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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Esdras

De Enciclopedia Católica

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(O EZRA.)

I. ESDRAS EL HOMBRE.

Esdras es un famoso sacerdote relacionado con la restauración de Israel después del Exilio. Las principales fuentes de información sobre su vida son los libros canónicos de Esdras y Nehemías. Hay un grupo de apócrifos que se refieren a él pero no se puede confiar en ellos, puesto que relatan los cuentos legendarios de una edad posterior. Esdras era de ascendencia sacerdotal perteneciente a la línea de Sadoc (Esdras, 7:1-5). El se dice “hijo de Saraias” (vii, 1), una expresión entendida por muchos en sentido amplio, presuponiendo que Saraias, el sumo sacerdote del que habla IV Reyes, 18-21, fuera uno de los ancestros de Esdras. Sin embargo es conocido como “el escriba”, “el sacerdote”: él era un hábil escriba en la ley de Moisés” y por consiguiente especialmente cualificado para la tarea para la que estaba destinado entre su pueblo.

La relación cronológica del trabajo de Esdras con Nehemías es una de las más discutibles y dudosas de la Restauración Judía. Muchos expertos bíblicos aun se agarran a la postura sugerida por el orden tradicional del texto sagrado (concediendo la ruptura de la narrativa – Esdras 4:6-23) y colocan la misión de Esdras antes que la de Nehemías. Otros, entre los que podemos mencionar al profesor Van Hoonacker de Lovaina, Dr. T.K. Cheyne en Inglaterra y el profesor C.F. Kent en América, para eliminar las dificultades sin número que surgen de la interpretación de las fuentes principales de esta historia, mantiene que la misión de Nehemías precedió a la de Esdras. La primera de las posturas mantiene que Esdras llegó a Jerusalén alrededor del 458 a.C. y Nehemías una primera vez en 444 y una segunda en 430 aC., y según la postura contraria la misión de Esdras pudo haber tenido lugar tan tarde como el año 397 a.C.. Puede ser, pero aquí nos limitaremos a resumir los principales rasgos de la vida y obra de Esdras, sin tener en cuenta los problemas que conlleva; baste con haberlos mencionado.

Ya habían pasado muchos años desde que se había autorizado a los judíos a volver a Palestina. Entre dificultades y obstáculos la comunidad restaurada se había asentado de nuevo en su antiguo lugar y habían construido un nuevo templo, pero las condiciones tanto desde el punto de vista político como religioso eran muy precarias. Sometidos bajo la opresión de los sátrapas persas, se habían vuelto indiferentes y habían dejado de observar la Ley.

Desde Babilonia, donde era conocido este estado de cosas, Esdras deseaba ir a Jerusalén y utilizar su autoridad como sacerdote e intérprete de la Ley para restaurar las cosas a una condición mejor. Tenía el favor del la corte del rey persa y no sólo obtuvo permiso para visitar Judea sino además un edicto real que le investía de amplia autoridad para realizar su propósito e importante ayuda económica del tesoro real. El rescripto, más o menos, ordenaba a los sátrapas “de más allá del río” que asistieran a Esdras con liberalidad e hiciesen que todos los oficiales judíos del templo estuviesen exentos de impuestos. “Y tu, Esdras, nombra jueces y magistrados para que juzguen a todo el pueblo que está más allá del río” (Esdras 7:25). Finalmente la Ley de Dios y la ley del rey habían de tener severas penas para exigir su cumplimiento. El edicto permitió volver libremente a su país a todos los judíos que quisieron. Unos 1800 hombres incluidos algunos sacerdotes, levitas, servidores sagrados, salieron con Esdras desde Babilonia y después de cinco meses llegaron a salvo a Jerusalén, donde se habían instalado toda clase de abusos desde hacía largo tiempo. Una vez que el oro y la plata que habían traído desde Babilonia se habían depositado en el templo y se habían ofrecido sacrificios, Esdras se puso vigorosamente a corregir los abusos. La primera tarea que emprendió fue tratar de los matrimonios mixtos. Sin hacer caso de la Ley de Moisés muchos, hasta los dirigentes judíos y sacerdotes, se habían casado con los habitantes idólatras del país. Horrorizado por el descubrimiento de estos abusos - cuya magnitud había probablemente desconocido Esdras hasta entonces – manifestó sus sentimientos en una oración que impresionó de tal manera al pueblo que Sequenías, en su nombre, propuso que los israelitas abandonaran a sus esposas extranjeras y a los hijos tenidos con ellas. Esdras aprovechó la oportunidad y consiguió de la congregación un juramento de que cumplirían con sus proposiciones. Los príncipes y los ancianos reunieron una asamblea del pueblo pero el asunto no pudo ser resuelto por lo que se nombró una comisión encabezada por Esdras para solucionarlo. Trabajaron durante tres meses y el final las “mujeres extrañas” fueron despedidas. No se nos dice cual fue el resultado de tan drástica medida. Las memorias de Esdras se interrumpen aquí. Tampoco sabemos si una vez cumplida su misión volvió a Babilonia o se quedó en Jerusalén.

