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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Felipe IV

De Enciclopedia Católica

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Apodado Le Bel (el Hermoso)

Rey de Francia, nacido en Fontainebleau en 1268, fallecido allí el 29 de Noviembre de 1314, hijo de Felipe III e Isabel de Aragón; se convirtió en rey el 5 de Octubre de 1286, a la muerte de su padre y fue consagrado en Reims el 6 de Enero de 1286, con su esposa Juana, hija de Enrique I, Rey de Navarra, Conde de Champagne y Brie; este matrimonio unió esos territorios al dominio real. Habiendo tomado Viviers y Lión al imperio, Valenciennes, cuyos propios habitantes se unieron a sí mismos con Francia, La Marche y Angoumois, las que arrebató a los legítimos herederos de Hugues de Lusigan, Felipe deseaba expulsar a Eduardo I de Inglaterra de Guienne, toda cuya provincia, con la excepción de Burdeos y Bayona, fue ocupada en 1294 y 1295. Por el tratado de Montreuil, negociado por Bonifacio VIII, le dio Guiene como regalo a su hija Isabel, quien se casó con el hijo de Eduardo I, con la condición de que este joven príncipe debía mantener la provincia como vasalla de Felipe. Felipe deseaba castigar al Conde Guy de Flanders, un aliado de Inglaterra e incitó a Carlos de Valois a invadir su territorio, pero fue derrotado en Coutrai por Flemings, a quien impulsaba el enojo por los pesados gravámenes impuestos sobre ellos por Felipe; tomó su venganza sobre Flemings en la victoria naval de Zierichzee y la victoria terrestre de Mons en Puelle; luego en 1305, reconoció a Roberto, hijo de Guy, como su vasallo y retuvo la posesión de Lille, Douai, Orchies y Valenciennes. Habiendo extendido de este modo su reino, Felipe intentó enérgicamente centralizar el gobierno e imponer un muy riguroso sistema fiscal. Legistas como Enguerrand, Philippe de Marigny, Pierre de Latilly, Pierre Flotte, Raoul de Presle, y Guillaume de Plassan, lo ayudaron a establecer firmemente este absolutismo real y erigir un poder tiránico.

Estos legistas eran llamados los chevaliers de l’hôtel, los chevaliers ès lois, los milites regis; no eran nobles, tampoco portaban armas, pero eran calificados de caballeros. La aparición de estos legistas en el Gobierno de Francia es uno de los principales eventos del reinado de Felipe IV. Renan explica su significación con estas palabras: “Una enteramente nueva clase de políticos, que debían su fortuna enteramente a su propio mérito y esfuerzos personales, abiertamente leales al rey quien los había hecho, y rivales de la Iglesia, cuyo lugar esperaban llenar en muchos temas, así aparecieron en la historia de Francia, y estuvieron destinados a operar un profundo cambio en la conducción de los asuntos públicos”.

Fueron estos legistas los que incitaron y sostuvieron a Felipe IV en su conflicto con el papado y en el juicio de los Templarios. En los artículos Bonifacio VIII; Clemente V; Molai; Templarios, se encontrará un recuento de la relación de Felipe IV con la Santa Sede; M. Lizerand, en 1910, nos ha proporcionado un estudio sobre Felipe IV y Clemente V, que contiene treinta y siete cartas inéditas escritas por los dos soberanos. El principal consejero de Felipe en su hostil relación con la Curia fue el legista Guillaume de Nogaret (q.v.). Renán, quien hizo un detallado estudio de los tratos de Nogaret con Bonifacio VIII, Clemente V, y los Templarios, piensa que a pesar de su ardiente profesión de fidelidad Católica él era un tanto hipócrita, en todo caso “el no era un hombre honesto”, y que “él no podría haber sido engañado por el falso testimonio que él incitó y los sofismas que él provocó”. Los métodos de Nogaret para combatir a Bonifacio VIII y a los Templarios son mejor entendidos cuando examinamos, en el trabajo de Gastón Paris, el curioso juicio de Guichard, Obispo de Troyes, por brujería.

Otro importante personaje cuyos curiosos escritos deben ser leídos para entender la política de Felipe correctamente es Pierre Dubois. Él había sido un pupilo de Santo Tomás de Aquino en la Universidad de París, y era un abogado en Coutances. En 1300 Dubois escribió un trabajo sobre los medios de acortar las guerras y conflictos de Francia; en 1302 publicó varios virulentos panfletos contra Bonifacio VIII; entre 1304 y 1308, escribió un muy importante trabajo "De recuperatione Terrae Sanctae"; solamente en 1309, escribió sobre la cuestión de Sacro Imperio Romano, sobre la cuestión Oriental, y contra los Templarios. Dubois comenzaba desde la idea de que Francia debía controlar al papado, después de los cual sería fácil para el Rey de Francia usar la influencia papal para su propio provecho. El deseaba que su rey se convirtiera en amo de los Estado Papales, para administrarlos, para reducir los castillos y ciudades de este estado a su obediencia, y para forzar a Toscana, Sicilia, Inglaterra y Aragón, países vasallos de la Santa Sede, a rendir homenaje al Rey de Francia; a cambio el rey garantizaría al papa las rentas de los Estados Papales. “Depende del papa”, escribió en su trabajo de 1302, “liberarse de las mundanas ocupaciones y preservar sus renta sin tener ningún problema sobre ellas; si no desea aceptar tan ventajosa oferta, incurrirá en el reproche universal por su avaricia, orgullo e imprudente presunción.” “Clemente V,” continuaba Dubois en su tratado "De recuperation Terrae Sanctae," "después de haber abandonado sus posesiones temporales al Rey de Francia, sería protegido contra el miasma de Roma, y viviría una larga vida en buena salud, en su tierra nativa de Francia, donde crearía un numero suficiente de cardenales Franceses para preservar el papado de las manos rapaces de los Romanos.” Dubois deseaba no solamente que el Rey de Francia sojuzgara al papado, sino que imperio fuera forzado a ceder a Francia la ribera izquierda del Rhin, Provenza, Saboya, y todos sus derechos en Liguria, Venecia y Lombardía.

