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Martes, 3 de diciembre de 2024

John Wyclif

De Enciclopedia Católica

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WYCLIFFE, or WICLIF, etc).

Escritor y reformador probablemente nacido en Hipswell cerca de Richmond, en Yorkshire, 1324, fallecido en Lutterworth, Leicestershire, 31 dic., 1384. Se dice que su familia procedía de Wycliffe sobre el Tees, en el mismo condado. La fecha tradicional de su nacimiento es 1324 pero algunas autoridades la adelantan. Casi nada se conoce de su vida y su carrera en Oxford está oscurecida por la presencia de al menos un hombre con el mismo nombre y probablemente de más. Es cierto, sin embargo que se educó en el College Balliol y que en 1361 debe haber renunciado a su Magisterio al recibir un beneficio de Fillingham. Pocos años después lo cambió por otro en Ludgershall. No se debe suponer, sin embargo, que renunciase a su carrera universitaria, puesto que estas clases de beneficios económicos se daban con frecuencia a los eruditos para permitirles continuar sus estudios o con sus enseñanzas.

El mismo Wicleff, por ejemplo, recibió la licencia de dos años de no-residencia, en 1368, a cuenta de sus estudios. Mientras, en 1365, un hombre con su nombre, generalmente identificado con el futuro “reformador” había sido nombrado director del nuevo Canterbury Hall por Simon Islip, arzobispo de Canterbury, aunque dos años más tarde el nuevo arzobispo lo despidió para nombrar a un monje. El director desposeído con sus “fellows”, apelaron a Roma, pero no ganaron. Algunos de los biógrafos recientes de Wicleff han intentado identificar a este director con otro eclesiástico, un amigo de Islip y probablemente “fellow” de Merton, pero parece peligroso, aunque sea plausible, rechazar las afirmaciones de escritores contemporáneos, aunque sean controversistas, y posiblemente una referencia en los escritos del mismo Wicleff.

Poco después de estos sucesos, probablemente en 1372, Wicleff recibió el grado de Doctor en Teología. Por entonces era ya un hombre de reputación en la universidad, aunque es extraño que este doctorado se retrasara tanto. La explicación puede encontrarse, posiblemente en el hecho de que Balliol era un colegio de “artes” y la mayoría de sus “fellows” no estaban autorizados a graduarse en teología.

La promoción eclesiástica no le faltó al nuevo doctor: en 1373 recibió el rico beneficio de Lutterworth en Leicestershire y por el mismo tiempo se le concedió, por provisión papal una prebenda en una iglesia colegiata, mientras se le permitía, también por licencia papal, conservarlo al mismo tiempo que otro en Lincoln, aunque éste último no llegó a recibirlo. Aunque sus opiniones sobre los beneficios eclesiásticos debían ser bien conocido dentro y fuera de Oxford, no se puede relacionar a Wicleff con los asuntos públicos hasta 1374, año en que su nombre aparece segundo tras un obispo, en una comisión que el Gobierno Inglés envió a Brujas a discutir con los representantes de Gregorio XI y si fuera posible, solucionar varios asuntos en disputa entre el rey y el papa. La conferencia no llegó a conclusiones muy satisfactorias, pero parece marcar el principio de la alianza entre Wicleff y la oligarquía anti-clerical en parte encabezada por Juan de Gante, duque de Lancaster, hermano del rey. [Nota: Juan de Gante era el hijo del rey, no su hermano.]

Este grupo se aprovechó de la senilidad prematura de Eduardo III para gobernar en su propio beneficio, y se dieron cuenta de que el Doctor de Oxford con sus teorías sobre la sujeción de la propiedad eclesiástica al príncipe civil, les iba a ser útil en sus ataques a la iglesia. Wicleff debió predicar por entonces muy frecuentemente en Londres” ladrando contra la Iglesia” y se refiere a sí mismo como "peculiaris regis clericus".