Lo volvemos a encontrar en Jerusalén en la lectura de la ley que tuvo lugar después de la restauración de las murallas. Sin duda este hecho había despertado el entusiasmo del pueblo y para cumplir con la demanda popular Esdras trajo el Libro de la Ley. En el primer día del séptimo mes (Tishri), se celebró una gran concentración “en la calle que hay delante de la puerta del agua” para leer la Ley. Esdras, subido en una plataforma leyó el libro en voz alta “desde la mañana hasta el medio día”. Al oír las palabras de la ley, que habían transgredido con tanta frecuencia, la congregación rompió en lamentos poco apropiados para la santidad de aquel día, así que Nehemías disolvió la asamblea. Esdras retomó la le lectura al día siguiente y encontraron en la Ley las directrices para la fiesta de los tabernáculos, así que se dieron los pasos necesarios para celebrar inmediatamente esa fiesta que debía durar siete días y dos días después de terminada se mantuvo un ayuno muy severo y “se levantaron y confesaron sus pecados y las iniquidades de sus padres” (Nehemías 9:2).

Fue una buena oportunidad para renovar solemnemente el pacto entre el pueblo y Dios. Este pacto obligaba a la comunidad a la observancia de la Ley, a la abstención de matrimonios con paganos, al guardar cuidadosamente el Sabbat y las fiestas y las distintas regulaciones acordadas para el cuidado del templo, sus servicios y el pago de los diezmos. Se leyó formalmente por los príncipes, levitas, sacerdotes y el pueblo (por extraño que parezca no aparece el nombre de Esdras en la lista de los que la subscribieron -Nehemías 10:1-27). En adelante no vuelve a hacerse mención de de Esdras en la literatura canónica. No se habla de él en relación con la segunda misión de Nehemías a Jerusalén y esto ha llevado a muchos a suponer que podía haber fallecido. De hecho tanto el lugar como la fecha de su muerte son desconocidos. Aunque, en las orillas del Tigris, cerca del lugar donde se une con el Eúfrates hay un monumento que se dice que es la tumba de Esdras; durante siglos ha sido un lugar de peregrinación para los judíos.

El papel de Esdras en la restauración de los judíos después del exilio dejó una impresión permanente en las mentes del pueblo. Se debe a que la vida futura de los judíos discurrió por los cauces trazados por él y de los que nunca se separó. Hay probablemente una gran parte de verdad en la tradición que le atribuye la organización de las sinagogas y la determinación de los libros saludados como canónicos entre los judíos. La actividad de Esdras parece haber ido aún más lejos. El Talmud le atribuye haber compilado “su propio libro” (es decir: Esdras-Nehemías) “y las genealogías del libro de la Crónicas hasta él mismo” (Trat. "Baba bathra", 15ª). Especialistas modernos, sin embargo, no están de acuerdo respecto a la extensión de su trabajo literario. Algunos le ven como el último editor del Hexateuco, mientras otros dudan de que tomara parte en la composición del Esdras – Nehemías y Paralipómenos. Sea como fuere, es cierto que nada tuvo que ver en la composición del llamado Tercero y Cuarto Libro de Esdras.