En 1308, después de la muerte del Emperador Alberto I, hasta pensó en que el papa confiriera la corona imperial a los Capetos Franceses. También diseñó planes para subyugar a España. Así reorganizada por Francia, la Europa Cristiana (en la mente de Pierre Dubois) para emprender la Cruzada, la Tierra Santa sería reconquistada, y a cambio, los Paleologos, quienes reinaban en Constantinopla, serían reemplazados por los Capetos, Carlos de Valois, representando los derechos de Catalina de Courtenay al Imperio Latino de Constantinopla. La influencia personal de Pierre Dubois sobre Felipe IV no debe ser exagerada. Aunque todos sus escritos eran presentados al rey, Dubois nunca tuvo un lugar oficial en el concejo de Felipe. Sin embargo, hay un indudable paralelismo entre sus ideas y ciertas maniobras políticas de Felipe IV. Por ejemplo, el 9 de junio de 1308, Felipe escribió a Enrique de Carinthia, Rey de Bohemia, para proponerle a Carlos de Valois como un candidato para la corona de Alemania; y el 11 de Junio envió tres caballeros a Alemania para ofrecerle dinero a los electores. Esta fue una tarea inútil, sin embargo, ya que Enrique de Luxemburgo fue elegido y Clemente V, menos servil al Rey de Francia de lo que ciertos enemigo del papado habían dicho, se apresuró a confirmar la elección.

Felipe IV no era en realidad un librepensador; él era religioso, y hasta hacía peregrinajes: su actitud hacia la inquisición no es aquella de un librepensador, como es especialmente evidente en el juicio del Franciscano Bernardo Délicieux. Este último trajo los diputados de Carcassonne y Albi a Felipe IV en Senlis, para quejarse de los inquisidores Dominicos de Languedoc; el resultado de su acción fue una ordenanza de Felipe poniendo a los inquisidores Dominicos bajo el control de los obispos. Al recibo de estas noticias Languedoc se inflamó contra los Dominicos; Bernardo Délicieux encabezó en 1303 el movimiento en Carcassonne, y cuando en 1304 Felipe y la reina visitaron Toulouse y Carcassonne, organizó tumultuosas manifestaciones. El rey se molestó, e interrumpió sus procedimientos contra los Dominicanos. Entonces Bernardo Délicieux y algunos del pueblo de Carcassonne conspiraron para entregar la ciudad a las manos del Príncipe Fernando, Infante de Mallorca; Felipe dispuso que dieciséis de los habitantes fueran colgados e impuso una pesada multa a la ciudad; y esta conspiración de Bernardo Délicieux contra el rey y la Inquisición fue una de las razones de su condena mas tarde en 1318 a perpetua In Pace, o prisión monástica.

Felipe IV no fue por tanto de ninguna manera un adversario sistemático de la inquisición. Por otro lado, documentos recientemente publicados muestran que era sinceramente apegado a la idea de una Cruzada. De las memorias de Rabban Cauma, embajador de Argoun, Rey de los Tártaros, traducido del Siríaco por el Abad Chabot, conocemos que Felipe le dijo a Rabban en Sept.,1287: “Si los Mongoles, que no son Cristianos, pelean para capturar Jerusalén, nosotros tenemos mucha mayor razón para pelear; si es la voluntad de Dios, iremos con un ejército”. Y las noticias de la caída de Saint-Jean d'Acre (1291), que indujeron tantos concilios provinciales para expresar el deseo de una nueva cruzada fueron ciertamente calculados para fortalecer esta resolución del rey. Nos hemos referido al celo de Dubois por la conquista de la Tierra Santa; Nogaret fue quizás, un defensor aún más fuerte del proyecto, pero en el plan que delineó alrededor de 1310, el primer paso, de acuerdo a él, era colocar todo el dinero de la Iglesia de Francia en las mando del rey.