El Buen Parlamento, sin embargo, con la ayuda del Príncipe Negro pudo, en 1376, echar del poder a Juan de Gante y a sus amigos. Un año después, la muerte del príncipe dio a Lancaster su oportunidad, y los anticlericales volvieron a controlar al gobierno. En estas circunstancias los intentos del arzobispo de Canterbury y del obispo de Londres de llamar al orden a Wicleff no iban a tener éxito. Apareció en S. Pablo escoltado por sus poderosos amigos y la función pronto degeneró en una lucha entre Lancaster y el obispo de Londres. Los londinenses se pusieron de parte de su obispo pero la reunión terminó en confusión. Después se invocó la autoridad papal contra Wicleff y Roma emitió una serie de bulas. Sin embargo no sirvieron de mucho. Oxford, como un todo, se puso de parte de Wycleff y un consejo de doctores declaró que las proposiciones que se le atribuían, aunque mal-sonantes, no eran erróneas.

Cuando Wicleff apareció en Lambeth en 1378 tanto el Príncipe de Gales como la gente de Londres intercedieron en su favor. Pero las demandas llevaron a la formulación de 18 artículos que eran un buen resumen de las doctrinas que Wicleff enseñaba por entonces.

Antes de la próxima convocatoria de 1381, sus herejías, o tendencias heréticas, se habían desarrollado rápidamente. El Gran Cisma es parcialmente el resultado de esto y del hecho de que Wicleff se había convertido ahora en líder de un partido. Por entonces comenzó a enviar a sus “pobres sacerdotes”, hombres que, excepto muy al principio, eran normalmente laicos, y a poner más el acento en la Biblia y el la predicación.

En 1380 Wicleff tomó en Oxford la importantísima decisión de atacar a la “Transustanciación”. Llamó a la Forma Consagrada “un signo eficaz”. Esta negación abierta de la doctrina tan familiar para todo cristiano y la reacción que siguió a la Revuelta de los Campesinos, hizo perder a Wicleff mucha popularidad. En 1381 un Consejo de doctores de Oxford condenaron sus enseñanzas sobre la Sagrada Eucaristía y un año después un tribunal eclesiástico en Blackfriars, sentenció contra una serie de 24 proposiciones de Wicleff. El gobierno estaba ahora contra él: Westminster y Canterbury se pusieron de acuerdo para presionar a las aún renuentes autoridades universitarias. Se obligó a un gran numero de “wycleffitas “a retractarse (ver LOLARDOS) pero parece que nada se le exigió al líder del movimiento excepto una promesa de no predicar. Se Retiró a Lutterworth y aunque continuó escribiendo copiosamente tanto en latín como en inglés, permaneció sin ser molestado hasta su muerte. Probablemente fuera llamado a Roma pero estaba demasiado enfermo para obedecer. Parece que sufrió parálisis durante sus dos últimos años. Tuvo un segundo ataque en 1384 mientras oía Misa en su iglesia y tres días después murió. Fue enterrado en Lutterworth, pero el Concilio de Constanza, en 1415, ordenó que sus restos fueran desenterrados y arrojados. Esto se hizo en 1428.

Es imposible entender la popularidad de Wicleff, la debilidad de las autoridades eclesiásticas, o hasta el carácter de sus enseñanzas, sin tener en cuenta las extraordinarias condiciones del país al final del siglo catorce. El descrédito al que había llegado el principio de autoridad en la Iglesia y en el Estado y la popularidad de las ideas revolucionarias, se explican en el artículo LOLARDOS y las causas que explican su propagación son responsables, hasta cierto punto al menos, del proceso mental desarrollado por Wicleff.

Sus primeros escritos son principalmente lógicos y metafísicos. Pertenecía a la Escuela Realista y se confesaba discípulo de S. Agustín, pero fue su actitud en las cuestiones prácticas y políticas de la pobreza evangélica y gobierno de la Iglesia las que le dieron influencia. La cuestión de la pobreza evangélica fue un tema ardiente durante el siglo catorce, asunto de agrias discusiones en las filas de los Frailes Menores que se extendió y en el que tomaron parte los principales escritores teológicos de aquellos días. Cuando el papado se inclinó a favor de los moderados, los extremistas con sus partidarios literarios como Marsilio Patavino, Guillermo de Ockham y otros tomaron una actitud de hostilidad hacia Roma y pronto se vieron reclamando una organización eclesial sin propiedad y prácticamente bajo control de Estado. Así pues Wicleff heredó de los Mendicantes su odio a los beneficios monásticos y clericales y en ello no muestra gran originalidad.

