciones entre Francia y la Santa Sede fuesen más difíciles. El padre González trabajó seriamente para propagar la devoción a los santos de la Compañía; murió con ochenta y cuatro años, habiendo pasado sesenta y tres años en la orden, siendo general durante diecinueve de ellos.

(14) Michelangelo Tamburini

De Módena, 31 de enero de 1706-28 de febrero de 1730. El largo reinado de Luis XIV, tan favorable a los jesuitas en muchos aspectos, vio cómo comenzaban movimientos hostiles que desembocarían en la Supresión. Los poderes autocráticos del rey, su galicanismo, su insistencia en la eliminación de los jansenistas por la fuerza, la forma en que obligó a la Compañía a tomar parte en la disputa con Roma por las regalías (1684-8), dieron lugar a una falsa situación en la que los papeles podían invertirse bien cuando el todopoderoso soberano se volviese en su contra, o bien cuando permaneciese neutral y dejase a unos ser presa de los otros. Así fue hasta su muerte, en 1715, cuando el regente desterró al influyente confesor Le Tellier, mientras el galicanista obispo de París, el cardenal de Noailles, los sometió a un interdicto (1716-29). El padre Tamburini, antes de su elección como general, había enseñado filosofía y teología durante doce años y había sido elegido por el cardenal Renauld d’Este como teólogo suyo; también fue provincial de Venecia, secretario general de la Compañía y vicario general. Durante las disputas concernientes a los ritos chinos (q.v.), la Compañía fue acusada de eludir las órdenes de la Santa Sede. El padre Tamburini protestó enérgicamente contra esta calumnia, y cuando en 1711 los procuradores de todas las provincias de la Compañía se reunieron en Roma, hizo que firmasen una protesta dirigida por él al papa Clemente XI. La destrucción de Port Royal y la condena de los errores de Quesnel mediante la bula “Unigenitus” (1711) fueron testimonios de la exactitud de las opiniones adoptadas por la Compañía en esas disputas. El padre Tamburini procuró la canonización de los santos Luis Gonzaga y Estanislao Kostka, y la beatificación de San Juan Francisco Regis. Durante su generalato la misión de Paraguay alcanzó su más alto grado de prosperidad; en un año acudieron allí no menos de 77 misioneros; las labores misioneras de San Francisco de Gerónimo y del Beato Antonio Baldinucci en Italia, y del Venerable Manuel Padial en España, engrandecieron la reputación de la Compañía. El padre Tamburini falleció a la edad de 82 años, habiendo pasado sesenta y cinco de vida religiosa. En el momento de su muerte la Compañía contaba con 37 provincias, 24 casas de padres profesos, 612 colegios, 59 noviciados, 340 residencias y 200 centros misioneros; además, ciento cincuenta y siete seminarios estaban dirigidos por los jesuitas.

(15) Frantisec Retz

Austriaco (nacido en Praga en 1673), 7 de marzo de 1730-19 de noviembre de 1750. El padre Retz fue elegido general por unanimidad, contribuyendo enormemente su competente administración al bienestar de la Compañía; consiguió la canonización de San Juan Francisco Regis. El generalato del padre Retz fue quizá el más tranquilo en la historia de la orden. En el momento de su muerte, la Compañía contaba con 39 provincias, 24 casas de padres profesos, 669 colegios, 61 noviciados, 335 residencias, 273 centros misioneros, 176 seminarios, y 22.589 miembros de los cuales 11.293 eran sacerdotes.

(16) Ignazio Visconti

Milanés, 4 de julio de 1751-4 de mayo de 1755. Fue durante su generalato cuando se acusó de comercio por primera vez al padre Antonio de La Valette, quien fue convocado desde Martinica en 1753 para justificar su conducta. Poco antes de su fallecimiento, el padre Visconti le permitió regresar a su misión, donde el fracaso de sus operaciones comerciales, un poco más tarde, dio a los enemigos de la Compañía en Francia una oportunidad para comenzar una guerra que desembocó en la Supresión (véase abajo). Por esta época también comenzaron los problemas con Pombal. El padre Visconti falleció a la edad de setenta y tres años.

(17) Luigi Centurioni

Genovés, 30 de noviembre de 1755-2 de octubre de 1757. Durante su breve generalato, los hechos más destacables fueron la persecución de los jesuitas portugueses por Pombal y los problemas causados por las actividades y desastres comerciales del padre De La Valette. El padre Centurioni falleció en Castel Gandolfo, a los setenta y dos años.

(18) Lorenzo Ricci

Florentino, 21 de mayo de 1758 hasta la Supresión en 1773. En 1759, la Compañía contaba con 41 provincias, 270 centros misioneros, y 171 seminarios. El padre Ricci fundó para la orden la provincia bávara en 1770. Su generalato fue testigo de la lenta agonía mortal de la Compañía; en dos años fueron destruidas por Pombal las provincias y misiones portuguesas, brasileñas y de la India oriental; cerca de dos mil miembros fueron abandonados en la miseria por tierras de Italia y en Portugal fueron encarcelados en fétidas mazmorras. Francia, España y las dos Sicilias siguieron los pasos de Pombal. La bula “Apostolicum” de Clemente XIII a favor de la Compañía fue infructuosa. Clemente XIV finalmente cedió a las demandas de extinción de la Compañía. El padre Ricci fue arrestado y hecho prisionero en Castel San Angelo, donde fue tratado como un criminal hasta que la muerte puso fin a sus sufrimientos el 24 de noviembre de 1775. En 1770, la Compañía contaba con 42 provincias, 24 casas de padres profesos, 669 colegios, 61 noviciados, 335 residencias, 273 centros misioneros, y sobre los 23.000 miembros.

Traducido por José Gallardo Alberni