Como ocurre con muchos hombres que han jugado una parte importante en las épocas trascendentales de la historia, con el curso del tiempo la personalidad y actividad de Esdras asumió en las mentes del pueblo proporciones gigantescas mezcladas con historias para completar la escasez de datos que hay sobre su vida. Se le vio como un segundo Moisés y se le atribuyeron todas las instituciones que no se le pudieron atribuir a Moisés. Según la tradición judía restauró de memoria – una gesta casi milagrosa – todos los libros del Antiguo Testamento que se creyeron perdidos durante el Exilio. Y fue él también quien remplazó, al copiar la Sagrada Escritura, la escritura fenicia antigua por el alfabeto aún en uso. Hasta la Edad Media y la cosecha de logros legendarios atribuidos a él siguió creciendo hasta el Renacimiento. Entonces se le saludó como organizador de la Gran Sinagoga – cuya existencia parece un mito – y como inventor de los signos vocales del hebreo.


II. EL LIBRO DE ESDRAS.


No hay confusión alguna en el título de estos libros. Esdras A de los Setenta es III Esdras de S. Jerónimo, mientras que el griego Esdras B corresponde a I y II Esdras de la Vulgata, que originalmente estaban unidos en un libro. Los escritores protestantes, tras la Biblia de Ginebra, llaman I y II Esdras de la Vulgata respectivamente Ezra y Nehemías, y II y IV Esdras de la Vulgata, respectivamente I y II Esdras. Sería deseable tener una uniformidad de títulos. Aquí seguiremos la terminología de S. Jerónimo.

I Esdras.


(Gr. Esdras B, primera parte ; A.V. Ezra). Como se ha dicho arriba este libro formaba un solo volumen en el canon judío, junto con II Esdras. Pero los escritores cristianos de siglo cuarto adoptaron la costumbre – cuyo origen es desconocido – de considerarlos dos obras distintas. Esta costumbre prevaleció de tal manera que pasó hasta a la Biblia Hebrea donde ha permanecida en uso. Por otra parte, los muchos y muy notables parecidos entre Esd - Neh y Par., atribuidos a un autor, han sugerido la posibilidad de que todos estos libros formaran, al principio, un sólo volumen, para el que se ha propuesto el título de “Crónica Eclesiástica de Jerusalén”, que expresaría muy bien su contenido.

¿Deberían estos libros ser considerados como independientes o como parte de una obra más amplia? Hay poca discusión acerca de la unión de I y II Esdras, que puede ser considerado un solo libro. Respecto a que Esd-Neh y Par. eean un solo libro, aunque parece ganar terreno entre los estudiosos bíblicos, hay muchos que se oponen decididamente, que opinan que sus argumentos tiene más peso que las evidencia de los otros No deberíamos esperar en I Esdras ni en II Esdras, un relato completo de los sucesos relacionados con la Restauración, ni siquiera de las vidas de Esdras y Nehemías. La razón está en el propósito del autor que simplemente quiere narrar los principales pasas dados para el restablecimiento de la teocracia en Jerusalén. Así, en dos partes paralelas, nuestro libro trata de:

• El retorno de los Judíos bajo la dirección de Zorobabel;

• El retorno de otro grupo bajo el mando de Esdras.

En el primero, con el decreto de Ciro (i, 1-4) y la enumeración de los miembros más preeminentes de la caravana (ii) leemos una narración detallada de la reconstrucción del Templo y su exitosa culminación a pesar de la encarnizada oposición (iii-iv). Los sucesos que se narran cubren veintiún años (536-515). La última parte trata de hechos que pertenecen a una fecha mucho más tardía date (458 ó 397), abre con el decreto de Artajerjes (vii) y el censo de los miembros de la expedición y relata brevemente el viaje a través del desierto (viii) y da todos los hechos relacionados la aplicación forzosa de la ley de los matrimonios mixtos con mujeres extranjeras (ix-x).

I Esd. es una compilación de varias partes que difieren en naturaleza, origen y hasta en el lenguaje. Al menos se pueden reconocer tres de las partes:

• Las memorias personales de Esdras (vii, 27-ix, 15);

• Listas probablemente tomadas de documentos públicos (ii, 1-70; vii, 1-5);

• Escritos arameos (iv, 7-vi, 18; vii, 12-26), supuesta y probablemente parte de una “historia más comprehensiva de la comunidad restaurada” ( Stade).