A lo largo de todo el Medievo la riqueza del clero era susceptible de ser atacada hasta por los más ortodoxos. Lo que es característico de Wicleff es el argumento, medio feudal, medio teológico con en el que fundamenta su ataque al clero y a los monjes., aunque era en parte tomado prestado de Richard Fitz-Ralph, un maestro de Oxford, que desde entonces había llegado a ser arzobispo de Armagh. Fitz-Ralph había sido enemigo de los mendicantes, pero Wicleff encontró en su teoría del “señorío” una forma conveniente y novedosa de formular el antiguo principio anárquico de que no se debe respeto alguno a los mandatos de la propiedad de los malos. "Dominion is founded in grace", frase que resume el argumento y dominium, hay que recordar, es una palabra que se puede decir que contiene toda la teoría feudal porque significa al mismo tiempo soberanía y propiedad. "Dominion", “señorío” pertenecen solamente a Dios. Cualquier señorío de una criatura se le quita a Dios y es pecado, porque un pecado mortal es una alta traición a Dios, El Señor Supremo. Fitz-Ralph había utilizado este argumento para justificar la distinción entre “propiedad” y “uso” que los franciscanos moderados habían adoptado y rechazado los extremistas. Wicleff sin embargo, lo bajó a la plaza del mercado al aplicarlo a las posesiones clericales. Y fue más allá de lo que le autorizaba el argumento porque vino a sostener que ningún monje o clérigo, ni aunque fueran justos, podían tener posesiones temporales sin pecar, y más aún, que era legal que los príncipes les privasen de los que retenían ilegalmente.

Lógicamente la doctrina de Wicleff sobre el señorío podía aplicarse a los señores temporales y espirituales, pero él no dio este paso y no contribuyó intencionalmente a la Revolución de los Campesinos de 1381. Pero los asaltos de un hombre tan conocido a las propiedades de la iglesia deben haber animado al movimiento (de lo que hay muchas evidencias) y los “pobres sacerdotes”, que estaban menos conectados con laicos de posesión y propiedad, fueron más allá que su maestro en dirección hacia el comunismo.

El ataque de Wicleff a la propiedad de las órdenes monásticas y de la Iglesia le habría de trae sin mucha tardanza conflictos con las autoridades eclesiásticas y hubo de protegerse contra los resultados de la excomunión, manteniendo que “ningún hombre puede ser excomulgado a no ser que antes se excomulgue a si mismo” (por ejemplo por el pecado), una afirmación que puede ser verdad respecto a la excomunión en el alma, pero que no se puede aplicar al gobierno externo de la Iglesia. Así, hacia 1830 Wicleff se había colocado en abierta oposición a la propiedad y gobierno de la Iglesia, había atacado al papa con términos sin medida y había comenzado a tratar a la Biblia como la principal y casi única prueba de ortodoxia y poner cada vez más acento en la predicación. Pero aún así, hubiera protestado contra la acusación de herejía. En las escuelas había mucha libertad para la especulación intelectual y había mucha incertidumbre respecto a la propiedad. Hasta el uso exclusivo de la Escritura como estándar de fe era comprensible en un tiempo en que la alianza de la cristiandad estaba siendo reclamada por dos papas.

