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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Soberbia

De Enciclopedia Católica

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La soberbia es el amor excesivo de la propia excelencia. Se cuenta ordinariamente entre los siete pecados capitales. Santo Tomás, sin embargo, confirmando la opinión de San Gregorio, lo considera el rey de todos los vicios, y pone en su lugar la vanagloria como uno de los pecados capitales. Al darle esta preeminencia lo toma en su significado más formal y completo. Entiende que es esa estructura mental en la que un hombre, a través del amor a la propia valía, aspira a alejarse de la sujección a Dios Todopoderoso, y no hace caso de la órdenes de los superiores. Es una especie de desprecio de Dios y de los que tienen su encargo. Considerado así, es por supuesto un pecado mortal de la especie más atroz. De hecho Santo Tomás lo clasifica en este sentido como uno de los pecados más negros. Por él la criatura rechaza permanecer en su órbita esencial; vuelve su espalda a Dios, no por debilidad e ignorancia, sino solamente porque en su autoexaltación no se molesta en someterse. Su actitud tiene probablemente en sí algo de satánica, y probablemente no se verifica a menudo en los seres humanos. Una clase menos atroz de soberbia es la que implica que uno piense muy bien de sí mismo indebidamente y sin la suficiente justificación, sin tomar ninguna disposición para repudiar sin embargo el dominio del Creador. Esto puede suceder, según San Gregorio, o bien porque el hombre se considera a sí mismo como el origen de cuantas ventajas puede discernir en sí, o porque, aunque admita que Dios se las ha concedido, reputa que esto ha sido en respuesta a sus propios méritos, o porque se atribuye dones que no tiene, o, finalmente, porque incluso cuando estos son reales, busca irrazonablemente ponerlos por delante de los demás. Suponiendo que la convicción indicada en los dos primeros casos se abrigara seriamente, el pecado sería grave y tendría la culpa adicional de herejía. Ordinariamente, sin embargo, esta persuasión errónea no existe; es la conducta lo que es reprensible. Los dos últimos casos, hablando en términos generales, no se considera que constituyan ofensas graves. Esto no es verdad, sin embargo, cuando la arrogancia de un hombre es la ocasión de un gran daño para otro, como por ejemplo, su asunción de las tareas de médico sin el conocimiento preciso. El mismo juicio debe hacerse cuando la soberbia ha dado origen a tal disposición del alma que en persecución de su objetivo uno está dispuesto a todo, incluso al pecado mortal. La vanagloria, la ambición y la presunción son habitualmente enumeradas como los vicios hijos del soberbia, porque están bien adaptados para servir a sus desordenados fines. Todos ellos son pecados veniales salvo que alguna consideración extrínseca los coloque en el rango de las transgresiones graves. Debe señalarse que la presunción no significa aquí el pecado contra la esperanza. Significa el deseo de intentar lo que excede la propia capacidad.

JOSEPH F. DELANY Transcrito por Jim Holden Traducido por Francisco Vázquez