Berlioz, Héctor
De Enciclopedia Católica
Héctor Berlioz Compositor francés, nació en La Côte Saint-André, cerca de Grenoble, el 11 de Diciembre de 1803; murió en París el 8 de Marzo de 1869. Su padre, un médico, deseaba que Héctor siguiera su misma profesión, y con este propósito lo envió a la Escuela de Medicina en París. El joven Berlioz pronto cambió la sala de disección por la biblioteca del Conservatorio, donde buscaba informarse sobre las partituras de los grandes maestros de la música. Hasta ahora sus estudios musicales habían estado confinados a un conocimiento rudimentario de la flauta y de la guitarra. Luego de estudiar armonía con Lesveur por unos pocos meses, Berlioz compuso una misa, que fue interpretada en la iglesia de San Roque. Admitido al Conservatorio en 1823, llegó a ser conocido no solo por su gran talento, sino también por su rebelión contra las tradiciones académicas. No sentía respeto por el clasicismo puro de Cherubini, director de la escuela, ni aprendió nunca a comprender y valorar a Palestrina, Händel o Bach. Resuelto a dar expresión a sus abundantes ideas a su propio modo, Berlioz, como los románticos en la literatura, procedió a violar o ignorar toda regla establecida. Como consecuencia, nunca dominó completamente las diversas formas de composición. Con su “Sinfonía Fantástica”, una cantata llamada “La mort de Sardanapale” que ganó para él el Prix de Roma (llevando con él una pensión de cinco años), y varias obras menores, Berlioz preparó la fundación de la nueva escuela de composición que se conoce como la escuela de música programática. Es la tentativa de compositores de esta escuela expresar por medio de la música ideas y humores inequívocos y aún relatar acontecimientos categóricos. Aunque Berlioz ha escrito varias obras sobre textos litúrgicos, difícilmente alguno de ellos tiene el carácter litúrgico. Su “Requiem”, escrito para doble coro, una enorme orquesta, cuatro bandas militares, y órgano, sugiere a Miguel Angel en su gigantesca concepción. Mientras infunde terror al oyente, no inspira devoción. Un “Te Deum” es construido igualmente en gran escala, y es más notable por su pompa y esplendor que por su religiosidad. Aunque Berlioz fue un hijo de su época y en su música dio expresión a cada pasión del hombre, no perdió el sentido Católico, como lo muestra la atracción que los textos litúrgicos tenían para él, y también por numerosos otros rasgos. Así en su “Perdición de Fausto” envía a Fausto a la perdición eterna acompañado por la más espantosa música, en vez de salvarlo finalmente de acuerdo con el credo panteísta de Goethe. Berlioz es uno de los ejemplos más notables de subjetivismo moderno, y las numerosas obras que ha dejado detrás – sinfonías con y sin coros, óperas, un oratorio, “La Infancia de Cristo”, cantos, corales, etc. – nos dan una idea de lo que podría haber sido si hubiese mantenido fiel a los ideales Católicos.
JOSEPH OTTEN
Transcrito por Cyril G. MacNeil
Traducido por Daniel Reyes V.