Hay que añadir que Wicleff frecuentemente insertaba cláusulas calificando o explicando sus proposiciones y que, al menos formalmente, hubiera declarado su disposición a someter sus opiniones al juicio de la Iglesia. Parece que hubo un tiempo de mucha incertidumbre en cuestiones de fe y el Movimiento Lolardo en sus primeros estadios es notable por su disponibilidad a la retractación. La posición herética de Wicleff se acentuó mucho al negar la doctrina de la Transubstanciación. Su posición no es muy clara o consistente pero parece acercarse a la “consubstanciación” luterana porque aplicaba a la Eucaristía su principio metafísico de que la aniquilación es imposible. Atacar una doctrina tan fundamental, parecía definir la posición de Wicleff y sus seguidores. En adelante tendieron a convertirse en una gente apartada. Los frailes con los que el “reformador “había estado en términos amistosos se convirtieron en sus principales enemigos y el Estado se volvió contra él. Escritores protestantes un poco desfasados que solían tratar las herejías medievales como testigos continuos de la verdad, encontraron en Wicleff un lazo de unión entre los Albigenses y los reformadores del siglo dieciséis y la comparación es quizás, de interés. Como los herejes del los siglos doce y trece, Wicleff comenzaba con un ataque a la riqueza de los eclesiásticos, siguió disputando la autoridad de la Iglesia y finalmente su sistema sacramental, pero contrariamente a ellos, evitó las tendencias maniqueas que amenazaban a las más elementales leyes morales Esa locura había sido exorcizada por los grandes escolásticos.

Por otra parte, Wicleff se parecía a los reformadores protestantes por su insistencia en la Biblia como regla de fe, por la importancia que daba a la predicación y en su doctrina sacramental. Como ellos, también buscó la ayuda de los laicos y del estado civil y su concepción de la dignidad real habría satisfecho hasta a Enrique VIII. La doctrina de la justificación por la fe, no se da en sistema de Wicleff. Los Lolardos ingleses siguieron, muy imperfectamente las enseñanzas de Wicleff. Su verdadero heredero espiritual era John Hus, y es a través de Bohemia que se le conecta, si acaso, con la Reforma.

Un gran número de las obras latinas de Wicleff han sido editadas e impresas por la Wicleff Society. Sus obras inglesas han sido editadas por T. Arnold (Oxford, 1869-71) y por F.D. Matthew (London, 1880) para la Early English Texts Society. Muchos de los textos ingleses son sin duda de sus discípulos. Además de sus obras, Wicleff tenía la reputación, ya entre sus contemporáneos, por haber traducido toda la Biblia. Existen dos versiones de Wicleff. El Abad Gasket ha discutido su autoría. ("The Old English Bible", London, 1897). Por lo menos es cierto que la Biblia era familiar hasta para los laicos en el siglo catorce y el Nuevo Testamento al menos se podía leer en traducciones. Es también cierto que algunas partes de la Escritura se llamaban “wyclefitas” en el siglo quince y a veces condenadas como tales, porque un prefacio de Wicleff se había añadido a una traducción perfectamente ortodoxa.


Bibliografía.

Para una lista de autoridaes contemporáneas, que son muy numerosas, ver RASHDALL in Dict. Nat. Biog., s.v. Wycliffe; lo más importante además de las propias obras de Wicleff es el Chronicon Angliae, ed. (1874) de MAUNDE THOMPSON, y los Fasciculi Zizaniorum, ed. por SHIRLEY en R. S. Ver también LECHLER, Johann von Wiclif (Leipzig, 1873; tr. London, 1878); SHIRLEY, Preface to Fasciculi Zizaniorum; MATTHEW, Preface to English Works (los dos últimos son valiosos); POOLE, Wycliffe and Movements for Reform (London, 1889), aún util puesto que conecta a Wycleff con los movimientos continentals de su tiempo; The Cambridge History of Eng. Lit., II, que contiene un capítulo excelente sobre el tema, escrito por WHITNEY. De las obras católicas la más considerable es la de STEVENSON, The Truth about John Wyclif. Un tratamiento moderado de Wycleff se da en BELLESHEIM, WETZER, y WELTE en Kirchenlexikon, s.v. Wiclif; ver también, especialmente para el subsecuente desarrollo del movimiento GAIRDNER, Lollardy and the Reformation, I-II (London, 1906).


F. URQUHART .


Transcrito por Robert B. Olson. Ofrecido al Dios Todopoderosopara por la gracia de conversión de todas la personas que disienten de la Verdad enseñada por la Iglesia Católica de Nuestro Señor.


Traducido por Pedro Royo