La Iglesia Francesa bajo Felipe IV desplegó muy poca independencia; estaba en realidad esclavizada a la voluntad real. Casi todos los años contribuía al tesoro con o sin la aprobación papal, un décimo y a veces un quinto de sus rentas; estos sacrificios pecuniarios eran consentidos por el clero en concilios provinciales, que a cambio pedían ciertas concesiones o favores del rey; pero los agentes fiscales de Felipe, si se encontraban con resistencia, esgrimían el principio de que el rey puede por su propia autoridad recaudar de todos sus sujetos, especialmente en caso de necesidad, cualquier impuesto que desee. Sus oficiales frecuentemente hostigaban al clero de una manera monstruosa; y los documentos por los cuales Felipe confirmaba las inmunidades de la Iglesia siempre contenían sutiles restricciones que habilitaban a los agentes del rey para violarlos

Una lista de los gravámenes de las Iglesias y de los clérigos, discutidos en el concilio de Viena (1311), contienen amplia prueba del abuso de autoridad a la cual estaba sujeta la Iglesia y el escritor del poema "Avisemens pour le roy Loys," compuesto en 1315 para Luis X, exhortaba a este nuevo rey a vivir en paz con la Iglesia, cosa que no había hecho Felipe IV. Para concentrar en sus manos toda la riqueza de la Iglesia Francesa para la Cruzada, y entonces intentar hacer un acuerdo con el papado para el control y disposición del ingreso de la Iglesia Universal, era la peculiar política de Felipe IV. Recientemente algunos versos han sido descubiertos, escritos por un contemporáneo en una hoja del registro de las deliberaciones de Notre-Dame de Chartres, que revela la impresión producida por esta política sobre las mentes de ciertos contemporáneos:

Jam Petri navais titubat, racio quia clavis.

Errat; rex, papa, facti sunt unica capa,

Declarant, do des Pilatus et alter Herodes.

Felipe IV, por su formal condena de la memoria de Bonifacio VIII, se consideraba a sí mismo juez de la ortodoxia de los papas. Estaba establecido como un principio, dice Geoffrey de París, que “el rey se somete al poder espiritual solamente si el papa está en la fe verdadera”. Los adversarios de la “teocracia” de la Edad Media saludaban a Felipe IV como su destructor; y en su entusiasmo hacia él, por un extraordinario error, lo proclamaban el precursor de la moderna libertad. Por el contrario era un absolutista en el más completo sentido del término. Los Etats généraux de 1302, en los cuales el Tercer Estado declaró que el rey no tenía a nadie superior sobre la tierra, fueron los precursores de las falsas teorías Galas del Divino derecho, tan favorable al absolutismo de los soberanos.

La civilización de la Edad Media estaba basada sobre un gran principio, un principio esencialmente liberal, del cual se levantó la libertad política de Inglaterra; de acuerdo con ese principio, los impuestos, antes de ser recaudados por la autoridad real, debían ser aprobados por los contribuyentes. Bonifacio VIII en el conflicto de 1302 solamente estaba manteniendo este principio, cuando insistió en el consentimiento del clero a la recaudación de los diezmos. En esta disputa entre Felipe y Bonifacio, Felipe representa el absolutismo, Bonifacio las viejas ideas de autonomía. “El reino de Felipe IV”, escribe Renan, “es el reino que más contribuyó a formar la Francia de los cinco siglos siguiente, con su buenos y malos atributos. Los milites regis, esos ennoblecidos plebeyos, se convirtieron en los agentes de todos los negocios políticos importantes; solamente los príncipes de sangre real permanecían superiores o en igualdad con ellos; la nobleza real, que en otros lugares estableció los gobiernos parlamentarios, fue excluida de la participación en la política pública”. Renan está en lo cierto al declarar que el primer acto de la magistratura Francesa fue “reducir el poder de la Iglesia per fas et nefas" para establecer el absolutismo del rey; y que tal conducta fue para esa magistratura “un pecado original”.

Historiens de la France t. XX, XXIII; Langlois enn Lavisse, Histoire de France, III (Paris 1903); Boutaric, La France sous Philippe le Bel (Paris, 1861); Renan, Etudes sur l'histoire religieuse du regne de Philippe le Bel (Paris, 1899); Wenck, Philippe der Schone von Frankreich, seine Personlichkeit und das Urteil der Zeitgenossen (Marbourg, 1905); Finke, Zur Charakteristik Philipps des Schonen in Mitteilungen des Instituts fur osterreichische Geschichte, XXVI (1905); Melanges sur le Regne de Philippe le Bel: recueil d'articles extraits du Moyen Age (Chalon-sur-Saone, 1906); Holtzman, Wilhelm von Nogaret (Freiburg im Br., 1897); Paris, Un proces criminel sous Philippe le Bel in Revue du Palais (Aug., 1908); Langlois, Les papiers de G. de Nogaret et de G. de Plaisians Tresor des Chartes (Notices et extraits des manuscrits), XXXIV; Langlois, Doleances du cleerge de France au temps de Philippe le Bel in Revue Bleue (9 Sept., and 14 Oct., 1905); Lizerand, Clement V et Philippe IV le Bel (Paris 1910); Arguillere, L'Appel au concile sous Philippe le Bel et la genese des theories conciliares in Revue des Questions Historiques (1911).


GEORGES GOYAU

Transcripto por Jim McCann

Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi