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Martes, 3 de diciembre de 2024

Letanía de la Dulcísima Sangre de Cristo

De Enciclopedia Católica

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Letanía de la dulcísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Sangre preciosa por mi amor vertida, purifica mi alma de toda malicia.

Sangre redentora, vida de mi vida.

Sangre derramada por las culpas mías.

Sangre rubicunda, de estima infinita.

Sangre, que llorando, mi Jesús vertía.

Sangre, que en las lágrimas, hilo a hilo corrías.

Sangre que te viste de hombres abatida.

Sangre que brotaron de agudas espinas.

Sangre que arrastrada fuiste y escupida.

Sangre que vertieron manos atrevidas.

Sangre del costado en la cruel herida.

Sangre dulce y suave, humana y divina.

Sangre con que aplacas tu justísima ira.

Sangre consagrada en hostia pacífica.

Sangre sin doblez, sangre inocentísima.

Sangre con que borras la escritura antigua.

Sangre en cinco pórticos de mejor piscina.

Sangre de mi amante, sangre amabilísima.

Sangre que te ofreces por quien más te pisa

Sangre que nutrió la dulce María.

Sangre siempre pronta a curar heridas.

Sangre en que se funda la esperanza mía.

Sangre que recauda la oveja perdida.

Sangre liberal, sangre agradecida.

Sangre encendedora de almas tibias.

Sangre que haces fuerte al que en ti medita.

Sangre santa, pura, amable y bendita.

Sangre que estremece a la sierpe maldita.

Sangre de mi alma, sangre de mi vida.

Sangre tú me salvas, tu me lavas y me limpias.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos

Oremos: Omnipotente y sempiterno Dios, que con la sangre de tu Hijo quisiste ser aplacado, y que nosotros fuésemos redimidos: rogámoste que nos concedas de tal suerte hacer memoria del precio de nuestra salvación, que podamos en esta vida conseguir el perdón, y en la eternidad el premio de la gloria: por el mismo Jesucristo Señor Nuestro, tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén

A cada invocación se repite “Purifica mi alma de toda malicia”

(Compilado por José Gálvez Krüger)