El compilador las puso juntas en la forma presente, añadiendo de vez en cuando observaciones propias o algunos hechos tomados de otras fuentes que nos son desconocidas. Este carácter compilatorio no disminuye en manera alguna, como alguien pudiera creer, el alto valor histórico de la obra. Cierto que el compilador no parecía estar dotado con un agudo sentido de la crítica y ha transcrito indiscriminadamente unas junto a otras todas sus fuentes “como si fueran igualmente confiables” (L.W. Batten); pero no debemos olvidas que ha conservado para nosotros páginas del más alto valor, hasta esas que se podrían pensar menos confiables son el único documento disponible con el que reconstruir la historia de esos tiempos y el compilador, aun desde el punto de vista de de la investigación científica moderna, apenas pudo hacer algo mejor y más digno de alabanza que poner en nuestras manos las fuentes de información de las que disponía La composición de la obra ha sido atribuida desde antiguo sin discusión al mismo Esdras. Este punto de vista, enseñado en el Talmud, y aún admitido por los estudiosos de buen nivel, es sin embargo abandonada por algunos estudioso bíblicos modernos, quienes aunque con distintas opiniones sobre la cuestión de la fecha, están bastante de acuerdo en que el libro es posterior al 330 a.C.


II Esdras ver Libro de Nehemías.


III Esdras (Gr. Esdras A; escritores protestantes I Esdras). Aunque no pertenece al Canon de las Sagradas Escrituras, se halla ne prorsus intereat, en un apéndice de la edición de la Vulgata. Construido casi enteramente con materiales que existen en los libros canónicos. El siguiente esquema muestra suficientemente los contenidos y señala los paralelos canónicos:

• III Esdras, i and II Par., xxxv, xxxvi – Historia del Reino de Jusá desde la gran Pascua de Josías a la Cautividad.

• III Esdras, ii, 1-15 (texto griego, 14) y I Esdras, i -- Decreto de Ciro para el Retorno. Retorno de Sassabasar.

• III Esdras, ii, 16 (Gr. 15)-31 (Gr. 25) y I Esdras, iv, 6-24 – Oposición a la reconstrucción del templo.

• III Esdras, iii, 1-v, 6 – Parte original. Historia de los tres pajes. Retorno de Zorobabel.

• III Esdras, v, 7-46 (Gr. 45) y I Esdras, ii – Lista de los que vuelven con Zorobabel.

• III Esdras, v, 47 (Gr. 46)-73 (Gr. 70) yd I Esdras, iii, 1-iv, 5 -- Altar de los Holocaustos. Se ponen los cimientos del Templo.

• III Esdras, vi, vii y I Esdras, v, vi – Templo Terminado.

• III Esdras, viii, 1-ix, 36 y I Esdras, vii-x – Retorno de Esdras.

• III Esdras, ix, 37-56 (Gr. 55) y II Esdras, vii, 73-viii, 12 – Lectura de la Ley por Esdras.


El libro está incompleto y se termina en mitad de una frase. La versión latina completa la frase interrumpida del texto griego, pero el texto completo probablemente contenía la narración de la Fiesta de los Tabernáculos (Neh. 8).

Una característica extraña del libro es el total desprecio del orden cronológico. La historia, realmente, va hacia atrás, mencionando primero a Artajerjes (ii, 16-31), después a Darío (v, 7-73) y finalmente a Ciro (v, 7-73). Todo ellos hace difícil detectar el objeto real del libro y el propósito del compilador. Se ha sugerido que tenemos aquí una historia del Templo de tiempos de Josías hasta Nehemías y esta visión está apoyada por la suscripción de la antigua versión latina. Otros suponen que en general el libro es una traducción temprana del trabajo del cronista en tiempo en los que Par., Esdras, y Neh., aún formaban un solo volumen. Sea lo que fuere parece que hubo hasta S. Jerónimo dudas respecto a la recepción del libro en el Canon. Era citado libremente por los primeros Padres y fue incluido en Héxapla de orígenes. III Esdras puede considerarse como otra recensión de Escrituras canónicas. Naturalmente que nuestro libro no fue escrito por Esdras. Por ciertos particulares, tales como el parecido del griego con la traducción de Daniel, algunos detalles de vocabulario etc., los estudiosos pensaron que III Esd. había sido compilado probablemente en el Bajo en Egipto, durante el siglo segundo a.C.. Nada se puede decir del autor excepto, quizás, que la semejanza señalada arriba para parecerse a Daniel puede inclinar a concluir que ambas obras sean posiblemente del mismo autor.

IV Esdras.

