Vino de Altar
De Enciclopedia Católica
El vino es uno de los dos elementos absolutamente necesarios para el sacrificio de la Eucaristía. Para una consagración válida y lícita debe usarse vinum de vite, esto es, zumo puro de la uva fermentado natural y adecuadamente. El vino sacado de la uva, siempre que por su color y sabor pueda juzgarse que sea puro, puede usarse (Collect. S.C. de Prop. Fide, n. 705). Puede ser blanco o tinto, fuerte o flojo, dulce o seco. Puesto que la validez del Santo Sacrificio, y la licitud de su celebración, requiere absolutamente un vino genuino, procurarse sólo vinos puros se convierte en una seria obligación del celebrante. Y puesto que los vinos se adulteran con tanta frecuencia como para escapar a un minucioso análisis químico, puede darse por garantizado que la forma más segura de procurarse un vino puro es no comprarlo de segunda mano, sino directamente de un fabricante que comprenda y respete concienzudamente la gran responsabilidad que implica la celebración del Santo Sacrificio. Si el vino se avinagra, o se vuelve pútrido o se corrompe, si se prensó a partir de uva no totalmente madura, o si está mezclado con tal clase de agua que apenas puede llamársele vino, su utilización está prohibida (Missale Rom., De Defectibus, tit. iv, 1). Si el vino empieza a avinagrarse, o a volverse pútrido, o es el zumo no fermentado de la uva exprimida, sería una grave ofensa usarlo, pero se considera válido (ibíd., 2). Para conservar vinos flojos y débiles, para preservarlos de que se agrien o se estropeen durante el transporte, se le puede añadir una pequeña cantidad de espíritu de vino (brandy o alcohol de uva), siempre que se observen las siguientes condiciones (1) el espíritu (alcohol) añadido debe haber sido destilado de la uva (ex genimine vitis); (2) la cantidad de alcohol añadido, junto con la que el vino contenía naturalmente tras la fermentación, no debe exceder del dieciocho por ciento del conjunto; (3) la añadidura debe hacerse durante el proceso de fermentación (S. Romana et Univ. Inquis., 5 de Agosto de 1896).
A.J. SCHULTE
Transcrito por Michael C. Tinkler
Traducido por Francisco Vázquez