Tal es el título del libro que está en la mayor parte de los manuscritos latinos. Los Apócrifos (Protestantes) ingleses, sin embargo, dan II Esdras desde las palabras iniciales:”El segundo libro del profeta Esdras”. Autores modernos lo llaman con frecuencia Apocalipsis de Esdras. Esta obra notable no se ha conservado en el griego original pero tenemos traducciones latinas, siríacas, árabes (dos versiones independientes ), etiópicas y armenias. El texto latino acostumbra a imprimirse en el apéndice a las ediciones de la Vulgata, pero estas ediciones carecen de setenta versos entre vii, 35, y vii, 36. El fragmento que falta, que se leía en las otras versiones, fue descubierto por R.L. Bensly, en 1874, en un manuscrito latino, y desde entonces ha sido repetidamente impreso. El libro en latín se divide en 16 capítulos. Los dos primeros (i, ii) y en los dos finales (xv, xvi), sin embargo, que no se hallan en las traducciones orientales, son considerados por todos como adiciones posteriores, extrañas al trabajo primitivo.

El cuerpo del libro cuarto, cuya unidad parece incuestionable, se compone con las siete visiones que supuestamente tuvo Esdras en Babilonia, el año treinta después de la destrucción del Templo de Jerusalén (la fecha dada se equivoca casi en un siglo).

• En la primera visión (iii, 1-v, 20), Esdras se lamenta la aflicción de su pueblo. ¿Por qué no cumple Dios sus promesas? ¿No es acaso Israel la nación elegida y mejor, a pesar de su “mal corazón “que los vecinos paganos? El Ángel Uriel reprende a Esdras por preguntar cosas que están más allá de su entendimiento. Se le dice al “profeta” que el tiempo pasado excede al tiempo por venir y se le dan las señales del fin.

• En otra visión (v, 21-vi, 34), aprende con nuevas señales del fin, ¿por qué Dios no hace todo inmediatamente?

• Entonces sigue (vi, 35-ix, 25) una brillante descripción de la edad mesiánica. “Mi hijo” vendrá gloriosamente, acompañado por aquellos que no han gustado la muerte, como Moisés, Enoc, Elías, y el mismo Esdras. Reinarán 400 años y entonces “mi hijo” y todos los seres vivientes, morirán. Tras siete años del “antiguo silencio”, la Resurrección y el Juicio.

• A continuación (ix, 26-x, 60) contempla, en la aparición de una mujer que llora por su hijo muerto el día de su boda, una descripción apocalíptica del pasado y futuro de Jerusalén.

• Esta visión es seguida por otra (xi, 1-xii, 39) que representa al Imperio Romano, bajo la figura de un águila, y por una tercera (xiii) que describe el ascensión del reino mesiánico.

• El ultimo capítulo narra cómo Esdras ha restaurado los 24 libros del Antiguo Testamento que se habían perdido y escribió setenta libros de misterios para los sabios entre el pueblo.


El Cuarto Libro de Esdras.


Está entre las más bellas producciones de la literatura judía. Ampliamente conocido en el cristianismo primitivo y frecuentemente citado por los Padres (especialmente S. Ambrosio), se puede decir que ha enmarcado las creencias populares medievales sobre los últimos días. El uso litúrgico muestra su popularidad. El segundo capitulo ha suministrado material para los versos del Requiem æternam del oficio de Difuntos (24-25), la respuesta Lux perpetua lucebit sanctis tuis del oficio de los Mártires durante la pascua de Pentecostés (35), el introito Accipite jucunditatem del martes de Pentecostés (36-37), las palabras Modo coronantur del Oficio de los Apóstoles (45); de igual manera, el verso Crastine die de la víspera de Navidad se toma de xvi, 53. A pesar de la belleza del libro popular, su origen está envuelto en misterio. Los capítulos introductorios y finales, que contiene evidentes huellas cristianas, se asignan al siglo tercero (ca. 201-268 d.C.). La parte principal (iii-xiv) es indudablemente de un judío – sea romano, palestino o alejandrino, nadie puede decirlo. Respecto a la fecha, los autores tienen variadas opiniones y se han sugerido todas las fechas desde el 30 aC al 218 dC; los estudiosos parecen acercarse más hacia el año 97 dC.

CHARLES L. SOUVAY.


Transcrito por Sean Hyland.


Traducido por Pedro Royo.


The Catholic Encyclopedia, Volume V. Published 1909. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, May 1, 1909. Remy Lafort, Censor. Imprimatur. +John M. Farley, Archbishop of New York